En el tren con el revisor
Bea le cuenta al profesor que se la folla lo que le ha pasado en el tren que la llevaba a verlo.
Joder, no te lo vas a creer, pero cuando esta noche me metas la polla no va a ser la primera que me han metido hoy por el coñito. Te cuento:
El revisor se llama Paul y antes de subir al tren ya me ha estado dando conversación pero, aunque tuviese la ropa muy ajustada no me había imaginado que iba a poder verle desnudo... Ha empezado a hacerme señas para que fuera donde él estaba. Cuando me he aproximado ha acercado su cara a la mía y con su mano derecha me ha echado el pelo hacia atrás, me ha sujetado del cuello y me ha susurrado al oído suavemente: "¿Quieres pasar conmigo un viaje entretenido? Te prometo que no te arrepentirás".
Le he mirado fijamente a sus ojos azules y después a sus labios carnosos. Me los he imaginado chupándome y besándome el coñito y no he podido negarme ante tal tentación. He notado como, de repente, ardía mi sexo y empezaba a mojar las braguitas. Impulsivamente he extendido mis brazos hacia él y le he cogido por la cintura para ir bajando despacio hacia su entrepierna. Cuando casi había llegado hasta su paquete me ha cogido las manos bruscamente y me ha dicho que me esperase hasta entrar en el cuarto privado del tren. Ha abierto la puerta, se ha girado para mirarme y ha hecho un gesto para que entrase con él. No sé muy bien cómo era el cuarto porque sólo se veía el resplandor de algunos botones que había en el cuadro de mandos, pero daban suficiente luz como para verle a él.
Tras cerrar la puerta, automáticamente empezó a desabrocharse la camisa. Su complexión era fuerte y se notaba como, bajo sus pantalones, tenía un bulto enorme en su entrepierna. La polla estaba a punto de explotar. Yo no sabía qué hacer porque no sabía si estaba bien estar allí, pero me moría de ganas por que me metiera su lengua en la boca. Me cogió las manos y me las puso encima de su pecho. Luego las fue bajando hasta que, por fin, lo grande que parecía su polla dejó de ser sólo una apariencia para convertirse en realidad tangible. Dibujé con mis dedos el grosor de su rabo, la apretaba contra su abdomen mientras empezaba a salivar pensando en la tranca que podía comerme. Uno a uno desabroché los botones de su pantalón mientras Paul me metía por fin la lengua en la boca. Sus labios gruesos y su boca grande parecía que me fueran a comer, y cuando por fin había conseguido tener su enorme polla en las manos, caliente y dura, él se echó hacia atrás. Empezó a tocarme las tetas, a apretármelas con fuerza y de nuevo se aproximó a mí. Se pegó a mi cuerpo de manera que no pude seguir jugando con su polla, pero la notaba sobre mi cuerpo. Me desabrochó los pantalones, me subió el top y empezó a lamerme todo el cuerpo.
Comenzó mordisqueándome los hombros y el cuello, fue bajando y empezó a succionarme los pezones; sentía un dolor agudo de placer, mezclado con el calor que sentía en mi culo mientras me lo apretaba con sus gigantescas manos. Deslizó su lengua por mi vientre y noté cómo comenzaba a jugar con mi clítoris. Acercaba sus labios a mi rajita y con su lengua acariciaba todo mi sexo. Cuánto placer. Levanté una pierna para que pudiera comer mejor y eso le facilitó el acercarse más aun. De nuevo tuve la sensación de que me iba a comer de verdad, como si en ello le fuera la vida.
Ya no aguantaba más, quería sentir de nuevo su polla cerca de mí. Me agaché y él se levantó. Me encontré con una polla desproporcionadamente grande. Nunca había visto una parecida. Era enorme y tenía un capullo de lo más apetecible. Pese a lo grande que era estaba totalmente dura y erguida... todo un aperitivo para el viaje. Con suavidad comencé a meterme su polla en la boca como si fuera la primera vez que probaba un rabo como ese. La degusté con mi lengua y perfilaba su forma con mis labios. Estaba chupándole la polla a un desconocido y mi coño cada vez estaba más húmedo. El movimiento del tren y las manos de Paul en mi cabeza me permitían comérsela hasta que mi garganta ya no daba más de sí. A veces no podía ni respirar y, en cuanto tomaba aire, de nuevo me metía su polla entera hasta que no podía más. Empezó a gemir y a cogerme del pelo, apretándomelo con fuerza como si tuviera que contenerse para no chillar.
