En la boca del lobo II

El castigo de Kayla.

La luz del sol me molesta. Pongo una mano en mis ojos tratando de apartar esa odiosa claridad de mis ojos y giro mi cuerpo, pero algo duro me impide realizar por completo mi movimiento. Abro un ojo encontrándome con lo que parece ser la tela caoba de un sofá.

¿Y mi cama?

Flashes de un hombre tocándome, acariciándome, mordiéndome y penetrándome hacen que despierte por completo. No estoy en casa. Pero al parecer tampoco estoy en esa fría habitación.

Me levanto observando detenidamente a mí alrededor. Estoy en un salón enorme, bastante rustico. Todo es de madera de roble, excepto varios sillones que rodean una gran chimenea. Me encanta y hace que me acuerde de mi padre. A él le encanta la carpintería. Muchas de las decoraciones en mi cuarto las había hecho él. Miro el salón.

Realmente es precioso y seguramente estaría contemplándolo mucho más rato de no ser porque acabo de darme cuenta de que sigo secuestrada sin tener una idea de donde me encuentro.

Me observo. Ya no estoy desnuda, un vestido vaporoso de flores se adapta completamente a mi figura.

¿Me habrá vestido?

Por supuesto, que tonta. ¿Quién sino iba a hacerlo?

Me acerco a una de las ventanas intentando descubrir dónde puedo estar. Pero un frondoso bosque destruye las ideas que se iban formando en mi mente sobre escapar. Seguro que si me adentrara en el me perdería y acabaría por morir de hambre sin ni siquiera haber localizado a nadie. Suspiro.

-      Veo que ya te has despertado.

Me giró rápidamente viendo como el mismo hombre que el día anterior me había violado se sienta tranquilamente en el sofá en el que estaba dormida. Ni si quiera le he oído entrar.

Le observo detenidamente.

Es un hombre corpulento y mucho más alto que yo, va vestido completamente de negro a juego con el pasamontañas que lleva, puedo intuir unos ojos verdes brillantes a través de los orificios que junto con una sonrisa de medio lado hace que rememore un montón de películas sobre psicópatas. Podría jurar que me da más miedo él con esa mirada clavada en mí y la calma que le acompaña que esos actores. A su lado parezco una frágil muñeca y no me gusta. Me hace sentir vulnerable.

-      ¿Por qué me retienes? -pregunto al fin.- ¿Qué quieres de mí?

-      Lo quiero todo de ti, todo.-declara levantándose hacía mí.

Me echo para atrás como acto reflejo, pero me arrima a él agarrándome del brazo. Choco contra su duro pecho, su dulce olor vuelve a llenarme las fosas nasales.

-      Eres mía, siempre has sido mía.- dice sujetándome la barbilla obligándome a mirarle a los ojos.

¿Siempre? ¿Cómo que siempre? ¿Acaso le conozco?

-      Muy pronto lo entenderás todo, mi bella niña.-dice al observar mi cara de desconcierto.

Me suelta alejándose levemente, dejándome confundida sin saber que decir.

-      Vamos…Seguro estas hambrienta. He preparado algo que te encantará.-explica esperando  a que le acompañe.

No quiero seguirle, aunque por no querer no quiero estar secuestrada. Pero por lo que se ve lo que yo quiera aquí es secundario. Así que le sigo porque me acabo de dar cuenta de que tengo muchísima hambre y no puedo escapar de este sitio si me encuentro débil por no alimentarme correctamente.

Me lleva a una habitación anexa que resulta ser la cocina. Nada más abrir la puerta me llega un aroma exquisito que provoca que mis tripas suenen y mi boca empiece a salivar.

-      ¿Es pollo al curry? –pregunto comiéndome con los ojos el plato repleto de comida.

-      Si.

-      Es mi plato favorito.

-      Lo sé.-susurra cerca de mi oído al pasar por mi lado sentándose enfrente de mí.

-      ¿Cómo lo sabes?

-      Lo sé todo sobre ti, nena.- dice como si hubiera hecho una pregunta que fuera obvia.

Le miro de soslayo sentándome, pero en el momento en el que voy a llevar el tenedor a mi boca me interrumpe

-      Creo que ayer me porte muy bien contigo. Lo justo sería que me devolvieras el favor.

Le miro sin comprender.

-      Es fácil, nena. Ven aquí, arrodíllate y chúpamela. Cuando acabes podrás seguir comiendo.

Mi cara debe de ser un poema. Intento averiguar si esta de broma, pero su rostro serio me dice todo lo contrario.

¿Es que acaso espera que lo haga?

¿Espera que me arrodille y se la chupe por comida?

