En la alfombra no se puede dormir

Dos chicos muy listos consiguen montárselo con una chica de 18 años. Uno de ellos es su novio, y el otro,el mejor amigo de éste. Además le desvirgan el ano.

Ya era bastante tarde, las 5 o 6 de la madrugada y no nos acabábamos de decidir a volver a casa: Javier había perdido las llaves del chalet de sus padres y no se atrevía a llamar al timbre a esas horas…¡no me extraña! Lauro y yo le hacíamos compañía, en realidad, no queríamos que acabase la fiesta, pero todos los demás amigos se habían ido marchando a lo largo de la noche a medida que rotábamos de bar en bar y allí estábamos, como siempre, Lauro, Javier (su mejor amigo) y yo. Cada vez que salimos pasa lo mismo, terminamos los tres solos irrumpiendo en carcajadas cada cuatro frases y haciéndonos entre los tres propuestas indecorosas que nunca llegan a ningún término, o eso creía yo.

El caso era que Javier no tenía casa y ya se estaba planteando dormir un rato en la playa hasta poder tocar al timbre a una hora decente cuando Lauro se acordó del local que tenemos alquilado entre todos.

  • Podíamos ir allí los tres, están el sofá abajo y la cama arriba, ya veremos como nos arreglamos ¿no?

Y no hicieron falta más palabras, porque no sólo era una solución para Javier, sino también una buena forma de que Lauro y yo terminásemos bien la noche echando un buen polvo en aquella cama de matrimonio potrosa (me daba igual la bronca que me iba a caer por no dormir en casa), pero para un apaño valía, porque la verdad es que viviendo con una abuela como la mía o con unos padres puritanos como los suyos tenemos pocas oportunidades de tener relaciones sexuales en un lugar que no sea el asiento de atrás de su coche o un hotel cuando a él le llega el presupuesto y estamos románticos. Así que hacia el local nos encaminamos, dispuestos a caminar un buen trecho por no coger el coche, con varias copas encima (ellos) y yo con un dolor de pies debido a los tacones que cada seis metros teníamos que parar para que yo descansara.

Por fin, llegamos allí casi después de media hora andando, y al abrir la puerta nos llevamos una sorpresita ¡el sofá no estaba! Entonces Javier se acordó de que lo habían tirado hace poco pensando en la promesa de un amigo de traer otro mejor, y ese otro no había llegado.

Yo estaba sentada en una butaca, quedándome dormida por momentos cuando Lauro me dijo.

  • Súbete a la cama Clara, si eso dormimos éste y yo aquí en la alfombra, nos vamos a fumar unos cigarros y a charlar un rato.

Mi mente ya no tenía mucha capacidad de procesamiento a esas horas, así que subí las cuatro escaleras, me quité toda la ropa menos la interior, y me tiré a la cama quedándome de inmediato dormida.


  • Clara…Clara échate un poco para el lado que nos vamos a meter éste y yo, que abajo no podemos dormir.

  • ¿Cómo?- Yo no sabía si estaba soñando, porque esa frase me parecía totalmente absurda.

  • Shhhhhh! Sigue durmiendo.

Dos segundos después me encontré en la cama con uno de ellos a cada lado, en plan "sándwich", entre el sueño y la vigilia sin poder creer que aquello estuviese pasando de verdad, pero estaba tan cansada que no me veía con fuerzas para protestar, así que dejé que Lauro me abrazase de espaldas a él y cerré los ojos, mientras oía a Javier susurrar:

No te enfades Clarita, por favor.

Yo me reí, ya nada podía hacer, e intenté volver a quedarme dormida pensando que a veces la vida nos pone en situaciones muy curiosas y también un poco mosqueada porque ninguno de ellos parecía estar nada incómodo, debían pensar que era lo más normal del mundo meternos los 3 en esa cama a dormir a las casi ya 8 de la mañana.

Mi novio me tenía bien agarrada, estaba de espaldas a él, con el culo pegado a su pelvis y podía notar el bulto en su bóxer de su enorme pene, pero había algo más, ¡estaba duro! ¡estaba teniendo una erección en esas circunstancias!

Creía que ya lo había pasado todo por ese día, pero eso ya era lo último: mi novio cachondo con su mejor amigo en la cama. Incluso creo que me ruboricé pensándolo. En ese momento, una mano me empezó a acariciar el muslo y se me pusieron los pelos de punta ¿quién de los dos me había tocado? Le pregunté a Lauro, se rió y me dijo que él no me había tocado nada, que estaría soñando Javier con alguna.

Entonces Lauro me empezó a decir al oído que mi culo pegado a su polla le estaba poniendo cardiaco, que ya no aguantaba más y que estaba tan buena que incluso Javier me tenía ganas a pesar de ser su mejor amigo. Mientras me decía todo eso, a lo que yo no tenía valor de contestar, me había desabrochado el sujetador y yo me había quedado frente a Javier (que supuestamente dormía) con mi talla 95 de pechos adolescentes al aire y mi novio me acariciaba los pezones con una mano mientras me metía la otra dentro del tanga rojo que me había puesto esa noche para nuestro encuentro en su coche.

Yo estaba empezando a suspirar, no lo podía resistir porque sus caricias me vuelven loca y él además aprovechaba que estaba detrás de mí para juguetear con su lengua en mi cuello y mis orejas.

Llevaba ya un buen rato tocándome cuando notó que estaba húmeda y me introdujo dentro un par de dedos y fue entonces cuando no pude reprimir un leve gemido que intenté ahogar mordiéndome los labios, pero Lauro no parecía nada preocupado.

Su pene detrás de mí crecía por momentos y se le salía de bóxer, y yo, casi olvidada ya de la presencia de Javier, me apretaba más y más contra él para provocarle mientras él me tocaba por todas partes.

