En la ducha
Soy feliz de disfrutar de sus caricias, de sus suaves arañones en mis espaldas, de sus besos tiernos en mis tetillas, ¡qué distinto a esas noches aburridas de sexo con mi mujer!,...
El vapor del agua caliente nos envuelve por completo, mientras nuestros cuerpos desnudos mojados se entrelazan bajo el chorro de la ducha: soy feliz de disfrutar de sus caricias, de sus suaves arañones en mis espaldas, de sus besos tiernos en mis tetillas, ¡qué distinto a esas noches aburridas de sexo con mi mujer!; desde que hemos comenzado esta relación, me he ido enviciando de su cuerpo delicioso: de sus tetitas paradas, de su cintura diminuta y de abdomen firme, de su culo de lagas firmes y apretadas, de su coñito estrecho y velludito, sus ojos azules me ven con deseo, mientras le acaricio sus rulos rubios mojados, goteantes.
Mi esposa está de viaje, y nos podemos amar a nuestras anchas: la casa es nuestra por unos días más. Ella toma el jabón y comienza a enjabonarme la verga: le encanta hacer eso, mientras mi pieza va creciendo entre sus manos mientras suelta risitas de placer. Sé lo que quiere: ella quiere que la tome de las piernas, como si no pesara nada y que así, abierta de piernas, la haga descender sobre mi pene duro y palpitante, ensartándola hasta casi dejarla caer, y que así toda mi verga entre en su apretada rajita,... y hacerla gritar como loca, cabalgando ella mi verga, hasta exprimirle hasta la última gota de mi lechada. La tomo de su carita de diosa y le ofrezco mis labios; sin dudarlo, se pone de puntitas y me ofrece su boca de labios finitos, ¡qué delicia!, su lengua golosa me sorbe por dentro, haciendo que mi verga se ponga completamente tiesa entre sus manos. La tomo del culo y comienzo a amasarle las nalgas con desespero: se podría decir que en la ducha, la temperatura ha aumentado de golpe; ella no deja de besarme, mientras comienza a soltar gemidos dentro de nuestras bocas. Comienza a menearse desesperadamente, como simulando el coito: quiere que la coja, que le entierre la verga de una buena vez.
Pero yo no quiero: pongo mis manos sobre sus hombros y empujando hacia abajo, le pido así que se arrodille; quiero que me la chupe. Sonriendo obediente, junta sus piernas y arrodillada frente a mi verga, la lame: su sonrisa, mostrándome todos los dientes, es suficiente para saber que le encanta la idea. Cierra los ojos y tomando aire, se apresta gozosa a mamármela, mientras su rostro no para de recibir el chorro de la ducha.
¡Qué rica bocaaa!!!, pienso mientras siento sus labios apretados rodeando mi glande, chupándomela; le tomo la cabeza por sus cabellos mojados, obligándola a metérsela por completo: lo consigo a medias, pero disfruto con locura al ver su carita chorreante, con sus ojos mirándome fijamente, y con mi pieza a medias dentro de su boquita. ¡Qué diferente y delicioso es!, desde que es mi amante, ya ni me interesa mi aburrida esposa, la que siempre se negó a mamármela.
¡Ohhhh, assiiiiiiií!!!, ¡Aahhh!, ¡sigue mamándola, hijitaaaa!!!,
Ella apoya sus manos contra mis caderas: quiere evitar que haga que se la meta más adentro. Casi podría decir que siento sus amígdalas siendo golpeadas por mi verga, pero en el fondo a ella eso no le molesta; por nada del mundo se la sacaría de la boca. Desde que cogemos, mi vida sexual ha sido renovada: su boca, su conchita, su ano, están a mi entera disposición; lo hacemos cuando podemos, en todas las posiciones y cumpliendo una tras otra, todas nuestras fantasías.
Se detiene un rato para tomar aire: no para de sonreír. Me vuelve loco su entera disposición al sexo mañana, tarde y noche; si no estuviese yo casado, la haría mi mujer, pero valgan verdades, si no hubiese sido por mi matrimonio, no hubiese aparecido en mi vida.
- Papito, -me dice mi hija a la vez que masturba mi pene frente a su carita de cielo-, ¿y tampoco le debo contar a mami que nos bañamos juntos?,