En el restaurat

Mi marido y yo fuimos una noche a cenar a un restaurante maravilloso y caro del centro de la ciudad. El es muy rico y me tiene como una reina, me quiere mucho y está muy enamorado de mí.

Mi marido y yo fuimos una noche a cenar a un restaurante maravilloso y caro del centro de la ciudad. El es muy rico y me tiene como una reina, me quiere mucho y está muy enamorado de mí. Siempre visto a la moda y de firma, claro que yo le agradezco con creces todo lo que me compra, soy muy guarra en la cama y a él le encanta hacerme guarrerias. Me lo consiente todo, excepto que me acueste con otros, eso no lo soportaría nunca. Y claro, cuando te prohíben algo siempre te atrae todavía más. Cuando llegamos al restaurante teníamos una mesa reservada, el encargado nos condujo hasta ella, el ambiente era estupendo, todo gente de alta alcurnia. Llegó el camarero y me quedé alucinada, era un chico joven, guapísimo, de complexión fuerte. Me miró fijamente y me hizo un guiño con el ojo. Al principio me quedé ruborizada y no sabía que hacer, me retorcí en la silla algo avergonzada. Miraba a mi marido y él estaba enfrascado en la carta de menús. Yo no podía dejar de mirarlo, cuando pedí la comida él se fue hasta la parte de la cocina y antes de entrar volvió su cabeza.

Me puse algo nerviosa y mi marido me preguntó: - Estás bien cariño?? - Sí, sí, todo va bien, gracias – respondí complaciente. Al cabo de unos minutos el camarero regresaba con el primer plato. Llevaba una bandeja en la mano y cuando llegó justo a mi lado zas!! Se le cayó el consomé sobre mi parte de la mesa, goteando sobre mi maravilloso vestido de Dior.

  • Madre mía!!! Como puedes ser tan torpe?? Esto no lo tolero, cariño, haz algo!! - No te preocupes cielo, pediré el libro de reclamaciones y exigiré que echen a este inepto – dijo mi marido todo irritado. El camarero tenía la cara blanca y nos pidió que por favor no le hiciéramos algo así, él dijo que tenía la manera de arreglarlo, que fuera con él al baño y allí lo limpiarían, tenían servicio de lavandería, podrían dejarme una bata mientras esperaba unos minutos. Asentí y acompañé al joven camarero al baño. El me pidió que esperase a traer la bata y que mientras tanto podría cambiarme. En ese momento me sentí excitada, la sola idea de que él me viera desnuda en ese baño a solo dos metros de mi marido me ponía a mil. Cuando regresó yo ya me había quitado el vestido. El se tapó los ojos y yo le quité la mano. Se quedó mirándome  hasta que me dijo: - Señora, por favor, me van a echar si nos ven aquí. - Si te echan te contrato en mi casa, pero te aseguro que si eres bueno, nadie te va a echar. Se lanzó sobre mí como una animal salvaje. Me tocaba con sus rudas manos, manoseaba mis tetas…mi marido no podía imaginarse lo que yo estaba haciendo allí. Me dio la vuelta y me puso cara a la pared, podía sentir sus dedos tocándome el clítoris y metiendolos dentro de mi vagina. Se bajó los pantalones y sacó toda su polla. Era espectacular, una megapolla nunca vista por mí, nada que ver con la de mi marido que ya estaba flácida, era mayor que yo y claro, había diferencias. Me decidí a chupársela, me la tragué entera, estaba buenísima, me llegaba a la garganta y las lágrimas se me caían porque casi me asfixiaba con ella. El camarero me tomaba por el pelo y sin contemplaciones me follaba por la boca. Luego me cogió contra la pared y comenzó a follarme dándome golpetazos contra ella. De repente oí una voz en el exterior del baño que decía:

  • Cariño, estás bien?? Era mi marido, me puse muy nerviosa, ahora que podría hacer? Se daría cuenta?? Así que le tapé la boca al camarero y contesté:

  • Sí, amor mío, estoy muy bien, mejor que nunca, no te preocupes, pronto estará listo mi vestido. No podíamos parar de reír, menudo tonto era mi marido, como podía creer que yo, una mujer de mi nivel, iba a estar solo con él?? Con todos los cuerpos maravillosos y masculinos que hay en el mundo? Ingenuo… Solo servía para pagar las facturas…

Luego el camarero me dio la vuelta y me la metió por detrás, decidió hacerme el culo y poco a poco fue embistiendo. Primero despacio, luego más fuerte, hasta que me taladró el ano con todas sus fuerzas. Era maravilloso, no hay nada como el sexo anal, sus manos me cacheteaban las nalgas, era como una yegua para él. Ya no me hablaba como una señora, ahora yo era su puta, su puta rica y pija. Y él que era un simple camarero estaba gozandome como a una perra. Nunca fui tan feliz, y ya había decidido que no iba a perder a este portador de polla tan facilmente.

No podía más y me corrí, me llegó el orgasmo más fuerte que nunca, tremendo, y justo cuando terminé él se corrió también, me pidió que me arrodillase y se corrió en mi cara. Mi marido estaba al lado y no tenía idea de que un hombre se estaba corriendo en la cara de su mujer y que encima se estaba relamiendo de gusto. Cuando terminamos aquella sesión de sexo el camarero miró antes de salir por si había alguien. Luego apareció con el traje y le di una buena propina, por los servicios prestados, que habían sido muy buenos. Al llegar a la mesa le pedí a mi marido que no fuera tan duro con el camarero, que al fin y al cabo un error lo comete cualquiera y que al final todo se había arreglado. Una vez terminada la cena el camarero vino a nuestra mesa y nos preguntó que tal había ido todo. Yo me adelanté a la respuesta de mi marido y con voz firme y contundente respondí:

  • Estupendamente, camarero, un buen servicio, prometemos volver, verdad cariño?? - Como tú quieras, princesa, siempre lo que tú quieras…- respondió mi marido.