En la discoteca

Esta noche vas a ver cómo me follan... Y te lo vas a tragar entero... Te vas a enterar lo que se siente cuando te ponen los cuernos... Vas a aprender a no follar con otra mujer en tu vida.

En la discoteca.

Al final de aquella cena, en la sobremesa, me contó aquello que la había tenido pegada al teléfono durante toda la semana. Pero no debía decir nada, era un secreto. Su amiga "del alma" había tenido una aventurilla. Sí, se había acostado con otro hombre.

Me apreció divertido el secretismo con que lo había llevado. En teoría nosotros éramos un matrimonio normal, bien avenido, sinceros el uno con el otro, moderno, incluso de pensamiento liberal, abierto a todo. Nosotros no dábamos demasiada importancia a esas cosas. Incluso más de una vez lo habíamos hablado. En principio, no había problema. Ambos decíamos que si solamente era sexo por sexo, no pasaba nada, que no debía afectar a nuestra relación. Incluso ocasionalmente nos habíamos planteado el intercambio de parejas y hasta fantaseábamos con ello. Aunque siempre quedaba en eso, en meros juegos. Claro, una cosa es la teoría y otra la práctica.

No sé cómo, supongo que por las copas, pero caí en la trampa. Medio en broma medio en serio, me lo preguntó. ¿Y tú nunca has tenido ninguna aventurilla? Naturalmente yo no dije nada de nada, ni que sí, ni que no. Pero su insistencia, sus bromas, su aparente despreocupación...

  • Venga, no seas tonto... -me dijo que si se enteraba no pasaba nada. Era normal.

Y acabé confesando. Es cierto, había tenido un par de aventurillas con mi secretaria. Nada serio, "sólo sexo", pero sí, me la había cepillado y no una, sino cuatro o cinco veces.

Sorprendentemente ella no dijo nada. Ni se inmutó. Aceptó el asunto tranquilamente, como si no pasara nada. Y de nuevo sus risas, su forma de tomarme el pelo... "Con lo joven que es esa chiquilla…, abusón..., asalta cunas..., pederasta..." -me espetó en un tono que tenía más de burla que de reproche serio-.

  • ¿Y tú qué? ¿Me has engañado?

  • ¿Engañado? ¿No quedamos en que si sólo es sexo por sexo no hay engaño?

Pensé que entonces su respuesta sería afirmativa, que ella también se habría acostado con otro... y volví a preguntarla...

  • Está bien. Que si has hecho el amor con otro....

  • ¿Hecho el amor? -contestó burlona-. Querrás decir que si me ha follado otro tío ¿No?

Se echó a reír, moviendo el dedo negándolo...

  • Curiosón... Vamos, que ahora quieres saber si a tu mujercita se la han pasado por la piedra...

Se acercó melosa a mí y sujetó mi mano... Mirándome con picardía a los ojos se la llevó a la entrepierna...

  • Guarro... ¿te gustaría que me hubieran perforado el coñito?... Ya quisieras que aquí me hubieran metido un par de buenas pollas... así estaríamos igual... ¿verdad?... Pues no, aún no...

Su ironía..., el tono de su lenguaje tenía que haberme servido de advertencia para no seguir jugando con fuego. Nunca hablaba con tacos, jamás decía palabrotas... Y sobre todo, su serena respuesta, " no, aun no ".

Pasó el tiempo y todo pareció quedar en el olvido, sin mayores consecuencias. Y claro, visto que no pasaba nada, yo seguí cepillándome a mi secretaria... -y a alguna clienta- Tácitamente, tenía su consentimiento. Lo sabía y no me había dicho que no lo hiciera, ni siquiera había protestado.

Muy de tarde en tarde, en nuestros juegos, salía el asunto de hacerlo con distintas personas. Incluso me masturbaba excitándome con los encantos de otras mujeres... Mira que pechos..., mira que culito... Te la tirarías, ¿eh, bandido?... Te lo montarías como con tu secretaria ¿eh?... Y yo no negaba nada, simplemente callaba y me dejaba hacer. Claro, quien calla otorga. Y sin quererlo, iba respondiendo a sus preguntas… Con mi polla entre sus manos era como un libro abierto...

  • Y... con "la niña"... ¿qué tal?... Te chupará la polla ¿verdad? Claro..., como siempre estás que yo no te lo hago...  Menuda pareja... la de guarradas que haréis juntos...

Y sin soltar mi pene me contaba cómo se imaginaba la escena... La chica a cuatro patas... y tú follándola... metiéndola "esto" -y en ese instante me pajeaba más fuerte- hasta por su culete... ¿verdad que sí?...

Yo la metía la mano entre sus piernas. Su coño estaba mojado... y le hacía lo mismo, pero al revés... La excitaba diciéndole que la follaría como a la secretaria... Y aunque nunca lo habíamos hecho por detrás, le prometía que acabaría metiéndosela por el ojete...

Y me contestaba muy excitada... " Todo a su tiempo...,ya llegará... Sigue...,sigue... ". Acababa corriéndose y gimiendo como una loca..., retorciéndose de placer con mis dedos metidos en su coño...

