En la estrella de la muerte
Aquel hosco silencio y la mirada dura de la joven despertaron algo en él, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. Quizás fuese el parecido con su ya casi olvidada Padme. Perdida de una forma absurda. ¡Perdida porque él no pudo mantener su promesa! Perdida por culpa de aquel maldito Obi Wan Kenobi que le metió absurdas ideas en la cabeza...
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...
EN LA ESTRELLA DE LA MUERTE
La princesa Leia, aliada con la causa rebelde en contra del malvado Emperador Palpatine, tras una cruenta batalla, consigue robar los planos de la estrella de la muerte.
En su desesperada huida, camino del sistema Alderaan, es interceptada por la armada imperial en las inmediaciones del planeta Tatooine. En el último momento, la princesa consigue poner los planos a salvo en la superficie del desértico planeta, pero no puede evitar caer prisionera de las tropas imperiales.
Inmediatamente, es conducida a la estrella de la muerte, donde el destino le espera para jugarle una mala pasada...
Aquella chica era un maldito incordio. Darth Vader se estiró la túnica, ajustó los graves de su micrófono manipulando un par de diales de su pechera y entro en la sala de torturas. Como había imaginado +KP2, la flamante unidad de tortura de última generación del almirante Piett, no había conseguido nada de aquella testaruda joven.
Estaba seguro de que había robado los planos de la estrella de la muerte y pretendía llevarlos a la base rebelde con la vana esperanza de encontrar un punto débil en aquella fenomenal arma de destrucción total y antes de su detención los había escondido, pero ese montón de chatarra no había conseguido extraer ni lo uno ni lo otro de aquella valiente joven rebelde.
—¡No tiene derecho a mantenerme aquí encerrada! —exclamó la joven con la voz firme como si ninguna de las torturas que le habían aplicado hubiese causado efecto en su determinación— Soy la princesa Leia Organa, miembro del Senado Imperial. Voy en misión diplomática a Alderaan. ¡Esto es una infamia! ¡Tendrá noticias de ello el Emperador!
—¡Basta! —rugió Darth Vader con una voz grave y metálica— No hace falta que sigas con esta impostura. Sé perfectamente que apoyas a la causa rebelde y voy a conseguir que me digas dónde guardas los planos de esta nave y sobre todo, dónde está la base rebelde.
Darth Vader echó un rápido vistazo a la muchacha que se había erguido y mantenía un gesto adusto. No había nada destacable en ella. Su rostro era vulgar aunque tenía unos ojos grandes y castaños que revelaban una feroz determinación. La fina túnica blanca no podía disimular un cuerpo esbelto y voluptuoso a pesar de su juventud.
Pero lo que más le sorprendió fue lo intensa que era la fuerza en ella. Mientras se acercaba a ella amenazador, se recordó a si mismo que debía hacer un recuento de midiclorianos de los restos ensangrentados del robot de tortura.
—Princesa Leia, por última vez. ¿Dónde está la base rebelde?
Aquel hosco silencio y la mirada dura de la joven despertaron algo en él, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. Quizás fuese el parecido con su ya casi olvidada Padme. Perdida de una forma absurda. ¡Perdida porque él no pudo mantener su promesa! Perdida por culpa de aquel maldito Obi Wan Kenobi que le metió absurdas ideas en la cabeza...
Sintió como la ira calentaba su cuerpo, como el reverso oscuro de la fuerza le envolvía y le proporcionaba un poder aun más extraordinario hasta el punto de sentir la necesidad de hacerle experimentar a aquella joven el terrible poder que poseía.
Con lentitud levantó un brazo y haciendo un pequeño gesto consiguió levantar a la joven por el aire a la vez que cerraba su garganta. La princesa emitió un estertor, pero no apartó la firme mirada. Tampoco se debatió, consciente de la inutilidad de toda resistencia.
—Veo que eres una mujer valiente, quizás lo que debo hacer es cambiar de táctica. —dijo Vader soltando una risa cascada.
Aflojando la presión en la garganta, pero manteniendo a la princesa indefensa en el aire con un nuevo gesto hizo que la frágil túnica volara desintegrada en mil retazos.
