En juego.
Curioso fue ver como mi compañera de piso quiso joderme la partida online más importante del torneo, con esa mamada que me volvió loco.
Ainhoa, la única chica que era capaz de repararle el corazón a este poeta roto con tan solo rozarlo. Una despampanante rubia de ojos claros y piel porcelanosa suave. Era un poco más alta que yo, a pesar de que mi altura me ha acomplejado siempre a ella no parecía importarle para nada. Su cuerpo era un maldito monumento esculpido por los más grandes genios del renacimiento, curvas perfectamente detalladas y un culo que me era imposible no mirar con cada contoneo travieso.
Hacia relativamente poco que nos habíamos mudado juntos junto a Jesús, un tercer amigo, a un pequeño piso en la capital ya que nos salía más económico al vivir más cerca de la universidad. La convivencia era buena, nos tumbamos para hacer nuestras tareas, disfrutábamos el tiempo que pasábamos los tres juntos, pero sobre todo gozabamos de quedarnos solos. Quedar a solas en el pequeño apartamento bohemio era declararnos la guerra el uno al otro, una batalla de coqueteos, caricias suaves y besos furtivos que nunca llegaban a más por el simple hecho de que Ainhoa tenía novio, aunque para mí aquello jamás fue un problema, siempre he sido un poco capullo y por supuesto anteponia la ganas que tenía de comerme entera a esa tremenda rubia a cualquier "principio moral".
Aquella tarde yo me encontraba dispuesto a participar en la última ronda de un torneo online en el que podía ganar hasta mil euros si lograba junto a mi equipo llegar a la final. Prendí la videoconsola, me situé cómodamente en el sofá de la sala, con tan solo los boxers debido al calor que hacía en el centro de Florencia a aquellas alturas de mayo, coloqué los auriculares sobre mi cabeza y procedí a ingresar en el torneo. No me había percatado que Ainhoa me seguía curiosa con la mirada a cada movimiento que hacía, se encontraba sentada en una pequeña mesa, con los apuntes repartidos de forma irregular por toda la superficie y jugueteaba con un bolígrafo entre sus dedos, golpeandolo levemente contra sus carnosos labios de vez en cuando.
¿Qué?- Pregunté.
No, nada.- Contestó.
Cuando me miras así es por algo.-
Deberías dejar de vagear y estudiar.-
Vale mami, si mami, cuando acabe la partida mami. - Vacilé mientras volvía a dirigir mi mirada a la pantalla, no contestó nada más pero pude notar como resoplaba ante mi infantil respuesta.
El marcador de muertes subía y bajaba a favor y en contra de mi equipo, yo me encontraba totalmente concentrado en la partida y en las órdenes que debía dar a través del micro, ya que me habían nombrado por mi mayor experiencia líder del equipo, mis compañeros gritaban angustiados al otro lado de los auriculares. Entre grito y grito yo me iba disipando de la realidad y tan solo prestaba atención al control entre mis manos y la televisión.
Tan absorto me encontraba que no llegué a notar como mi compañera de piso se había sentado a mi lado y me estaba observando fijamente. Ganamos la última ronda clasificatoria, estábamos en la final, estaba más cerca de esos mil euros y la euforia se apoderó de mi. Me avalancé sobre Ainhoa y la abracé con todas mis fuerzas.
Vaya chico ¿Tan importante es ese juego?-
Cariño, si ganamos nos llevamos una pasta cada uno y encima nos seleccionan para otro torneo con un premio aún mayor. -
Entonces mejor no te distraigo, niño rata. -
Le saqué burla con un tono satírico y ella sonrió, dios, su sonrisa parecía esculpida por el mismísimo michelangelo Buonarroti.
El tiempo de espera entre partidas se estaba acabando y yo me encontraba sentado al borde del sofá con las piernas abiertas y los codos sobre mis muslos, sosteniendo con el cuerpo tensado el mando de la videoconsola. Pronto me encontraba dando órdenes de nuevo, la duración establecida era de treinta minutos, sería una partida dura.
Ainhoa se levantó con las manos entrelazadas tras su espalda, hasta el momento no me había fijado que llevaba un corto vestido veraniego rojo, me quedé embobado durante unos segundos hasta que el grito de uno de mis compañeros me trajo de nuevo a la vida, me habían matado y eso había perjudicado a mi equipo en el marcador. Grité enfurecido y Ainhoa soltó una risita de satisfacción, sabía perfectamente lo que estaba haciendo, conocía el juego que la rubia se traía entre manos y no podía permitir que me distrajera de esa manera.