Otros días la calentaba contándole que me habían dado la dirección de un local de intercambios... o que lo había buscado en Internet. Íbamos a ir allí... Yo me tiraría a otra mujer... a ti te lo harían otros hombres... Y ella jadeando, loca de excitación preguntaba...

  • ¿Te gustaría ver cómo me poseen otros hombres?... ¿No te importaría que fuera de otros?... A lo mejor, hasta te excita mirar mientras te están jodiendo a tu mujer como si fuera una guarra cualquiera...

Y yo como un auténtico imbécil contestaba... "Si a ti te gusta..., sí..."

  • Seguro que se te pondría la polla muy dura mirando cómo me desnudan..., cómo me meten mano... ¿a que sí?... ¿a que te gustaría verlo?...

  • ¿Tú qué crees?

  • Pues que sí, que eres tan cerdo que se te pondría durísima mirando como usan mi cuerpo... Serías capaz hasta de hacerte una paja...

  • Ya... ¿Y tú mientras qué harías?

  • ¿Yo?... Darte placer cariño... Comportarme como una cerda sin ninguna vergüenza... ¿Te gustaría? ¿A que sí? ¿A que te gustaría ver cómo me corro con otro rabo?

  • Si tú disfrutas..., pues claro que sí...

  • Pues lo haré. Me dejaré hacer de todo..., les diré que a mi marido no le importa que me follen otros hombres... que le gusta que sea tan puta. Tú tranquilo..., que me dejaré follar por todos para que tú lo disfrutes... Haré todo lo que me pidan... Seré la mejor puta del mundo...

Pero aquella noche fue distinto. Una intempestiva llamada de teléfono a mi móvil, de una clienta. Ella escuchó una voz femenina. Una copa de más y sacó conclusiones donde no las había. ¿No había tenido bastante con la secretaria? Una cosa era una cosa y seis media docena.

  • ¡Cerdo..., Cabrón!... Todos sois iguales... Os folláis a la todas las mujeres que podéis... Para vosotros todas las mujeres somos unas putas ¿no?... Claro, por eso querías que lo probara yo..., para que no pudiera echarte nada en cara..., para no sentirte culpable... ¡Hijo de puta!... Por eso proponías lo del intercambio... Te juntas con otro cabrón como tú y os cambiáis las putas.... Cerdo..., te da igual que me entregue a otro hombre... Con que tu polla se desahogue, tienes bastante... ¡Pues te vas a enterar!

Verdaderamente estaba enfadada y parecía dispuesta a todo. Sobra decir que todo lo que dije o que más bien intenté decir fue inútil.

Su enfado fue mayúsculo. Prometió que no iba a quedar así y que su coño sería del primero que lo quisiera.... Hice mal en no creerla. Seguimos caminando cogidos del brazo pero sin hablarnos. Yo me dejaba guiar por donde ella quisiera llevarme.

Entramos en un bar algo oscuro a tomar una cerveza. Pensé que aquello se había acabado, que su enfado no duraría mucho. A la segunda cerveza la conversación ya era normal y por fin pude contarla lo de mi clienta sin que se pusiera histérica. Escuchó tranquilamente las explicaciones que la di, y al decir su nombre lo entendió todo.

  • Vale..., pero la de la secretaria me la debes...

Sonreímos los dos y nos besamos. Para hacer las paces, le prometí que al día siguiente la invitaría a cenar.

La cena fue de lo más normal del mundo, como tantas otras. Pensé que el incidente del día anterior estaba ya superado. Aquella noche se había arreglado muy sugerentemente. Llevaba puesta su minifalda de vuelo, una americana y un polo de cuello alto que la sentaba de maravilla.

  • Perdona, voy al baño y luego nos vamos a tomar alguna copa. Me han hablado de un garito muy divertido por aquí cerca...

Cuando salió del servicio el polo había desaparecido en el bolso... Sólo tenía la camiseta de raso bajo la americana... Una preciosa camiseta blanca de raso, muy escotada, con una flor bordada en el pecho, sin mangas, sujeta únicamente con unos minúsculos tirantes. La camiseta era preciosa, pero debido a los insignificantes tirantes, se veían los del sujetador. Eso le molestaba, decía que no era "estético" y solo la llevaba al descubierto en contadas ocasiones y cuando se ponía su sostén de tirantes transparentes.

La pregunté extrañado por qué se había quitado el polo...

  • ¿Te molesta?... -y noté cierta malicia en su voz-

  • No... Simplemente me sorprende... Como siempre dices que con la camiseta enseñas demasiado las tetas... Por eso te lo pregunto.

Me miró con picardía y entre dientes comentó que el espectáculo aún no había empezado.

