En familia con Paty

La visita el hermano de Paty que llega acompañado de su amigo, ex de ella. Yo la ayudo atendiendo al hermano para que ella recupere el tiempo de separación de su ex-amor.

EN FAMILIA CON PATY

Hoy nos presentamos en la oficina a trabajar después de una semana de trabajo en casa. La rutina fue como en cualquier lunes anterior. Paty y yo, después de haber concluido con una parte de las obligaciones, salimos a nuestra hora de comida al mismo restorancito de siempre. Nos atienden muy bien y en muy poco tiempo, así que nos queda espacio para platicar o comentar lo sucedido en esta semana de separación. En realidad, no teníamos de que platicar, pero Paty sí tenía algo que decirme.

“Manita, quiero que me hagas un quite, sé que a lo mejor no te interesaría, pero, si quieres y puedes, necesito me hagas segundas y me acompañes. Mi hermano y mi exnovio llegan dentro de unos días. Vienen de trabajo, estarán solamente unos tres días. Ya sabes, las riendas los tienen amarrados. Conozco a mi cuñadita y a la de Andrés, que fue compañera mía en la escuela. De Andrés yo me encargo, pero de mi hermano necesitaría me lo alejaras. Eso es todo, yo me encargo de las pagadas.”

“¡No hay problema, tendré el gusto de conocer a otro miembro de la familia Paty!” “¿Ya tienes algún plan?”

“No, apenas me avisó Salvador anoche, pero te conozco, estoy segura de que cuento contigo y sé que algo se nos ocurrirá, ¿Verdad, ehhhhmmm?” Ella confiaba en mí.

Conociendo el temperamento de Paty, de primera impresión sí se me antojaba el hermanito, pero aún faltaban dos días para su llegada, esperemos más detalles e instrucciones de ella. Vamos a ver cómo es él, tengo curiosidad, espero sea como ella, a lo mejor es bueno en mujer, pero ¿cómo podrá ser un hermano de esta chamaca relajienta? Veré que tal es. Además, Paty no me ha dado detalles de lo de que se tratará. Solamente me hago ideas, y esperanzas.

Pasamos los dos días que teníamos antes de recoger a las visitas de Paty, trabajando y dejando todo en orden. Pasamos momentos en que alguna de las dos se notaba distraída, solo pensábamos en esos dos amigos que llegarían. Desconozco lo que en su cabecita rondaba, solo lo imaginaba yo. Venía el ex, seguro que con él la había pasado muy bien antes de separarse. El compañero, hermano de Paty, no sé por qué estaba yo tan desesperada de conocerlo y de llegar a probarlo, a lo mejor me resultaba una papa, pero hasta me excitaba yo con las cosas que me imaginaba que iban a suceder con él.

Llegaron, no los pude identificar al inicio, llegaron vestidos de ropa de negocios, uno de altura normal, el otro más bajito, serios, jóvenes, protegidos con cubre bocas, buena presentación. Fue hasta que Paty me los presentó, que bueno, el bajito era el que me gustaba más, el más alto, muy propio para Paty. Ellos se comieron a besos y abrazos de recuerdos. Conociendo a Paty no me extrañó tanta efusividad, me gustó verlos. Yo observaba, Salvador me saludó de mano, él me hizo una señal de “Así es la vida” y caminamos, yo lo tomé del brazo.

“¿Paty es tu amiga?” preguntó,

“¡Más que eso, es mi cómplice!” le dije. Ellos oyeron, Alfredo seguro ya ha de haber estado informado.

Es tarde, “¿Qué les parece si nos vamos a echar unos tacos?” propuso Salvador.

“Propongo, vayamos a algún antro que esté abierto a esta hora, que tenga servicio de comida.” Dio la idea Paty, y no nos pareció mala. Posiblemente hasta podríamos bailar un rato, no había que perder las esperanzas. Buscamos y, sí, efectivamente, un bar frecuentado por empleados de las oficinas del centro, con música y tapas, como decía el anuncio. Casi vacío, pero lo sentí muy acogedor para nuestro propósito.

