En el SPA
Visita a un spa urbano muy especial
A Lara, la indómita, por su paciencia.
Después de varios meses acumulando estrés laboral, horas extra ni agradecidas ni pagadas y otros sinsabores propios de la crisis, decidí que era una idea estupenda empezar el año dándonos un homenaje, mi chica y yo, y qué mejor que un spa: el plan de pasar una hora y media en el agua, yendo de un baño relajante a otro, para luego acabar recibiendo un masaje, se me hacía simplemente genial.
En la web publicitaria se esgrimía un escueto "un spa diferente". En las fotos de la página web el lugar tenía un aspecto muy romántico, luces bajas, formas suaves... Sonaba bien.
Fui a informarme y aún me gustó más. La verdad es que la recepcionista tenía una de esas bocas carnosas, apetecibles, así que mientras me contaba las excelencias del sitio yo dejaba volar mi imaginación. Me contó que la organización mantenía una estricta política de privacidad, por lo que había un cupo muy limitado de visitantes al día, mientras yo la imaginaba haciéndose cargo del cliente un millón (yo, claro) de la manera más estrictamente privada, que incluía su boca, mi polla y un tarro de nocilla. No me pregunten porqué, es una fantasía que siempre he tenido con las chicas de boca carnosa.
Cuando le comenté a Clara ("la de la boca carnosa") que la idea era venir con mi pareja, su expresión cambió levemente. Tras mirarme a los ojos un segundo, que se me hizo eterno, su tono tomó un renovado brío mientras me contaba que una de las especialidades del centro eran planes para parejas. Si bien la política no era estricta, los jueves intentaban que fundamentalmente asistieran parejas y crear un ambiente (literalmente) íntimo. No entendí muy bien a qué se refería, pero desde luego que no quería tener que vérmelas con marujas, grupos de despedidas de soltera escandalosas ni postadolescentes con excesos de hormonas, así que "ambiente íntimo" sonaba a música para mis oídos. ¿El jueves próximo? ¿A las 8.00 de la tarde? Perfecto. Una hora de recorrido por el circuito de aguas termales, media hora de sauna/baño turco y 45 minutos de masaje tras pasar por la zona de descanso, todo por una pequeña fortuna. La sabiduría oriental dice que el cuerpo es un templo, ¿no? Pues bien, quiero a la mejor cuadrilla de albañiles que pueda pagar.
Llegó el jueves y allí nos presentamos, a las 8 menos 5, Silvia (mi chica) y yo, cada uno con un pequeño neceser - tan solo con un bañador, tal y como decía en el pase. Miss Labios Carnosos nos recibió con una sonrisa cómplice y un bienvenidos y tras guardar nuestros abrigos, acompañó a mi chica al vestuario femenino mientras una muchachita oriental muy sonriente me acompañaba a mí al vestuario masculino. Allí me indicó el funcionamiento de la taquilla, y me entregó el albornoz y unas sandalias, indicándome que saliera por la puerta del lado opuesto cuando estuviera listo.
Cuando salí mi novia estaba esperando junto a Clara "morritos calientes", que se despidió de nosotros con un suave "hasta luego". Mi acompañante nos guió por una pequeña galería que se abría en una sala con música suave y luz tenue, prácticamente toda ella ocupada por una piscina de forma sinuosa y con diversos pulsadores. Con un acento inconfundiblemente extranjero y una voz muy suave, nos indicó donde podíamos dejar los albornoces y nos explicó los distintos mecanismos y particularidades de aquella piscina, y cual era la manera más idonea de recorrer el circuito.
Silvia está realmente atractiva en bikini. Sus tetas se realzan y su vientre resulta muy excitante. Había escogido aquel bikini, estoy convencido, sabiendo que iba a provocarme. La combinación de relax y excitación resulta mortal, y ella lo sabía. Creo que incluso nuestra guía se quedó contemplándola cuando se quitó el albornoz y se metió en el agua bajando la escalera que conducía al centro de la piscina.
Yo por mi parte llevaba un modelo deportivo de esos en plan shorts, únicamente porque resultan más cómodos que unos bermudas.