Al dar la vuelta en una esquina me empujó hacia el rellano de un oscuro portal. El sujetador le molestaba para lo que tenía pensado. Con cierto disimulo, metió la mano por detrás de la americana. Luego sacó uno de sus tirantes por los hombros, siguió el segundo.... Perfectamente, vi moverse sus tetas cuando tiró del sujetador. En cuanto empezó a caminar le iban de un lado a otro. Y ella abría de par en par la americana y exageraba aun más sus coquetos pasos cada vez que nos cruzábamos con cualquier tipo solitario. Más de uno volvía la cabeza. No me extraña, enseñando ese escotazo y con esos meneos, era evidente que no llevaba sostén.

Cuando alguna de las miradas eran descaradas, me tocaba el paquete con picardía...

  • Se te está poniendo dura... -se burlaba. Y sonreía orgullosa, lasciva, segura de sus poderosos encantos de mujer. Sus pezones levantaban pequeñas arrugas sobre la fina tela-.

Hicimos cola a la entrada. Sólo se permitía la entrada a socios y a parejas. En ese momento debí sospechar dónde me llevaba y la que me iba a caer encima.

El local era oscuro. En el centro la típica pista de baile rodeada de sillones en forma de herradura con mesas en el centro, pero todos casi en penumbra. Se quitó la americana y la dejó encima de las sillas. Sin la americana se notaban perfectamente sus tetas colgando... Sus pezones se marcaban levemente haciendo levantar la tela del raso. Al verlo, sacó un poco la camiseta de su cintura. Quedando la prenda más suelta, con más vuelo, no presionaba tanto sus pechos, pero el escote se hizo mayor.

Cuando se inclinó sobre la barra para pedir, el camarero tuvo que vérselas "enteras". Tomamos la primera copa en la barra mirando curiosos hacia todos los lados del local.

En la pista había unas cuantas chicas bailando y muchos hombres. Algunos las miraban con cara de auténticos babosos salidos. En los sillones más de una pareja ya se estaba dando algo más que un simple lote.

Mira, me dijo señalando disimuladamente con la cabeza hacia unos sillones. En la penumbra pude distinguir como una mujer estaba con los pechos al aire mientras su pareja se los magreaba tranquilamente.

Mirándome lascivamente se relamió sugerentemente los labios...

  • Me voy a bailar...

En ese momento me di cuenta dónde me había traído. Ya era tarde para dar marcha atrás. La vi dirigirse meneando el culo hacia la pista. Lo único que se me ocurrió pensar en ese momento es que, al bailar en la pista, se la verían las tetas dando botes para todos los lados.

Y así fue. Con esos tremendos meneos, en cuestión de segundos varios tíos la rodearon. Con los movimientos, los tirantes de la camiseta se la caían por los hombros y el escote se ampliaba hasta ofrecer una más que generosa perspectiva de sus pechos. De vez en, cuando veía mover sus brazos como si se las colocara. Pedí otra copa mientras ella seguía bailando y permitiendo que la miraran, sin dar demasiada importancia al espectáculo exhibicionista que les estaba regalando a los moscones que la rodeaban.

Me acerqué y me puse a bailar a su lado.

  • Se te ven enteras

  • Ya lo sé, por eso lo hago...

Sus tirantes estaban casi por debajo de los hombros y apenas sostenían la camiseta en su sitio. El escote era tremendo. Si te fijabas un instante, hasta podías ver asomar la aureola de un de sus pezones. Afortunadamente la canción se acabó. Un brusco meneo y las dos tetas hubieran salido disparadas...

Descuidadamente colocó uno de los tirantes. El otro le dejó caído. " En cuanto se mueva un poco se la vaa salir" , pensé. Justo, como si me hubiera leído el pensamiento, el pecho salió disparado. Lo dejó unos segundos al aire, como si no se hubiera dado cuenta. Parsimoniosamente, lo sujetó desde abajo y, sin prisa, volvió a meterle dentro de la blusa. Siguió baliando como si tal cosa; vamos, como si el que se la salieran las tetas fuera la cosa más normal del mundo.

En ese momento me di cuenta que el tipo que bailaba detrás de ella le estaba tocando el culo. Coqueta, se volvió y se puso a hablar con él. Menuda bestia. Tenía toda la pinta de gorila de discoteca. Más alto que yo, brazos como mazas... apenas sin cuello... Me quedé como un payaso en medio de la pista viendo cómo bailaba frente a él. No hace falta ser muy listo para adivinar dónde estaría mirando el gorila. La llamé varias veces, pero ni caso. Me ignoraba, pasaba de mí, como si yo no estuviera allí. Me volví bastante cabreado a la barra.

Desde allí no puede verlo bien, pero por los movimientos de la tela, supuse que además de vérselas enteras, le estaba dando un buen manoseo en las tetas. Cuando se cansó volvió a la barra...

  • Pídeme otra copa...

Enfadado la dije que parase, que se estaba pasando, todos la habían visto venir conmigo... Me estaba poniendo en ridículo... " Vamos estoy quedando como un gilipollas ..." -rematé la frase-.

Se encogió de hombros y lanzó un besito al gorila que seguía en la pista.

  • ¿Qué? ¿Ya te ha tocado las tetas?

