En la boca del lobo
Cleo, una ladrona llena de deudas, se introduce a una propiedad recién vendida buscando algo a qué hincarle el diente, sin saber que va directamente al peor lugar posible.
Si te dijeran que Cleo es una rubia veinteañera delgada, de senos redondos de gran tamaño, un trasero redondo y con un cuerpo atlético a causa de años de entrenamiento en gimnasia, de seguro lo primero que pensarías es que es la típica porrista de universidad, pero nada más alejado de la realidad.
Su cabello no hacía mucho había dejado de ser dorado porque se lo había teñido de púrpura, además de tenerlo acomodado con el lado izquierdo totalmente rapado mientras que en el derecho se lo había dejado lo bastante largo para tener un flequillo que le tapara uno de sus ojos verdes. Su piel era blanca, pero se había convertido en un lienzo del mismo color para una gran variedad de tatuajes de diseños variados, desde flores hasta frases motivadoras, pasando por signos ignotos y personajes de sus caricaturas favoritas.
Pero su físico no era lo único que la separaba de la típica rubia. La verdad es que también era una hábil ladrona.
Siendo un prodigio de la gimnasia, en lugar de usar sus habilidades para ganar algún premio deportivo, había preferido darles un uso más emocionante y redituable: volverse una ladrona y así hacerse de pequeños botines.
No obstante, lo que tenía en habilidad de gimnasta, también lo tenía en adicción a las compras y por eso aunque luego de sus atracos terminaba con mucho dinero, a los pocos días estaba hasta el cuello de deudas, lo que le hacía volver a salir a algún atraco, atrapándola en un ciclo vicioso de robos y deudas. Y justo en ese momento, estaba pasando por uno de sus periodos de deudas.
Pero pronto un nuevo negocio apareció.
Revisando las noticias, se enteró que Tristán Grimm, el famoso hombre de negocios y filántropo, había comprado una propiedad en la ciudad.
Sonrió. De seguro alguien tan rico como Grimm llenaría su casa de artículos en extremo caros a los que podría echarle fácil la mano si llegaba durante los primeros días de la mudanza. Por lo que tras vigilar la propiedad durante unos días, el momento llegó y vio como varios camiones de mudanza empezaban a llegar a la gran casa. Entonces se preparó, se puso su bodysuit de una pieza que le gustaba mucho porque le hacía sentirse Gatubela , su mochila con herramientas y se lanzó hacia su gran atraco.
Amparada bajo las sombras de la noche, se acercó a la propiedad. Había algunos guardas cuidando el perímetro, pero nada que ella no se hubiera enfrentado antes. Usando su agilidad de gimnasta, casi comparable a la de un gato y que acentuaba las similitudes con la anti heroína de DC, se introdujo a la propiedad sin que los guardias le detectaran y una vez llegó hasta esta, revisó las ventanas, encontrando una abierta por la que entró y cuando ahora lo que seguía era elegir los bienes que se llevaría, abrió los ojos y exclamó en voz baja:
—¿Qué diablos?
Se encontraba en una habitación vacía.
No se dejó contrariar por ese pequeño detalle, de seguro era una de las habitaciones que todavía Grimm no había llenado con cosas, por lo que decidió seguir explorando, pero tras recorrer toda la planta baja, se topó con una extraña verdad: ese piso estaba vacío.
«No tiene sentido —pensó rechinando los dientes—, les vi meter varias cosas, ¿en dónde están?»
Decidió subir a la planta alta para explorar, pero una tras otra habitación que revisaba, todas daban muestras de lo mismo: vacío.
Empezaba a preguntarse si quizá Grimm habría cambiado de idea y retirado sus cosas mientras ella se preparaba para el atraco, cuando abrió la última puerta en ese segundo piso y al fin encontró algo, pero tampoco era el tesoro que esperaba: Era una habitación en la cual solo había un sofá, un escritorio y una computadora sobre él.
Pensando que peor era nada se acercó a la computadora, pero la decepción regresó cuando revisó el modelo del aparato: era tan viejo que posiblemente solo pudiera venderla en un mercado de pulgas.
Suspiró y decidió hackearla para ver si por lo menos podía encontrar alguna información valiosa que pudiera vender. Encendió la computadora y lo primero que notó es que la pantalla tenía un resplandor raro en ella, como el de los monitores cuando ya están empezando a fallar, solo que este en lugar de ser amarillo era verde.