Después de habernos metido en la piscina, reparamos en que había una chica en la piscina contigua a la nuestra. Aparentemente, no había reparado en nuestra presencia. Tenía los ojos cerrados y descansaba la cabeza contra el bordillo, apoyada ésta sobre un cojín con forma de corazón de esos que se usan para la bañera. A su alrededor un mar de burbujas provocaba que, aparentemente, fuera una cabeza sin cuerpo la que flotaba en esa piscina. Al punto, me parecío que la expresión de su cara cambiaba, e incluso me pareció notar un leve gemido escapando de sus labios... No me jodas. ¿Aquí? Se lo susurré a mi chica "creo que esa tía de ahí se está haciendo un dedo...". Mi novia sonrió y miró todo lo disimuladamente que fue capaz. Diría yo que no lo suficiente. No obstante, la chica de las burbujas, una vez de vuelta al mundo real, nos miró sonriéndose, como si nada, incorporándose.
En ese momento me di cuenta de que la chica no estaba sola. Frente a ella, en un ángulo que antes no había podido apreciar, estaba un chico, que supuse su pareja, que se acercó sonriente hacia ella, justo cuando las burbujas dejaban de brotar alrededor de la chica sin cuerpo.
Se besaron y retozaron como si no hubiera nadie mirándoles. Ahora entendía yo mejor eso de los jueves y las parejas.
La escena me dió envidia, y entre chorro y chorro, y entre cascada de agua y cascada de agua, aproveché para darme algún magreo con Silvia, arrimandola contra mí, hasta el punto que me pregunté en más de una ocasión cómo iba a salir de allí sin exhibir el bulto de mi paquete.
Futbol, piensa en futbol... Alineación de la selección española en el mundial?? Erm, Villa, Cesc, Cañizares, joder, si no me gusta el fútbol!!
En esas estaba yo cuando vimos pasar por delante a la pareja de la piscina contigua. Nos preguntaron muy educadamente si podían acompañarnos en la piscina. Nos quedamos un poco boquiabiertos, pero lógicamente, no nos negamos. Las instalaciónes eran amplias y nosotros podíamos irnos cuando quisiéramos a la parte del circuíto que ellos dejaban libre. Ahora pude verla a ella mejor. Treinta y pocos, morena, con el pelo largo y un busto imponente. Un poco entradita en carnes, no era una modelo de pasarela, pero atractiva. El bañador marcaba unos pezones que se adivinaban duros como piedras, fruto quizás de la diferencia de temperatura al salir fuera del agua, o de la diferencia de temperatura al haber dejado de recibir las atenciones submarinas de su pareja. Él era quizás algunos años más joven, delgado y sonriente, de facciones alargadas en la que destacaban unos ojos grandes y oscuros.
Se dirigieron a uno de los rincones en los que había una especie de oquedad circular, de forma que, como antes, ella quedó con la espalda apoyada en la pared. Al pulsar el botón junto a la pared, un mar de burbujas les rodeó y ellos, como si no estuvieramos allí, continuaron con su particular show. Sus bocas apenas se separaban y cuando lo hacían, sus lenguas pugnaban por rodear a la otra, clara señal de que algo más ocurría bajo las burbujas. Apenas asomaban solo sus cabezas pero me jugaría una mano a que las suyas estaban muy ocupadas bajo el agua.
Mi novia me dió un pellizco indicándome que dejara de mirarles como un bobo y que le hiciera caso a ella. La verdad es que aquello me estaba empezando a excitar. Imitando a nuestros vecinos, me coloqué en otro de los rincones desde el que tenía una vista estupenda de aquella pareja. Acerqué a Silvia contra mí y me dispuse a imitarles. Sólo dudó un segundo y enseguida entendió de qué iba el juego. Poco a poco, arrullados por la música oriental que se escuchaba de fondo y el sonido del agua cayendo, burbujeando, goteando, que lo rodeaba todo, fuimos dejándonos llevar un poco mas. Un par de veces miré por el rabillo del ojo para ver a la otra pareja. Juraría que una de las veces que miré él le estaba comiendo las tetas, aunque tal vez fue un efecto óptico. Lo que es seguro es que ella me miró sonriéndose, y luego le susurró algo a él.
Mis manos mientras tanto tomaban control de la situación presionando a mi pareja cada vez más contra el promienente bulto que, de haber estado fuera del agua, claramente se habría apreciado. La agarraba de la cadera y las yemas de mis dedos pasaban por debajo de su bañador, separandolo como si fuera un tanga, dejando expuesta gran parte de su culo. Silvia soltó un gemidito de aprobación sin dejar de comerme la boca, y tomando mi lengua, se la introdujo en la boca como si estuviera lamiendo el trozo de carne bajo mi bañador.
