En la discoteca conocimos a Oscar
Las fantasias con mi mujer van aumentando hasta que damos un paso más.
Últimamente buscaba nuevas experiencias con mi mujer. No suelo ser una persona que se conforme con la monotonía y siempre hemos buscado ese plus. Los juguetes sexuales nos abrieron un mundo de posibilidades y habíamos comprado de todo, lubricantes, dildos, plug-ins, vibradores con control remoto… Nuestra vida sexual siempre está en continua evolución.
Mi mujer además desde que dio a luz por segunda vez está mejor que nunca. Entre su dieta, y todo el ejercicio que hace esta mejor a sus 32 años que cuando tenía 20. Cuando se arregla es una auténtica belleza. Tiene unos ojos grandes preciosos, una sonrisa perfecta rodeada de unos labios ligeramente carnosos. Su figura esbelta en combinación con sus vestidos ceñidos hacían que los demás hombre desviasen su mirada hacía ella.
Mi mujer es reacia a algunas cosas en la cama, aunque algunas veces me ha permitido hacer cosas que no la gustan, como el sexo anal. Para ella es impensable realizar exhibicionismo o un trio por ejemplo. De todas formas no me quejo, pues ella tiene un don natural para el sexo, y para otras cosas no relacionadas con él.
Últimamente me gustaba fantasear con que mi mujer se la chupaba a otro mientras yo la tenía a cuatro paras. Una vez le propuse hacer un trio y me dijo que eso a ella no le iba, pero cuando estaba a cuatro patas y su punto de excitación era máximo, siempre la preguntaba, “¿No te gustaría comerte otra polla ahora?”. Las primeras veces tardaba en contestar, como dubitativa. Pero últimamente contestaba directamente, y no solo un triste “si”, sino que era más expeditiva. “Una polla grande que me folle la boca.”, “Me lo tragaba todo mientras me follas.” Y similares.
Claro que eso no quería decir que quisiese un trio, el calor del momento era muy fuerte y en esas situaciones uno siempre saca su parte más cerda.
De todas maneras acabamos de comprar un dildo, que no era excesivamente largo, unos 18 cm y tampoco muy grueso y lo habíamos usado un par de veces. Pero mi mente retorcida le daba vueltas y no había nada que me pusiese más en este mundo que ver la boca de mi mujer trabajándose una polla.
El dildo tenía ventosa y eran de esos que simulaban a la perfección la forma de un pene, con sus venas, su curvatura, incluso el color negro del mismo era por este motivo. Esta noche cuando los niños se acostasen lo usaría para dar un paso más allá en mi fantasía.
Era verano y pasamos las tardes en la piscina comunitaria de nuestro chalet residencial y los fines de semana disfrutábamos de barbacoas y reuniones con amigos. Algunas veces mi mujer se traía sus amigas y disfrutaba del Karaoke y otras organizaba yo timbas de póker.
En una de estas ocasiones en las que organicé una timba mis amigos estaban en el jardín preparando las fichas y demás, los niños estaban dormidos y mi mujer se fue a leer a nuestro cuarto. Mi mente no estaba en la partida que íbamos a jugar, si no en mi mujer. Cómo no me gusta perder en nada en la vida, antes de que empezase la partida me excuse un momento y me dirigí al dormitorio.
Allí estaba ella leyendo en la cama, tumbada con un camisón blanco casi transparente. No la di tiempo a reaccionar, abrí la cajonera, cogí el antifaz para dormir y se lo puse para que no viese nada. También cogí el dildo con ventosa y lo pegué silenciosamente al cabecero de la cama preparando lo que iba a venir.
La tumbé en la cama y me puse encima de ella. La di un beso apasionado y fui bajando por su cuerpo dándola pequeños besos, recreándome en su pezones con pequeños mordisquitos. Seguí bajando hasta su entrepierna donde comencé con un peso en su clítoris continuado de un lengüetazo de arriba abajo por sus labios vaginales. Un pequeño gemido de Cristina acompañó mi movimiento y me dediqué a lamer su clítoris ferozmente. Ella empezó a mover su cadera al son de mi lengua mientras con su mano agarraba mi cabeza y apretaba con fuerza. No tardó su tembleque en las piernas mientras un sonoro y audible orgasmo. Fue intenso y estaba seguro que mis amigos lo habían escuchado.