«¿Tanto dinero y no puede comprarse un monitor?», pensó torciendo la boca, pero su preocupación pasó a otra cosa cuando así sin más, el escritorio de Windows apareció.
—¿Me estás jodiendo? ¿Ni una triste contraseña le pones a tu computadora? —se preguntó entre sorprendida y burlona.
Tomó la silla y se sentó, empezando a navegar entre los archivos de la computadora. Durante los primeros minutos no encontró nada interesante: reportes fiscales de hacía muchísimos años, facturas de compra de muebles de oficina, scans de invitaciones a eventos de caridad…
Quedarse leventemente dormida frente al monitor le hizo empezar a creer que esa incursión había sido una total pérdida de tiempo, cuando abrió la última carpeta hasta el fondo del disco duro… y encontró más de lo que podría haberse imaginado, pues se levantó de un golpe y se llevó la mano en la boca para evitar que se le escapara un grito.
Hacía tiempo había escuchado rumores acerca de una misteriosa compañía que se encargaba de secuestrar bellas mujeres para luego, bajo algún método de lavado de cerebro, convertirlas en muñecas sexuales vivientes. Había desestimado los rumores por creer que se trataría más de uno de esos creepypastas que algún youtuber contaba para subir sus visitas, pero los archivos que estaba mirando… no solo confirmaban la existencia de dicha compañía, sino que era evidencia irrefutable de que Grimm era el miembro con más acciones de la mesa ejecutiva de esta.
Su corazón dio un salto. Había encontrado algo en extremo jugoso, con esa información podría ganar millones.
Se quedó con los ojos fijos en la pantalla, divagando en cómo usar esa información, si usarla para extorsionar a Grimm, venderla a algún diario, divulgarla en la deep web al mejor postor…
Unos pasos se dejaron escuchar por el pasillo de aquel piso y pronto, las puertas de la habitación de la computadora se abrieron de par en par y por estas entró un hombre ya a la mitad de sus cuarentas, pero pese a esto, se encontraba en buena forma y podría considerarse bastante guapo.
Tristán Grimm miró hacia su computadora y levantó las cejas de la impresión al ver que había alguien en ella, pero no se mostró molesto. Caminó sin prisa hasta el escritorio y su sorpresa aumentó más al ver que el intruso era una muchacha bastante guapa y sabrosa, la cual mantenía su mirada fija en la pantalla y a juzgar por el charco de baba que había en el escritorio debajo de su mentón y que caía desde el hilo de su boca abierta en O, ya llevaba un buen rato en esa posición.
Una sonrisa burlona se esbozó en su rostro y luego llevó su mano hasta un botón oculto detrás de la pantalla y al presionarlo, el brillo verde del monitor se apagó y la pantalla tuvo al fin un tono normal. ¿Quién necesitaba si quiera ponerle contraseña a su equipo cuando la computadora contaba con un pulso hipnótico que apagaría el cerebro de cualquiera que osara hurgar en su computadora? Ahora, lo siguiente era averiguar quién era esa canarita.
Se llevó la mano a uno de los bolsillos de su elegante saco negro y de este sacó un aro plateado que por su tamaño, se intuía que tenía el tamaño perfecto para rodear el cuello de una mujer, y así lo hizo: abrió el collar en dos partes y lo volvió a unir con el cuello de Cleo en medio y tras asegurarse de que estaba bien fijo, apretó un pequeño botón en este y se iluminó con un leve resplandor plateado y entonces al acto, la muchacha se puso de pie, adoptando una posición de firmes.
—Unidad lista. Esperando órdenes —dijo Cleo con una voz monótona y luego procediendo a hacer un saludo militar.
Ese aparato que le había puesto en el cuello a la muchacha era un collar de control. Lo que hacía era tomar el control del cuerpo de la persona para que este obedeciera lo que un usuario denominado “unidad de control” ordenara. Si la mujer con el collar estaba consciente, se volvía básicamente un prisionero dentro de su propio cuerpo, pero si estaba bajo los efectos de alguna droga o de hipnosis convencional, sus efectos se volvían más… deliciosos. El proceso de dollyficación era más preferible, pero este tenía su encanto.