Nos movimos en mi coche, el de Paty es demasiado pequeño para los cuatro. Ya habíamos preparado ropa para deshacernos de los uniformes y vestir más civilizadamente. Por el frío, nuestros vestidos eran calientitos, ella llevaba un vestido que yo le conocía, de lana, muy corto, apretadito, con un buen escote de barco, recto, ahora sí, que, de quinceañera, no le faltaron sus medias largas y botines, ¡se veía hermosa! Yo también llevaba una falda medio larga muy pegada en mis caderas, abierta hasta la orilla del calzón, y un pully con escote redondo, muy pronunciado y apretadito, que me acentuaba mis pechos, dejando notar mis pezoncitos, que parecían excitados porque se me notaban bastante, pero eso es lo que yo buscaba, que me los notaran.

Fuimos a dar a un tugurio de tamaño mediano. La música en ese momento la hacían un trío, violín, saxofón y el acordeón y cantante a la vez. Al nosotros llegar no tocaban nada, pero iniciaron con piezas viejas y muy calmadas. Probablemente Paty ya los conocía, la vieron y cambiaron a música norteña, que ya después se convirtió en tropical. Nadie de las pocas gentes que había, bailaban, la alborotada de Paty nos animó. Ellos dos se daban un agasajo carnal, envidiable, recuperaban desde el tiempo de su rompimiento, pero con creces.

Salvador, el hermano de Paty me tomó, desde salir para bailar con mucha delicadeza. Al principio medio tieso, yo no podía lograr apretarlo, pero cambiaron a cumbia y él se ha de haber sentido maestro, me jaló, me apretó, aunque no era el baile correspondiente, pero dejó que yo me le apretara. Así la pasamos varias piezas, cada una mejorando nuestro acercamiento. Por su altura frente a la mía, quedábamos, perfectamente bien amoldados. Él gozaba, y me hacía gozar, al estilo de su hermana, siempre llevándome.

“¿Puedo besarte?” me preguntó.

“Todo lo que te guste, yo también deseo besarte.” Le contesté. Malo, malo, nuestras bocas quedaban alineadas, a la misma altura. Iniciamos con un beso suave, pero él se emocionó y disfrutamos de un gran beso, largo, lujurioso a la vez, él no se detenía a acariciarme todo lo accesible, hasta su mano, forcejeando, logró entrar por arriba de mi escote y seguidamente, por debajo de mis axilas hasta los lados de mis pechos, ahí en donde yo más siento excitación.

“¿No te da frío? Solamente traes la blusa puesta.” Preguntó ya con un tono que no podía ocultar más el que estaba excitado. Me quedé pensando y le respondí.

“Como viste, traigo una chamarra calientita, de todas maneras, mi piel espera que alguien me la caliente.”

Sus besos ya se orientaron a distribuirse sobre mis hombros desnudos, mi cuello y me mordisqueaba mis orejas, lo mismo que yo le hacía a él. Le llamaba mucho la atención besarme en el escote, entre mis dos senos, me lamía. No se atrevió a bajarme un poco el escote y llegar directamente a mis pechos, pero poco le faltó.

“¡Qué bonita eres! Paty me platicó de ti, lo dudaba. Es por eso que ella está enamorada de ti. Eres como una hermanita para ella, y, me perdonarás si te lo digo, sueño con cometer incesto, sabiendo todas las cosas que Paty me platica de ti.”

“¡Siendo tú hermano de Paty, te conozco y sé que sí estaría yo dispuesta a cometer ese incesto con persona tan bella! ¡Eres lindo, te siento como un clon de Paty, que es mi amor! Tú debes ser capaz de hacer las cosas que ella hace. ¡Te adoro, cómo a ella! Le dije. Propuse nos retiráramos a algún lugar en que los cuatro estuviéramos contentos.

“Propongo vayamos a mi casa, ahí podremos estar todo el tiempo sin que alguien nos moleste.” Propuso Paty.

“Primero vamos al hotel a registrarme y dejar mi equipaje. Un requisito para poder librarme de reclamos hogareños posteriores.” Dijo Alfredo. Lo entendimos. Conozco a mi rival muy bien, habría que darle comprobante de que no me vería, o estaría conmigo.

“Yo vengo y me quedaré en casa de mi hermanita, al enemigo no deberá de importarle.” Complementó Salvador.

Esperamos que Alfredo terminara con los requisitos de registro en su hotel y nos dirigimos, yo al volante, derechito a casa de Paty, sin preguntar. Todos estaban conformes. Al llegar se sorprendieron de lo bonito que se veía, cuidado y decorado por una experta. Yo ya lo conocía y, hasta ya tenía escogido el aposento que sería mío. Paty no contaba con una cava bien surtida, así que solamente tomamos cubas, los cuatro. Unas cubas que nos supieron riquísimas, a los cuatro, a pesar de la escasez de limones. Paty puso la música, cumbias casi todas, que nos dieron la inspiración para iniciar nuestros rituales de sexo.

