En la cabeza del amo - 4
Una nueva aventura de nuestro anónimo protagonista, esta vez con una chica de dos grandes cualidades.
Te encuentras sentada en la orilla de mi cama, quieta y desnuda, con las piernas abiertas para mostrarme tu interior, mientras que yo me encuentro frente a ti, también desnudo, sacándote fotos, para salvaguardar tu belleza y juventud para la posteridad.
Tras un clic de la cámara de mi teléfono que reporta que ha guardado la foto tal vez número veintiuno que he sacado en este rato, bajó el dispositivo y me dedico a observarte directo con mis ojos para guardar cada detalle de tu anatomía en mis pupilas.
Mientras acaricio una de tus suaves mejillas con uno de mis dedos, no puedo más que preguntarme quién fue el maldito que te convenció de que eras fea, tú, una de las mujeres más bellas que he visto.
Tu cabello negro, con ese corte que va corto a los lados y largo arriba para dejártelo erizado va bien con tu tono moreno de piel, pues te da un aspecto exótico y salvaje. Tu rostro que parece haber sido hecho por un hábil escultor, esos labios gruesos y sensuales que invitan a ser besados. Tus pechos grandes y carnosos con esas areolas marrones con un pezón grueso en cada una que invitan a chuparlos hasta dejarlos secos. Tu cintura de avispa, tus caderas anchas perfectas para parir niños saludables. Tu pubis depilado que huele a mujer en la flor de su vida sexual…
Todo en ti es hermoso.
Pero lo que más me llena de excitación son tus ojos: blancos y carentes de vida, perdidos en el horizonte, señal inequívoca de que tu mente hace mucho que se fue y que tu cuerpo no es nada más que un objeto de mi propiedad para usarlo como me venga en gana.
Te juro que no fue mi intención apagar tu salvaje personalidad para convertirte en una más de mis muñecas. Desde la primera vez que te vi no sólo me enamoré de tu físico, también de tu personalidad, te juro que jamás había conocido a una mujer como tú, graciosa, inteligente, con mis mismos gustos y tan difícil de domar…
Quería hacer las cosas bien, quería hacer que me amaras por tu propia voluntad, que te enamoraras de mí… pero rechazaste todos mis intentos. ¿Por qué vida mía? ¿Qué hice mal? ¿Qué hay en mí que no te dejó darme una oportunidad? ¿Es que no soy como esos perdedores con los que sales regularmente, esos perdedores que con subir a instagram una foto en blanco y negro y con una frase de superación ya se sienten artistas? Luego me lo dijiste: soy muy mayor para ti. Sí es cierto: soy tan grande que quizás podría ser tu padre… ¡pero la edad es un número! ¡Y ambos ya somos adultos! ¡Si me dieras una oportunidad yo podría hacerte la mujer más feliz del mundo! Pero no, no me diste la oportunidad.
Te convertiste en una obsesión para mí, mi niña, y si no podía poseer tu corazón, ¡entonces por lo menos poseería tu cuerpo! No me fue difícil aprender tus hábitos, con esa manía que tenías de poner tu día a día en redes sociales, y encontrar un momento adecuado para hallarte a solas y usar mi magia, robarte tu fuerza de voluntad, convertirte en una muñeca de carne que existe sólo para complacerme…
Y ahora estamos aquí, en mi habitación, como tantas otras mujeres antes que tú, pero te juro mi niña, que tú eres la primera que he traído aquí no por una calentura, sino por un amor no correspondido. Por eso, lo que vamos a hacer hoy lo disfrutaré más que cualquier otro día.
Me acerco a ti, te acaricio una vez más tu hermoso rostro y me inclino hasta la altura de este, me acerco con la timidez propia de un chiquillo y te planto un apasionado beso en esos carnosos labios. Tus labios se sienten y saben tal y como los imaginé. Poco a poco empiezo a adentrar mi lengua al interior de tu boca y pronto me topo con tu lengua la cual comienza a jugar con la mía. No me sorprende: tu mente podrá estar apagada, pero tu cuerpo, por instinto, todavía recuerda lo que debe hacer en estas situaciones.
Pierdo la noción de cuanto ha durado ese beso esperado, pero al fin me detengo. Después de todo, no te convertí en mi muñeca sólo para un tierno e inocente beso.
Me separo de ti y pongo mi mano detrás de tu cabeza para darle un empujón, tu cuerpo comprende y cae frente a mí, de rodillas, con tu cara muy cerca de mi pene erecto.
Guió un poco más tu cabeza hasta que mi glande acaricia tus labios y entonces, una vez más tu instinto te dice que hacer: abrir la boca formando una O y sin ceremonia engulles mi miembro hasta donde te lo permite tu boquita de chocolate.
Una vez más mi imaginación no me ha engañado, pues con lo poco que hablamos, me imaginaba que serías una experta en el sexo y con este felatio que me estás dando ya no me quedan dudas, pues tienes abierta la boca lo suficiente para que tus dientes no choquen con mi miembro, te mueves a una velocidad muy aceptable y de alguna forma, te las arreglas para que mientras estás en el vaivén tu lengua juegue con mi pene.
Quiero que nuestro encuentro sea tierno, pero la calentura me puede más: tomo tu cabeza y empiezo a follar tu boca con violencia, con mi glande llegando hasta tus anginas y me vello púbico chocando contra tu nariz.