—Antes de castigarte por entrar a mi propiedad, voy a interrogarte un poco —dijo Grimm dándole unas leves bofetadas en el rostro a la chica—, así que ¿Por qué no te pones más cómoda? Quítate ese disfraz que traes puesto, te quiero completamente desnuda.
—Esta unidad obedece —respondió Cleo y en el acto empezó a cumplir con la orden que se le había dado: arrojó al suelo la mochila que llevaba, se quitó las botas y se bajó el cierre de su apretado bodysuit para luego írselo bajando hasta que se lo logró quitar y lo arrojó también a un lado.
Una vez que quedó desnuda, Cleo volvió a quedar en la misma posición de firmes que cuando recién le habían colocado el collar, para que Grimm pudiera examinar su cuerpo desnudo. Sus tatuajes así como su coño cubierto por una fina mata de vello dorado era muy llamativo, pero lo que más llamó la atención del hombre eran las tetas de la joven: no solo ahora que ya no llevaba el apretado traje notó que eran más grandes de lo que le parecieron en un principio, sino que sus areolas eran bastante grandes, lo que hacía más antojables ese buen par de pechugas.
—Ya sé cómo vamos a proceder. Sígueme —dijo Grimm y empezó a caminar hacia el sillón.
—Esta unidad obedece —dijo Cleo y comenzó a caminar siguiendo a aquel a quien el collar reconocía como su amo.
Grimm llegó al sillón con Cleo obedientemente detrás de él, se sacó el pantalón y el bóxer y con la verga bien parada, se sentó en el sillón ante la indiferente mirada de Cleo, quien con su cerebro dormido por la luz hipnótica de la pantalla, no podía importarle menos.
—Dale un buen uso a esas tetas, ¿quieres? —ordenó Grimm.
—Esta unidad obedece —respondió Cleo y acto seguido, se hincó frente a Grimm con la barbilla prácticamente sobre el vientre del hombre y con sus grandes tetas, atrapó el pene de ese hombre y luego empezó a masajearlo.
Grimm soltó un leve “Mmm…” al sentir como esas dos grandes, suaves y calientes bolas de carne le masajeaban el miembro. La sensación era muy buena, pero difícilmente se colaba a su top 5. Notó que a la chica le faltaba algo de técnica, así que quizá sus boobjobs mejoraran una vez que pasara por todo el proceso… pero todavía era muy pronto para pensar en eso, primero tenía que sacarle información a esa pajarita.
—Muy bien niña, ¿cómo te llamas?
Sin dejar de hacer su trabajo con sus tetas, Cleo respondió con un tono mecánico y preciso:
—Cleo.
—¿Quién te envió a robar mi información?
—Nadie me envió.
Grimm levantó una ceja y luego preguntó:
—¿Entonces qué haces aquí?
—Me enteré de que se estaba mudando a esta casa y entré a ver si podía encontrar algo de valor para robar.
Ahora Grimm levantó las dos cejas, pero esta vez por la impresión.
—¿Cómo hiciste para burlar a mis guardias?
—Soy una gimnasta muy hábil —respondió de inmediato Cleo—. Uso mis habilidades para robar.
—Con que gimnasta, ¿eh? —se dijo Grimm sonriendo.
La verdad es que Grimm recordaba vagamente que esa putilla tenía un buen cuerpo, pero no lo había visto bien por haberse distraído de inmediato con sus grandes. Pero si esa chica clamaba ser una hábil gimnasta…
—Detente —ordenó y en el acto Cleo detuvo su boobjob .
Grimm la hizo a un lado y se levantó del sillón para terminar de quedarse desnudo. Se tumbó sobre el suelo, apoyó la cabeza sobre sus manos y mirando a la esclavizada muchacha, ordenó:
—Móntame. Pero en posición de squatting .
—Esta unidad obedece —respondió Cleo.
La muchacha se puso de pie, se acercó a Grimm y pasó un pie sobre él, asegurándose de que quedaran al lado de la cadera de este, luego empezó a doblar las rodillas, como si estuviera haciendo unas sentadillas, hasta que su coño estuvo sobre la verga erecta de Grimm, la tomó y la apuntó a su vagina y una vez la sintió en la dirección correcta, terminó de doblar las rodillas para que esta se fuera introduciendo de a poco en ella hasta que finalmente ella estaba “sentada” sobre la cadera de Grimm y el pene de este acariciándole el cérvix.
