En la ducha del club
Lo que puede ocurrir en una ducha y después...
Nunca antes había visto en el vestuario del natatorio semejantes pijas a la vista. Pero había un rubito con tremenda verga colgando que me tenía loco desde hacía días en que lo vi. Era recién llegado al club y como todo novato, siempre tiene algún faltante. Ese día había olvidado el jabón y como coincidimos en el mismo par de duchas, me lo pidió prestado. Mientras lo observaba enjabonándose no podía apartar mi vista de semejante pedazo. Era tal mi abstracción que él se dio cuenta de mi observación y comenzó a hacer ostentación de su pene al que simulaba dar especial enjabonada. Eso me puso fuera de mis cabales y pretextando levantar el jabón que adrede dejé caer cerca de sus pies, me le acerqué para ver más detalladamente ese divino aparato cubierto de espuma. A pesar de la espuma, se dejaban partes blancas y un capullo como una ciruela que él dejaba entrever cubriendo y descubriéndolo alternadamente, lo que me ponía más deseoso.
Sin mediar palabra me enderecé y mirándolo fijamente a los ojos mi mano retuvo ese trozo de macho, mientras le decía "¿Quieres que te lo enjabone?", sin dejar de acariciarlo por sobre la espuma.
Se apoyó contra los azulejos del muro y abriendo sus piernas me ofreció el pene ya enhiesto.
Quité todo resto de jabón y mi boca aprisionó ese glande hinchado. Lo mamé como afiebrado. Tuve que parar pues algunas voces se escucharon. Él se dio vuelta hacia la pared para ocultar su gran erección, y simulé seguir con mi ducha.
Entrecortadamente me dijo que me esperaba en el estacionamiento. Se cubrió la pija con la toalla y se alejó hacia el vestuario. Terminé mi ducha, me cambié apresuradamente y tomando mi bolso me cercioré de tener los condones a mano y me encaminé hacia el estacionamiento.
¡Oh sorpresa, estaba con otro muchachito!
Nos presentamos y pactamos ir a casa de quien contacté en las duchas. ¡Iba a ser en trío!
La casa estaba en las afueras del poblado y todo indicaba que su dueño era hombre adinerado. Lujo y practicidad por doquiera. En la sala me explicó que gustaba de los hombres y que era amplio, al igual que su joven amigo, y me confesó que desde hacía dos días me venía observando en las ducha y que mi cuerpo le agradaba.
Tragos de por medio, la charla fue hasta los carriles del sexo y obviamente tuve que aceptar que era pasivo pero que solía penetrar si se daba el caso. ¡Regio! -dijo el dueño de casa- y nos empezamos a poner a tono. Besos de lengua ardientes, caricias y las manos no daban abasto para tocar todos los cuerpos y "partes especiales".
Ya totalmente desnudos, admiré esas regias pijas, gordas, largas y cabezonas. La mía erecta ya mostraba no estar desentonada con las otras dos, ya mis 18 centímetros de largo por 5 de ancho, suele provocar escalofrío cuando acciona en un culo.
Pero la mayor era la del dueño, no menos de 20 por 5 y la de su amigo al menos 19 por 5. Es decir, unas pijas soberanas y listas para degustar. Arrodillado frente a ellos, me turnaba para mamar esos bestiales aparatos, y ellos gemían del gusto y me daban pellizcos en las tetillas ya erectas. De momentos uno se inclinaba y me besaba de lengua y luego regresaba a mi trabajo oral.
Llegó el momento esperado por mí: ¿quién sería el primero en ponérmela?
Me coloqué en cuatro con el pecho posado sobre el sillón. El jovencito arrodillado detrás de mí inició unos ardientes besos negros a los cuales se sumó el dueño de casa. Era un dúo de lenguas que me hacía retorcer y me provocaba espasmos, gemía cuando esas afiladas lenguas jugueteaban en mi aro. De pronto el joven se incorporó y apoyó su vergota contra mi puerta y empujó. Un ¡ay!, se oyó en la sala. Me ardía el culo y se dilataba para facilitarle la entrada a tremenda pija. El dueño se acostó y poniendo su cabeza entre mis piernas por dentro, se prendió a chuparme la pija, mientras el joven ya traqueteaba mi culo con su potente espada, a la que poco a poco iba ingresando haciéndome ver las estrellas del gusto y del ardor. La chupada del maduro y el mete y saca del joven me recalentaron de tal modo que estaba como en las nubes. Un rato duró el tratamiento. El maduro se salió de abajo y el amigo ocupó su lugar.