  • Por supuesto... -me dijo sonriendo con malicia- Ése y tres o cuatro más...

Yo estaba ya que ardía. Y no porque se las tocaran, si no por el numerito que estaba montando.

  • ¿Ya estás contenta?, ¿ya podemos irnos?

  • ¿Ahora que esto se pone divertido? Ni hablar cariño... Tu te quedas aquí, conmigo... -su mirada estaba cargada de ira-

Serio, la dije que ni lo pensara.

  • Mira, hijo de puta, te has estado acostando con quién te ha dado la gana.. me has puesto todos los cuernos que has querido... Pues ahora me toca a mí...

  • ¡Ni lo sueñes!. Haz lo que te de la gana pero a mi no me metes en este charco.

Segura y prepotente llamó al camarero.

  • ¿Has visto al que me estaba tocando el culo?

  • Si el gorila ése...

  • Vale. Pues ese gorila, acaba de meterme un manoseo de tetas que alucinas. Mira:

Un simple tirón y las dos tetas quedaron libres. Sus pezones estaban erectos. Recogidos sobre sus aureolas. Alucinante. Mi mujer enseñando las bolas en medio de una discoteca tan tranquila. Eso ya era demasiado.

  • Aquí te quedas, bonita.

Furiosa me agarró por la manga.

  • ¿Sabes quien es? ¿No? Pues es el novio de tu secretaria... Y me lo voy a follar en tus narices.

En ese momento se me cayó el cielo encima. Mi secretaria me había hablado de él. Un monstruo de gimnasio. Súper celoso. Camorrista. Violento.

  • ¿Qué te parece si le digo que tu eres el hijo de puta que le está poniendo los cuernos? ¿Te imaginas la paliza que te iba a dar?

Mi silencio fue la respuesta que quería oír.

  • Vale... pues te quedas conmigo, bonito... Esta noche vas a ver cómo me follan... Y te lo vas a tragar entero... Te vas a enterar lo que se siente cuando te ponen los cuernos... Vas a aprender a no follar con otra mujer en tu vida.

Se tomó la copa casi de un trago. El juego cada vez tenía peor color.

  • Venga, vámonos a aquella mesa... Naturalmente me presentó como su marido... Los dos hombres sonrieron con una irónica mueca burlona. " Carnudo, apaleado y encima consentidor" . ¡Buena tarjeta de presentación!, pensé.

Se colocó al lado del gorila. Él puso la mano por encima del hombro y la dejó caer en medio de los pechos. Se me quedó mirando desafiante. Disimuladamente, le tocó un poco por encima de la camiseta, pero al ver que no decía nada, rápido metió la mano por dentro. Ostensiblemente le acarició primero uno y luego, cuando se cansó, cambió de pecho. Descaradamente le estaba sobando las tetas en mis narices

Con sonrisa de triunfador, levantó la copa invitándome a brindar... Ella levantó también la suya, mirándome con ojos de venganza.

Como era de suponer, con tanto manoseo los tirantes duraron poco sobre los hombros. La tela cayó por su peso y a penas la cubría los senos. No se molestaba ni en remangarse la blusa. Llegó un momento en que, más que escote, las tenía completamente fuera... La tela estaba por debajo de sus pezones y casi ni la tapaba la base de sus pechos... Y para colmo, sus pezones estaban más puntiagudos que antes.

La conversación cada vez era más obscena, y constantemente estaba dirigida al tamaño de sus pechos y a lo que harían con ellos.  Ella no decía nada, pero les reía todas sus gracias. El otro se levantó a por más copas. Al volver se quiso poner a su lado, y tuve que dejarle.

Me lo ordenó ella con un despectivo " quita de aquí..., que ya te tengo muy visto "...

A la segunda copa ya sin contemplaciones ni disimulos, cada uno por un lado, se las sacaban de la blusa y las manoseaban delante de mí. Jugaban con sus pezones, se los retorcían, se los estiraban... La hacían botar los pechos. Se los estrujaban y tocaban de mil formas. Ella se dejaba sobar y no le importaba que sus tetas estuvieran más tiempo fuera de la blusa que adentro...

El camarero vino a mesa a recoger las copas. Nadie se las tapó. Ni siquiera disimularon. No la importó la lujuriosa mirada que la lanzó. Ninguno de los dos se cortaba ni en sobarla ni en hablar con ella como si fuera una puta cualquiera.

A bocajarro la preguntaron por el color de las bragas. Ella contestó que la gustaban las braguitas blancas y muy coquetas, cuanto más pequeñas mejor. Le preguntaron si se atrevía a enseñárselas, y ella respondió que no podía..., simplemente porque no las llevaba puestas. Casi me atraganto. " ¿Pero cuando se las ha quitado?" -me preguntaba-.

