En la cola del concierto
Hacer cola para conseguir las entradas para un concierto es muy aburrido. Sin embargo algunas veces sucede que te saca de las casillas.
En la cola del concierto
“Voy a comprar una botella de agua y algo para picar”
Después de que mi novia Olga se ha ido he tenido tiempo de mirar la larga cola que hay delante de nosotros y sobre todo la larguísima que hay detrás. Hay gente variopinta pero sobre todo chicas, muchas chicas
Delante tengo dos de ellas muy animadas… vestidas a la moda y con aire de ser veteranas en este tipo de eventos.
Detrás una mujer de mediana edad que acompaña a un grupo de adolescentes entre doce y catorce años, que están enloquecidas por su primer concierto de alguien tan famoso.
Vuelvo a mirar al frente y me doy cuenta que las dos son de las que llaman la atención tanto por su aspecto como por lo que hacen.
Una viste unos pantalones vaqueros ajustados, zapatones y un top que deja al descubierto todo el vientre. Toda su ropa está tan pegada al cuerpo que parece que se la han pintado encima. Tiene un culo espectacular y un pecho rotundo que insulta la ley de la gravedad, marcando sus pezones a través de la camiseta.
La otra viste una faldilla muy corta, con vuelo, dónde destacan sus largas piernas. Lleva unos calienta piernas de vistosos colores y también unos zapatos de plataforma que la hacen parecer más alta, al tiempo que da la sensación de que nos va a enseñar las nalgas en cualquier momento. Su trasero respingón hace que la falda se separe y parece ofrecer espacio para poner toda la mano y así poder acariciar las sus curvas de su culete.
Mi mente divaga e imagino pasar un rato con una o con la otra. Me encanta la ensoñación. Las dos tienen unos cuerpos despampanantes y sobre todo tienen un polvazo. Entre ellas comparten los auriculares de su reproductor de música. Se contonean siguiendo los distintos ritmos y bailan acompasadas como hacen las bailarinas que suelen acompañar a los cantantes famosos.
Las niñas de detrás están muy excitadas y no dejan de jugar y empujarse entre ellas. Sus juegos conducen irremediablemente a que una de las veces me empujen y yo tropiezo con la chica de los jeans.
Ella se vuelve y sin decir nada me sonríe dando a entender que no le ha molestado el empujón, y continúa con su baile particular con la compañera.
Es guapa, pero lo que más me llama la atención es su “imagen de guarrilla” que amplifica con su maquillaje expresamente diseñado para transmitir esa idea.
Después de unos instantes, esta chica le quita el audífono a su compañera y se pone a cuchichearle al oído. La otra se ríe, luego da un gritillo de aprobación y vuelve la cara para mirarme. Vuelven las dos a bailar un instante y luego se ponen a pasar mensajitos al oído. No sé qué pensar, pero anticipo problemas. No hay mensaje más claro y peligroso que ver dos chicas cuchichear entre ellas, mirar a alguien y luego reír de forma entrecortada. Algo están maquinando y es posible que sea yo el objetivo.
Desvío la mirada hacia mi costado, mirando al infinito, tratando de disimular. De repente doy medio paso atrás, quizás he perdido el equilibrio y sin querer le he dado un empujón con mi cuerpo sobre el prominente culo de la chica del pantalón. No quiero que piensen que quiero aprovechar la situación para darle unos toques como un sobón cualquiera.
Después de la reacción casi instintiva me doy cuenta que yo no me había movido ni un centímetro.
Se vuelve a producir la situación, pero ahora soy perfectamente consciente que ha sido ella la que ha sacado su culo hacia atrás hasta encontrar mi paquete. Esta vez no cabe duda que ha sido culpa de ella y el movimiento ha sido intencionado.
La chica que viste faldilla engancha su dedo pulgar en la cinturilla del pantalón de su amiga con lo que la mano ahora descansa sobre uno de los glúteos de la amiga.
Enseguida se empiezan a mover siguiendo el ritmo de alguna de las canciones que escuchan por los auriculares. “La casualidad” hace que de vez en cuando el movimiento conjunto de culo y mano, rocen mi paquete.
En principio, me retiro cohibido, pero como veo que ellas insisten y se aproximan lo necesario para seguir tocándome, mantengo la posición y dejo que sigan jugando. A mi también me gusta que me soben.
Las dos fingen seguir con entusiasmo el ritmo de la música y de vez en cuando entre ellas se hacen signos de complicidad. Cualquiera extraño a la situación pensaría que se están animando entre si para seguir el ritmo, pero yo se que es una forma de comunicarse respecto al sobe que me están dado y sobre los efectos nada despreciables que me están produciendo.
Comienza a “teclear” sobre el prominente culo de la amiga, y el resultado es que sus nudillos me proporcionan un suave repiqueteo sobre el paquete, con lo que mi polla responde y sigue creciendo más y más.
Deben encontrar muy divertida su travesura la pues se exclaman y ríen discretamente pero sin esconderse. Pasamos de un ligero roce a uno intenso, ya que la otra chica no deja de culear con amplitud, forzando el contacto.
Su osadía va en aumento y se atreve a darle la vuelta a la mano, con lo que ahora el contacto no es con el dorso sino con la palma de la mano. Poco a poco el contacto pasa de ser un golpecito a un prolongado roce, que da tiempo a la chica para palpar a placer mi polla que ya se encuentra cerca de su máxima gordura.
Una de las veces no encuentro la mano, sino el culo de la chica que busca un roce intenso y amplio para tomar bien las dimensiones del bulto que tengo bajo el pantalón.