De vez en cuando las burbujas paraban y había que dar de nuevo al pulsador. Fue e una de esas que me di cuenta de que nuestros vecinos ya no estaban en el rincón. Al volverme, me llevé un pequeño sobresalto al ver que estaban junto a nosotros, apenas a dos palmos. Ahora era él quien se situaba de espaldas a una columna en mitad de la piscina, con una suerte de cascada cayendo sobre sus cabezas. Cuando repararon en nuestra presencia, supongo que por nuestra cara de asombro, él nos preguntó suavemente "no os importa, ¿verdad?". Casi sin dejarnos responder continuaron a lo suyo, como si tal cosa. Aquel era el momento de la verdad. Podíamos salir y preguntarnos luego qué podría haber pasado, o quedarnos a averiguarlo. La situación a mí me resultaba de lo más excitante pero no quería que acabara todo en una discusión con Silvia. La duda la zanjó mi chica al volverse hacia mí y besarme de nuevo. Ufff. Iba en serio. De aquí ya no me echaban ni con agua caliente, nunca mejor dicho. Nuestros competidores ya no se preocupaban de guardar las formas. La chica llevaba un bikini con lazada al cuello que caía sobre esas imponentes tetas, que su chico le soltó sin dejar de besarla, separándose solo levemente para dejar caer la pieza de tela, aún sujeta a su cuerpo por el torso. Yo acariciaba las de mi chica con todo descaro por debajo de su bikini, masajeando sus pezones, tal y como me figuraba que estaba haciendo aquél tipo. Poco a poco, como sin querer, iban acortando la distancia con nosotros, hasta el punto de que en pocos segundos la espalda de ella tocaba con el hombro de mi chica. Lejos de disgustarle, a Silvia se le habían escapado todas las inhibiciones y de hecho, no evitaba el contacto. Al contrario, parecía que le encendía tanto como a mí. Aproveché esa circunstancia para imitarles y liberar la prenda superior de mi chica sin la menor resistencia. Silvia se separó levemente de mí para ayudarme a quitarle la prenda y en ese momento se cruzó su mirada con la de la otra hembra. Se sonrieron entre ellas y todos nos reímos nerviosamente, cómplices de la situación. Al momento siguiente, ella se incorporó un poco más sobre su pareja dejando ver sus tetas, poniéndoselas en la cara, mientras pasaba su brazo izquierdo, el más próximo a nosotros, por la cintura de mi chica. Estaba mamándole las tetas prácticamente en nuestra cara. Y qué tetas. No me había equivocado en absoluto.
Yo aproveché la circunstancia para hacer lo propio, con lo que las dos mujeres volvían a quedar a la misma altura, aún más cerca ahora.
Mi chica, con los ojos entrecerrados, agarraba ahora de la cintura también a la otra mujer. Todos nos mirábamos mútuamente, disfrutando del espectáculo conjunto. La otra chica, con mirada traviesa, alargó su mano para acariciar la teta de Silvia que yo dejaba libre, sin que mi novia pareciera quejarse en absoluto. Miró a su hombre y le dijo algo así como "¿quieres probarla...?", a lo que él respondió desprendiéndose de la teta de su chica y pasando a la de la mía, que ahora estaba enganchada de ambos pezones. Echó la cabeza hacia atrás y se encontró delante la cara de la otra mujer. Ni se lo pensó cuando le metío la lengua hasta la garganta. No había visto a Silvia así nunca antes. La teníamos bien agarrada entre todos, nuestras manos recorriendo su cuerpo.
El tipo me miró y me dijo socarrónamente algo así como "¿te la cambio?". Mientras ellas no dejaban de comerse la boca, nosotros intercambiamos posiciones. Ahora tenía delante aquellas increíbles tetas. Mi lengua recorrió todo el perímetro de su teta izquierda, en trayectoria ascendente hasta encontrarme cara a cara con ambas. Mi chica pasó de la boca de la chica a la mía, y de la mía a la del otro tipo, que tuvo que abandonar la tarea de devorarle las tetas, con una ansia que hacía pensar si el tipo llevaría toda la semana de ayuno... Yo por mi lado me entregué a fondo a las tetas de su chica. Mi nueva amante tomó mi cara entre sus manos, dedicándole a mi boca las mismas atenciones que momentos antes tenía con la de Silvia, recorriendo mis labios con su lengua para después zambullirse en un beso de tornillo. Tras comerle la boca y saborear nuestras lenguas, bajé por el lado opuesto de su cuello. Ella me agarraba con fuerza de la cabeza, hundiéndola entre medias de esas preciosidades, soltando unos gemiditos guturales que me estaban poniendo cardiaco. Mi lengua recorrió cada centímetro de piel, trazando largos círculos alrededor de los pezones, evitando tocarlos, mientras mis manos se agarraban a su culo, arrimándola contra mí, clavándose en sus nalgas, rozando su coño, su culo...
