En la boca del lobo
¿Quién eres?
Me despierto en una mullida cama. Después de la sesión de baño estaba tan cansada que me quede completamente dormida. Supongo que me llevaría hasta la cama en brazos, ya que no me acuerdo de haber subido por mi propio pie.
Me elevo lentamente mirando a mi alrededor.
Estoy en una amplia habitación con un enorme armario que ocupa casi toda la estancia y uno de esos sofás bajos que tienen una ventana enorme encima. Desde aquí puedo ver el bosque que no hace más que confirmarme que estoy en medio de la nada.
Un delicioso olor hace que me gire para ver un plato repleto de pollo al curry con un vaso de vino en la mesilla.
Un rugido proveniente de mi estómago me recuerda que no he comido nada y sin pensar si puede estar envenado o no cojo el plato y lo devoro sin apenas pararme a masticar.
Estoy posando el vaso vacío en la mesa cuando veo como entra.
- Veo que te ha gustado -dice con una sonrisa mirando el plato encima de la mesilla.
Se acerca al lado de mi cama hasta acabar sentándose a mi lado.
Pienso en alejarme de él, pero el recuerdo del castigo de ayer hace que me replante mi acción.
- Sí.
- Ayer después del baño estabas muy cansada…-dice con un brillo en los ojos que hace que me sonroje al instante- Pensé que te vendría bien descansar un poco.
- ¿Cuánto tiempo he dormido?
- Unas cinco horas. Bien, he pensado que hoy…
- ¿Quién eres? -pregunto sin dejarle acabar la frase.
Desde que me he despertado no he dejado de darle vueltas a la cabeza, sobre alguien conocido que pueda adaptarse a las características físicas que tiene mi secuestrador, pero por más que pienso no se me ocurre quien puede ser.
- Ya te dije que lo entenderías todo…con el tiempo. He pensado que como hace buen día…
- ¿Cómo lo voy a entender si no me dices quien eres ni tampoco me dejas ver tu cara? -vuelvo a interrumpirle.
Suspira. Veo como se arremanga la camisa negra con su habitual calma. Al sospechar lo que va a hacer intento apartarme, pero no soy lo bastante rápida. Un tirón de pelo me hace arrimarme bruscamente hacía él con un gesto de dolor.
- Mira que intentado ser paciente…pero mi pequeña no cambia. -murmura entre dientes- la que es cabezota, lo es siempre ¿eh?
Otra vez siento esa sensación de que es como si me conociera de toda la vida, pero sin saber quién puede ser llegar a ser.
- No ha pasado ni 24 horas y ya tengo que enseñarte la segunda regla. -dice lamiéndome el labio inferior mientras aumenta su agarre en mi pelo.
- Para… ¡me haces daño!
- Si hubieras sido una niña buena ahora estaríamos disfrutando, pero no… mi pequeña no puede mantener su bocaza cerrada.
Me levanta sin soltarme y de un empujón me empotra contra la pared. Me doy la vuelta con furia y le hago cara. Si hay algo que nunca he soportado es el abuso de poder.
Mi padre era un maldito borracho que pegaba a mi madre y aunque a mí nunca me llego a tocar podía oír como lanzaba objetos por toda la casa y empujaba y maltrataba a mi madre.
Por supuesto no estoy hablando de mi padre (que en realidad es mi padrastro) sino de mi padre biológico.
Un día mi padre vino del bar más tarde de lo habitual. Al parecer había discutido con un hombre y como siempre lo acabo pagando con mi madre.
Pero esta vez fue distinta.
Yo estaba en mi cuarto escuchando música a todo volumen con los auriculares como cada vez que oía como mis padres empezaban a discutir y de repente la puerta se abrió de golpe.
