En la consulta de Julio
Experiencias de una paciente en la consulta de su médico de cabecera.
Llegué temprano como él me indicó. Era la primera en entrar aquella mañana en la consulta de Julio. El fuerte dolor en el pecho con una tos pertinaz que no me dejaba descansar había aconsejado la consulta.
Me esperaba Santi, el ats, con ese uniforme tan poco sexy que llevan los enfermeros: pelos en el escote, pezones pegados a la tela.
Julio me saludó con esos dos besos lentos tan suyos que hacen que su cuerpo quede pegado al tuyo por más tiempo que el estrictamente necesario.
--Siéntate en la camilla. ¿Cómo va todo?
Comenzó a desabrochar mi chaqueta con los dedos extendidos, de tal forma que al bajar sus manos, sus yemas comenzaron a acariciar mi cuello para bajar lentamente por mis pezones. Continuó con la camisa de la misma manera. Notaba sus dedos suaves sobre mi piel, en mis tetas, ahora ya en la cintura.
--El fonendo por favor, Santi.
Santi se acercó despacio, sus pezones estaban ahora erectos contra la tela, no dejaba de observar mis pechos descaradamente.
--pónlo sobre el corazón, tómale el pulso.
Santi, situado junto Julio que permanecía sentado en un taburete entre mis piernas abiertas, puso el fonendo sobre mi piel, justo donde terminaba la fina tela de mi sujetador. Con el dedo meñique, bajó la puntilla de la cazoleta y rodeó con el dedo mi pezón hasta, endurecido, hacerlo salir sobre la tela.
--Ochenta y dos, comentó Santi, apartándose de mi, quedando justo detrás de Julio.
--Eso está bien, nenita. Tose ahora. No, no te tapes el pecho, necesito ver cómo se mueve al toser. Sácate el otro, sobre la cazueleta. Sí, así y tose ahora.
Comencé a toser con las tetas sobre el sujetador y me llevé la mano a la boca.
--No, no puedes taparte, necesito vér cómo se mueven tus pechos.
Volví a toser mostrando mis pechos a Julio y a Santi. Ellos no decían nada sólo miraban.
--Levántate ahora. Santi por favor, auscultale por la espalda.
Julio comenzó a sacar mis tetas del sujetador mirándome a los ojos.
--Desabrocha el sujetador, Santi. Me molesta.
--Pero quise decir yo.
En ese momento Julio pellizcaba mis pezones haciéndolos girar despacio con sus dedos.
Permanecí callada sintiendo su calor en mi piel y las manos de Santi en mi espalda.
--Date la vuelta ahora, dijo, mientras apretaba mis tetas juntándolas y subiéndolas al tiempo.
Estaba ante Santi con las manos de Julio en mis tetas.
--Cierra los ojos.
Obedecía y un líquido caliente comenzó a mojar mis tetas, a caer por mis pezones. Julio no dejaba de agarrármelas y masajeárlas frente a Santi mientras yo permanecía con los ojos cerrados.
Noté el bulto en mi trasero. Julio comenzó a restregarse. El líquido continuaba cayendo a golpes sobre mis tetas.
--Muy bien, veo que confías en mi. Y yo confio en Santi, es mi ayudante.
--Vuelve a sentarte. Santi, por favor, extiéndele bien el líquido sobre el pecho.
Santi comenzó a acariciarme despacio por el tórax, bajaba por la cintura, volvía a subir y alcanzaba mis tetas, jugaba con ellas, se entretenía extendiendo su crema.
--Arrodíllate. Sánti, véndale los ojos.
Obedecí, volví a cerrar los ojos y a arrodillarme. Julio sacó su verga del pantalón y la colocó entre mis tetas. SAntí escupía una y otra vez para lubricarlas, mientras Julio me apretaba las tetas contra su polla.
--Intenta lamerla.
Bajé la cabeza y saqué la lengua que apenas tocaba su capullo. Me esforcé y con su empeño consiguió que entrara el capullo en mi boca. Comencé a toser.
--Persiste el problema, comentó Julio parándo de moverse.
--Vístete. Te recetaré unas pastillas. Vuelve en una semana.
Santi secó despacio mi torso, mis tetas y me alcanzó la ropa. Me vestí en silencio.
--Ah, Santi, antes de que se marche, hazle unas pruebas de orina. En la sala de al lado.
La sala de al lado tenía un enorme espejo que permitía que Julio viera todo lo que en ella ocurría.
--Puedes orinar aquí, me indicó Santi. Abreté de piernas y orina de pie.
--NO tengo ganas ahora, Santi.
--No te preocupes, abreté de piernas y córrete las bragas.
Llevaba medias ajustadas a los muslos por lo que no tuve ninguna dificultad. Sujejté la falda por delante hasta mi cintura y con la otra mano corrí mis bragas hacia la derecha, dejando mi coñito depilado al aire.
Santi se acercó y puso su mano quieta en mi horcajadura. Comenzó a moverla despacio hacia adelante y hacia atrás. Comenzó a masturbarme.
El pis comenzó a brotar de mi vagina y Santi no movió la mano. Mi orina se deslizaba entre sus dedos hasta un bote situado en el orifico de salida.
Cuando terminé. Santi cerró el bote, se chupó los dedos, los pasó por mis labios y se despidió.
Julio, al otro lado, se masturbaba mientras yo colocaba mis bragas en su sitio y mirándome al espejo arreglaba mi escote frente a él.
Salí con mis pastillas para regresar la próxima semana.