En el seminario encontre al chico mas bello
Rodeado de la firaldad del claustro, un seminarista es desvirgado por su compañerito...
Las frías y nubladas alturas donde nací, en el corazón de un pueblo alejado, me dejaron poco espacio para descubrir el mundo que se desarrollaba
Me llamo Federico y tengo hoy 22 años.
Pese a no ser un tipo excepcionalmente guapo, siempre supe tener la fuerza interna para ser atraído y atraer a otros chicos. Desde pequeño lo supe, y un primo cercano dio el primer paso para insinuárseme y lograr que cediera ante su beso, sus caricias y su mamada.
Sucedió una vez, perdón, dos veces, la segunda quise reaccionar y asumir mi rol heterosexual, diciéndole que no había comprendido lo que el había hecho pero que analizándolo no quería eso para mi vida, que deseaba se un tipo normal.
Por varios años pasé con ese peso sobre mi conciencia, pero en mi interior sabía que esa experiencia inicial me había llenado de enorme excitación y felicidad. De hecho, me masturbaba soñando ese momento
Un verano del año 1999 me propuse la idea de ser sacerdote católico. La intención tenía dos tintes realmente: uno correcto porque sentía el amor de Dios, el otro, perverso, porque sabía que en el fondo yo era gay y la estructura de la Iglesia me permitiría perfectamente esconder mis intenciones y no crear sospechas fundadas entre amigos y familia.
Ingresé por la puerta del Seminario central apoyado en los sueños de Iglesia.
Yo había escuchado la enorme fama de sodomitas que tenían los seminaristas, sabía además de muchos curas que se desmayaban por el pene de un jovencito como yo.
Aunque mi intuición homosexual me decía que en el grupo que ingresaba habíamos varios con esta debilidad, ninguno de nosotros se exponía a ser abierto en este sentido por temor a ser delatados y expulsados del Seminario.
Cosa rara pensaba en mis adentros que uno pudiese ser expulsado por este motivo, si conocía bastante bien la perversidad de muchos sacerdotes de saciarse con la polla de un chico entre sus labios. A lo interno del Seminario algunos de los formadores tanteaban el terreno con los jovencitos toqueteando entre risas y juegos las partes sensibles de los bellos cuerpos
Y llegó Lalo. El era un chico de mi edad, que estudiaba para sacerdote con una Congregación externa, no vivía recluido como nosotros sino que solamente venía a recibir clases y regresaba a su casa de formación.
Lalo es pequeño, delgadito, moreno. Pelo corto y nalgas prominentes y debo confesar que desde el primer momento nos atrajimos mutuamente. No se necesitaron palabras para saber que cada uno de nosotros sentía algo extraordinario por el otro, así que no fue difícil entablar amistad y conversación.
En los recreos rápidamente nos íbamos a mi cuarto a compartir merienda. Hablábamos de muchas cosas siempre procurando el espacio para estar solos. Aunque la tracción bullía dentro de nuestros cuerpos aunque ambos sabíamos lo que estaba pasando ninguno se atrevía a dar el paso.
Un fin de semana quedamos que yo iría a su casa a pasear y conocer su familia.
Me presentó como un compañero del Seminario y sus padres estuvieron alegres de que yo les visitara. Me quedaría allí a dormir dos días antes de regresar al claustro.
Vimos una película, comimos pizza y gaseosa.
Yo ansiaba el momento de ir a su cuarto a dormir
Cerramos la puerta con seguro, pusimos música que distrajera cualquier ruido. Lalo se quito la camisa y se quedo en bóxer, yo aun seguía con mi ropa intacta.
Yo me había sentado en la cama y el estaba de pie haciendo que acomodaba algo en su closet. Le mire el culo y vi lo formadito que estaba, y cuando se dio vuelta observe un bulto prominente que resaltaba la blancura de su ropa interior.
No me dio tiempo de expresar nada cuando ya su lengua se había metido en mi boca y aunque sentía una enorme excitación senti miedo
Me besó dulcemente y comenzó a acariciar mi cuello sentí enloquecer lo juro!
Me acostó sobre la cama mientras que violentamente me despojaba de la camisa, el pantalón, y me dejó en calzoncillo
Lo mejor estaba por venir Yo ya me había dejado llevar por el momento, la música acallaba los gemidos de ambos al sentirnos el uno al otro, desatando como animales desbocados el deseo reprimido por meses.
Comenzó a bajar por mis pezones, mi abdomen mis piernas yo me retorcía de placer tratando de no gemir ni gritar a demasiado para no levantar sospechas de la familia.
Me obligo a ponerme de pie sobre la cama. El se puso de pie sobre el piso de modo que mi cintura quedara a la altura de su cabeza.
Ahí fue como descubrí el cielo Ese cielo que me habían hablado en el Seminario. Fue bajándome con sus dientes el calzoncillo, mientras que su lengua jugueteaba en mi cuerpo y mi ropa interior cayo rodando al piso
Sin darme tiempo de respirar me tomo la polla y comenzó a darle un exquisito recital de lengua, chupetes, mientras sus traviesos dedos me acariciaban incesante las pelotas y me masturbaban. Las rodillas me temblaban, sentía desfallecer del placer.
Agaché mi cuerpo para buscar su boca y besarle y expresar mi agradecimiento por su ternura.
Lalo ya se había despojado e su bóxer y al arrimarme su sexo sentí lo mas hermoso al saber que rozaba mi pene con el suyo, como tantas veces lo había soñado mientras me masturbaba en el Seminario.
No hubo necesidad de palabras. Me dio vuelta y me coloco de manera que mi ano se levantaba ansioso por su polla. Friccionando con su lengua mi huequito sabroso, ungiéndolo con aceite, metiéndome el dedito con ternura fue preparándome para penetrarme.
Sentía tanto amor por Lalo que aunque me daba miedo, no sentí fuerzas para negarle nada ni siquiera mi culo.
Sui gruesa polla fue ingresando suavemente, mientras que Lalo se contorsionaba como serpiente, gimiendo, sudando y empujando aquella masa de carne caliente y violenta.
Al acelerar el movimiento sentí su gemir más tenue al vaciar dentro d emi su cremosa leche caliente.
Cayo sobre mi exhausto mientras yo me masturbaba sobre el.
Ambos, abrazados, caímos en sueño hasta que la fría madrugada nos descubrió desnudos y excitados, y con el vigor de nuestra juventud fuimos buscándonos en la oscuridad para entregarnos sin límites y saciar la sed reprimida.
Hoy aun estoy en el Seminario. Y mi amor por Lalo crece y crece
Mientras que por los pasillos del edificio caminamos saludándonos como dos jóvenes mas que serán sacerdotes modelos en el futuro