Cleo se quedó en esa posición unos segundos, tal vez en lo que se acomodaba o agarraba fuerzas, pero fuera lo que fuera que estuviera haciendo, tomó a Grimm de los hombros y empezó a mover sus rodillas para subir y bajar su cuerpo en unas “sentadillas sexuales”.
Grimm observaba extasiado el espectáculo, pero no tanto por el hecho de tener las enormes tetas de la muchacha en su cara botando como dos bolsas de agua caliente, sino porque tras algunos minutos en esa posición, Cleo continuaba follándolo tal y como le habían observado.
Pero lo extraño no era tanto que ella pudiera seguir, después de todo el collar le obligaría a continuar hasta que le explotaran las rodillas por el esfuerzo, sino que Cleo continuaba follando y su cuerpo, que no su mente, no daba muestras de cansancio, no había empezado a jadear ni siquiera a derramar lágrimas por el dolor que estaba sintiendo en sus rodillas. Era verdad: esa zorra estaba en muy buena forma.
Feliz por el excelente espécimen que había encontrado, Grimm tomó las grandes tetas de la muchacha y las estrujó con fuerza, luego tomó los pezones de la muchacha y empezar a pellizcarlos mientras se reía por lo conveniente de la situación sin notar que esto sí había provocado que una pequeña lágrima bajara por el inexpresivo rostro de Cleo.
Quizá porque inconscientemente quería terminar con el castigo a sus pezones, Cleo empezó a aumentar la velocidad de la follada aunque sus rodillas ahora sí empezaron a dolerle, pero si ese era el plan, funcionó: Grimm aulló de placer soltó los pezones de la chica y dejó que el sentimiento de orgasmo le invadiera todo el cuerpo mientras su verga explotaba en placer y llenaba el útero de la muchacha con su semen.
El collar captó la señal del orgasmo del hombre y sin que este se lo ordenara, hizo que el cuerpo de Cleo se detuviera y se pusiera de pie para darle tiempo a Grimm de descansar.
Grimm empezó a recuperar el aire mientras miraba a la hipnotizada muchacha a su lado, de pie y en posición de firmes. Sabía que iba a ser una excelente muñeca, pero su vena sádica no quería conformarse solo con eso. Quería torturarla por haberse atrevido a entrar a su casa y él ya sabía cómo lo haría…
Cleo abrió los ojos. Todo le daba vueltas y el cuerpo le dolía. No podía recordar qué había pasado, lo último que recordaba era que había descubierto los secretos sucios de Tristán Grimm y luego… ¿y luego?
—Oh… ya despertaste, ¿eh Cleo?
Al escuchar la voz de alguien detrás de ella le hizo ponerse en alerta y tratar de saltar para ponerse en una posición defensiva… pero por más que lo intentó no se movió. Su cuerpo no le respondía.
—No te molestes en moverte cariño, el collar que tienes en el cuello me da el control sobre todo tu cuerpo —dijo el hombre detrás de ella.
Asustada, Cleo bajó la mirada tratando de ver dicho collar, pero aunque no logró verlo, su terror no hizo más que aumentar: se vio a sí misma desnuda, con las rodillas dobladas y las manos apoyadas sobre estas. Pero por sobre todas las cosas, fue consciente de otro pequeño detalle: cerca de su ano tenía algo redondo, suave… y caliente.
Ahora sí dominada por el terror, como pudo logró girar el cuello y tras ella vio a Grimm, sentado en el sillón de la habitación, desnudo… y con la polla apuntando a sus nalgas.
Por el terror que sentía por la situación y por lo que acababa de leer en sus archivos, no pudo sacar alguna palabra, pero Grimm hizo toda la charla:
—Todo lo que leíste en mis archivos es verdad Cleo. Soy parte importante de una organización clandestina que se dedica a convertir a mujeres sexys como tú en muñecas sexuales vivientes. Pudiste haber arruinado nuestra operación si hubieras lanzado esos documentos al público… pero por suerte mi computadora tiene un sistema de seguridad hipnótico que adormiló tu pequeño cerebro para darme tiempo de llegar y hacer control de daños.
