En Familia (3)

Julio y sus primos gemelos deciden ir a surfear bajo la lluvia. Allí Julio vivirá una experiencia inolvidable con un surfista muy parecido a su padre.

Capitulo 3: El surfista

Julio

-   ¡Vamos a la playa!

Me encontraba en lo alto de la escalera escuchando con atención. Abajo Iker, David y mi padre hablaban.

-   Estáis locos -dijo mi padre-. Con la tormenta que hubo anoche, esta briza y la lluvia…

-   Habrá olas impresionantes -protestó Iker.

-   He dicho que no -mi padre parecía contundente.

-  No te estamos pidiendo permiso, tío. Solo te estamos avisando. Además, tú también haces surf. Papá nos contó que vosotros habéis surfeado en días peores, no nos jodas.

-  Haced lo que os de la puta gana.

Mi padre los dejó enfurecido y salió de la habitación, se dirigió a la escalera donde me lo encontré cara a cara. Era la primera vez que nos veíamos desde que me pilló tocándole la polla mientras dormía y yo luego lo pillé a él pajeandose en el baño. Mi padre agachó la cabeza y subió las escaleras sin dirigirme la palabra.

-   ¡Julio! -gritó David.

Bajé las escaleras despacio y me metí en su habitación. Los gemelos estaban en calzoncillos, bóxer blancos bien apretados. Eran deportistas, se notaba, y tenían buen paquete. Aún mejor eran sus culos, idénticos, respingones, separados claramente por una raja apretada por la que me hubiese gustado pasear mi lengua. Sus pectorales, o más bien, sus potentes tetazas, mostraban unos pezones enrojecidos y erectos.

-   Nos vamos a la playa -dijo Iker mientras desempacaba un traje de neopreno.

Yo no sabía que responder a esto, me daba exactamente igual.

-   Necesitamos dos favores. Uno, no sabemos conducir, así que tienes que llevarnos en el coche de tito Antonio. Dos, trae tu camarita, queremos que nos tomes buenas fotos mientras estamos en el agua.

Fue el segundo favor el que me convenció. No podía perderme la oportunidad de ver a los gemelos en traje de neopreno. Poco después nos pusimos en marcha. Mis primos iban en el asiento trasero con los trajes subidos hasta la cintura, pectorales al aire y las tablas atadas rústicamente al techo. Tardamos unos quince minutos hasta llegar a la playa. Estaba vacía, había parado de llover y la arena aún estaba mojada. Corrieron al agua y empezaron a surcar las olas.

Click, click. Mi cámara inmortalizaba sus cuerpos mojados encima de las tablas. Desaparecían de vez en cuando, engullidos por el mar, para volver a aparecer empapados y deseosos de volver a montar las olas. El sol empezaba a brillar entre las nubes, una visión carmesí que no tardó en desaparecer. Las nubes volvieron a juntarse y empezó a llover. Yo corrí al coche para resguardarme de la lluvia, pero a los gemelos no pareció importarle.

Entonces lo vi. No sabía de donde había surgido, pero se acercaba a mí. Era un hombre alto, barbudo, cuerpo definido y pelo negro hasta los hombros. Estaría en los cuarenta, como mi padre, tenía un aura de madurez a su alrededor que me hacía fijarme en él. Siempre me han gustado mayores que yo. Llevaba puesto un traje negro de neopreno y una tabla de surf en las manos. Se acercó hasta una de las duchas que había instaladas en la playa para que los bañistas se quitasen la arena. Tiró la tabla al suelo y empezó a desvestirse. Quedó completamente desnudo.

Era un hombre de pelo en pecho, pelo que cubría piernas y glúteos. Tenía un cuerpo bien trabajado, unos brazos fuertes y un torso definido. El parecido con mi padre provocó que mi verga no tardase en ponerse dura. Click, click. Mi cámara inmortalizó aquel Adonis desnudo.

El desconocido fue chapoteando hasta su coche, tiró el traje de neopreno dentro y sacó una tolla. Al atársela se dio la vuelta y miró hacia mi coche, entonces se dirigió hacia mí. Me asusté, ¿acaso me había visto? Me apresuré a guardar la cámara. El desconocido tocó el cristal con los nudillos y me pidió que lo bajara.

-  Disculpa -dijo- mi batería está muerta, necesito que me pases corriente.

-  ¿Con esta lluvia?

-  Lo sé… ¿puedo calentarme en tu coche? -preguntó.

-  Sí, sí -tartamudeé.

El extraño dio la vuelta y se sentó en el lado del copiloto.

-   Gracias, tío. Soy Lorenzo.

-  Yo Julio, encantado.

Hablamos unos minutos del tiempo y las olas. Su voz era varonil; sus labios, gruesos. Tenía unos dientes perfectos y una sonrisa que calentaba todo a su alrededor. Cuando algo le hacía gracia, tiraba la cabeza hacia atrás. Sus rizos negros me salpicaban de agua salada. Yo estaba hipnotizado, nunca había esto en presencia de un hombre así, y menos desnudo. No podía evitar comerme con los ojos sus potentes pectorales, bajar hasta su ombligo donde una mata de bello me dirigía directamente hasta su entrepierna.