Me metí su pezón derecho en la boca, lo chupé, lo mordisqueé, lo saboreé entero mirando a Silvia quien, con el pelo encima de la cara y con aspecto de estar a punto de ponerse en trance, no me quitaba ojo. Estaba preciosa así, tan salvaje, tan sexual. El sonido del agua, la tenue luz y la música de fondo contribuían a darle a la escena una cierta sensación de irrealidad.
La otra chica se apartó de mí y se colocó detrás de mi novia. Rodeándole la cintura con las manos, comenzó a besar su cuello, su nuca, mientras el chico continuaba lamiendo sus pezones. Silvia echó los brazos hacia atrás, tomando la cabeza de la otra mujer, completamente entregada a la tarea de recibir placer. La otra mujer le pellizcó los pezones, retorciéndolos entre sus dedos, y luego bajó sus manos hasta introducirlas dentro de la braguita del bikini de mi novia, mientras ella giraba la cabeza buscando su boca como un pajarito hambriento. El gemido que soltó en el instante en que las manos de la otra mujer alcanzaron su objetivo indicaba claramente que mi chica era un volcán a punto de explotar.
Apartándola de nosotros, la tomó de la mano, dirigiendola hacia la otra piscina, al mismo lugar en el que estaba la primera vez que la vimos.
Obedientes como corderitos, y visiblemente empalmados, seguiamos a las dos chicas a aquella zona. En un extremo del vaso de la piscina, la pared se inclinaba hasta estar casi completamente horizontal, con unas asas que permitían a uno sujetarse casi completamente tumbado. La chica le hizo indicaciones para que se tumbara, y Silvia obedeció complaciente. Utilizando la parte de arriba de su bikini a modo de improvisada venda, se la colocó en los ojos a mi chica y acto seguido activó las burbujas de esa zona de la piscina. Sin siquiera tener que mirarnos, como si fueramos uno solo, los tres nos colocamos a su alrededor. Yo me coloqué frente a sus muslos, y comencé a lamerlos mientras la pareja se alternaba entre sus tetas y su boca, a veces las tres bocas se encontraban, a veces mordisqueandole ambos pezones, mientras yo aparté la braguita de su bañador para poder disfrutar de su coño. Me tomé mi tiempo para lamer el coñito depilado de Silvia. Primero recorriendo sus labios superiores, lamiéndolos despacio, jugando con el agua que salpicaba la entrada de su cueva, deleitándome en su olor y su tacto húmedo y cálido. La vista era espectacular desde allí, viendo como la devorábamos entre todos y ella, complétamente entregada, fuera de si, dejándose hacer sin preocuparse de a quién pertenecía cada boca, cada mano. Mi lengua se entregó a lamer su coño, ahora furiosamente, alternando con lametones a su enhiesto clítoris, al tiempo que el movimiento de mi novia se volvía cada vez más convulso, hasta correrse en un gemido ahogado por la boca del otro chico, mientras la otra mujer le mordisqueaba y pellizcaba los pezones. Tan pronto como Silvia acabó de correrse la otra chica colocó su boca junto a la mía, saboreando su coño de mis labios, sin dejar un milímetro de mi boca sin lamer, sin besar, sin chupar.
Al mismo tiempo, su mano fue directa a mi bañador, acariciándome la polla, apretándola en su mano mientras gemía en mi boca con un tono de aprobación, y con habilidad profesional sacó mi polla, dura como una roca y pidiendo guerra. Le hizo señas a su chico de que hiciera lo mismo, dandonos instrucciones para que nos colocáramos a ambos lados de mi novia. No hizo falta mucho más. Nuestras pollas acariciaban sus mejillas. Ella se quitó la venda para tener mejor visión de la escena. Con una polla en cada mano, nos masturbaba rítmicamente, mientras la otra chica ocupaba el puesto que antes tenía yo, comiéndole el coño e introduciéndole al mismo tiempo dos dedos. Absolutamente entregada, mi chica comenzó a chuparme la polla sin soltar la del otro chico. Nosotros nos dejábamos hacer, mientras su boca pasaba de una polla a la otra. Yo sentía que estaba a punto de correrme, pero al mismo tiempo, la situación de tener la polla del otro tío tan cerca me resultaba un poco violenta. Mi chica incluso llegó a lamer las dos pollas al tiempo, completamente ajena a todo pudor que pudiera haber tenido antes, o a cualquier otra cosa que hubiera a su alrededor.
