En la biblioteca pública
Pedro, un cuarentón en paro, comienza a flirtear en la biblioteca pública con un joven universitario.
Como cada Jueves Pedro estaba en la parada esperando el bus que lo llevaría al centro de su ciudad.
Se había quedado recientemente en el paro, y para él, que siempre había sido un adicto al trabajo, le suponía tener por fin todo el tiempo del mundo a su entera disposición.
Estaba orgulloso de haber sido capaz de dejar el curro y de nada sirvieron los chantajes emocionales de su jefe… “ Yo me lo pensaría mejor, con cuarenta y seis años ¿quien crees que te va a contratar?” le había dicho en una ocasión, y eso solo había provocado en él mayores ganas de salir de allí pitando.
Como era una persona inquieta no se dejó caer en la apatía y decidió que los dos años que tenía de prestación de desempleo los dedicaría a leer, escuchar música, ver películas y a formarse en algunas de las materias que siempre le habían interesado pero que por el stress del trabajo nunca había podido mas que tocar ligeramente.
Era cierto que ya tenía cuarenta y seis años, ¿y qué?, aún tenía cuarenta y seis y tenía muchas cosas que hacer. La vida era para disfrutarla y por él no iba a quedar lo de hacer realidad la máxima de vivir cada día como si fuese el último, que algún día sería verdad… pero que le quitasen lo bailado!
Medía un metro setenta y cinco y pesaba bastante más de lo que debería, casi treinta quilos más de su peso ideal. Era regordete, muy peludo en pecho, brazos, piernas, espalda y culo. Un oso en toda regla; se cachondeaba de ello a veces con los colegas diciendo que físicamente era descendiente directo del eslabón perdido entre simio y homo sapiens. No practicaba ningún deporte más allá de un par o tres de sesiones semanales en el gimnasio, nada agotadoras y caminar bastante. Caminar le gustaba especialmente, si se ponía sus cascos con cualquier tipo de música era capaz de caminar tres o cuatro horas seguidas y disfrutarlo.
Si bien por todo su cuerpo tenía excedente de pelo no era así en su cabeza, donde unas profundas entradas y una calva en su coronilla hacía que se rapase al cero cada quince o veinte días. Para no parecer un melón se afeitaba dejándose una perilla alrededor de sus carnosos labios.
Sus ojos eran marrones y no llamaban especialmente la atención, además usaba gafas desde los doce años, lo que en conjunto hacían que tuviese una cara de intelectualillo. Alguna vez lo habían confundido con un presentador conocido en la Televisión Española ya fallecido, Constantino Romero , y en un par de ocasiones le habían abordado con la intención de que les firmase algún ejemplar novelesco del escritor Carlos Ruíz Zafón , con el que tuvo que admitir que el parecido era mayor que con el presentador televisivo.
Cada semana acudía dos o tres días a una biblioteca pública de su ciudad para, además de devolver y recoger algún libro de astrofísica, escribir algún cuento en su portátil o plasmar en ensayos sus impresiones sobre temas de actualidad.
No era su intención publicarlos, simplemente lo hacía para su propia lectura, y ciertamente lo disfrutaba.
Ese Jueves esperaba al autobús que lo llevaría directamente a diez metros de la biblioteca. Estaba especialmente nervioso, hacía dos semanas se sentaron en su misma mesa, frente a él, una pareja de universitarios veinteañeros. Un chico y una chica, que por las carantoñas que se hacían entre los subrayados de sus apuntes dejaban claro que tenían algo más que una simple relación de amistad.
No era la primera ocasión en la que compartía mesa con parejas que se tocaban o se reían con complicidad mientras estaban estudiando, pero esta vez Pedro no pudo dejar de advertir lo guapo y morboso que era el chico. Mediría casi metro ochenta, era moreno con el pelo rapado por los laterales y un poco más largo en la parte superior, pero solo ligeramente. Se parecía físicamente al marine protagonista de la película de James Cameron , “Avatar” , quizás ligeramente menos musculado pero muy parecido de cara y, lo que más le gustó a Pedro, su sonrisa cuando hablaba con su chica. Era realmente muy atractivo, y Pedro no podía evitar de vez en cuando levantar la mirada de su portátil para observarlo.