Al parecer eso es lo que espera, porque sigue mirándome esperando que reaccione.

La rabia empieza a inundar todo mi ser.

-      Pero… ¿tú quién te has creído que eres? –grito levantándome de un salto.

-      Soy el que manda aquí.

Su voz calmada no hace más que incrementar la furia que siento y en un ataque de cólera tiro de un manotazo el plato haciendo que se rompa en muchos trozos y desperdigando toda la comida por el suelo.

-      ¡Eres un hijo de puta! No pienso hacerlo. Puedes matarme de hambre si quieres pero no seré tu maldita puta.

Empieza a reírse como si le hubiera contado un chiste buenísimo. Cierro los puños intentando contener las ganas de partirle la cara.

Se levanta acercándose a mí, pero esta vez no retrocedo. Estoy demasiado cabreada y le hago frente.

De repente su cara cambia drásticamente y de un tirón del pelo me acerca a su cara.

-      Veo que no has asimilado aún tu situación… Lo que tú pienses, opines o digas me da absolutamente igual. Aquí el da las ordenes soy yo y tu…-dice agarrándome más fuerte, haciendo que un gesto de dolor se dibuje en mi cara.-obedeces como la buena puta que eres o te va a ir muy mal conmigo.

-      Suéltame…

Vuelve a reír. Me agarra del brazo con fuerza y arrastrándome me saca de la cocina. Apenas puedo caminar por la velocidad a la que me lleva. Abre una puerta y me empuja dentro haciendo que caiga a cuatro patas. Gracias a dios mis manos han parado el impacto y no mi cara.

Miro la habitación. Es bastante sombría. La poca luz que entra es de un pequeño ventaculo de una pared. No hay ni un solo mueble a la vista, solo cuatro paredes.

-      Bien… vamos a aprender las normas primordiales.-dice mientras me coge del brazo y con una gran velocidad me amarra los brazos a un gancho del techo como ayer.

¿Será la misma habitación?

Pienso mientras muevo mis brazos intentando en vano desengancharme. Pero estoy fuertemente sujeta y lo único que hago es hacerme daño en las muñecas, bastantes sensibles de ayer.

Se aleja hasta una pared en la que hay una manivela que une unas cadenas hasta el soporte de mis muñecas. Empieza a girarla y noto como me voy elevando poco a poco hasta que me deja de puntillas. Apenas puedo mantenerme recta, si estoy mucho tiempo de puntillas los pies me duelen como si estuviera clavándome pequeñas agujas, pero si dejo caer mi cuerpo aunque sea un poco el peso recae en mis muñecas.

-      Maldito cabrón, suéltame

-      Bien… Primera regla, obedecerme en todo. No importa lo que te ordene, tu obedecerás.-dice ignorando mis insultos.- ¿Me has entendido?

No respondo. Estoy cabreada y no quiero darle esa satisfacción. Simplemente le miro con todo el odio que soy capaz de transmitir para que sepa que no voy a doblegarme tan fácilmente.

-      Con que esas tenemos, ¿eh? Bueno ya cambiarás de opinión. De momento te dejaré así un ratito, para que reflexiones… Volveré más tarde.

Y con esas palabras se marcha dejándome ahí colgada.


He perdido la noción del tiempo, ya no sé si llevo aquí colgada minutos u horas. Aunque me supongo que llevaré aquí encerrada toda la tarde, puesto que el sol ya prácticamente ha desaparecido.

El hambre que tenía es apenas un espejismo que sido sustituido por el dolor. Este horrible dolor.

Apenas siento ya las muñecas, pero intuyo que las tendré despellejadas de colgarme de vez en cuando de las cadenas para que pudieran descansar unos segundos mis pobres pies.

La cabeza se me va a los lados y como no venga alguien creo que me volveré loca. No me quedan apenas fuerzas para aguantar.

Veo como la puerta va abriéndose poco a poco revelando la figura de mi captor.

-      Por favor…-susurro.-Suéltame… por favor.

Se acerca a mí y me acaricia ligeramente los labios con la yema de los dedos.

-      Dime… ¿Cuál es la primera regla?

-      Obedecerte…en…todo.

Las palabras me cuestan. Mi mente se niega a rendirse, pero mi cuerpo ya no puede más.

-      ¿Ves? No es tan complicado.-susurra acariciando su cara contra la mía.

Sus ojos observan cada una de mis reacciones, pero estoy tan cansada que me dejo hacer. Lentamente me va desatando. Tengo que apoyarme en su cuerpo para no caerme de bruces. Sus fuertes brazos me levantan como si fuera una pluma mientras va saliendo de la habitación. No tengo ni idea de  adónde me lleva, pero en estos momentos me da igual.