"Qué zorra más buena. Sabía que no me equivocaba contigo". "Así, chúpamela, métetela toda", iba diciendo con una voz suave pero firme, y yo seguía excitándome cada vez más. Empecé a notar cómo su polla se hinchaba aún más mientras sus huevos se balanceaban al ritmo de cómo se la mamaba. Se paró bruscamente y me cogió por debajo de los hombros, me levantó y comenzó a morderme y a besarme la boca, el cuello, la cara, mientras me preguntaba si me apetecía follar. "Quieres que te la meta, aquí mismo, en el tren?" Pero no podía contestar, estaba extasiada notando su cuerpo unido al mío y sus labios impregnándome la piel.
Al fin me levantó y me puso encima del cuadro de mandos, de manera que estaba sentada pero mi coñito sobresalía de la mesa. De nuevo me lo chupó ardientemente, esta vez con pura locura ansiosa. Yo no podía contener los gritos. Se incorporó, me tapó la boca con una mano y con la otra cogió su polla para apuntar hacia mi coño. Yo tenía las piernas abiertas y mi raja bien húmeda. "Te voy a follar este conejito de puta hasta que notes mi polla en la garganta". Me temía lo peor, estaba muy excitada y ese rabo me iba a producir demasiado placer como para mantenerme consciente. Intenté impedirlo para que me diera tiempo a tranquilizarme pero él me apretó con más fuerza. Se acercó y me susurró... "te voy a follar de todas formas, sé que lo estás deseando".
Acto seguido me metió su gigantesca polla por el coño. Me la clavó sin ninguna piedad, como si quisiera atravesar mi cuerpo. Entonces exclamé un gemido sordo y me quedé paralizada de puro éxtasis. Fue cuando apartó su mano d mi boca y a un centímetro escaso de mi cara veía sus ojos y su boca contemplándome absorto, "¿te gusta verdad?". "Pues tengo más para darte". De nuevo, tras sacar su polla lentamente me la volvió a clavar hasta mis entrañas. El placer y el dolor que sentía se confundían con el aroma a sexo y a piel caliente y sudada. Paul, con su mirada fija, comenzó a follarme sin tregua. Sacaba y metía su polla mientras me sujetaba las piernas en alto. "Joder, que coñito más bueno para follar. Eres una zorra perfecta". "Seguro que tu novio no se imagina que se están tirando a su novia, ¿verdad? Eres una puta, te vuelven loca las pollas."
Yo no podía contestar, todas mis fuerzas se habían esfumado, sólo podía disfrutar de esa bestia me estaba follando sin cesar. Su enorme polla entraba y salía de mi coño mientras sus huevos golpeaban mi culo. Sus gemidos me rozaban la cara y su lengua hurgaba en mi boca. "Quiero darte mi leche, zorra. Tu coño y tu cuerpo van a hacer que me corra de un momento a otro". Saqué fuerzas y le dije, "quiero probar tu leche, escúpemela". Tenía ganas de sentir cómo ese tío de robusta polla me lanzaba su leche por mi cuerpo, notar la fuerza con la que saldría de su polla y me golpease la piel. Que me rociara la cara y las tetas para que luego pudiera oler a leche durante toda la noche. Y así sacó su polla de mi coño completamente abierto, se la cogió con una mano y con la otra me sujetó la cabeza para que viera su final triunfante. Se movió cuidadosamente su miembro y su polla explotó de placer lanzando leche contra mi boca, mi cuello y mis tetas, impregnándome de su blanco líquido que pude saborear al sacar mi lengua.