Fingieron teatralmente que no la creían. Mintiendo, les explicó que no solía ponérselas cuando llevaba ligueros... y para demostrárselo, se levantó y se remangó un poco la falda hasta donde terminaba el liguero. El gorila le impidió sentarse, metiendo la mano por detrás, y la fue subiendo por el muslo hasta llegar al culo. Su mano se entretuvo un buen rato tocándole las nalgas. Comentó delante de su compañero que, efectivamente, debajo no llevaba nada, y para que también él lo comprobara, le levantó la falda por delante. Una visión fugaz de su peludo coñito le convenció.

La hicieron sentar sobre los sillones y la abrieron las piernas. Ella misma colaboró en remangarse la falda y acabar sentándose con la piel desnuda directamente sobre el cuero. Le subieron la falda por los muslos hasta casi enroscarla a la altura de la cadera. A pesar de la penumbra de la discoteca, la melena de su oscuro coño destacaba entre el liguero blanco. En cuanto se colocó tanto las miradas como las manos fueron directas a su entrepierna.

No hacían falta oír los comentarios groseros para saber que se lo estaban tocando. Bastaba con mirarla a la cara.

Ella seguía como si tal cosa, dejándose sobar y riéndose con los estúpidos chistes le que hacían. Naturalmente todos iban dirigidos al mismo tema. No decía que no a nada. No les recriminaba que, sin dejar de meterla la mano entre las piernas, volvieran a sacar sus pechos. Es más, ella misma sugirió que la gustaba que le tocaran el sexo mientras la sobaban las tetas. Y los dos captaron al vuelo su indirecta. Mientras uno la metía los dedos en el coño, el otro se entretenía jugando con sus pezones haciéndola jadear...

  • ¡Joder! Este coño se traga de todo -dijo el más bajo dirigiéndose a mí y metiéndole tres dedos. Girando la mano en un movimiento como de rosca, consiguió colocar el meñique y empujar con fuerza. Ella jadeó. Introdujo la mano todo lo que pudo... Llegué a pensar que se la iba a meter entera por el coño.

  • Guarra, te gustan gordas, ¿eh?...

  • Claro que sí... -dijo mimosa-.

- Pues a ver si eres capaz de encontrar alguna...

A la primera insinuación no tuvo inconveniente en palparles los paquetes y sacársela. Naturalmente se rieron porque yo quedé excluido del concurso.

Tampoco tuvo ninguna vergüenza para decirle que no era tan grande como presumía. Ni para acariciársela cuando él le dijo que tocándola un poco, crecía... Se la agarró y empezó a meneársela. Estaba completamente empalmada, pero ella insistió en que no era tan gruesa como esperaba.

  • Deja de decir bobadas... Como te la meta en la boca verás cómo te callas...

  • ¡Vamos venga ya! -le respondió chulesca-.

Apoyó la mano en su cabeza y empujó un poco. Muy poco. No opuso ninguna resistencia. Más bien aceptó su propuesta. Se retorció en el sillón. La vi agachar la cabeza y acercarse a ella.

  • A mi marido no se la chupo nunca -dijo, pretendiendo dar más valor a lo que iba a hacer pero lo suficientemente alto como para que todos lo oyéramos-.

Curiosa, descubrió el capullo. Un par de lametones desde los testículos hasta la punta y como si fuera la cosa más natural del mundo. Como si lo hubiera hecho toda la vida, se la metió en la boca. Sin dejar de lamerla ni un instante, comenzó a masturbarle. Sus ruidos guturales me llenaron de rabia. Era evidente que la muy cerda quería que se corriera en su boca -y que yo me enterara claro-. Y por supuesto llevaba camino... Le vi agarrarse al borde de la mesa, tensar su cuerpo... y temblar de placer...

Cuando acabó su trabajillo levantó la cabeza y abrió la boca para que viéramos cómo había terminado su excursión. Tragó y sonrió mirándome a los ojos.

La hubiera matado.

  • ¿En serio que no te la chupa? -me dijo con la respiración aun entrecortada-.

No contesté. Hice como que bebida y no contesté. Tampoco hacía falta. Creo que mi cara ya hablaba por mí.

  • Pues no sabes lo que te pierdes. Lo hace de puta madre, tío...

  • ¡Joder! Yo quiero probarla...  Eh, mira que cosita más linda... ¿y a mi cuándo me toca? -dijo el gorila, blandiendo su polla completamente empinada.

  • Pero tú no la tienes tan gorda cariño... Aunque la tuya parece más larga...

  • Ya..., ya... Primero me la chupas y cuando te la meta verás qué de virguerías te hace so guarra...

  • No, si no lo dudo... -dijo acariciándola complacientemente en toda su extensión, pero su tono sonó a desafío-.

  • Pues cuando quieras, te la meto y lo compruebas.

Respondió con un simple "Bueno".

  • Vamos, prepara el coño que vas a comprobarlo ahora mismo...

Tampoco puso objeción. Se limitó a encoger los hombros indiferente.

  • ¡Tú! me voy a follar a la puta de tu mujer. ¿No te importa verdad?

Ella no decía nada, se limitaba a asentir con la cabeza y a dejarse sobar.

Intenté levantarme de la mesa. Le bastó apoyar su fuerte brazo sobre mi hombro para impedir que me moviera.