Repté por ella hasta poner mi miembro en la entrada de su coño, ella me abrazó buscando con su boca mi pezón izquierdo el cual empezó a morder. Se la introduje poco a poco y empecé con un bombeo lento y rítmico.
Miré de nuevo al dildo pegado en el cabecero y decidí que era hora de empezar con el juego. La puse a cuatro patas. La penetré desde atrás mientras ella recostó su pecho en la cama y empezó a masturbarse.
-Que cachonda estas, seguro que te gustaría que llamase a alguno de mis amigos para que se la chupase-.
-¡Dios sí!- Gritó extasiada. La agarré de la cabeza y la dirigí hacia el dildo.
-Abre la boca cariño y cómetela.- Abrió la boca algo reticente, pero en seguida tenía el dildo metido en la boca.
Empezó a chuparlo lentamente, lo que me puso muy cachondo. Empecé a follármela con fuerza lo que provocó que se empezase a meter todo el dildo en la boca ayudada por mi bombeo. No aguanté mucho más y empecé a correrme abundantemente en un orgasmo muy intenso. Ella empezó a emitir balbuceos y gemidos a través del dildo y sus piernas empezaron a temblar. Dejó caer su cabeza exhausta sobre la cama mientras sacaba mi miembro de dentro de ella. Se llevó las manos a sus partes y recogió el semen que salía de su coño mientras que con la otra mano se quitaba el antifaz. Embadurnó con mi jugo el dildo y luego lo limpió con la boca lentamente.
Me levanté, me vestí y dejé a mi mujer en la cama relamiendo el dildo mientras me guiñaba un ojo sonriente.
La noche pasó luego tranquila, pero se me quedó a fuego en mi mente la imagen de mi mujer disfrutando con el dildo embadurnado de semen.
La semanas pasaban y me daba cuenta que mi mujer disfrutaba más cada vez que fantaseábamos más con el trio en la cama, ella cerraba los ojos, se lo imaginaba y tenía orgasmos mucho más intensos. Pero el momento cumbre llegó al finalizar el verano.
Era Septiembre y todavía hacía calor. Mis padres se ofrecieron a quedarse los niños el fin de semana así que nosotros aprovechamos para hacer planes. Sacamos unas entradas para un monologo. Nos fuimos a cenar a un japonés llamado Miki que por nuestra experiencia es el mejor de Madrid.
La noche estaba siendo genial, y animados por el vino de la cena nos decidimos ir a una discoteca a tomar una copa, y dado que mi mujer le encanta, a bailar.
Mi mujer iba con un vestido negro, lo suficientemente corto para enseñar bien sus piernas. Le sentaba genial a su figura que gracias a los zapatos de tacón negro, su culo resaltaba increíblemente.
La discoteca estaba llena, pero respetando el aforo. Podías bailar o tomarte una copa sin estar agobiado por la gente la cual te impide moverte. Mi mujer se quedó en el centro de la pista bailando mientras yo pedía una ginebra con tónica para ella y un whiskey con Ginger para mí.
Mientras me servían las bebidas pude ver como un chico unos diez años más joven que nosotros, quizás 25 años; se había acercado a mi mujer y bailaba con ella. Decidí quedarme en la barra y observar, yo no disfrutaba bailando y si el chaval bailaba con ella, yo podría disfrutar de mi copa.
Cristina bailaba moviendo su cuerpo sensualmente mientras el chico aprovecha para poner sus manos en la cintura de Cristina, pero no la metía mano, acompañaba los movimientos de cadera de Cristina con los suyos. Ella disfrutaba de un baile tras otro. El de vez en cuando le decía algo al oído y mi mujer se ruborizaba. Siguieron bailando cada vez más pegados hasta que el chico le dio un beso. Beso que no fue correspondido ya que Cristina se apartó rápidamente, dejó el baile y vino a la barra.