Entre Salvador y yo ya estábamos muy avanzados. Ahí en la sala de la casa, él ya se había dado a la tarea de hacerme entrar en calor sobándome y besándome todo lo que antes el pully me había cubierto. Después de retirarle lo correspondiente a su vestidura formal, llevé el saco y el pantalón a colgar, pero éste, cohibido por estar casi desnudo frente a su hermana me siguió hasta el closet. Me sorprendió al abrazarme por detrás. Su ropa cayó al suelo, él me detenía por debajo de las axilas, besuqueándome y mordiendo mi espalda. Bajó y me mordió una nalga, bien fuerte, pero sentí rico, en eso:

“¡Hermanito! ¿qué le haces a la pobre de Silvia?” se acercaba Paty gritando de júbilo, pero en ese momento Andrés le terminó de subir el vestido, y dejarla solo con su calzón, se lo bajó algo, casi todo y le propició una muy buena mordida en su nalga más próxima a mí, que también estaba de pie, junto a mí.

Paty pasó su brazo sobre mi hombro y me dio un beso muy apretado,

“¿No te parece hermoso que estemos las dos juntas, con nuestros amores, sin pena, desnudándonos?” observó Paty

“Y tú, frente a tu hermano mayor, dejándolo que te vea lo linda que eres, el bonito cuerpo que ahora ya tienes ¿provocándolo que te desee?” me atreví a decirle.

“¡Ay manita, no me lo digas! ¡Él sí se me antoja también, y mucho, pero ahora tengo a alguien que se me antoja más y él me desea mucho! ¿Verdad mi vida?” refiriéndose a Alfredo que no paró en ningún momento en hacerle caricias y darle de besos en sus nalgas, a su espalda y le levantaba los brazos, después de que el vestido ya había salido volando. Le besaba las axilas y al costado de sus pechos. Paty se derretía, aún estaba de pie, apresada contra la pared, recibía cada caricia ahí, sin inmutarse, quietecita. Alfredo le quitó el brasier, Paty intervino un poco al ayudar a desprenderse el broche. La espalda se le veía muy roja, arañada por Alfredo, que la jaloneaba.

Alfredo le separó las nalgas y le lengüeteó su colita. Ella se veía cada vez más débil. Aprovechó que él estaba casi de rodillas, se volteó, lo aventó para atrás, él quedó tendido en el suelo, lo que ella aprovechó para apoderarse de su hermoso pene, notoriamente largo y muy duro. Se lo engüia totalmente dentro de su boca. La admiré, ella chiquita, pero le cabía ese pene en toda su longitud, y no era pequeño. La observaba. Volteé al frente de Salvador, lo empujé a la cama, la cama de Paty, que yo ya conocía y que me llenaba de recuerdos me hacía más grande mi placer estar sobre ella.

En este momento recibí muestra de lo que significaba ser de la familia de Paty. Salvador me recostó boca arriba sobre la cama. Me abrió las piernas y se dedicó a provocarme mi primer orgasmo, solo con su lengua. No pude intervenir, ni defenderme. Cada vez que yo movía una mano, él me la detenía, como diciendo “yo estoy haciendo mi trabajo, déjame”. Me detenía de las caderas, abajito de la cintura. Me jaloneaba arrimándome más, lo que se pudiera, para lograr insertar algo más de su lengua, después insertarme más de sus dedos.

Me tenía aprisionada, yo solamente podía mamarle su pene, bien bonito y sabroso, un poco más gordito. Me lo metía a la boca, pero no logré introducírmelo todo, solamente lo disfruté acariciándome el interior de mi boca, lo acariciaba con los dientes, con la lengua y me provocaba un cosquilleo hermoso en el paladar y hasta el fondo de mi garganta. Es verdad, nunca había puesto atención a esa sensación, se siente muy bonito, dicen que sí es posible llegar a tener un orgasmo encontrando bien ese lugar en la garganta, que la exita a una a ese grado. No quise concentrarme en su pene, yo deseaba sentirlo bien adentro de mí, que Paty me viera.

Ellos seguían disfrutándose, seguían en el piso, frente a la cama que nosotros ocupábamos, aunque si dejábamos mucho espacio. Además, estaba la otra cama, libre para una pareja. En ese momento Paty lo montaba y estaba con sus movimientos frenéticos, como yo le conocía y que me enloquecían, solo al imaginarlos dentro de mí.