-   No eres de aquí, ¿verdad? Conozco a todo el mundo, tengo un bar en el pueblo, “Monte Nuevo”.

-   Iba a ese bar de pequeño -asentí- soy de Madrid.

-   Este pueblo se llena de desconocidos durante el verano. Muchas mozas guapísimas de tu edad. ¿Tienes novia?

-   No… no tengo.

-   Pues aquí te vas a hinchar a follar.

La conversación me incomodaba y me quedé en silencio.

-    Disculpa -dijo Lorenzo-. Eres tímido, ¿verdad?

-    Un poco -reconocí.

-   ¿No te gusta hablar de tías?

-   La verdad es que no.

-  ¿Y de tíos?

No pude evitar sonrojarme, me puse nervioso y una risilla me delató.

-   Podemos hablar de tíos si quieres. A mí no me importa.

Nuevo silencio incómodo.

-   No tienes porque contestar -dijo Lorenzo-. A tú edad yo también era así, y más en un pueblo como este.

-  ¿Tanto se me nota? -pregunté.

-  Julio, no has parado de mirarme la entrepierna desde que me subí al coche.

Noté como el bulto de su entrepierna empezaba a crecer por encima de la toalla, sus pezones estaban duros y me miraba con lascivia. Empezó a tocarse el abultado paquete que se insinuaba bajo la toalla mientras no me quitaba los ojos de encima. Mi respiración se aceleró.

-  ¿Quieres ver lo que hay debajo?

No esperó respuesta, deshizo el nudo de la toalla y liberó una polla erecta. No era muy grande pero se veía rica, cubierta de pelo y con dos poderosos cojones repletos de leche. Me quedé paralizado y miré a la playa, los gemelos seguían montando olas bajo la lluvia. Lorenzo se agarró el mástil erecto y empezó a masturbarlo lentamente.

-    Vamos -dijo Lorenzo-, tócala.

Obedecí y empecé a masturbarla. Estaba fría y húmeda, pero poco a poco mis manos la calentaron. La recorría despacio, disfrutando del roce con el vello de sus cojones. Escupí sobre su fresón rosadito y empecé a masajearlo con dos dedos. Con la otra mano busqué sus pezones y los pellizqué.

-  Más fuerte -gimió Lorenzo.

Apreté sus tetazas con fuerza hasta hacerlo chillar de placer. Volví a escupir su verga, me incliné y me la llevé a la boca. La polla de Lorenzo sabía todavía a sal. La disfruté mientras Lorenzo gemía.

-   Que bien coméis polla los madrileños.

Aquella felicitación no hizo más que entusiasmarme, empecé a chupar con más violencia, llevándome la polla hasta el fondo de mi garganta. Cerré los ojos e imaginé que aquella polla era la de mi padre. En mi imaginación, la noche anterior había acabo de forma muy diferente, con la verga de mi padre en la boca y su leche derramada sobre mi cara.

Lorenzo se recostó en el asiento para que yo me tragase su miembro con tranquilidad. El coche se llenó de gemidos y la polla de Lorenzo de mi saliva. La escupía, la recorría de arriba a abajo, de la punta al tronco, jugaba con sus cojones peludos y los olía, embriagándome de su olor a salitre y a hombre. Ojalá aquel fuese mi padre.

-  Mírame -dijo Lorenzo.

Al levantar la cabeza me di cuenta que tenía mi cámara en manos. Click. El flash me segó un segundo. Seguí chupando la polla del surfista. Click, click.

-    Sigue así. Te la vas a tragar toda.

Seguí chupando mientras Lorenzo nos inmortalizaba, el morbo de la situación me ponía a mil y mi polla estaba húmeda dentro de mis pantalones. Lorenzo soltó la cámara y se retorció en el asiento. Empezó a disparar chorros de leche dentro de mi boca, yo me aparté y dejé que acabase, llenándose el estomago de lefa y manchando el asiento. Abrí la ventana y escupí la lefa.

Lorenzo se limpió con la toalla y yo me aseguré de limpiar el asiento. La lluvia había parado.

-   Que boquita tienes, niñato. Hiciste que me corriera super rápido.

Lorenzo empezó a atarse la toalla antes de añadir.

-   No te confundas, soy casado. Me mola follarme jovencitos como tú todos los veranos. Vienen buscando polla como locos.

Salimos del coche y lo ayudé a pasar energía. Encendió el coche y antes de marcharse se acercó a mí.

-   Vivo en el pueblo, ya sabes, el bar… Quiero que me des tu culo, ¿me lo darás? Pásate a tomar algo cuando quieras, te lo has ganado.

Asentí y lo vi alejarse en su coche. Los gemelos no tardaron en salir del agua. Ellos también se dirigieron a la ducha y me regalaron una excitante imagen de sus cuerpos, una belleza duplicada que disfruté en silencio. Subí al coche, tomé la cámara y los fotografié. Click, click.


Muchas gracias por leer esta historia. En el proximo capitulo sale el sol y subirá la temperatura, además Iker se encontrará con un viejo amigo. Si os ha gustado por favor califiquen este relato y dejenme su opinión, siempre es de ayuda y motivación leeros. Un abraazo.