Me sorprende que resistas todo ese castigo y de repente, lo siento: el orgasmo añorado. Me detengo, dejo que la sensación de tu boquita me termine de consentir y entonces, exploto. Puedo sentir como todo mi semen comienza a bañar tu boca.
Me hago para atrás y mi pene sale de tu boca, con un hilo de tu saliva y mi semen todavía uniéndonos. Te quedas mirando hacia arriba, con la boca abierta y tus ojos en blanco, cuando de la comisura de empieza a escurrir mi semen y poco a poco se derrama sobre tus grandes pechos.
Una imagen que merece ser conservada para la posteridad, por lo que me apuro a tomar mi cámara y a sacarte otra foto en ese estado tan vulnerable.
Sonrió con picardía y dicto una orden:
—Trágatelos.
Cierras tu boca y puedo ver el movimiento de tu garganta que me confirma que te has comido mi semilla. En algún lugar leí que era pura proteína, así que no me preocupo porque te haga daño.
Ahora estas sucia, así que debo limpiarte un poco si quiero seguir jugando contigo. Busco en mi habitación por un trapo que pueda usar y pronto lo veo: tus bragas, las cuales están tiradas cerca de la puerta del cuarto junto con el resto de tu ropa. Las tomo y me apresuro a limpiarte la boca y las tetas y ya estás lista para seguir jugando conmigo.
Te ayudo a ponerte de pie, pero de inmediato te arrojo a la cama y tu caes boca arriba con los brazos extendidos y tus piernas ligeramente abiertas. Es otra imagen que vale otra foto.
Vuelvo a dejar mi teléfono de lado y como una bestia salvaje a punto de caer sobre su indefensa presa, me arrodillo a tu lado.
Mi primer objetivo tu conchita, la cual no dudo ni un momento en atacar a besos y con mi lengua, con el objetivo de probar el sabor de tu flor de mujer. No tardan en comenzar a fluir tus fluidos lubricantes los cuales yo comienzo a beber como sediento. Tal vez sea la locura que me provocas, pero tu sabor me parece hasta dulce.
Dejo de atacar tu sexo, después de todo me parece que ya estás excitada y comenzó a subir, explorando tu cuerpo con besos o con mi lengua: primero tu pubis depilada, luego tu vientre plano, tus costillas, tu pecho, tus senos, tus pezones, tu cuello… finalmente llegó a tu rostro y vuelvo a besar tus carnosos labios, con tu cuerpo una vez más regresándome el beso con una pasión que quiero creer viene de tu corazón y no te tu memoria muscular.
Ya he tenido suficiente de precalentamiento, ahora quiero la razón por la que te arrebaté tu voluntad. Tomo mi pene y lo apunto a tu sexo, acariciando con este tus labios vaginales. Sé que debería usar un condón, pero quiero sentirte directamente y además, te haré tomar una pastilla del día siguiente, aunque tal vez te deje embarazada… creo que te verías linda con una panza de seis meses y además, me encantaría probar la leche que saldría de esos cantaritos de barro que tienes por pechos.
Pero basta de pensar en el mañana, estamos en el ahora y voy a hacer lo que vengo hacer, así que sin ningún aviso, me introduzco de golpe en tu vagina y sonrío al ver la reacción de tu cuerpo: arqueas la espalda un poco y de tu boca sale un pequeño “oh” que no sé interpretar si es de placer o de sorpresa, pero la forma en la que sonó se me hizo muy lindo.
Empiezo a embestir tus interiores, primero intento ser gentil, pero una vez más la calentura me gana y empiezo a embestir con más fuerza, logrando arrancarte varios “oh” que está vez estoy seguro sí son de placer.
Pronto mis piernas se cansan y caigo sobre ti, en la clásica pero no por eso menos placentera posición del misionero, con el objetivo de que mi lengua pueda juguetear con tu cuello mientras siento tus duros pezones clavarse en mi pecho.
De repente, siento como tus brazos y piernas se cierran alrededor de mil en un cachondo abrazo que no pretende dejarme ir, por lo que la sola idea de que inconscientemente quieres que me venga en ti para quedar embarazada me excita todavía más para darme fuerzas de embestirte todavía más duro.
Pronto el orgasmo se comienza a construir de nuevo en mi miembro, por lo que te doy un par de estocadas más y luego, entierro mi pene en lo más profundo de ti para estar seguro de que mi leche llegará hasta uno de tus huevos y lo fertilizará. Una explosión de placer me sacude y puedo sentir como mi semen sale de mi y baña todas tus entrañas.
Al parecer tu también has sentido que ese round ha terminado, por lo que tus brazos y piernas me liberan de ese abrazo sexual, lo que me permite salir de ti y tumbarme un rato a tu lado para recuperar fuerzas.
Una vez calmado, me levanto y miro directamente a tu zona genital. Sonrío ante la vista: una línea de mi semen se está escurriendo por tus labios vaginales y ya está llegando a una de tus nalgas.
Le tomo una foto a esa bella imagen y me vuelvo a acostar a tu lado. Quiero recuperar un par de fuerzas más todavía para otro asalto. Según me dijiste cuando te puse en trance, tu mamá no llegará hoy a tu casa y por lo tanto, la noche es larga.
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