-¿Te divertías?- Le pregunté con una sonrisa pícara.
-Sí, hasta que me ha besado. Con lo bien que bailaba.- Respiraba fuertemente símbolo del movido baile y de una posible excitación.
-Lo ha intentado el chico es normal, no es para que te enfades. En el fondo yo sé que te ha gustado.- Me miro ruborizada.
-Jamás pensé que llegaría este día.-
-¿Qué día?-
-Quiero hacer un trio.- Estaba guapísima con esa cara colorada por la vergüenza de pedirlo.
-Eso está en la mano del chico. Pídeselo.-
-¿Cómo quieres que haga eso?-
-Devuélvele el beso, baila con él y luego se lo dices. En cuanto este caliente accederá seguro.-
Se bebió el combinado de un solo trago. Se recolocó el vestido y regreso a la pista de baile buscando a el chico. No tardo en encontrarle y empezó a bailar con él de nuevo. Apenas un par de movimientos de cadera y mi mujer le abrazó por el cuello. Fueron acercando sus labios hasta darse un profundo beso. Se morrearon durante un minuto o dos. Mi mujer le dijo algo al oído y él pareció negar con la cabeza. Se acercó de nuevo al oído, le dijo algo nuevamente y agarró sin disimulo el paquete del chaval que solo pudo asentir.
Mi mujer le agarró de la mano y se dirigió de nuevo a la barra.
-Te presento a Oscar.- El chaval me dio la mano algo temblorosa.
-Encantado.- Dijimos al unísono, mi mujer se acercó a mi oído. Me ha costado convencerle, le he tenido que prometer alguna cosilla.
Salimos de la discoteca y pedimos un taxi. Como el chaval estaba nervioso por mi presencia decidí dentarme en el asiento de adelante mientras dejaba a mi mujer en el asiento de atrás con él. Le dije al taxista la dirección de un Motel barato y puso rumbo en seguida.
Mi mujer estaba muy caliente y sobaba la entrepierna de Oscar por encima del pantalón. Oscar parecía que sufría al solo recibir esas caricias. Llegado el momento dado Oscar se desabrochó la cremallera del pantalón y sacó su miembro ya erecto de unos 20 cm. Mi mujer lo agarró por la base, vaciló un segundo mirándome por el retrovisor y finalmente se agachó y se metió la polla de Oscar en la boca. El taxista se dio cuenta por el sonido de mi mujer lamiendo el falo de Oscar y por los leves gemidos de este. Pensé que nos diría algo sin embargo conducía con un ojos puesto en el retrovisor y otro en la carretera. Tal fue su interés que apago hasta la radio para oír mejor.
Oscar ayudaba con el vaivén a mi mujer apretando su cabeza contra su miembro mientras gemía. Mi mujer se la metía entera, pese que algunas veces sonaba el gorgoteo en su boca al entrarle con dificultad. Llegamos al Motel, y cuando saqué la cartera para pagar el taxista puso la mano rechazando el dinero.
-Déjeme que vea el final y el viaje es gratis.-
Nos quedamos mirando como mi mujer le hacía la mamada a Oscar, su cabeza subía y bajaba a una velocidad de vértigo mientras una de sus manos jugaba con sus pelotas. Oscar empezó a gemir más intensamente señal de que llegaba. Cristina agarró el tronco con una mano y le empezó a masturbar rápidamente mientras mantenía el capullo de Oscar en su boca. Oscar gritó de placer mientras Cristina se tragaba todo el jugo divino de Oscar.
Cristina se incorporó limpiándose con la lengua su labio inferior y Oscar se abrochaba la cremallera. El taxista volvió a encender la radio dándonos las gracias y bajamos del taxi.