En una de esas ocasiones sus miradas se cruzaron por primera vez y el chaval le sonrió; Pedro le devolvió la sonrisa ruborizándose un poco, antes de bajar de nuevo la mirada hacia el teclado.
En siguientes horas el chaval lo había descubierto unas cuantas veces más lanzándole alguna mirada rápida, y Pedro, ya un poco nervioso, salió a la calle a fumarse un cigarro parta tranquilizarse un poco. No quería que el chaval se mosquease y que acabase diciéndole algo. En alguna ocasión le había pasado y se ingeniaba alguna excusa del tipo, “ me daba la impresión que te conocía ” o “ perdona porque tengo a veces la manía de mirar a la gente ”… pero le resultaba muy violento.
Estaba en la calle fumando cuando el chaval salió de la biblioteca y acercándosele le pidió uno. Mientras fumaron charlaron un poco, lo cual tranquilizó bastante a Pedro y socializó con el chaval muy a gusto. Le preguntó si era profesor y Pedro le dijo que no, que lo había sido pero que estaba en paro actualmente aprovechando para escribir algunos cuentos.
El chaval por su parte le comentó que el y su novia estaban estudiando Traducción e Interpretación, y tras hablarle un poco sobre sus estudios, se ofreció traducirle al inglés alguno de sus cuentos como práctica. Pedro aceptó y quedó de pasarle uno el siguiente Jueves, el único día que ellos estudiaban en esa biblioteca. Tras entrar de nuevo volvieron a intercambiar alguna mirada pero ya con la complicidad de haber tenido una conversación.
El siguiente Jueves, cuando llegó a la biblioteca, el chaval y su novia aún no habían llegado, lo supo porque recorrió los dos espacios de mesas que había en la sala de lectura buscándolos.
Decidió sentarse en una de las mesas cercanas a los enchufes para conectar su portátil que estaba casi sin batería. En esa mesa sólo quedaba libre el espacio que ocupó, pero le ofrecía visión directa sobre la entrada.
Pasada una hora, más o menos, llegaron el chaval y su novia. Cruzaron sus miradas por primera vez en ese día y el chaval movió la cabeza sonriendo y guiñándole un ojo en forma de saludo, que Pedro le respondió de la misma manera.
Estaba para comérselo, tan mono y con tanto morbo. Pedro se recreó observándolo, llevaba unos vaqueros azul marino con las costuras blancas que le sentaban genial, apretados a esas piernas fibradas, una camiseta larga morada y una cazadora vaquera del mismo tipo que los pantalones. El conjunto lucía espectacular y Pedro, como siempre que veía un tío así, no podía dejar de pensar que no jugaba en esa liga. Un chaval así no estaría a su alcance aunque fuese gay, cuanto más siendo hetero. Tenía que seguir controlando esa manía suya de proyectar su propia atracción hacia los demás imaginándose que también se podían sentir ligeramente atraídos por el.
Ese chaval lo tenía todo, era atractivo, joven y podía estar con quien quisiera, de hecho ya lo estaba, con esa chica de su edad que había que reconocer que era todo un bellezón. Que suerte tenía la cabrona, no pudo evitar pensar.
Se sentaron dos mesas más allá de donde él se encontraba y el chaval escogió un sitio frontal a su posición, con lo cual Pedro podía verlo simplemente levantando la cabeza.
Pasado un rato decidió salir a fumar un cigarro. Estaba en la calle encendiéndoselo cuando salió el chaval y le pidió uno. Se le presentó sonriendo porque era cierto que aún no sabían sus nombres. Se llamaba Ricardo pero le pidió que lo llamase Riqui, que era como le llamaban los colegas y la familia a excepción de su madre cuando se enfadaba que lo llamaba con nombre completo y apellidos. Se rieron ambos porque Pedro le comentó que su madre hacía exactamente lo mismo.
Riqui le preguntó si había traído el cuento para que lo tradujese y Pedro le entregó el pen drive donde lo llevaba que sacó de uno de los bolsillos de su cazadora. Él lo leería y traduciría en casa para devolvérselo la semana próxima le dijo. Entraron de nuevo, Pedro directamente a la sala de lectura y Riqui al baño, a “hacer un río”, le susurró riendo.