Los dientes de Cleo castañearon, porque ya sabía lo que iba a ocurrir. Y Grimm se encargó de confirmárselo:
—Ahora pequeña Cleo… —dijo mientras le acariciaba sus nalgas— tú vas a ser la más nueva adición a nuestra colección de putas obedientes, pero no creas que te vas a ir tan fácil. Quiero que la desesperación y la humillación sea lo último que recuerdes antes de que borremos toda tu personalidad y te convirtamos en un dron. ¿Y cómo planeo hacer eso? Primero voy a hacer que seas tú la que me entregue tu virginidad anal.
Y tras decir esas últimas dos palabras, las rodillas de Cleo empezaron a bajar por si solas para irse poco a poco introduciendo la verga de aquel hombre en su recto.
—¡No! ¡No! —gimió Cleo, pero sus palabras fueron ahogadas por gemidos de dolor que empezaron a salir de su garganta al sentir como esa dura polla le rompía el culo.
Cleo sintió como su ano, esa cavidad que no estaba hecha para “entrada”, se estiraba ante ese pedazo de carne invasor, causándole un gran dolor, mientras humillada escuchaba como entre gemidos de placer Grimm se burlaba de ella.
Finalmente de una forma que nunca comprendió, logró meter toda la verga de ese hombre en su recto. Pero su suplicio no terminó ahí, pues su cuerpo empezó a moverse para meter y sacar ese pedazo de carne caliente de su cuerpo, terminando de destrozarle el recto y dañando su psique que ya no estaba pudiendo distinguir entre el dolor y el placer, y el hecho de que Grimm le soltara algunas fuertes bofetadas a sus nalgas no ayudaba.
Pronto el suplicio de Cleo pareció llegar a su final, porque sintió que Grimm la tomó de la cadera para empezar a embestirla con fuerza; la lastimaba, sí, pero al menos sabía que ya estaba por terminar. Cerró los ojos, apretó los dientes y esperó hasta que un gruñido ahogado y el sentimiento de que su intestino se llenaba de un líquido ardiente le indicaron que se había terminado.
Grimm la empujó para que diera unos pasos y así sacar su pene del ano de la muchacha y disfrutar de la vista de ese agujero ahora todo dilatado y empezando a rumiar leche.
Se puso de pie y se acercó a Cleo, quien lo miró con el más intenso de los odios y trató de decir:
—Desgraciado hijo de…
—Maniquí —dijo Grimm sin darle chance de terminar su frase.
El efecto fue inmediato. El cuerpo de Cleo adoptó una posición de firmes y se quedó ahí, rígida y sin moverse. Su rostro hizo algo similar, solo que esta vez sus labios se curvaron en una sonrisa que dada la situación, se veía más bien tétrica.
Grimm se acercó a un comunicador en su escritorio, presionó el botón y dijo:
—Ya pueden pasar por ella.
Atrapada dentro de su propio cuerpo, Cleo solo escuchó como la puerta de la habitación se abría y que dos pares de tacones se acercaban a ellos con pasos precisos. Pronto se hicieron presentes frente a ella las dueñas de esas pisadas: Una muchacha morena de cabello negro largo y una asiática de cabello también negro, pero esta vez corto y que además llevaba con ella una carretilla.
Ambas tenían en común que llevaban un baby doll que simulaba ser un traje de criada, lo que dejaba a la vista sus tetas y su bien depilada área púbica, el código de barras que tenían tatuado sobre el coño y por sobre todo, esos ojos blancos totalmente carentes de vida.
Grimm se acercó a las dos muñecas, las abrazó por el cuello y dijo:
—Cleo, te presento a la agente Natalia y a la agente Ada. Natalia intentó infiltrarse a nuestra compañía por parte del gobierno mientras que Ada lo hizo desde una compañía rival. Pero como puedes ver, ambas fueron capturadas y convertidas en dos de mi vasta colección de muñecas. ¿Y adivina qué Cleo? Tienes asiento de primera fila para ver como destruimos tu mente y te reducimos… a esto.
Por toda respuesta, lo único que Cleo pudo hacer fue derramar dos lágrimas, señal que desde su interior, estaba gritando en desesperación.
Grimm sonrió con crueldad y tras darle una nalgada a sus dos chicas, dijo:
—Llévensela.
—Sí amo —respondieron monótonamente las dos ex agentes. Subieron a Cleo a la carretilla y una vez la tuvieron bien asegurada, se la llevaron a someterla al proceso que dentro de poco, la volvería su hermana en la vida de esclavas de Tristán Grimm.
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