Me enderecé y me monté en Salvador. Inicié mis movimientos como siempre había hecho, pero él, creo que vio cómo se movía su hermana, me puso de espaldas, me subió las piernas a sus hombros e inició esos movimientos tan lindos, frenéticos, con mucha fuerza y golpeándome bien fuerte mi interior, como los que yo observaba hacía Paty. Duró bastante tiempo, a mí me llevó a un orgasmo, y otro, y otro, y otro más, y así, y me volvió loca. Él seguía aguantando, sin venirse. Se detuvo, le bajé de sus hombros una pierna mía, le apreté mi cosita y bastaron pocos movimientos cuando, de repente.

“¡OUCH!”, al estilo de Paty, explotó sin ningún esfuerzo, bien fuerte y bonito. ¡Que lindo! ¡Que sabroso sentí! Bajé mi brazo que encontró a Paty. Ella me hizo una caricia que logré percibir y yo solo la volteé a ver, le aventé un beso y le dije que yo tenía mucha suerte de tener a los de su familia dentro de mí, dentro de mi cuerpo y dentro de mi corazón. Ella lo entendió y apreció.

Yo no me iba a conformar con ese poquito que me había dado Salvador. Lo volteé boca arriba y apliqué mi conocimiento para volverlo a poner listo, firme, durito, ese hermoso pedazo de carne que me daba placer, hasta de solo verlo.

“¡Bárbara, que buena eres! En un dos por tres lo reviviste. ¿Te está gustando estar con el hermano de Paty?” Preguntó Salvador, su mismo hermano.

“Me encanta, eres lo máximo que yo he deseado. ¡Eres lindo, digno de tu hermana, que es como tú!” Fue mi contestación.

“¿Siempre tienes esa sonrisa, sobre todo cuando llegas a tu punto máximo?” Me preguntó. Yo no me había dado cuenta, pero sí siento una felicidad muy grande cuando tengo a alguien que me gusta y me da lo que deseo.

Adopté una posición para poder montarlo y cabalgar bien fuerte, con todo su pene bien adentro de mí, bombeándome fuerte, que yo lo sienta hasta bien adentro. Él feliz, sintiendo también muy bonito, mis piernas ya no aguantaban y él me rodó y se me montó, mis piernas sobre sus hombros, su penetración era bien profunda. La sentía a cada embestida. Así seguimos bastante rato. Yo admiraba su duración, ese bombear me causaba enormes olas de placer, mi orgasmo no se dejó esperar y me hizo gritar de placer varias veces, hasta Paty se sorprendió. Salvador me había vencido, me hizo gritar de placer. ¡Que hermosura, así es también Paty!

Él todavía tenía fuerzas, no se había vuelto a venir, pero ya estaba a punto. Yo le daba también algunos empellones, cuando lograba reunir fuerzas y empujarlo hacia arriba. En una de esas, ¡Lo logré! Explotó llenándome de su semen. “¡Dámelo, lo quiero probar!” Le dije

“¿De veras te gustaría en tu boca?” me preguntó.

“¡Sí, dámelo!” alcancé a recoger un poco de mi vagina, el poco que se me escurría lentamente. Una buena cantidad suficiente como para poder saborearlo. Y le tomé su pene y lo limpié con mi lengua.

“¡Nunca me lo habían hecho! ¡Que linda eres, nadie me lo haría así de rico!” Me dijo, pero en eso Paty que oyó gritó:

“¡Claro que te lo haríamos las que te queremos, nos da placer! Pero tú no das tiempo, solo Silvia logró detenerte para su placer.”

“¡Y el mío! ¡Qué amiga tan rete linda tienes!” dijo Salvador.

“¡Sí es muy linda, le he aprendido muchas cosas, no te imaginas cuantas!” completó Paty, pero distrayéndose de lo que hacían, pero cayó y de repente comenzó, como ya yo sabía lo hacía cada vez que le venía su orgasmo, a decir cosas y subir el tono al irle llegando su clímax.

“Rico, ¿verdad? ¿Satisfecho Alfredo?” Preguntó Salvador. “¡Que rica es mi hermanita! ¡Bien buena que está, bonita y exquisita cogiéndotela!” Le completó.

