En el servicio militar
Mi amigo Jorge me hizo descubrir un mundo desconocido para mí en el servicio militar.
En el servicio militar
Esto sucedió cuando yo tenía 20 años y me tocó hacer el servicio militar que en esa época era obligatorio en mi país (Argentina).
Los primeros días fueron una etapa de acostumbramiento. Yo todavía no había descubierto que me gustaban los hombres, así que no pasaba nada cuando veía todos esos cuerpos desnudos en la ducha o en la cuadra.
Pasaron los días y comencé a adaptarme a esa vida tan dura del cuartel y de la formación militar, mientras iba conociendo a mis compañeros y haciéndome amigo de algunos de ellos.
Uno de ellos, Jorge, fue quien más rápidamente se convirtió en mi amigo y estábamos juntos todo el tiempo libre de que disponíamos. Él era alto, cerca de 1,80, pelo negro, ojos café y un cuerpo muy bien trabajado, era jugador de fútbol en la vida civil y además iba al gimnasio, y tenía un lindo paquete. Pero como dije antes, eso no me provocaba nada.
A mí me gustaba estar a su lado por su personalidad. Porque era totalmente lo contrario a mí. Yo era tímido, callado, temeroso y él era extrovertido, seguro, audaz. Yo sentía que a su lado estaba protegido. Jorge tenía novia en esa época, pero además se tiraba a otras minas que le escribían y con las que se encontraba cuando nos dejaban salir e ir a la ciudad cercana al cuartel.
Él trataba de enseñarme como enfrentarme a las mujeres, pero yo no era un buen alumno. Jeje. Mi timidez podía más.
El paso del tiempo hacía que cada vez fuéramos más amigos; él me contaba sus aventuras, como se cogía a sus minas y eso a mí me gustaba pero no me calentaba.
Un día yo estaba tirado en mi cama vestido boca abajo y él llegó y se me tiró encima y empezó a hacer movimientos como que me estaba cogiendo y yo le seguí el juego. A partir de esa vez lo hacía siempre, aunque hubiera otros soldados presentes y yo sentía que me gustaba. Pero, repito, no me calentaba. Era un juego nada más.
Él estaba asignado a la sala de armas, donde tenía que pasar algunas noches, y había veces, cuando no había ningún oficial de guardia nos encerrábamos allí y charlábamos o tomábamos mate. A veces iban algunos otros soldados y ellos jugaban al truco mientras yo miraba cómo lo hacía. Y en esa sala de armas fue donde sucedió todo.
Una noche que estábamos los dos solos, él ya no recuerdo que hacía y yo leía un libro y se hizo demasiado tarde. Él se fue a acostar y me dijo que me acostara en su cama, que para qué me iba a ir a la cuadra donde estaba la mía. Y me dijo que me sacara la ropa, así estaba más cómodo. Bueno, quedamos los dos en calzoncillos y acostados muy juntos en esa cama de una plaza. El tiempo empezó a pasar y yo sentía su respiración que cada vez me indicaba más que estaba durmiendo y algo pasó por mis pensamientos y me llevó a darme vuelta y ponerme de costado como estaba él, a sus espaldas. Pasé mi brazo por encima de su cuerpo y encontré su mano, que se entrelazó con las mías. Mi pija empezó a pararse y yo seguí actuando.
Ninguno de los dos dijo nada, yo le solté la mano y la bajé hasta su cuerpo, y empecé a acariciar esa estatua velluda. Sentía el calor y la suavidad de esos pelos que lo cubrían. Lentamente fui bajándola hasta llegar a su pija. La cubrí con mi mano y metí primero los dedos por la bragueta y sentí el calor de esa pija. Mi corazón latía cada vez más fuerte, pero el no decía nada.
Después llevé mi mano a su cintura y lentamente la fui metiendo debajo de su calzoncillo, hasta que llegué a ese hermoso pedazo, que después supe que eran como 17 cms., todavía estaba muerta. Empecé a jugar con ella hasta que se le paró totalmente y le hice una paja lentamente. Yo esperaba que en cualquier momento Jorge reaccionara y me sacara a patadas de su cama, pero no fue así.
De pronto su mano cubrió la mía por encima del calzoncillo y me la sacó. Pero por sólo un breve momento, ya que se bajó el calzoncillo (tipo boxer de ahora) y me la volvió a poner. Todo sin decir una sola palabra, y con su otro brazo comenzó a acariciar mi cabeza hasta que lentamente me la fue bajando y me di cuenta de lo que quería.
Yo no sabía cómo hacerlo, ya que nunca había tenido una relación con un hombre (ni con una mujer) pero empecé a lamer bruscamente, cuando escuché por única vez su voz que me decía que pensara que era un helado. Y eso hice. Se la chupé como si fuera un helado. Estuve jugando con ese hermoso pedazo un rato largo, hasta que los movimientos de su cuerpo, como si tuviera convulsiones y la dureza de su pija me indicaron que algo pasaba. Y bueno, justamente mi boca se llenó de un líquido caliente, agridulce que empecé a tragar casi sin darme cuenta primero y con mucho entusiasmo después. Se la mamé hasta sacarle la última gota de su semen y después seguí lamiendo para dejársela bien limpia.
Mientras todo eso pasaba él acariciaba mis cabellos, y cuando terminé la mamada me levantó hacia él, me besó y me dio vuelta, me bajó mi calzoncillo y se apretó fuertemente a mí. Yo sentí como su pija se volvía a poner dura y jugaba con mi culo, pero no me penetró. Mientras pasaba su mano por encima de mi cuerpo y me acariciaba. Así nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente me desperté pero él ya no estaba en la cama. Estaba terminándose de vestir y sólo me dijo que debíamos apurarnos que se nos había hecho tarde y ya llegaría el oficial de turno.
Pasaron los días y fue como si nada hubiera pasado, hasta que hubo otra noche, y todo volvió a suceder. Era muy extraño, terminar con su pija en mi culo pero sin que él quisiera penetrarme ni yo que él lo hiciera.
Hasta que una noche sus caricias bajaron hasta mi pija y todo se repitió pero esta vez al revés. Fui yo quien sintió lo que era que otro hombre me mamara la pija y se tragara mi semen y quien jugara con mi pija en su culo, sin penetración.
Esto se fue repitiendo una o dos veces por semana, durante casi todo un año. Pero nunca, durante el día hablamos de lo que pasaba. Fue algo muy placentero y muy raro. La última noche que debíamos estar juntos ambos nos mamamos la pija y nos fajamos toda la noche, pero sin penetrar. Era como si eso no fuera necesario. Esa noche también nos besamos ardientemente. Jorge recorrió todo mi cuerpo y yo el suyo.
Él se fue primero del cuartel y yo tuve que quedarme unos días más porque nos iban dejando libres por tandas. Y nunca más lo ví.
Si les gustó, espero que me escriban a fern_pon@hotmail.com