El claqueteo de unas pisadas nos detuvo a todos de improviso. Sonriente como si tal cosa, apareció la recepcionista de la boca carnosa, preguntándonos si lo estábamos pasando bien con una leve carcajada. Nos indicó que debíamos continuar el circuito - ni se cuanto tiempo llevábamos en la piscina. Uno a uno, fuimos saliendo al tiempo que nos entregaban un albornoz.
Otra de las empleadas nos guió hacia una galería curva. Nos indicó que nos descubrieramos para entrar. A los lados de la misma, a distintas alturas, salían chorros de agua a distintas temperaturas. Los cuatro en fila, desnudos, completamos lentamente el recorrido de aquel pasillo entre chillidos por la sensación de los cambios de temperatura y risas, que contrastaban con el ambiente tranquilo del lugar. Al final del recorrido, otra de las empleadas nos esperaba con una toalla en la mano, indicándonos el camino a los baños de vapor.
Nos explicó que había distintas cámaras, baño turco, sauna finlandesa, terma romana y las peculiaridades de cada uno. Silvia y yo nos decidimos por comenzar por el baño turco, y nuestros amigos nos dijeron que se tomarían algún tiempo en la sauna.
Ya solos en el baño turco mi chica y yo, y con el calentón que llevabamos después de la sesión de la piscina, Silvia se tiró encima de mí como una gata en celo. El aire asfixiante de la habitación provocaba que aún sudáramos más. Le propuse que se colocara sobre mi cara de modo que pudieramos hacer un 69. La sensación era alucinante. Por causa de la fatiga propia que provoca la falta de aire, nos movíamos despacio, recreándonos. Recorría el coño de mi chica y subía hacia su culo, mientras ella se metía toda la longitud de mi polla en la boca degustando cada milímetro. No me quitaba de la cabeza que minutos antes otra tía le estaba comiendo el coño al tiempo que ella tenía dos pollas en la boca. Silvia, empapada de sudor y saliva, dejó resbalar su cuerpo para colocarse sobre mi polla, de espaldas a mí. Mi polla se deslizó sin esfuerzo sobre su coño dejando escapar los dos un gemido de satisfacción.
En esas estábamos cuando notamos que alguien entraba a la sala. Suponíamos que nuestros amigos se habían cansado de la sauna. Sin embargo, cuando ya estaban junto a nosotros, me di cuenta de que no eran ellos. La chica era más delgada, con melena más larga y él era mas musculoso. No se si Silvia no notó la diferencia o símplemente es que ya le daba igual todo pero el caso es que en cuanto el chico llegó a su altura se tiró a comerle la polla. La otra chica besaba al hobmre, le pellizcaba las tetillas, y le agarraba de los huevos mientras mi chica se entregaba a chuparsela. Le preguntaba ¿te gusta como te la está chupando? a lo que el tipo respondía con un gruñido de aprobación. Yo alargué mi mano para acariciar el culo de la esa hembra, mientras mi mano derecha se centraba en el de Silvia. Humedeciéndome aún más los dedos, comencé a penetrar el culo de mi chica con el pulgar mientras mi mano izquierda comenzaba a trabajarse el coño de la otra chica, que estaba chorreando. La mujer se acercó a mí, facilitándome la tarea mientras acariciaba el lomo de Silvia como si fuera un corderito, le masajeaba sus tetas y luego se inclinó susurrándole algo imperceptible al oído que provocó que mi chica aumentara el ritmo con el que le chupaba la polla al tío, al tiempo que los músculos de su coño se contraían al rededor de mi polla en un ritmo cada vez más frenético.
La otra mujer, satisfecha del efecto provocado, se sentó sobre mi cara, de frente a mí, tomándome del pelo, metiéndome su coño en la cara, restregándose contra mi boca.