Entonces, con una facilidad sorprendente me quitó el tanga que llevaba y noté su enorme pene en la entrada de mi vagina, listo para penetrarme. El problema es que ese pene no estaba detrás sino frente a mí.

Era Javier, Javier me había quitado la ropa interior y tenía su atlético cuerpo a dos centímetros de mí, listo para follarme y mientras tanto, Lauro seguía tocándome, excitadísimo, y besándome el cuello.

¿Te pasa algo Clara? ¿No te gusta lo que está a punto de pasar?

Ese era mi novio ¿cómo me podía preguntar eso? Lo habían planeado todo y se lo estaban pasando en grande, lo increíble era que yo, a pesar de mis prejuicios, también.

Mi única respuesta fue un gemido a sus caricias mientras abría los ojos y veía en la penumbra a Javier sonriendo y mirándome con sus preciosos ojos verdes. Entonces le sonreí, y eso le bastó para acercar su cara, besarme en los labios, y empujar su pene dentro de mí. Grité, grité de placer y de dolor a la vez, porque no esperaba algo tan grande (y mi novio la tiene muy grande) pero a la vez sentía una plenitud indescriptible. Estaba muy caliente.

Javier empezó a moverse, cogiéndome de la cintura, mientras Lauro seguía tocándome las tetas y estimulándome el clítoris. Yo gemía como una loca y sudaba (tenía dos cuerpos candentes apresándome), pero estaba deseando que no pasara nunca ese momento. Lauro dejó de estimularme, pero Javier seguía penetrándome intensamente y yo le enterraba las uñas en sus suaves hombros y estiraba mi cuello, dejándome besar por el mejor amigo de mi novio, dejándome follar por el mejor amigo de mi novio.

Algo me hizo volver a la consciencia: Lauro me tocaba el ano en movimientos circulares y había algo frío y acuoso en sus dedos. Nunca me había tocado allí, yo ni siquiera me lo había planteado, porque aunque tenía una gran carrera sexual con 18 añitos, él había sido la única persona que había conseguido tener relaciones sexuales propiamente dichas conmigo y llevábamos solamente 8 meses juntos, así que nunca había pensado en el sexo anal.

Era una sensación extraña, se mezclaban el placer que me estaba dando Javier con aquel cosquilleo extraño. Y Javier me habló:

Clara, me voy a quitar, que no llevo condón.

Él no sabía que yo tomo anticonceptivos, y yo tampoco le dije nada. Deje que se retirase y entonces Lauro me colocó en la postura del perrito y empezó de nuevo a tocarme el clítoris mientras seguía con el dedo en mi ano. Yo no paraba de gemir, incluso gritaba y deseaba que me volviesen a penetrar, pero Lauro se lo tomaba con calma.

Frente a mi veía a Javier masturbándose, así que alargué la mano y él se acercó para que yo siguiese, pero yo, que soy experta desde los 14 años en mamadas, se la empecé a chupar para que tuviese una buena corrida (ya que no le había dejado hacerlo dentro de mí).

Las exclamaciones de placer de Javier se mezclaban con mis gemidos y Lauro había conseguido a base de mucho lubricante (que no sé de dónde había sacado), meter uno de sus dedos en mi orificio virgen y por fin decidió penetrarme, muy lentamente por la vagina mientras también lo hacia por el ano con su dedo. No quería que tuviera un orgasmo, lo sabía por su manera de penetrarme y yo me derretía a la vez que seguía con Javier, que estaba a punto de caramelo.

Metió otro dedo, lo estaba haciendo increíblemente bien porque no me dolía nada y el ritmo de sus embestidas se aceleraba por momentos, así como el volumen de mis gritos cada vez que dejaba un momento la polla de Javier.

Lauro paró, sacó su pene de mi interior y sin parar de tocarme empezó a estimularme alrededor del ano con él, a mi se me cortó la respiración. Tenía miedo, pero curiosamente seguía con la felación de Javier. Y en un momento de distracción por mi parte, se corrió en mi boca lanzando un gemido de placer increíble, pero yo estaba tan excitada que no me importó y fue casi ese mismo instante cuando Lauro me penetró el culo con su considerable pene.

Yo gritaba, gritaba de verdadero dolor mientras él seguía abriéndose camino poco a poco sin dejar de tocarme y de soltar exclamaciones que demostraban el placer que estaba sintiendo. A mi me dolía muchísimo, pero a pesar de todo el placer persistía y muy poco tiempo después me encontré empujando y marcando yo el ritmo de aquella sodomización increíble.

Javier estaba tumbado a mi lado y observaba todo encantado. De vez en cuando ponía su cabeza debajo de mi pecho y me chupaba los pezones con delicadeza o me besaba en los labios.

Lauro me preguntaba "¿estas bien?" a lo que contestaban mis gritos de goce y mi mente pensaba "nunca he estado mejor".

Unos instantes más tarde, una oleada electrizante y deliciosa recorrió todo mi pequeño y moreno cuerpo y mis gemidos se convirtieron en suspiros, pero yo seguía empujando (no quería dejar a mi novio a medias) y después de unos minutos noté un estadillo de calor en mi interior que bajo poco a poco transformado en líquido a cada lado de mis muslos.

Mi novio se separó, me dio la vuelta y me besó con deleite: "nena, eres única"

Yo cerré lo ojos y me tendí de nuevo entre los dos. Cuando me desperté no estaban, pero había una nota del puño de Lauro.

"Amor, no te hemos querido despertar. Luego pasaré a buscarte con el coche.

Eres la mejor."

P.D. Estamos todos de acuerdo en que no ha pasado nada en esta cama.