En la estación

Historia de un amor a distancia.

EN LA ESTACIÓN

Hacía frio en el andén, pero mi cuerpo estaba ardiendo recordando nuestro último encuentro. Habían pasado casi dos semanas, pero aún temblaba al recordarlo.

Era domingo, otra vez, otro domingo de despedida. Ella estaba en el baño, dándose una ducha para luego acompañarme a la estación. Yo seguía tumbada en su cama con su sabor aún en mi boca, cuando el deseo de volver a poseerla me hizo levantar de un salto y acercarme a la ducha. Entré sin hacer ruido, abrí la cortina despacio y pude contemplarla sin que se diera cuenta. Era tan hermosa, tan deseable, mi corazón se aceleró y creo que ella pudo oírlo pues se dio la vuelta y me miró sorprendida. No dijo nada, solo me sonrió. Yo tampoco dije nada, aparté la cortina y entré en la bañera. Sin dejar de mirarla a los ojos me acerqué y le cogí las manos, se las levanté por encima de la cabeza y las mantuve en alto contra la pared mientras la besaba. Su cuerpo estaba mojado y noté cada gota en el mío cuando me abracé a ella. No quería soltarla, le mantuve las manos contra la pared mientras empezaba a acariciarla. Otra vez mi boca estaba recorriendo su cuello, me encantaba su sabor. Noté su excitación y la tensión de su cuerpo cuando mi mano rozó su pecho, seguí acariciándola despacio, recreándome en cada curva y en cada poro de su cuerpo, necesitaba saborearla entera. Empecé a morderle los hombros y mi boca ansiosa buscó sus pechos, lamí sus pezones que estaban duros y mojados, noté como se le aceleraba la respiración y me separé un poco de ella para poder contemplarla a placer. Sus ojos ardían, me encantaba cuando me miraba así. Sin soltarle las manos le acaricie los muslos y le separé las piernas, muy despacio, notaba el calor de su sexo, no podía dejar de tocarla. Mi boca no pudo resistir la tentación de saborearla otra vez y fue directa a mordisquear sus pezones, mi mano seguía recorriendo el interior de sus muslos rozando su sexo sin llegar a tocarlo. Estaba tan excitada que no sabía si podría controlarme. Le di la vuelta, la puse suavemente contra la pared mientras me apretaba contra su cuerpo. Ahora tenía las dos manos libres para poder acariciarla, empecé otra vez muy despacio, sus muñecas, sus brazos, los hombros y con la punta de los dedos fui bajando por toda su espalda, hasta la curva de su culo, me volvía loca. La separé un poco de la pared para poder aferrarme a sus pechos que seguían duros y mojados y los acaricie mientras mi sexo se pegaba a su cuerpo desnudo, ella lo notó y gimió. Mis manos ya ansiosas fueron bajando por su piel hasta que mis dedos rozaron su pubis. Noté como se estremecía. Acaricie su clítoris, primero con la punta de los dedos y luego suavemente con toda la mano, grito mi nombre y eso me excito aún más. Deseaba poseerla, pero quería que fuera ella la que me lo pidiera. Sin despegarme de su cuerpo agarré el grifo de la ducha y mientras que con una mano abría su sexo con la otra dejaba que el chorro de agua jugara con su clítoris. Empezó a gemir más fuerte y mi deseo era ya irrefrenable. Quería poseerla. Mi mano se deslizó entre sus muslos y suavemente uno de mis dedos entró dentro de ella. Volvió a gritar mi nombre y eso hizo que quisiera entrar aún más adentro. Estaba tan caliente, tan mojada. Jadeando le dije al oído -dime que te folle, quiero oírtelo decir- Noté como se volvía a estremecer, y empecé a salir de ella despacio. Entonces gritó, abrió un poco más sus piernas y me dijo -fóllame-

Ahora era mi cuerpo el que temblaba. Sin separar el grifo de su clítoris entré en ella. Tenía dos dedos dentro de su ser y solo quería oírla gritar. Empecé a moverme más rápido, más fuerte. El ritmo de su respiración se volvió frenético, mis manos también. Me aferré más a ella, no pensaba parar hasta verla explotar. De repente gritó, y noté como sus piernas apenas la sujetaban mientras llegaba al éxtasis. Estábamos aún ardiendo cuando la giré despacio y cogí su cara para besarla sin prisas.

Hoy es viernes y su autobús acaba de llegar a la estación.

Mey