Yo estaba a punto de correrme, y solté un gemido para anunciarlo, en el mismo coño de la mujer, al tiempo que levantaba mi cadera revolviéndome como un poseso. En el momento en que me vino el orgasmo acerté a agarrar la cintura de Silvia y me corrí furiosamente en su coño, entre convulsiones, mientras mi lengua intentaba atravesar el coño de la otra chica.
El efecto dominó fue instantaneo. La mujer que tenía sentada en mi cara me agarró de la cabeza como intentando arrancármela. Yo extendía las caricias de mi lengua hasta su clítoris y pellizcaba y retorcía sin piedad sus pezones, duros como piedras que estaban, sintiendo como por segunda vez se corrían en mi cara.
Silvia aumentó aún más el ritmo al que le comía la polla hasta que poco después el tipo anunció que estaba próximo a correrse. La mujer se desprendió de mi boca y se colocó junto a mi chica para recibir la corrida del tipo sobre sus cuerpos. Las dos lamían la punta del capullo, entrecruzaban sus lenguas y amasaban sus huevos hasta que el tipo, dando un paso atrás, descargó su leche sobre las mujeres, que la recibieron golosas, compartiendo el botín en sus bocas, saboreandola, extendiéndola por sus cuerpos sudorosos.
Yo me encontraba exhausto en un rincón. Menuda sesión de relax, tenía hasta calambres en las piernas.
Sivia, tras cambiar unas palabras con la otra pareja me dijo que iba a las duchas a refrescarse y salió detrás de ellos. yo por mi parte le dije que iba a intentar relajarme un rato así que me quedé con la toalla en la cara tumbado en un rincón, disfrutando del descanso del guerrero después de tanta eliminación de toxinas y fluídos.
Al rato de estar tumbado allí y con la garganta reseca salí a beber agua a una fuente que había en la galería que daba a los baños.
En el pasillo ví a la pareja de la piscina dirigirse hacia la terma romana y decidí seguirles. La terma era más grande y había al menos diez o doce personas más cuando entré, todos desnudos, besándose, tocándose, follando, lamiendo, en una suerte de danza sexual desenfrenada. La pareja de la piscina estaban ahora cada uno por su lado. Él sobaba el culo y besaba a una chica mientras otro tipo, sentado en un banco, le comía la polla.
Ella, en otro lado de la sala, estaba dando cuenta del coño de una chica, arrodillada frente a ella, que tenía las piernas completamente abiertas en v, los codos apoyados y gimiendo como un chiuaua. Me acerqué a ella por detrás. Tenía un culo de lo más apetecible. Arrodillándome tras ella, comencé a lamer y mordisquear sus nalgas. La mujer se giró y su mirada pasó de ser desafiante a aprobatoria, una vez me hubo reconocido. Me dijo, "lámeme como un perrito bueno", y volvió a la tarea de comerle el coño a aquella chica. Mi boca mordisqueó sus nalgas, y comencé lentamente el recorrido desde el final de su espalda hasta su culo. Me detuve un largo tiempo introduciendo mi lengua en él, mis manos clavándose en sus nalgas, separando sus muslos, permitiéndome llegar hasta su cuevecita. Tenía un coño velludo que le daba un aspecto aún más salvaje de hembra indómita. Me vuelven loco los coños, lo confieso. Me encanta su sabor, su olor, esa suavidad cálida, lamerlos, chuparlos, embadurnarlos de saliva, follarlos con la lengua, con mis dedos. El coño de la mujer se abrió para mí dejando entrar hasta el fondo a mi lengua. Sustituí mi lengua por dos dedos al tiempo que cambiaba de objetivo y volvía a su culo: su orificio se abría para mí, acompañándome de mi dedo pulgar, como intentando juntar los dedos en su interior. Gemía y se retorcía a un ritmo cada vez más frenético, lo que le estaba devolviendo a marchas forzadas a mi polla todo su entusiasmo, ayudándose de mi mano libre.
Cuando levanté la vista pude comprobar que ella había cambiado de víctima. Ahora le estaba chupando, con ayuda de su amiga, al tipo de al lado, un mulato bien dotado. Se apartó de mí y sacando de algún lado lo que en un primer lugar me parecieron unas tabletas para la tos, me extendió un condón, al tiempo que le colocaba uno al tipo. Me miró y me dijo, "me vas a follar el culo", en un tono cláramente imperativo, una orden a la cual claramente no podía negarme.