Solo quiero descansar.

Siento el agua caliente aliviando mi dolorido cuerpo mientras un olor a lavanda inunda mis fosas nasales. Abro mis ojos. No me había dado cuenta de que los tenía cerrados. Al igual que tampoco he notado cuando me ha quitado el vestido.

Estoy en una amplia bañera en la que perfectamente podrían entrar dos personas. Es una de esas bañeras que veía en las revistas de hogar tumbada en mi sofá. Soñaba con comprarme algún día una de esas y poder darme un baño relajante después de un día agotador de trabajo.

No paro de pensar que todo lo que está en esta casa esta construido para encantarme, como si alguien se hubiera tomado muchas molestias en ello.

Una esponja pasando por mi brazo lentamente me saca de mis pensamientos. Intento alejarme de él, pero apenas me muevo siento su mano arrastrándome de nuevo al mismo sitio.

-      Quieta…solo quiero cuidarte.-susurra con un hilo de voz.

Lo miro, sus ojos me devuelven la mirada tan intensamente que creo que puede ver el interior de mi mente. El hombre despiadado que me ha atado a una argolla durante horas ha desaparecido. Veo pequeños atisbos de compasión en sus ojos antes de ser sustituidos, segundos después, por la lujuria. Esa mirada hace que mi cuerpo empiece a calentarse y mi coño se humedezca. Todo su cuerpo me incita y mi mente empieza a imaginarse escenas como las de ayer.

Acerca su rostro hasta que nuestros labios quedan a centímetros de distancia.

¡Dios, me está volviendo loca!

Estoy tan hipnotizada por esa boca que no me paro a pensar y me inclino a besarle. Cierro mis ojos mientras la menta inunda mi paladar haciendo que desee más esos labios.

Él por su parte me devora, pasa la lengua por mi labio inferior y vuelve a besarme con una sonrisa de triunfo. Mis brazos rodean su cuello atrayéndole más a mí. Siento su mano acariciarme el estómago mientras hace pequeños círculos con su dedo índice poniéndome la piel de gallina.

Abro levemente mis ojos encontrándome con la visión de mis muñecas rojas.

Por dios. ¿Qué estoy haciendo? Es el hombre que me ha secuestrado.

Le empujo para alejarle de mí, pero apenas le muevo un centímetro.

-      Shh… tranquila, pequeña.-susurra cerca de mi boca.

-      Para…no…no quiero.

Mis palabras se van tornando cada vez menos convincentes según va desplazando su mano aún seguía en mi estómago hasta mi mojado coñito.

-      Por favor…-vuelvo a suplicar, aunque en el fondo lo que menos quiero es que pare.

-      Shh…relájate.

Paso mi lengua por mis labios notando como el placer va adueñándose de mi cuerpo. Sus hábiles dedos se desplazan por toda mi rajita provocando que me moje todavía más. Un gemido escapa de mis labios cuando un dedo se posa en mi clítoris y comienza a acariciarlo suavemente.

-      Mmm…

-      Eso es, nena. Déjate llevar.

Sus palabras no hacen sino que incrementar más el placer que estoy sintiendo en estos momentos.

Según va trabajando su dedo en mi clítoris siento como el inicio de un orgasmo se va produciendo. Elevo mis caderas y abro mis piernas dejándole el camino libre para que haga conmigo lo que quiera. Un dedo se mete por mi abertura, mientras lo hace girar y meterse hasta el fondo. No puedo parar de gemir, siento el orgasmo muy cerca.

Pero justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, para repentinamente. Le miro con los ojos cegados por la lujuria.

-      ¿Qué haces? ¿Por qué paras? Mmm…sigue

-      ¿Vas a ser buena chica? –pregunta con voz ronca mientras sus ojos verdes observan cada reacción de mi rostro.

-      ¿Qué?

-      ¿Vas a ser buena chica? –repite

-      Si…mmm…si…sigue…por favor. No te detengas.

En estos momentos soy capaz de vender mi alma al diablo por conseguir ese orgasmo. En cuanto la última palabra sale de mis labios vuelve a retomar esa deliciosa tortura, juntando un dedo más que hace que alcance el mayor orgasmo de mi vida haciendo temblar todo mi cuerpo como si de gelatina se tratase. Él sigue movimiento los dedos por todo mi coño alargándolo todo lo posible.

Después de que las pequeñas ráfagas del orgasmo pasen le miro a los ojos. Y por la expresión que tiene sé que efectivamente acabo de vender mi alma al mismísimo diablo.