A Pedro le encantaba ese chaval, se sentía muy a gusto charlando con él y ya envidiaba un poquito más si cabe a su despampanante novia.
Había dudado mucho en que tipo cuento de los que escribía pasarle para traducir, pero finalmente se había decidido por uno de ciencia ficción, de ocho páginas, donde un astronauta tras ser engullido por un agujero de gusano llega a un universo paralelo y es detenido por un miembro de una raza alienígena de un solo género del que acaba enamorándose, abandonando la idea de regresar a la Tierra.
Era un cuento extraño pero había disfrutado mucho escribiéndolo, sobre todo la parte de la tórrida relación sexual mantenida entre los protagonistas interespecies.
Durante esa mañana también intercalaron algunas miradas, siempre sonriéndose ambos.
Durante toda la semana Pedro se machacó obsesivamente pensando en que igual se había equivocado pasándole ese cuento. Haría demasiado evidente su orientación sexual creía y Riqui pasaría de él, se martirizaba.
Por eso ese Jueves estaba especialmente nervioso esperando el bus, a ver cual era la reacción de Riqui al verlo.
Llegó a la biblioteca y, tras entregar los libros que se había llevado, buscó sitio en una mesa que le permitiese acceder visualmente a la entrada. Ese Jueves estaba escribiendo bien poco, más atento a cualquier movimiento que se diese en la entrada que a redactar nada coherente.
La mañana iba pasando y ni Riqui ni su chica aparecían, cada vez tenía más claro que el chaval se había rallado y que no lo vería hoy, y quien sabe si nunca más. Se arrepintió de no haberle pedido como mínimo el correo electrónico para tener alguna forma de contactar con él pero dando ya el tema por perdido comenzó a escribir un ensayo sobre el deseo y el desamor. Escribir le resultaba muy efectivo como autoterapia.
Estaba tan concentrado que se sobresaltó al sentir una mano sobre su hombro. Era Riqui que sonriendo se le acercó al oído para invitarlo a salir a fumar un rato.
En la calle y tras invitarle el propio Riqui esta vez a un cigarro le devolvió el pendrive con la traducción del relato
- Toma tío, ahí lo tienes. Me moló mogollón. Eres bueno, te engancha desde el principio.
- Gracias Riqui, que guay que te haya gustado
- Sii, mola el rollo que se traen entre ellos jejejeje, tengo que reconocer que me puse un poco palote con la parte del polvete jejejeje. ¡Lo de la mamada del alien de lengua bífida es una pasada! jejejejeje.
Pedro se rió ruborizándose un poco, pero la naturalidad con la que se comportaba Riqui calmó sus nervios ipso facto, el chaval era mucho más abierto de lo que pensaba.
- jajaja como no llegabais, me rallé un poco pensando que no te había gustado y que pasabas de mi.
- Jejejejeje que va hombre, si me tienes que pasar más. He venido para traértelo porque la Vane se ha puesto mala y he ido por su casa a llevarle unos apuntes.
- Ostras que putada
- Naa, si no es na, una gripe, unos días en cama y como nueva. No me he acercado a ella mucho pa que no me la pegue jejejejeje.
- ¡Ay la pobre!, este año viene la gripe jodida. No se puede dormir uno con el culo al aire jajajaja.
- Jejejeje, ya te digo. Tío, entro contigo que voy al pipi can jejejeje. ¿Te vienes?
La forma en la que le hizo esa pregunta, mientras le guiñaba un ojo, desconcertó ligeramente a Pedro. “ No proyectes… No proyectes ”, se repetía mentalmente mientras entraba en el baño de la biblio tras Riqui.
El baño era bastante amplio y estaba realmente muy limpio, el olor del desinfectante lo llenaba todo. Conforme entrabas había dos lavamanos frente a un gran espejo separados por un murillo de los meaderos, tres, pegados en una pared enfrente de los retretes, dos cuartitos, uno de ellos bastante más grande y equipado para discapacitados.