La chica se sentó a horcajadas sobre el mulato. Yo me situé arrodillado detrás de ella intentaba encontrar la postura, y confieso que me llevó un rato. El culo de la chica se dilataba con facilidad y eso facilitó que mi capullo entrara con relativa facilidad. Gemido mío. Gemido de la chica. Pausa. Avanzo, apenas un centímetro, dos. Al mulato apenas le llevó unos segundos tomar la iniciativa, y aún estando en la postura que menos movimiento permitía, comenzó a bombear el coño de la mujer.
La chica llevó su mano a mi cadera para acompasar el ritmo y en unos segundos estábamos los tres moviéndonos como si del motor de un coche se tratara, engrasados y rítmicos. El culo de la muchacha, aprisionandome, me obligaba a embestir con cierta violencia. El orgasmo le llegó a la mujer léntamente. Comenzó como esa columna de humo que ves en el horizonte y acabó como una manada de bisontes intentando llevársenos por delante. La chica se contrajo en un espasmo infinito sin liberar a ninguna de sus presas, retorciéndose, curvándose hacia atrás, yo con las manos sobre sus pechos, acariciandolse esos pezones duros como piedras, desafiantes.
Es difícil describir lo extraño que resulta que tus huevos golpeen contra los de otro tío, pero en ese momento, apenas era consciente de ello. En esas estaba cuando unos brazos de mujer me tomaron por detrás, recorriendo mi torso hasta mi cara, tapándome los ojos. No hizo falta que me besara para reconocer a mi chica, que me susurró al oído "yo también quiero que me follen así", acariciando la espalda de la mujer, desde la nuca hasta el culo, deteniéndose para masajear sus tetas mientras me miraba con los ojos llenos de deseo. Sin dejar de mirarme, y sentada junto a nosotros, pasaba de la boca del mulato a las tetas de la otra mujer, de ahí a su boca, y prácticamente a quien se le acercara.
El chico de la piscina apareció delante de ella y mi chica se entregó a chuparle la polla, mirando con complicidad a su chica. Ésta le dijo a su pareja, "fóllatela, cabrón, lo estáis deseando", y cómo no, la orden se cumplió. Dándole media vuelta a Silvia, con lo que las dos ahora quedaban en la misma posición, el tipo agarró un condón y se lo puso a la velocidad de la luz.
Sin mayores contemplaciones, tras un par de embestidas de aviso, el tipo empezó a follarse a mi chica cogiéndola de los hombros. Mi chica, a cuatro patas, pasaba una mano por debajo acariciándole los huevos al tipo, llegando casi hasta el culo de éste.
El luego empezó a trabajarle el culo con una mano. A mi chica nunca le ha atraido el sexo anal, siempre ha dicho que le incomoda, y cuando lo hemos intentado después de mis insistentes súplicas, nunca lo hemos logrado hacer. Sin embargo, estaba tan entregada que no le importó que el tipo pasara de un dedo a dos. El tipo, como si tal cosa, sacó la polla de su coño y se la pasó por el orificio del culo, acompañandose de un buen tomo de saliva.
Silvia dió un respingo y la otra mujer la tranquilizó, acariciándole el hombro, besándola, invitándola a relajarse "te va a encantar" le dijo, y el tipo comenzó lentamente a meterle la polla por el culo. Mi chica respiraba profundamente, librando la batalla interior entre sus temores y su deseo. Este último venció finalmente y Silvia, poco a poco, comenzó a recuperar el ritmo. Me miró volteando la cabeza con una mezcla de furia y apetito sexual, moviéndose cada vez más frenética. Me entraban unas tremendas ganas de follarmela, me daba envidia de ese tipo, que estaba en aquél lugar en el que tantas veces yo había querido estar. El tipo pasó varias veces de su coño a su culo. Mi novia gemía como una auténtica furia, apagando el grito del mulato cuando se corrió en el coño de la otra mujer, que apartándose de nosotros se sentó ante mi chica, acariciándole la cara con ternura, mientras su hombre cada vez se follaba con más entrega a mi hembra.
Me las apañé para encaramarme sobre el banco de modo que mi polla quedó entre la cara de las dos mujeres. La flaccidez momentanea dió paso a ponerla de nuevo dura como una piedra en cuanto entre las dos comenzaron a dar cuenta de ella, cada una recorriéndola por un lado. Ver a mi novia compartir mi polla con otra boca me ponía a mil y mi chica lo sabía bien. Miles de veces habíamos fantaseado con situaciones así mientras follábamos. Se detenían en la punta de mi capullo, sus lenguas recorriéndolo y lamiéndose, al mismo tiempo, y se la pasaban de una a otra, dejando un generoso reguero de saliva en sus bocas.