Inmensa, caliente y casi seca, de un empellón me clavó la daga. Grité desesperado del intenso dolor, pero era tarde. La pija que tanto ansiaba estaba enchufada en mi culo, pero quedaba mucho afuera. El joven me lamía las bolas y el tronco. Creí que me iba a desmayar de la calentura y el gozo, pero estaba adentro la mitad. ¡Que cacho de pija!
Deliraba del gusto que me producía. Iba a y venía y cada vez más adentro.
"¿Te gusta bebé?" me preguntaba al oído.
"¡Ayyy siiii qué regia está!", alcanzaba a responder entre quejidos.
De un solo estacazo me la metió hasta los huevos y allí se estuvo culeándome un largo rato. La sacó y pidió a su amiguito se pusiera boca arriba.
Lo sostuve con las piernas en alto y tras escupirle el culo, restregó el glande en ese tierno culo y empujó. El chico chilló y pedía más. Así, casi en primer plano pude ver como tan terrible pijota se iba adentrando en el recto del chico hasta hacerle chocar las bolas contra el aro marrón. El pibe resoplaba y se convulsionaba ante cada sablazo, pero resistía los mandobles.
En esa posición, el "amo de casa" me dijo que fuera detrás de él. Me coloqué y viéndole al culo, me le arrimé y con apenas un poco de saliva lo ensarté. Más le daba, más le empujaba al jovencito. Las dos pijas trabajaban al unísono. Ahora el jovencito aguantaba más peso y la pija se le había puesto durísima, señal que acabaría pronto. Fuertes y potentes chorros blanquecinos le saltaron sobre el vientre. Quien estaba arriba y de frente no soportó ver esa acabada y aún con mi pija en su recto, dando un fuerte gemido, resopló y sacándola de inmediato, tiró su leche con tanta fuerza que chijetazos dieron en el rostro del jovencito quien se relamió con lo que se depositó en sus labios. ¡No me acabes adentro!, alcanzó a gritarme quien tenía enculado. Como una serpiente se dio vuelta y tomándome la pija con sus dedos, la enfiló golosamente hacia su boca. Bastaron algunos leves vaivenes masturbatorios y mi lechada se vació en su boca y gemía mientras trataba de tragar lo más posible. Quedó satisfecho, se enderezó y puso su glande contra mis labios que lo besaron ardientemente. Mi lengua lo lamió y se dobló presa de temblores de gozo.
Estábamos casi agotados por la hermosa tarea sexual vivida. Él respiraba entrecortadamente mientras no dejaba de acariciar con una mano mi pija y con la otra el culo de su "amiguito".
"Disculpen, pero mantenerlos bien activos puse Viagra disuelta en sus tragos, por eso tendrán potentes erecciones y les aseguro que disfrutaremos como reyes" dijo-
"No hubiera sido preciso pues con lo que tenés colgando basta y sobra" respondí-, mientras me agachaba y tomando su lindísima pija lo chuplé hasta que volvió la erección.
Lo coloqué en el sillón y subiéndome a horcajadas le ofrecí mi culo ansioso. Poco el formidable instrumento fue ingresando lo que causaba hondos estados de placer. Lo cabalgué un largo rato hasta que preso de una excitación espantosa se corrió dentro. Seguí dándole cabalgata hasta que me vino y manché la piel de su vientre con potentes chorros, ¡tal era mi calentura!
Esa tarde ha sido inolvidable. Un trío más que formidable y dos nuevos amigos espectaculares. Al anochecer totalmente agotados pero todavía borrachos de sexo, nos acostamos sobre la alfombra y cada quien mamó la pija del otro hasta sacarnos las últimas gotas de semen.