Como Riqui se colocó en el meadero central, Pedro tuvo que decidir en un segundo por que opción optaba, si colocarse, sí o sí, al lado del chaval, o entrar en uno de los cuartos. Como Riqui se entre giró hablándole, optó por colocarse en el de su izquierda.
- Joder, estaba que me desorinaba vivo jejeje. ¡A puntito de estallar!
- Es el frío, que da más ganas de mear jajaja
- El frío y la caña que me he tomado hace un rato jejejeje
- Jajajaja, eso también, desde luego.
Se hizo el silencio entre ambos con lo que el sonido de las meadas contra la loza de los urinarios pasó a substituir a su conversación. Pedro nunca había sido de ligotear en los baños, pero estar meando al lado de Riqui se la estaba poniendo un poco morcillona. Se concentraba en su propia micción para no caer en la tentación de ver de reojo la polla del chaval.
- Jejejeje estoy pensando en tu cuento, que bueno lo de la mamada jejeje
- Si… bueno… imaginación no me falta…
- Tío, es pensarlo y se me pone dura dura… ¡mira!… ¡no te miento! jejeje
Pedro se encontró girando su cabeza y mirando directamente al rabo de Riqui que efectivamente estaba totalmente tieso. Casi se cae de espaldas al ver la polla del chaval; era un rabazo muy, pero que muy apetecible. Serían unos 17 o 18 cm, grueso de piel blanquita, venoso y coronado por un capullo rosado que hicieron que inconscientemente se pasase ligeramente la lengua por sus labios mientras tragaba un poco de saliva por los nervios.
Riqui lo miró fijamente y guiñándole un ojo se dirigió al retrete de discapacitados con la polla tiesa y dejando la puerta abierta. Pedro se había empalmado también, su polla no era nada del otro mundo, más bien tirando a pequeña, 13 o 14cm, de piel muy morena y con el capullo más oscuro que el del chaval. Por pudor se la guardó sin subirse la cremallera y se dirigió lentamente al retrete. Tenía el corazón bombeando a mil por hora.
Se asomó a la puerta abierta y casi se corre con sólo ver a Riqui sentado sobre la tapa del inodoro, con los pantalones y gayumbos por los tobillos, las piernas abiertas, pies juntos, ofreciéndole totalmente su erección. Entró en el cuarto y cerró la puerta con el seguro. Riqui le sonreía y lo miraba de una forma muy lasciva. Se dirigió hacia él arrodillándose con la intención de tragarse ese sable que tenía delante. Riqui se lo impidió agarrándole la cabeza y plantándole un morreo que descolocó un poco a Pedro. Asumía que ese chaval tuviese ganas de una mamada para aliviar la tensión, pero lo que le desconcertó realmente es que fuese él quien buscase su boca para comérsela entera. Ciertamente era un chaval con una mentalidad más abierta de lo que suponía, mucho más abierta.
Mientras estaban morreándose Pedro acarició las gordas bolas de Riqui, subiendo hacia la polla para comenzar a pajearla. Seguía con el corazón acelerado pero disfrutando con los roces de la lengua del chaval contra la suya.
Pajeándolo con la mano derecha, le metía la izquierda por el interior de su camiseta acariciándole sus musculados abdominales y las tetillas.
Riqui dejó de morrearlo para subirse la camiseta y pasársela por detrás de la cabeza, dándole acceso con ello a todo su pectoral. Esa forma de colocarse la camiseta ponía muy cachondo a Pedro, que se quitó sus gafas, dejándolas en el suelo, para lanzarse a comerse los pezones de Riqui.
Estaba flipando con lo bueno que estaba el yogurín, y fue bajando su boca haciá su húmedo capullo.
Tras pasarle la lengua ligeramente por la punta se la fue tragando poco a poco sin apartar su mirada de la de Riqui. Éste abría ligeramente la boca y se relamía mientras lo miraba fijamente entrecerrando un poco sus ojos.