Silvia introducía la punta de la lengua por el agujero de mi polla mientras la otra mujer lamia mis huevos totalmente depilados, hinchados y enrojecidos por la excitación y el esfuerzo.
La muchacha se separó dejándole mi polla a mi chica, y se fue hacia su pareja. Le cogía de su miembro, lo apretaba en su mano, lo exprimía, cogiéndole de los huevos, acariciaba el clítoris de mi chica, besaba, pellizcaba, daba órdenes sobre qué ritmo llevar. El ritmo convulso de él se trasladaba, a través de la boca de Silvia, hasta mi polla. Se corrieron al tiempo, o eso me pareció. Yo ya no podía parar, deseaba correrme con todas mis fuerzas, llenarla por todos lados y comencé a follarme literalmente la boca de mi novia, que dejaba caer un hilo de saliva de su boca. El ambiente era absolútamente asfixiante y hacía algún tiempo que teníamos unos cuantos ojos y manos a nuestro alrededor, disfrutando del espectáculo que brindábamos.
Me retiré de la boca de Silvia, sentí la necesidad de mostrarme ante la concurrencia así, a punto de correrme. Siempre me han dicho que tengo una corrida abundante, la verdad es que me gusta que sea así, y me excitaba enórmemente demostrarlo ante ese público. Mientras me masturbaba furiósamente varias manos recorrían mi cuerpo, como si intentaran contagiarse de mi excitación. Una lengua lamía mis dedos, mi mano, mientras sentía como venía el orgasmo. Me arqueé hacia atrás con el primér chorro de leche, lo que hizo más espectacular la escena, que discurría como a cámara lenta. Al primer golpe le acompañaron dos, tres, cuatro más, dejándome complétamente exhausto. Noté como varias bocas lamieron mi leche de mi propio torso, alguna se detuvo a saborear luego mi boca, y no todas fueron de mujeres. Estaba en una especie de trance en el que todo me parecía que ocurriera en tercera persona.
Mi chica y la otra pareja tiraron de mí, sacándome de aquél festival de carne. Me condujeron a las duchas y allí nos relajamos los cuatro juntos, comentando entre risas la experiencia. De la manera más natural, pasabamos de una boca a otra, nos enjabonábamos, nos acariciabamos.
Desde aquí nos dirigimos a la sala de masaje donde nos esperaban varias masajistas, cada una de las cuales fue indicándonos quién le correspondía. La chica de la otra pareja se adelantó y tuvo unas palabras con las masajistas. A mí me tocaba una chica oriental de semblante serio que me condujo a una sala, me dió un tanga de papel para que me lo pusiera, lo cual no dejaba de parecerme cómico dadas las circunstancias. Una vez listo, la puerta en el lado opuesto se abrió y me condujeron a una sala con varias camillas dispuestas en círculo. Mi chica ya estaba tumbada en una de ellas. Me tumbé en la contigua y después entraron la otra pareja. Disfrutamos los cuatro relajadamente del merecido masaje. Charlabamos suavemente, dejándonos llevar por el olor del incienso en un rincón de la sala. Reconozco que resultaba excitante ver como le masajeaban los pechos a las chicas, untadas en aceite, pero tuve que almacenar la escena en la cabeza. En aquel momento no habría podido hacer otra cosa.
Al salir, estuvimos charlando con Clara, la recepcionista de la boca carnosa. Nos preguntó si lo habíamos pasado bien con total naturalidad. Nuestras caras lo delataban todo. Incluso le dije, bromeando, que un día tenía que probarlo ella también - lo que provocó que Silvia me diera un codazo- a lo que me respondió que ya lo había hecho en alguna ocasión y que le encantaría repetir con nosotros. Comentó que no hacían mucha publicidad del tema, y que si no lo tenía claro, ni siquiera mencionaba el tema de los jueves, pero que la experiencia era de lo más positiva.
Nos cambiamos teléfonos con la otra pareja, prometiéndonos volver a vernos algún día, sabiendo todos que ninguno lo haría. Mi novia y yo pasamos el resto del fin de semana follando como locos, recordando las distintas situaciones experimentadas, sin darnos un respiro.
Ya estamos planeando volver al spa el mes que viene, a ver que jueves podemos ir.