Conscientes de su loca actividad, se les ve disfrutar de lo lindo. Yo por una parte sufro y por otra disfruto de los tocamientos. Por fin soy un “hombre objeto”.
Cuando ya estoy a “máxima elevación” siento ganas de alargar las manos y sobar el trasero de las chicas. A la primera, sobre el pantalón, para palpar esas nalgas potentes, y a la segunda poner la mano bajo la faldita para palpar la fresca piel de sus muslos y quizás buscar una rendija en sus bragas donde deslizar el dedo.
En medio de esta situación aparece mi novia, con media botella de agua y una bolsa con algunos ganchitos. Me dice que en la cola, mucho mas atrás, están sus amigas de la Uni y que se ha entretenido con ellas. En cuanto “mis compañeras de cola” la oyen se vuelven y empiezan a hablar con ella. En dos minutos ya hablan como si se conocieran de meses atrás.
“Tu novio es muy serio. En todo el rato que tu no has estado aquí, no nos ha dicho ni mu”, le reprochan mientras me miran de reojo para ver que cara pongo.
Por una parte me siento aliviado pues eso de que te metan mano sin poder reaccionar no es lo mío, pero por otra parte me gustaba que estas dos mozas juguetearan conmigo porque me distraían del aburrimiento de hacer cola varias horas.
La chica del pantalón super ajustado tenía una mochila en el suelo delante de sus pies, se la ha puesto colgada de los hombros pero por delante, sobre su pecho. Están hablando entre ellas. Yo ajeno a sus cosas tengo a mi izquierda a mi novia y a la derecha la chica con la mochila. Todo normal hasta que siento como una mano me baja la cremallera. Inmediatamente miro hacia abajo a ver que sucede y lo único que puedo ver es la mochila que oculta lo que ocurre mas abajo.
Sin inmutarse lo mas mínimo mete la mano dentro y me la toca a su gusto. Enseguida respondo con una erección de caballo, al tiempo que observo las caras de las tres para adivinar si mi novia intuye algo o no.
Todo parece bajo control y cada cual sigue a lo suyo. La mano que hay dentro de mi bragueta ya ha tomado mi polla deshaciéndose del impedimento del slip. Ha dado varios tirones tratando de sacarla fuera pero no lo ha conseguido. Empiezo a pensar que si insiste va a terminar por dañarme y no parece que quiera desistir.
No parece entender que la polla erecta tal como está no la puede doblar y manejar a su antojo. Decido ayudar y con disimulo llevo mi mano a la entrepierna, aparto su mano y por fin me la saco toda fuera. Enseguida ella se agarra y comienza a masajearla (con poco tiento por cierto).
Cual si fuese una partida de póker miro las caras de las tres y ninguna refleja ninguna emoción especial. Mi expresión no la puedo evaluar pero seguro que está a medias entre el temor a ser descubierto, un cierto dolor por el inexperto masaje al que me somete y un lujuria desmedida por lo rocambolesco de la situación.
Aquí estoy, rodeado de decenas de personas a escasos metros, junto a mi novia, con dos pivones delante de mí con muchas ganas de juerga y con la polla fuera disfrutando de una buena paja.
En un momento de in-pass ellas dos intercambian la posición y ahora es la de la faldita corta la que se sitúa a mi derecha. Resguardada por la mochila que porta su compañera y la valla lateral que delimita la cola se pone manos a la obra y empieza a pajearme, esta vez con mas atino y delicadeza.
En esta nueva situación mi mano alcanza a tocarle los glúteos por debajo de la faldilla y esto contribuye a incrementar mi excitación aun más. Tiene unas braguitas minúsculas que se pierden entre sus glúteos por lo que le puedo acariciar el culo en su totalidad.
Busco un camino que me lleve a su rajita y al final logro colar un dedo por la estrecha senda. Ahora si ella me pajea yo le contesto frotando sobre la raja. Si ella va despacio yo voy despacio y si ella acelera, yo acelero.
Noto como la minúscula porción de tela de sus braguitas se humedece y eso me anima a poner el dedo por debajo para acariciar su rajita directamente.
La postura no favorece sus meneos, en cambio mi dedo se mueve con total libertad y puedo alternar las caricias tanto en ritmo como en intensidad. Le gusta tanto lo noto como sus flujos empiezan a correr por la parte interna de sus muslos. Su expresión empieza a mostrar una turbación que solo ella, su amiga y yo sabemos interpretar correctamente.
Está tan cerca del orgasmo que mi novia se pregunta ingenuamente si se encuentra bien y le ofrece un culito de agua que queda en la botella.
No le doy descanso y sigo moviendo mi dedo dentro de su rajita hasta que un bonito orgasmo le sacude todo el cuerpo. En el descontrol se le escapan unos grititos de placer que entre las dos tratan de enmascarar con gritos de alegría porque la cola se empieza a mover.
Apresuradamente recojo mi polla dentro de la bragueta, antes de que el corrillo que teníamos montado se deshaga y que quede todo aquello al aire.
Parece que la aventura ha terminado con un buen orgasmo para una de ellas, un rato divertido para la otra, y un calentón de campeonato para mí.
La cola avanza unos metros y luego se detiene bruscamente haciendo que choquemos entre nosotros. Desde atrás una mano rápida y experta me coge el paquete con decisión.
Una voz de mujer me susurra al oído: “Yogurin, ponte en manos de una mujer de verdad y veras lo que es bueno”.
Recuerdo que detrás teníamos una mujer de mediana edad que acompañaba a varias adolescentes… el largo camino hasta la taquilla no ha terminado.
Deverano.