Lo intentó hacer nuevamente, se contoneaba a mi alrededor, como queriendo fingir que buscaba algo, pasaba por delante de mi poniéndome ese hermoso culo duro delante de la cara, pero yo intentaba con todas mis fuerzas concentrarme en la partida.
Disgustada por mi reacción indiferente atacó con toda la artillería, mi corazón comenzó a latir más fuerte cuando la vi arrodillarse entre mis piernas y apoyar su cabeza en mi rodilla. Mire hacia abajo confundido y ella me sonrió perversamente, me volvieron a matar, mi grupo comenzaba a enfadarse conmigo ya que había jugado durante toda la partida de manera muy poco profesional. Intenté ignorarla nuevamente y aparté mi vista de ella.
Me estremeció el inesperado contacto de su mano sobre mi entrepierna, sin previo aviso habia comenzado a acariciarme por encima del calzoncillo y yo no me iba a oponer, pero tampoco podía abandonar el torneo. Me encontraba entre la espada y la pared, así que simplemente dejé fluir la situación y di a Ainhoa la libertad de hacer cuanto quisiera con mi polla.
No tardó demasiado en liberarla de sus ataduras de tela, su mano estaba fría y yo duro y ardiendo, me estaba costando respirar con normalidad y pronto llegué a la conclusión de que no podía gemir en plena partida, así que más me valía contenerme. Acariciaba el tronco con sus dedos de manera pausada, me estaba volviendo loco. Noté como se acomodaba entre mis piernas y de manera repentina su lengua recorrió todo mi pene en una lamida lenta, un gemido intentó salir de mi, pero me frené con todas las fuerzas que me quedaban. No pareció gustarle, le dediqué un mirada furioso y ella me devolvió un gesto de enfado infantil.
Se la metió en la boca, su saliva caliente bajaba por mi polla, mi respiración se entrecortaba cada vez que hacía un movimiento de subida y bajada con su cabeza, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, succionaba con pasión el glande mientras que con la mano derecha masajeaba el tronco al mismo ritmo, su lengua juguetona me acariciaba y rodeaba y yo me encontraba al borde de perder la cabeza.
Gemí, gemí tan fuerte que mis compañeros de equipo me preguntaron que si me pasaba algo, entre jadeos intenté contestar disimulando un poco el hecho de que tuviera a Ainhoa comiéndome el rabo justo en ese momento, con la posibilidad extra de que Jesús entrara por la puerta en cualquier momento.
No pude evitarlo y agarré con una de mis manos su cabeza para empujar con más fuerza hacia abajo, controlando el videojuego como podía con la otra mano. Comenzaba a jugar de puto culo pero ya me daba igual, me deshice de los auriculares cansado de los reproches de mis compañeros y lancé el control a un lado del sofá. Agarré su pelo con la otra mano, controlando su cabeza a mi antojo, escalofríos recorrían mi espina dorsal de arriba abajo y la piel erizada denotaban que estaba a punto de correrme en su boca. De golpe un sudor frío comenzó a invadirme y un golpe estremecedor de placer en la última acometida de su boca logró que me corriera con la mayor intensidad que había conocido en mi vida.
Se levantó, se limpió la comisura de los labios, me dio un beso en la frente y se giró con intención de marcharse de nuevo a su mesa.
Ah no, no, no, ni de coña, tu no te vas a escapar de mi.- Me levanté de un salto y la agarre por detrás de la cintura, lentsmente fui bajando la cremallera de su vestido y ella se deshizo de él en un segundo, quedando tan solo en un minúsculo tanga negro de encaje. La giré bruscamente y nos fundimos en un beso pasional y húmedo.
¿Que me vas a hacer? - Preguntó tras separarnos.
No contesté nada, tan solo sonreí perversamente ante su tono de niña buena.
La agarré del culo y la levanté en peso, ella se aferró con las piernas a mi cadera y nos dirigimos ambos, entre besos, a mi cuarto. La lancé sobre la cama para posteriormente subirme sobre ella.
Te vas a vengar por lo de antes, te conozco. - Reprochó intentando cubrirse el pecho con las manos. Le agarré las muñecas en silencio y se las levanté por encima de la cabeza.