La joven intentó tapar su cuerpo desnudo, pero Darth Vader ya se había adelantado y la mantenía totalmente paralizada. Por fin, mientras admiraba aquellos pechos pálidos y turgentes y aquella suave mata de pelo oscuro y rizado cubriendo su pubis, vio un destello de miedo en sus ojos.
—No sé qué es lo que pretendes, cerdo, pero te aseguro que nada de lo que me hagas podrá acabar con mi determinación de liberar a la galaxia de tu oscura presencia y de la del Emperador.
—Sí, sigue así. Siento como la ira y el miedo crecen en ti. Deja que la oscuridad te envuelva y te de fuerzas.
—No me das ningún miedo, cabeza de Minock, sabandija de los pantanos de Dagobah...
Darth Vader la ignoró y dio una vuelta alrededor del cuerpo paralizado, pensando que aquella joven ganaba bastante desnuda. Sus piernas eran largas y atléticas y su culo era tan apetitoso que no pudo evitar quitarse uno de sus guantes y acariciarlo con suavidad con una mano artificial.
La joven princesa crispó todo su cuerpo al notar el contacto. Era como si algo oscuro y venenoso, como un gusano geonosiano reptara por su culo amenazando con convertir su cuerpo en una yaga purulenta.
Lo que quedaba de los labios del maestro oscuro sonrieron con malicia bajo la máscara al ver la reacción de repugnancia de la joven. Con un gesto la depositó de nuevo en el suelo, aun paralizada. Quitándose el otro guante acercó una mano sarmentosa, cargada de cicatrices de las terribles quemaduras sufridas en un mundo olvidado. Acarició la espalda y el culo de la princesa, que soportaba impotente aquella nueva tortura, recorrió con sus dedos ásperos sus pechos y pellizcó sus pezones hasta que estuvieron erectos.
Leia se mordió los labios intentando mantener el control sobre sí misma. El dolor de sus pezones y la respiración metálica e intimidante hicieron que no pudiese evitar que se le escapase una solitaria lagrima que Darth Vader se apresuró a recoger con una de sus frías garras.
El húmedo calor de la lágrima de la princesa calentó su dedo. Sintió como la fuerza corría a raudales por aquella minúscula gota y la observó hipnotizado por un instante. Aquella mujer era una amenaza, tanto por su potencial para convertirse en una Jedi como por su capacidad para parir nuevos individuos con esa enorme concentración de midiclorianos... Aunque bien pensado... que mejor aprendiz que un hijo de las dos personas vivientes con mayor concentración de esas microscópicas criaturas en la galaxia. Un hijo al que poder criar y adiestrar en el reverso oscuro de la fuerza desde su más tierna infancia. Durante unos segundos fantaseó con el poder que podría acumular aquella criatura cuando fuese adulto.
Antes de que la joven se diese cuenta, salió de su ensimismamiento y acercó sus manos con desesperante lentitud a su cuerpo paralizado e indefenso, disfrutando del terror de la jovencita. Si la concepción se producía en un entorno en el que la ira y el miedo era intensos el poder de la criatura sería aun mayor.
—Es hora que sepas que tienes mucho que aprender jovencita. —dijo Darth Vader soltando una tétrica carcajada.
Manteniendo a la joven princesa inmovilizada, se abrió la túnica extrayendo de su interior un miembro negro y brillante como la carbonita. Levantando su antebrazo hasta la altura de su cintura, puso la palma de la mano hacia arriba y fue cerrando poco a poco el puño con fuerza a medida que lo levantaba ligeramente.
La polla de Darth Vader comenzó a crecer y endurecerse al mismo ritmo hasta alcanzar un grosor y tamaño considerables.
Leia miró aquella polla negra y hambrienta palpitar en busca de su coño. Si hubiese podido, hubiese salido corriendo, pero a pesar de sus esfuerzos estaba totalmente paralizada.
Cuando Darth Vader estuvo totalmente empalmado, su atención se fijo en la joven que miraba su miembro con ojos grandes y asustados, forcejeando con sus invisibles ataduras.