Alfredo, todo agotado, solo le respondió “¡Que buenas son estas dos! ¡Tu hermanita es una experta y Silvia una maravilla! Uno se viene solo de verlas y admirarlas. ¡Hacen todo con mucho gusto, todo el tiempo sonriendo y dando ánimos! ¡De veras! ¡Que buenas están las dos!”

“Descansen y al rato vemos si aún pueden otra, ‘para el camino’,” Comentó Paty.

Nos tomamos otra cubita con lo poco que sobraba de bebida y decidimos llevar a Alfredo a su hotel. Fuimos los cuatro, el plan era llevarlo en mi coche, regresar a casa de Paty dejarlos a ellos dos y yo seguirme, sola, a mi casa. Mañana tendríamos que ir a trabajar.

“¿Por qué no te quedas tú en el hotel, Salvador? ¿y me dan chance de que Alfredo se quede a pasar la noche conmigo? ¿No les importaría? ¿Silvita linda y Salvador?” Nos preguntó Paty. Estuvimos de acuerdo, lo malo es que el equipaje de Alfredo era el que estaba en su habitación del hotel y Salvador tendría que regresar por la casa de Paty a recoger el suyo, o asearse y cambiarse allá.

“¡Váyanse! Ya mañana veremos cómo le hacemos, dormiré en calzones y ya.” Dijo el hermano de Paty, y lo dejamos.

En la mañana, Paty llegó a trabajar más tarde que de costumbre, y no muy bien arreglada, su costumbre era de siempre presentarse muy bien.

“¿Estuvo fuerte la paliza?” Le preguntó una de las chicas.

“¡Casi, casi, parece que me pasó una aplanadora por encima!” fue la respuesta de Paty.

“¿Bebiste demasiado?” le preguntó otra, delante de todas.

“¡No, yo no bebo! ¡Y no se imaginen lo peor!” Fue a su escritorio, iba notoriamente muy contrariada y ya no contestaba. Hizo su trabajo correctamente y le propuse se retirara a descansar, ya casi era la hora en que acostumbramos terminar el día. Empacó sus cosas y al despedirse de mí me contó a la carrera que anoche, al regresar a su casa Alfredo la abrazo todavía en la calle, le levantó la falda, le bajó los chones y se dedicó a darle una de las mejores lengüeteadas, sin importarle si alguien los viera al pasar, claro, a esa hora muy poca gente pasa por su calle. Subieron y se recostaron en el sofá de la entrada. Ahí amanecieron. Despertaron porque Salvador les llamó recordándole de la cita que tenían esa mañana. Se morían de frio y estaban adoloridos por causa de la forma en que durmieron.

Me cuenta que, al bañarse, los dos se metieron juntos a la regadera, calientita y ahí se le ocurrió a Alfredo darle otra embestida, rapidita.

“Salimos a la carrera, nos vestimos con lo que alcanzamos, hice algo de café y le preparé cereales. No puse atención y no me enjuagué bien. No me creerás, me sigue escurriendo el poquito que queda embarrado, pero lo siento como si fuera una cubetada, sentada me trae ricos pensamientos, pero al caminar solo pienso en el olor que he de traer, por eso me viste tan quietecita. ¡Lo quiero otra vez, de inmediatooooo! ¡Adiós! Y ¡te espero para que Salvador no se vaya a quedar triste!” Hablaba su hermanita, abogando por él.

Saliendo de la oficina rumbo a casa, solo pensando en lo que podría suceder a la noche al reunirnos de nuevo, solo se me ocurrió comprarle las bebidas faltantes. Después de tomar un baño me recosté, después de un sueño que me pareció corto, recibí la llamada de Paty, me preguntaba si ya estaba lista para ir a su casa y reunirnos con sus huéspedes. Quedé de pasar por ellos, al hotel en donde se hospedaría Salvador. Me esperaban como habíamos acordado, pero felices, también ellos habían dormido una siesta recuperando fuerzas, pero lo mejor es de que le cobraron las dos noches a Alfredo.

“¿Cómo puedes estar feliz de pagar las dos noches?” Le pregunté.

“En realidad sí ocupamos la habitación por dos dormidas ahí, pero lo mejor es de que ya llevo el comprobante de gastos que en casa disipará reclamos o sospechas.” Dijo Alfredo. Nos reímos y enfilamos hacia la casa de Paty, en la que todos podríamos pernoctar ya que al día siguiente partirían nuestros huéspedes.