Nos dirigimos al Motel, pedí una habitación, Oscar fue al baño según entro por la puerta. Yo me quité los pantalones mostrando mi miembro empalmado y mi mujer me tiró sobre la cama. Se Quitó su vestido, se quitó la ropa interior y se dejó los tacones puestos. Gateó por la cama entre mis piernas hasta llegar a mi miembro que no dudo en metérselo en la boca. Succionaba con fuerza y ansia. Su cabeza subía y bajaba a buen ritmo. Oscar entró en la habitación y viendo la postura no tardo en ponerse detrás de mi mujer. Cuando se disponía a penetrarla mi mujer se sacó mi polla de su boca y apoyando la cabeza en la cama empezó a pajearme. Oscar empezó a penetrarla y mi mujer soltó un gran gemido. La empezó a follar tan fuerte que mi mujer era incapaz de chupármela.
Mi mujer no tardó en llegar al orgasmo, las fuertes sacudidas de Oscar acompañadas por los movimientos de cadera de mi mujer se mezclaron entre gritos de placer. Oscar sacó su polla y mi mujer repto hacia mí con dificultad. Se puso encima de mí y se insertó mi miembro dentro de ella. Oscar se puso de pie en la cama a mi lado. Le puso la polla en la boca de mi mujer.
-Lubrícala bien.- Le ordenó y mi mujer empezó a lamerla y escupir sobre ella.
Cuando la polla relucía por la saliva de Cristina, Oscar se puso detrás de ella y ella venció su cuerpo hacia mí mientras me sonreía.
-Ten cuidado con tu agujero.- Dijo mi mujer.
Oscar puso su capullo en la entrada del ano de mi mujer y fue empujando poco a poco. Mi mujer puso cara de dolor mientras yo notaba por la fina pared vaginal como la iba ensartando Oscar. Noté como sus huevos chocaban con los míos, la había empalado entera. Empecé de nuevo con mi vaivén mientras Oscar y mi mujer se mantenían quietos esperando a que su culo se amoldase a la polla de Oscar. No paso apenas un minuto y Oscar empezó un mete y saca despacio. Fue aumentado sus embestidas según los gemidos de mi mujer aumentaban.
Cuando parecía que Cristina se iba a correr Oscar sacó su polla del culo de mi mujer. Yo entendí que habría un cambio de postura y fui a incorporarme. Pero mi mujer me empujó de nuevo contra el colchón.
-Sé que te gustaría disfrutar de mi culo, pero para convencer a Oscar le prometí que sería solo suyo.- Se dio la vuelta sobre si convirtiendo la postura en un 69.
Oscar dio media vuelta a la cama, y puso de nuevo su polla en el culo de mi mujer salvo que entró del tirón sin esfuerzo. Yo comencé a comerle el coño a mi mujer mientras Oscar la empalaba. Cristina ahora si enganchada en el 69 me realizó una mamada como dios manda. La polla de Oscar salía casi entera y volvía a entrar entera de nuevo.
Mi mujer se estaba corriendo intensamente, lo notaba porque le temblaba la boca la cual estaba llena con mi miembro. Oscar empezó a gemir como un toro y se notaba como su tronco escupía chorros en el culo de mi mujer. Agarró su polla y la dio un par de meneítos para no dejar ni una gota fuera y la sacó. Mi mujer curvo su espalda acercando su ano a mi cara.
-Límpiamelo cariño.-
No me lo pensé. Nunca me hubiera atrevido en frio a hacerlo pero ahora estaba demasiado caliente, empecé a lamer el culo de mi mujer, metiendo mi lengua por su dilatado esfínter. La leche de Oscar se resbalaba a cuenta gotas. Mi mujer me la chupaba con más fuerza. No pude más Apreté con mis manos el culo de mi mujer que entendió el mensaje y se metió toda mi polla en la boca. Descargué en su garganta directamente.
Mi mujer se tumbó a mi lado y se quedó abrazada a mi pecho. Oscar se vestía sin decir nada y yo me acomodé en la cama.
Oscar se marchó y no supimos más de él. Ahora salimos de vez en cuando buscando hombres que quieran pasar un buen rato con nosotros.