No princesa, solo voy a hacer lo que llevo deseando hacer desde que te vi mover ese precioso culo por primera vez.-
¿Y qué quieres hacerme?- Preguntó de manera juguetona.
Follarte entera.-
Con las manos todavía sujeta volví a besarla lentamente en los labios para posteriormente ir bajando y regando besos por su mentón, cuello, clavículas, hombros, pecho... hasta llegar a sus tetas, dos montañas de mármol que deseaba comerme enteras. Liberé una de mis manos para masajear con suavidad aquel maravilloso paisaje, mientras que lamía uno de sus pezones Jugueteaba con el otro entre mis dedos, mordía, chupaba, acariciaba... ella gemía y se estremecía bajo mi cuerpo. Continué mi camino de besos hasta topar con la fina tela de encaje de su ropa interior. solté sus manos para deshacerme del minúsculo trozo de tela deslizandolo hacia abajo. Cruzó sus piernas como queriendo esconderse y sus mejillas comenzaron a pintarse de rojo, yo sonreí ante la ternura que me producía y volví a subir a la altura de su boca para besarla tiernamente como queriendo decirle "Tranquila, no pasa nada."
Volví a mi trabajo y comencé nuevamente a repartir besos por su vientre, cada vez más bajo, su tacto era suave y tras separar sus labios con mis dedos di la primera lamida, Ainhoa gritó y agarró mi pelo con fuerza. Su sabor era dulce y quería más, quería saborearla entera. continúe jugando con mi lengua en líneas rectas, de arriba a abajo, presionando sobre su clitoris y entreteniendome en su agujero. Ella acariciaba con sus uñas mi cabeza y de vez en cuando agarraba con fuerza mi pelo empujandome contra su vagina, mientras que sus piernas se movían frenéticamente sobre las sabanas y agarraba con la otra mano el cabecero de la cama.
-Dame más, quiero más.- Exigía, y yo cumplía órdenes, mi lengua cada vez iba más rápido y los movimientos variaban entre pequeños círculos y grandes lamidas.
-Me voy a correr.- Gritó justo antes de arquear la espalda sobre el colchón para posteriormente volver a tumbarse.
Aproveché ese momento para poner nuestras caderas a la misma altura y colocar mi pene sobre su vagina, acariciando entre los labios con la punta para lubricar antes de introducirlo lentamente, sus gemidos eran poesía para mis oídos. Logré llegar hasta el fondo en la primera acometida, clavó sus uñas en mi espalda y gemí junto a ella.
Comencé a moverme lento sobre su cuerpo, entrando y saliendo casi al completo, sus piernas se abrazaron a mi cintura invitandome a entrar hasta dentro del todo y no lo dudé, comencé a introducirme cada vez más rápido, más duro y más hondo en ella.
Su pecho subía y bajaba con fuerza y yo la tenía agarrada de la cintura, presionandola contra mi cada vez que metía mi polla en su húmedo agujero.
Comenzó a moverse junto a mi, notaba como poco a poco perdia el norte, me encontraba en una maldita nube de placer y estaba a punto de correrme de nuevo.
- Córrete conmigo.- Le exigí al mismo tiempo que subía el ritmo al máximo que mi cuerpo permitía. Sus gemidos se intensificaron y se juntaron con los míos.
Una fuerte corriente eléctrica me atravesó de arriba a abajo y en un último movimiento llegué al máximo fondo posible, su espalda se arqueó de nuevo y prácticamente quedó levitando, con las piernas todavía apretandome contra ella y apoyada solamente con la cabeza.
Cayó hacia atrás a plomo y yo me separé un poco de su cuerpo para observarla, tenía a una rubia de ojos claros, con un cuerpo de muerte, desnuda, sudorosa y jadeando en mi cama, debía ser el sueño de todo hombre. Estaba tan jodidamente bonita que por un momento noté como mi corazón hacia el amago de latir emocionado.
Me tumbé a su lado y me quedé mirándola en silencio mientras nuestras respiraciones trataban de volver a la normalidad.
- ¿Ha merecido la pena perder esa partida?- Preguntó mientras se pegaba a mi y escondía su cara en mi pecho.
La abracé pegandola todavía más a mi cuerpo y contesté. - Por ti cualquier cosa valdría la pena, Ainhoa.-