Paty nos recibió, feliz. Cargábamos el equipaje de Salvador, que iba a ser el sacrificado de tener que pernoctar en el hotel, pero aún sin saber la noticia de que los dos se quedarían a dormir en su casa, solamente yo que solo llevaba lo que traía puesto, y una chamarra larga, por si se les ocurría salir a algún antro.

Llevamos las pertenencias de Salvador a la que sería mi recamara. Sin preguntar Alfredo acostó a Paty en la cama y se arrojó a ella, a besarla y acariciarla encima de la ropa puesta.

“Supuestamente esta es mi cama.” Reclamé, pero Salvador ya me había abrazado y me besaba en la nuca y sus manos me apresaban los pechos. Nos dejamos caer junto a ellos. Una de las manos de Paty me sorprendió, me la introdujo por la cintura, yo llevaba un pantalón con cintura elástica, fácil de deslizar, o fácil de meterle una mano, me llegaba hasta mi pubis, y suavemente me arañaba alrededor de mi vaginita. ¡Qué emoción! Mientras tanto, su hermano seguía ocupado con mis pechos y mordisqueándome los hombros y el cuello, por detrás.

Alfredo que estaba directamente sobre Paty, se dio cuenta, a ella la abrazaba y besaba, pero se le ocurrió alcanzar mi pantalón, darle un jalón para bajarlo y ayudarle a Paty me alcanzara fácilmente. Salvador ayudó, mi pantalón quedó suficientemente abajo, Salvador se reclinó frente a mí e inició besarme y acariciarme mi cosita, a Alfredo lo excitó y, él mismo, se arrodilló frente a mí, después de besarme la vagina encimita, me introdujo su lengua y me lengüeteo mi clítoris.

Paty, que no se podía quedar atrás, me tomó de las caderas, me jaló hacia ella y me ha dado la lamida más rica, enseñándoles a los chicos, el cómo se hacía. De todos lo sentí hermoso, pero el que Paty me haya metido su lengua en mi hoyito, fue algo muy especial, yo explotaba, le tomé su pene a Alfredo, que era el que me quedaba cerca y, como agradecimiento, le dí una mamada que nunca olvidará.

Paty nos observaba y repentinamente me hizo a un lado y ella se dedicó a continuar mamándole a Alfredo. Ví que lo llevaba casi a su momento de venirse. Se detenía, le apretaba y lo distraia y reiniciaba su actividad. Así lo logró hacer varias veces, Alfredo le pedía que ya le permitiera metérselo, pero la condenada de Paty antes de entregársele se enderezó y, distrayendo el momento caliente, propuso saliéramos a cenar algo, ya era tarde y algo se apetecía. Lo dejó trinando, todo caliente, pero dominado. Yo creo que lo hizo en venganza de que Alfredo se emocionara tanto al haberme comido mi cosita.

Servimos ya algunos tragos de lo que yo ya había llevado, junto con limones, que no olvidé. Estuvieron todos de acuerdo y en vez de salir a cenar decidimos pedir unas pizzas y cenar en casa, con excepción de Paty, que todavía se atrevió a proponer que saliéramos a cenar, que ella invitaba. Alfredo fue el que primero se opuso y decidimos pedir las pizas, Paty salió perdiendo, ella tendría que someterse a la decisión de mayoría. En realidad, ella estaba de acuerdo, solamente le quería hacer más difíciles las cosas a Alfredo. Lo abrazaba, lo besaba y, sobre los pantalones, lo sobaba con mucho cariño, pero no le permitía se los quitara. Sí le permitía que él le hiciera lo que quisiera él hacerle a ella.

Llegaron las pizzas, como hambrientos de hospicio nos avocamos a comerlas rápidamente, no solo por el hambre que teníamos, sino porque sabíamos que después de la cena nos dedicaríamos a la intimidad. Ceñábamos, en eso Paty volcó un vaso con bebida, se le mojó el vestido y fua a su recamara a cambiarse. Claro, Alfredo, como corderito, la siguió. Tardaron una eternidad. Salvador y yo terminamos, quitamos los restos de la mesa de la sala, en donde habíamos cenado y fuimos a preguntarles si estaban bien. En eso, el teléfono de Alfredo sonó. Él nos hizo la señal de que calláramos.

“Si, mi vida, ya estamos en el hotel, acá ya es tarde, dos horas más que allá y no hay nada que hacer, solo vemos el noticiero.” Y siguió una plática corta contando más de la coartada. Terminó y todos nos reímos de él.