  • Tranquilo, joder... No te alteres, hombre, que sólo me la voy a cepillar...  En diez minutos la tienes aquí... Eso sí... algo follada...

Los dos hombres se echaron a reír.

Cuando se lo indicó, se levantó y se colocó un poco la ropa. Él la agarró por la cintura. Delante de mí la besó. Bajó la mano y la agarró las nalgas. Dobló el borde de la falda sobre si mismo y se lo metió por la cintura. Apenas se había alejado de la mesa y giró en redondo. Pensé que se había arrepentido y suspiré aliviado. Me agarró la cabeza y me arrancó un beso en los labios. Su boca sabía a semen. Su mano se posó en mi paquete.

  • ¿No se te ha puesto dura? -preguntó irónica- A lo mejor esto te anima...

Bajó los tirantes de la camiseta y colocó los pechos por encima del escote. Luego volvió a colocarse los tirantes impidiendo de esa forma que los pechos quedaran ni accidentalmente cubiertos y se marchó con el gorila.

Cruzó el local con las tetas al aire y enseñando medio culo a todos los presentes. Quería que todos supieran a dónde iba y qué es lo que iba a hacer.

Los vi dirigirse a los servicios. Se detuvieron varias veces a hablar con algunos hombres. Serían conocidos del gorila. Él la ofrecía y hacía las presentaciones. Más de uno la tocó. Más de uno la besó. Incluso se levantó la falda mostrándole el coño a un desconocido. No me lo creía. Me engañaba a mí mismo pensando que sería un farol, que no era capaz de dejarse joder en los servicios por cualquiera. El otro se levantó a por otra copa. Al volver se me quedó mirando.

  • Vaya mujer más puta tienes....

Miré el reloj... Habían pasado unos 10 minutos desde que les perdí de vista...

  • ¿Llevan mucho? -preguntó arrastrando la lengua por el alcohol- Eso es que te la está poniendo una buena vara...

Ni le contestaba... y él venga a hablar, venga a decir bobadas... hasta que de repente le escuché decir:

  • Venga acaba la copa. ¿Qué? ¿Vamos a los servicios a ver cómo se la están tirando?

No pude decirle que no. Llamó a una puerta con suaves golpecitos.

  • Abre, soy yo.

Allí estaba ella en cuclillas, espatarrada como si fuera a mear, haciéndole una soberbia mamada al gorila. Tenía la blusa recogida sobre la cintura con las tetas fuera y se había remangado la falda. Me miró unos segundos. No se molestó ni en sacársela de la boca. Siguió chupándosela como si tal cosa.

No tardó nada en correrse. Al primer chorro, la sacó y se la restregó con la boca cerrada por los labios. El semen la colgaba por los morros como si fuera espuma. Cuando acabó se la escurrió en su cara y tranquilamente se la guardó. Ella se relamió lascivamente, recogiendo con la lengua todo el semen que pudo. El otro reclamó de nuevo su turno. Ya la tenía fuera de los pantalones. Ella pensó que también quería que se la chupase y acercó la cara.

  • Quita, guarra, ni me acerques esa boca. Date la vuelta, zorra.

La hizo apoyar las manos en la cisterna y levantar el culo. Metió la mano entre sus piernas y le abrió el coño con los dedos. No tardó más tiempo que el necesario para atinar a metérsela. La sujetaba por las caderas y no paraba de darla rápidos viajes metiéndola todo el rabo hasta los huevos... Ella gemía con sus empujones...

El gorila puso su brazo sobre mis los hombros, como con un gesto de camaradería...

  • Vaya polvo que te la están echando, colega... ¡Joder!... y a la tía la va la marcha...

Volví la cara hacia él. No era una pregunta, era un gesto de asco, pero pasó de mí y me restregó aun más la situación.

  • Vamos, que folla con ganas... ¡Ufff! Le tenía el rabo metido hasta lo cojones y la tía me decía dame más, dame más... reviéntame el coño... que se note que estoy bien follada... Menudo vicio que arrastra... ¿o es hambre? ¿Qué pasa, no la follas bien?

Violentamente intenté quitarle el brazo de mis hombros, pero con un sólo gesto me lo impidió.

  • Tranquilo, hombre. No te ofendas... Si es que en cuanto se ha corrido se ha  lanzado como una loba a comerme el rabo.

Sus gemidos ya eran escandalosos. El ruido de las pelvis al chocar contra sus nalgas... el chapoteo de su coño... Ese maldito concierto se me estaba metiendo por la cabeza haciendo hervir la sangre.

  • ¡Joder, cómo te la va a dejar!... Esta noche te vas a comer las babazas de todos tíos... Esta sale de aquí con el coño como un charco de ranas... y tú con más cuernos que un rebaño de ciervos.

Repentinamente llamaron a la puerta. Era el camarero.

  • ¡Joder! Os tengo dicho que no me folleis aquí a las putas, llevároslas al reservado, que para eso está.

  • Vale. Acabo de joderla y nos vamos...