Mi padre entro como un huracán con una mirada de loco que jamás había llegado a ver, buscándome por todos lados mientras le seguía mi madre gritando intentando detenerle. Un grito de mi madre me basto para salir corriendo hacía la calle. Nada más salir por la puerta casi me choco con un policía. Al parecer alguien alentado por los gritos había llamado a la policía. Y la verdad es que le debo a esa persona anónima todo, gracias a ella salí de aquel infierno que era mi vida y me adopto mi actual familia.
Le miró fijamente para que sepa que esta vez no me voy a achantar y que, aunque ayer me gano una batalla desde luego no ha ganado la guerra.
Parece que le resulta gracioso, porque veo como se forma una sonrisa ladeada en su boca.
- Parece que mi pequeña tiene ganas de guerra, ¿eh?
No contesto.
Se acerca lentamente hacía mí, pero antes de que llegue a arrinconarme del todo pongo una mano en su pecho para detener su avance. Mira mi mano divertido y con un movimiento rápido coge mi brazo y me hace una llave empotrando mi cara de nuevo contra la pared.
- ¿Tienes ganas de pelea, nena? -pregunta dándome un pequeño azote con su mano libre- Veo que no sirvió de mucho el castigo de ayer. Quizás tenga que recordártelo…
Me arrastra afuera de la habitación y aunque intento zafarme de su agarre tiene demasiada fuerza y en apenas unos segundos ya estoy dentro de la maldita habitación.
Esta vez hay una pequeña modificación.
En vez del gancho de siempre veo un potro como de gimnasia salvo que este tiene esposas en las patas, en medio de la habitación.
- Tenía pensado usarlo para otra cosa, pero que se le va hacer…-dice mientras me lleva hasta el potro.
Me hace inclinarme hasta apoyar parte de mi cuerpo en el potro. Intento levantarme, pero una mano en mi nuca me impide moverme. Me coloca las esposas en las muñecas y en los tobillos.
Cuando oigo el click de la última esposa sé que vuelvo a estar a su merced.
- ¡Suéltame! -grito tirando inútilmente de las esposas.
- Hoy vamos a aprender la segunda regla -dice ignorando mis gritos- No interrumpirme cuando hablo. ¿Cuál es la segunda regla?
- ¡Que te den, maldito cabrón!
- Lo que suponía.
Oigo sus pasos alejarse de mí. Intento girar mi cabeza para verlo, pero apenas puedo moverme.
Justo cuando estoy pensando que me va a dejar así como ayer vuelvo a oír sus pasos entrando en la habitación acercándose a mí.
- Dado que necesitas un aliciente para obedecer, creo que esto hará que “aprendas la lección” más rápido -dice poniéndose enfrente a mí.
Alzo la vista y lo que veo me congela la sangre.
Sujeta balanceando una especie de pala de madera larga.
- ¿Qu-qué vas a hacer?
- ¿Qué te pasa, pequeña? Te has puesto pálida -dice sonriendo mientras me acerca a la cara la pala -Unos cuantos azotes con esta monada y seguro que te pensarás más adelante en cerrar esta preciosa boca tuya.
Veo como se gira hasta posicionarse detrás de mí.
- No…no…
- Quiero que cuentes cada azote. Cada vez que pierdas la cuenta empezaré desde cero, ¿entendido?
- No, por favor…no.
Intento revolverme todo lo que puedo, pero el primer azote me alcanza con una poderosa fuerza que hace que grite con todas mis fuerzas.
- ¡Para! Por Dios, para.
- Cuenta
Otro azote vuelve a estrellarse contra mi culo sin haberme dado apenas tiempo para recuperarme. Las lágrimas ya empiezan a descender por mi cara.
- U-uno. -digo intentando controlarme.
Más azotes atraviesan mi culo con la misma fuerza que el primero. Apenas puedo controlarme ya, las lágrimas nublan mi vista y he empezado a hipar sin control. Siento mi culo ardiendo al rojo vivo y las muñecas me duelen del roce con las esposas intentando soltarme.
- Díez…díez. No más, por favor. No más. -susurro con un hilo de voz.
