En la ducha, agua caliente y yo también

Cómo de repente un día en el gimnasio de doi cuenta que hay algo más que mujeres a mi alrededor.

Habíamos ido al polideportivo como otro día cualquiera, yo había estado haciendo pesas mientras Inés, mi mujer, hacía algo de trabajo aeróbico. A los dos nos gusta cuidarnos mucho y eso se refleja en unos cuerpos atléticos, no musculosos, pero bien proporcionados.

Yo estaba algo sensible a excitarme con facilidad y estando haciendo abdominales se me había producido una erección, al ver a una chica morena que estaba haciendo un ejercicio de piernas, yo estaba justo en frente y al ver el sudor que se marcaba entre las piernas me empecé a excitar, me quedé unos segundos mirándola mientras hacía las series, con la mirada fija en esa marca del pantalón. Al terminar veo que no cierra las piernas, al levantar la vista me estaba mirando a mi y ruborizado me tumbo en el banco de abdominales sin darme cuenta lo que se me notaba a mi el bulto en el pantalón, lo pasé fatal pero fue, una experiencia muy excitante, la cual me la llevé a los vestuarios. Entré en ellos muy sofocado y con ganas de masturbarme, los vestuarios estaban muy concurridos, como siempre, me quité la ropa de hacer ejercicio, con algo de cuidado me dirigí a las duchas con intención de meterme en una individual pero estaban todas ocupadas, el calentón no se me quitaba pero odiaba tener que esperar, por lo que aunque se me notaba un poco la erección me metí en la ducha común. Como siempre salía agua tibia, pero bueno casi lo agradezco, ya que cada nada se me venía a la cabeza la sonrisa de aquella chica mientras yo la miraba o como miran algunos a mi mujer cuando estamos haciendo algunos ejercicios, y me ponía otra vez cachondísimo.

Mientras me duchaba, con un paisano calvo con la polla arrugada y pequeña, a un lado, y otro gordo y peludo al otro, trataba de no pensar en nada pero fue imposible. Me quedé ahí con los ojos cerrados pensando en esto y lo otro, cuando sentí que alguien me rozaba, al mirar alrededor no había nadie, salvo un chico moreno de unos 38 años, que me miraba y sonreía.

¿Qué está más caliente el agua o la piel?- me dijo.

¿qué?- no entendí su pregunta hasta que me di cuenta que estaba completamente empalmado, ya no sé si por lo de antes o por sentir su roce.

Veo que has tenido buena tarde- me decía sonriendo.

Ehh…bueno sí, perdona…no sé que me pasa

Hombre, qué te pasa yo sí lo sé, lo que no sé es por qué.

Ya

Pero bueno si quieres te ayudo a solucionarlo, ¿o eres tan hetero que no te puedo ayudar?

La pregunta me molestó pero me excitó a la vez, al ver que él también empezó a mostrar una polla bien proporcionada.

Yo no he dicho que sea hetero

Bueno entonces qué me dices ¿te ayudo?

Vale - aún sigo sin entender como dije esto- pero con una condición.

¿Cuál?

Que nos vea mi mujer.

Bueno como quieras, será aún mucho mejor entonces.

Salimos de la ducha, tapándonos con las toallas, ya que estábamos empalmadísimos, nos vestimos y al salir del vestuario, vi a Inés que ya me estaba esperando fuera.

Hola cari- me dijo.

La di un beso, y noté que se quedaba mirando al chico que venía conmigo.

Hola, ehh…, este es un amigo mío que me he encontrado en los vestuarios.

Hola, me llamo Oliver. dijo él.

Es verdad sino me había ni tan siquiera presentado.

Ella es mi mujer Inés – dijo.

Bueno entonces os venís a mi casa a tomar algo, ¿no?, es aquí justo al lado- dijo Oliver.

Vale – dije.

Por el camino Inés me miraba con cara rara, como queriéndome preguntar algo, pero sus dudas se resolvieron cuando subimos a casa y pudimos vivir una de las tardes más excitantes de nuestra vida.