Dos empujones más y preguntó dónde lo quería... " Mucho no aguantaba" -fue lo único que pude pensar.

No respondió. Sólo jadeaba. Se la sacó cuando se iba a correr. Meneándosela con la mano la fue escupiendo el semen apuntándola al culo y a la raja. La vi caminar cogida de la mano del camarero, sucia, prácticamente desnuda...

  • ¿No vienes, cariño?

La miré con cara de asco y ni siquiera respondí. Me di la vuelta e intenté marcharme. Un tremendo puñetazo en la boca del estómago me quedó sin aire. Desde el suelo vi la cara burlona del gorila. Agarrando mis solapas, me levantó suelo como si fuera una pluma y me estampó contra la pared, golpeando ruidosamente mi cabeza. Me miraba con un inmenso cinismo.

  • Vamos, tío... tienes que verlo... ¿no querrás perderte como te la estreno el culo, no?

Mi cara de asombro tuvo que darle hasta pena.

  • Alegra esa cara, cabrón... Si es por su bien... Aquí se la van a follar hasta por las orejas... Y mejor que sea un colega que no cualquier bestia ¿no?

  • ¡Ya basta! Dejadme en paz... Quiero irme... Devolvedme a mi mujer y dejadnos en paz -dije medio lloriqueando.

  • ¿Qué? ¿Cómo que devolverte a tu mujer? ¡Oye, gilipollas!, que está aquí porque la da la gana... ¿O es que no sabías que se va a quedar aquí todo el fin de semana? ¿No te lo ha dicho?

Chasqueó la lengua y sin mirarme, como si pensara en voz alta, dijo:

  • Joder..., menuda mala leche que tiene... No sé que la habrás hecho, pero te la está devolviendo con creces...

Un estúpido intento de soltarme y un tremendo rodillazo en los testículos que me hizo soltar hasta las lágrimas.

  • ¡Que te estés quieto, cabrón!... Venga, ánimo, qué no se diga... Llorando porque su mujer le pone los cuernos... Todo un tiarrón como tú... que hasta te follas a tu secretaria... bueno "te follabas" a tu secretaria...

Dos humillantes bofetones. Uno de cada lado. Todos lo sabían, todos estaban de acuerdo. Me sentía ridículo, patético. Habían jugado conmigo como un pelele. Y de nuevo su fingida amabilidad... y su lástima.

  • Vamos... Por un par de días que no la veas no pasa nada... Si lo que la vamos a hacer es más o menos lo que has visto... Venga, coño. Arréglate. Si te la vamos a tratar muy bien...  El lunes la tienes otra vez en casa. Eso sí, "follada hasta por las orejas".

Abrió la puerta de una habitación iluminada en el centro. Y allí, una cama redonda enorme. Y mi mujer ya a cuatro patas chupando un rabo mientras se la enchufaban por detrás.

Me hizo sentar en un sillón. Había unos cuantos sillones pegados a las paredes. Algunos vacíos. Otros con hombres y mujeres sentados. Naturalmente casi todo el mundo estaba desnudo o medio desnudo.

Cuando me quise dar cuenta, él, completamente desnudo y con la polla tiesa, se acercó a mí con una copa en la mano.

  • En cuanto acaben esos te la reviento el ojete. Luego si quieres te marchas. Y no hagas bobadas. No me obligues a partirte la cara ¿eh?

  • Hija de puta... qué bien lo tenía planeado...

  • Te equivocas.

  • ¿Qué?

  • Que te equivocas, que no fue idea de ella.

Tardó unos segundos en seguir hablando, como si pensara si debía o no desvelar el secreto. Ni me miró.

  • Fue mi novia.

  • ¿Ella?

  • Pero qué te esperabas, hijo de puta... si la violaste... Te pasaste tres pueblos... Ahora... tu mujer se está vengando bien vengada. Y agradece que me convencieran, porque si te cojo yo, te arranco los huevos.

Me quedé pensando en lo que me estaba sucediendo. Increíble. Aquello era demasiado para mí. En cuestión de unas horas, las mujeres en las que más confiaba, me la habían pegado bien pegada.

  • ¡Hija de puta de mierda!... Murmuré, No la violé...

  • ¿Qué?

  • Que nunca la violé...

  • Pero qué dices, ¡cabrón! ¡Que te reviento a hostias!

  • Lo que oyes, que nunca la violé, que se acostó conmigo porque la dio la gana.

Mi tono de voz lloriqueante, tal vez mi derrotada mirada, le convencieron de que no mentía.

  • Explícate... Qué es eso de que no la violaste...

  • Nos llevábamos muy bien... Y para qué negarlo, tu novia está muy buena... Ya da igual. La verdad me atraía su cuerpo. Una chiquilla joven… sin perjuicios en la cama... Yo sólo buscaba sexo, una aventurilla. Siempre lo hicimos los dos porque nos dio la gana... Hasta el día que me pidió que me divorciara de mi mujer, que quería estar sólo conmigo... Y le dije que naranjas de la china, que yo sólo buscaba sexo, y que, si quería algo más, que lo buscara en otro lado, que conmigo ni hablar...  Y no volvimos a hacerlo... Su puto orgullo... Hace unos seis o siete meses que no le pongo un dedo encima...  Aunque ella sabía que me lo montaba con otras, eso si es verdad. Y se lo diría a mi mujer... ¡Vete tú a saber qué es lo que le contó... qué han hablado entre ellas...!