Otra tanda de azotes se estrella contra mi culo y cuando pienso que no voy a poder aguantar más se para en el número veinte.
- Ya, pequeña. Ya. -dice acariciándome la espalda lentamente.
Apenas soy consciente del tacto de su mano en mi espalda. No puedo dejar de llorar y siento mi culo totalmente destrozado.
- Shh… ya paso. -susurra sin dejar de acariciarme.
De repente noto frío en mi culo y al girar un poco la cabeza veo que me está extendiendo un gel. La frialdad hace que poco a poco el ardor vaya disminuyendo hasta convertirse en una molestia.
- Eso es, pequeña.
Apenas me doy cuenta que he empezado a mover el culo al son de sus caricias que cada vez me gustan más. Voy notando como me voy mojando poco a poco.
Un gemido apenas audible sale de mi boca al notar como un dedo lleno de gel va haciendo pequeños círculos alrededor de mi ano sin llegar a introducirlo.
No sabía que esa parte de mi cuerpo podía llegar a ser tan placentera.
- Buena chica.
Sus susurros acompañados de caricias hacen que me excite cada vez más y que, aunque lo intente no pueda contener los gemidos.
- ¿Cuál es la segunda regla? -repite sin dejar de masajear mi ano.
- N-no…no interrumpirte -jadeo moviendo el culo al compás de sus caricias.
- ¿Vas a ser capaz de recordarlo para la próxima vez?
- Sí…sí…
Una mano alza ligeramente mi cuerpo y siento su polla en la entrada de mi vagina. Estoy tan cachonda que estoy deseando que me folle. Elevo mi culo más para facilitarle la entrada y de una embestida me penetra haciendo que lance un grito.
- Como tenga que repetirte…otra…otra vez la regla-jadea mientras sus manos me empujan más a él -esto te parecerá una caricia en comparación. ¿Está claro?
- Sí. Sí… no pares
Sus embestidas empiezan a ser brutales y tengo que sujetarme a los lados del potro para intentar que no me tire.
Un dedo vuelve a jugar con mi ano mientras no deja de embestirme. Gimo sin control cerrando los ojos notando como roza mis paredes internas con un placer indescriptible.
- Dios… si, así. Mueve ese culito.
Lleva el dedo que ha estado en mi ano hasta mi boca y sin hacerle ascos abro la boca y le empiezo a lamer como si de su polla se tratara.
- Me vuelves loco, nena. -gime sin parar de moverse
Saca el dedo de mi boca y le lleva hasta la entrada de mi ano el cual empuja lentamente hasta que poco a poco va entrando su dedo en mi culo.
Esa pequeña invasión hace que levante más las caderas y el dedo se clave más en mí y sin control me corro con un grito.
Desmadejada me dejo caer en el potro sin darme cuenta que había elevado tanto mi cuerpo.
Él sigue moviéndose en mi interior sin dejar de sacar su dedo hasta que con una última embestida se corre en mi interior.
Al alejarse de mí noto como su semen va resbalando por mis muslos.
- Creo que nunca me cansaré de esto -dice acercándose a mi cara.
Me coge con delicadeza de la barbilla y agachándose me besa. Yo no me aparto y le devuelvo el beso con pasión buscando su lengua con la mía.
Se separa de mí mirándome con esos ojos verdes cada pequeño detalle de mi cara.
- No sabes el tiempo que he deseado tenerte así. -murmura cerca de mis labios.
Le observo con detenimiento intentando descifrar lo que está pensando.
- ¿Quién eres?
Sonríe de lado y cuando pienso que va a evadir mi pregunta cómo ha estado haciendo todo este tiempo se levanta y lleva la mano hasta su máscara.
Veo una barbilla pronunciada, ojos verdes, pelo negro y una cicatriz en su ceja.
No puede ser…
¡Es imposible!
Abro los ojos como platos y solo se me escapa una palabra.
- Ray.