“Control, ¿verdad? Ni te dejan respirar, pobre esclavo.” Le dijo Salvador.

No nos dejamos distraer. Paty continuó castigando a Alfredo, pero, después del respiro de la molestia de la llamada, ella se doblegó y trataron de continuar con lo que intentaban hacer, pero el celular de Salvador sonó. La misma coartada, Salvador había dicho que se quedaría en el Hotel, con Alfredo, para, después de reunirse con otros proveedores, tomar camino al aeropuerto. Seguro que tenía miedo que la esposa de Alfredo le comentara a la suya, que estaban en contacto con la ex de acá, pero Alfredo le gritó para que lo oyera su interlocutor

“¡CONTROL! ¿VERDAD?” Ya dio explicaciones y terminó, pero conmigo tendría que reiniciar de cero, ya nos habíamos enfriado todos. Nos tomamos otro trago, platicamos, pero no pasó mucho tiempo. Paty tomó los dos celulares de los señores, se los llevó y ¡Ahora sí!

“¡Silvia manda sobre mi hermano, las mujeres mandan!, y yo mando sobre Alfredo, ya están durmiendo los dos, con sus aparatos silenciados, ¡No molesten más!” Puso algo de música que bailamos contoneándonos, tratando de excitarnos más, no pasó mucho tiempo Alfredo levantó a Paty, la cargaba, le abrió las piernas y, ahí, delante de nosotros, le bajó los calzones, le acariciaba su cosita y se la lamió, teniéndola a ella en el aire, sin apoyarse. Se recostaron en un sofá, Paty le detuvo con sus labios de la boca una venida prematura, pero ni ella misma lograba contenerse. Sintió el peligro de su venida, le bajó los pantalones y calzoncillos y ahí mismo se le montó. Estoy segura de que ella estaba más caliente que él. Se dejó se la metiera y en eso empezó sus gritos de

“¡Ya va A venir!, ¡YA VIENE, VENTE CORAZÓN!” Enmudeció, un silencio y en eso Alfredo explotó, solamente se oyó su “¡OUCH!” y reinó el silencio que nosotros dos gozábamos, él sentado sobre la cama, con una pierna debajo de la mía y yo, de frente a él, sentada sobre una de sus piernas, como en tijera, con su lindo pene de la familia, prestándomelo insertado en mí, dándome ese gran placer. Explotamos a la vez, y nos dimos mucho amor. Reíamos y nos besábamos hasta dejarnos caer sobre la cama, satisfechos.

Paty dejo a Alfredo muy bien servido, los dos estaban sudando, aunque no hacia tanto calor, pero con el ritmo que ella tiene, no era para menos. Lo dejó bien exprimido. ¡Que hermoso era verlos! Yo no podía quejarme, a mí también me había dejado muy bien servida. Salvador y yo jugamos un rato con el semen que me escurría, nos lo embadurnamos en los vientres, en sus vellos púbicos, en su pecho, que carece de vellos, no como Alfredo, que sí es peludo.

Dormimos bien, abrazados. Salvador tiene muchos gestos y reacciones muy parecidos a su hermana, cosas que me gustan de él. A Alfredo, siento, que también se le han pegado a él, los tres me son muy agradables y me voy a sentir muy triste despedirme de ellos. Me va a quedar Paty, como consuelo.

Nos duchamos, ya saldríamos para el aeropuerto, desayunaríamos en el camino, pero se me ocurrió pedirle a Salvador si la hacíamos una vez más, la de despedida por lo pronto, no sabríamos cuando nos volveríamos a ver, aunque ya habíamos hecho planes de vernos en una ciudad intermedia un tiempo después.

“¿Puedo pedirte me dejes hacértelo por detrás, como perrito? Verte tus nalgas me emociona y me dejará tu recuerdo, junto con tus besos y tu forma de chupármela.”

“¡Claro que sí! Me darás un gusto enorme, ¡métemela como quieras!” Le dije. Iniciamos como perros, pero en su euforia, me fue jalando para él y terminamos yo sentada sobre su pene, dándole mi espalda. Él gozando con mis senos, apretándomelos y lamiéndome la espalda.

Ellos dos seguían en un 69. Tardaban, pero en esas Paty le pidió que le diera todo su semen dentro de su boca. Vimos que ella se lo tragó completo, pero lloraba. Nos dio tristeza, pero nos abstuvimos de intervenir. Sabíamos que su tristeza era porque se le volvía a ir.