Le vi dudar por unos instantes, como recapitulando hechos, fechas...

  • ¡Qué zorras!... han estado jugando con nosotros... ¡Las dos!... ¡Hijas de puta de mierda! ¡Se va a enterar!...

"Enhorabuena" -pensé para mí- " tu cerebro de cromagnon lo ha entendido a la primera ". Me hundí entre mis hombros poniendo cara de cobarde. Como temiendo su reacción. Susurrando le respondí.

  • Eso... Encima que se enteren...

Discreción, un pacto entre caballeros. Tal vez una venganza fría y cruel, como la de ellas.

  • Bueno me toca ya... Sin rencor, ¿eh?

Los vasos chocaron en un absurdo brindis. Resignado, bebí un largo trago.

Juegos, escarceos... Y su polla preparada para desvirgar su ojete... Su cara de odio, de animal resentido.

Sus chillidos resonaban en toda la habitación. Mi polla por primera vez en toda la noche comenzó a revivir...

Sus frases resonaban en mi cabeza: " A lo mejor hasta te excita mirar mientras te están jodiendo a tu mujer como una guarra cualquiera ". Miré el bulto de mi entrepierna. No pude dejar de reconocer que ella tenía razón... " Serías capaz hasta de hacerte una paja "...

  • ¿Y por qué no? -murmuré para mí- Entre tanto cerdo uno más no se va a notar...

Me acerqué a ellos. Sus ojitos cerrados... Lágrimas resbalando por su cara... Sus gestos de dolor. Su sufrimiento con cada arremetida de aquel animal.

Nuestras cómplices miradas de machos vengadores... La suya incrédula. Desconcertada.

Bajé lentamente mi cremallera, disfrutando segundo a segundo. Mi mano la acariciaba delante de sus llorosos ojos lenta y placenteramente, muy placenteramente. No paraba de pensarlo mientras se la acercaba a sus labios...

Y vinieron sus súplicas...

  • ¡Por favor! Dile que pare... Me duele..., me hace daño...

  • No, cariño, no... Es lo que tú querías... Querías un rabo en el culo y ya lo tienes... Yo me voy a hacer una paja mirando como te dan por el culo, zorra...  Lo haré despacio, sin apresurarme ni un segundo..., sin prisas, buscando disfrutar al máximo de ese momento... Como tú decías... " Todo a su tiempo... ya llegará "... No te impacientes, guarra... Mi semen saldrá disparado y se estrellará en tu carita de puta...

Y....

¿Cómo podría acabar esta historia? Dejémoslo a gusto del consumidor. Que cada cual escoja el que más le guste.

A).- Podría ser que el marido, aceptando sus cuernos, decidiera quedarse en la discoteca y disfrutar. Se pondría a la cola, follándose a la puta de su mujer cuando fuera su turno, como si no la conociera, como si fuera uno más. O tal vez saturado y harto de ver cómo su querida esposa se entregaba a otros, bajara de nuevo a la pista y se liara con otra mujer.

B).- También podría ser que el marido, resignado, se marchara a su casa dejando allí a su mujer.. . Caminaría como un espectro por la calle, pensativo. Solo, derrotado, hundido, humillado. La cama estaría vacía. La tortura de saber qué es lo que está haciendo en ese instante su mujer, qué es lo que hará durante todo el fin de semana. Ya nada volverá a ser lo mismo. Cada vez que la miré ya no verá en ella a su esposa. Verá a una puta que se ha entregado sin miramiento alguno a todos los hombres que han querido disfrutar de su cuerpo. Pensar que ha sido él el responsable, el culpable, el que la ha arrastrado al vicio. No supo valorar lo que tenía y ahora, lo ha perdido todo.

C).- Podría ser que el marido, regresa a casa a esperar ansioso a que su mujer vuelva. Camina apresurado. Quiere preparar su reencuentro. Ahora podrá hacer con ella lo que quiera. Ya no hay perjuicios, ya no hay excusas. Las posibilidades de gozar del sexo desenfrenadamente se abren sin límite para su morbosa imaginación. Su pene está erecto. No puede más. En el mismo ascensor tiene que aliviarse pensando en todo lo que podrá hacer junto con su querida e infiel esposa.

D).- Claro que también podríamos pensar que el marido y el gorila, heridos por la traición, por sentirse utilizados, se ponen de acuerdo y traman cómo devolver la pelota a la que falta, la secretaria. ¿Qué tenéis que hacer el próximo fin de semana? Mirando fijamente cómo dos hombres la penetran al tiempo, acuerdan que el próximo fin de semana, su lugar lo ocupará la puta de la secretaria.

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