Aquella joven de piel tierna y cremosa le excitaba sobremanera. Con un ligero gesto hizo que el sexo de Leia se hinchase y se volviese tan sensible que hasta una leve corriente de aire conseguía estimularlo. Con un pequeño giro de muñeca hizo que la fuerza estrujase su clítoris y se introdujese por su coño expandiéndolo hasta alcanzar el límite. La joven crispó todos sus músculos al sentir como una presencia extraña la invadía y tuvo que morderse el labio para no gritar asaltada por un intenso placer.
Aquella criatura maligna la estaba violando sin apenas tocarla y lo peor de todo es que había un lado oscuro en ella que estaba disfrutando con ello. Cuando aquel hombre sin rostro se acercó y la penetró físicamente con su enorme polla, no pudo evitar un apagado suspiro. Aquella polla era fría y grande, pero sobre todo era una inmensa fuente de placer. Cuando se dio cuenta estaba tumbada sobre la mesa de torturas con las piernas abiertas deseando más.
El general imperial metía y sacaba su miembro de ella usando sus garras para estrujar sus pechos y pellizcar sus pezones mientras la invitaba a unirse al lado oscuro de la fuerza.
Leia no tuvo más opción que rendirse al placer para poder seguir concentrada en evitar la terrible tentación de sucumbir al mal.
Darth Vader estaba satisfecho. La mujer, a pesar de resistir sus intentos para unirse a él, también en mente, además de en cuerpo, estaba sucumbiendo a la lujuria, una de las más poderosas fuentes de poder del reverso oscuro de la fuerza. Su vástago sería oscuro y poderoso.
—Hijo de puta. Nunca seré tuya. —dijo la princesa entre gemidos—Puedes torturarme. Puedes dominar mi cuerpo y convertirlo en un guiñapo hambriento de sexo, pero mi espíritu está muy lejos, con mis seres queridos.
El hombre interrumpió el discurso con dos poderosos embates. El cuerpo de la mujer, al fin libre de moverse, se retorció extasiado mientras ella apretaba los dientes y soltaba un grito ahogado.
Hacía tiempo que Leia había perdido todo control sobre su cuerpo, que se estremecía aguijoneado por intensos relámpagos de placer. En ese momento, el Lord de la oscuridad la levantó en el aire y agarrándola por aquel culo terso y cremoso y separó sus cachetes.
Con su coño aun ensartado por el enorme falo de aquel espectro negro Leia sintió como algo pugnaba por penetrar en su virginal ojete.
Tras un par de tanteos sintió como una presencia atravesaba sus esfínter sin contemplaciones. Con un alarido recibió aquella presencia ardiente mientras la polla de Darth Vader seguía machacando su coño sin piedad.
Fuego y hielo, placer y dolor. Luz y profunda oscuridad. Aquel contraste era tan placentero que tardó apenas uno segundos en correrse. Su cuerpo se estremeció su culo se contrajo dolorido y su sexo vibró estrujando la polla de Darth Vader lo que a ella le pareció una eternidad.
Las oleadas de placer se sucedían mientras Darth Vader reía con voz cascada y empujaba dentro de aquel cuerpo joven e inocente con una insistencia sobrenatural.
El control sobre la fuerza le permitía machacar a la princesa todo el tiempo que le pareciese. Le preguntó una y otra vez por el planeta donde estaba la base rebelde hasta que la joven en un momento de debilidad, asaltada por un mezcla de intenso dolor y placer, susurró el planeta Dantooine.
—¿Es cierto eso? —preguntó Darth Vader dándole dos brutales empujones.
—Sí, Sí. —respondió ella entre alaridos de placer.
—Eres una perra mentirosa. —dijo él consciente de que la princesa le mentía— Pero yo voy a decirte algo que inmediatamente sabrás que es verdad; Princesa Leia, yo soy tu padre.
En ese momento un arrasador torrente de semen inundó su coño. Entre lágrimas de dolor y miedo sintió como le golpeaban cada una de las palabras amenazando con llevarla al borde de la locura, a la vez que sentía como aquella presencia maligna inundaba e impregnaba todas su entrañas buscando echar raíces en ellas para formar una nueva vida...
Continuará...