A Pedro le habían dicho en muchas ocasiones que la comía de puta madre y hoy no estaba dispuesto a bajar el listón. El chaval y ese pollón se lo merecían. Le comió y lamió las bolas, lo lengueteó por el exterior, dándole pequeños mordiscos, puso sus labios rodeando el capullo mientras le pasaba la lengua por el frenillo y la metía por el orificio de la uretra para a continuación, con el glande bien ensalivado, pasarle ligeramente su perilla en movimientos circulares provocando unos ligeros gémidos en Riqui que se transformaban en un “jodeeeerr” cuando se la tragaba entera hasta la base. Lo estaba ordeñando a base de bien, quería que lo disfrutase de verdad.
Pedro era de esos tipos que disfrutan más dando placer que recibiéndolo, y se lo estaba pasando genial con aquel pollón que inesperadamente se había puesto a su alcance.
Sintió que Riqui endureció sus piernas, subió la intensidad de sus gemidos y los movimientos de su pelvis. La corrida del chaval era inminente y se avino a recibirla en su boca. Le encantaba, cuando se sentía seguro comiéndosela a alguien, la sensación del bombeo de la lefada.
Y llegó, notó como la leche del chaval salía a trallazos de su polla y se depositaba en el interior de su boca y se concentró en disfrutarlo a tope. Riqui le acariciaba su rapada cabeza y el se lo tragaba todo, limpiando a conciencia cualquier rastro de leche tanto de la punta del glande como del espacio entre éste y la piel del mismo.
Cuando quedaba con alguien por alguna app para comerle la polla ese era el momento en el que todo acababa, solían volver a vestirse y con un poco de suerte se despedían de él cortésmente. Eso siempre le frustraba un poco pero cuando quedaba así ya sabía a lo que iba y prefería no rallarse.
En esta ocasión fue muy diferente, Riqui le cogió la cabeza para llevándola hasta su boca darle un morreo brutal degustando el sabor de su propia corrida. Separándose ligeramente le pidió susurrándole al oído que por favor se corriese sobre su pecho. Un Pedro sorprendido y excitado por la petición se levantó y sacando su babeante polla de la bragueta comenzó a pajearse salvajemente mientras Riqui le acariciaba las bolas. Estaba tan caliente que se corrió de inmediato y copiosamente, lanzando unos fuertes trallazos que se repartieron entre el pecho del chaval y la pared del cuarto. A continuación le dio un morreo totalmente correspondido por el Riqui y bajó a recoger a lametones todos los restos de su lefada en su musculado pecho.
- Joder tío, que bueno. Que ganas tenía de probarlo jejejeje
- Ufff, estás superbueno Riqui, por dioss
- Jejejeje, pues cuando quieras repetimos, pero la próxima mejor en tu casa que en un baño ¿eh? Jejeje
- Hecho campeón, ahora te paso el móvil y lo hablamos por wass, tengo tiempo y vivo solo, o sea que cuando quieras.
- De puta madre, porque ya tengo ganas de petarte ese culazo peludo que seguro tienes jejeje.
Ya se habían compuesto, se intercambiaron los números de móvil y Riquí salió primero del baño de discapacitados despidiéndose de él con un piquito en los morros.
Pedro salió un poco más tarde, después de limpiar con papel higiénico los restos de su corrida en los azulejos del baño. El personal de limpieza no tenía porque limpiar los restos de ese encuentro caliente de media mañana, pensó.
Entró en la sala de lectura tras haberse lavado la cara, las manos y enjuagarse a fondo la boca. Recogió sus cosas y salió a la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Esperando en la parada el bus de vuelta cogió su móvil para quitarle la opción de silencio y vio que tenía un wass de Riqui
- Tío, ¿tú este finde tienes plan ya? ;-). Si quieres podemos pasarlo juntos… ;-)
Pedro se sonrió y le contestó de inmediato diciéndole que encantado de recibirlo en su casa y le envió su dirección. Quedaron en que se pasaría el Sábado a las once de la mañana.
Subió al bus pensando en lo que tendría que comprar para el finde. Tuvo claro que el Viernes visitaría la farmacia… El lubricante era una de las cosas que no tenía en casa y que visto lo visto iba a necesitar.
Cuando se sentó en uno de los asientos de ventanilla no pudo evitar pensar en lo que su colega Sandra le había dicho una vez… “Pedro, todos tenemos nuestro público…”
¡Cuanta razón tenía!….