En el restaurante..
Ella me esperaba en los lavabos para follarme.
Todo empezó en el restaurante donde trabajo. Una noche entró una familia a cenar compuesta por los padres, el hermano pequeño (unos 4 años), la hermana mediana (unos 7 años) y la mayor (unos 16).
Como era verano y la ciudad donde vivo tiene playa, estaban todos rojizos por el sol menos la hermana mayor que lucía un hermoso broceado, lo cual llamó mi atención. En ese momento clavó sus ojos en mí. Su mirada me confundió. Era una mezcla entre morbosa, pícara e inocente. Yo seguía con mi trabajo pero algo me impedía dejar de mirarla. Su camiseta era de tirantes, de color blanco y un poco ancha. Me fijé en sus pechos y no llevaba sujetador. Ahora ya sí que no podía apartar mi vista pero no de su cara sino de sus pechos.
Me imaginaba cómo serían bajo esa camiseta. En ese momento se levantó para ir al baño. Las escaleras que conducen a los aseos se encuentran delante de mi puesto de trabajo y ella tenía que subirlas. Cada movimiento de sus caderas se reflejaba en un insinuante balanceo de sus senos. Arriba y abajo, arriba y abajo.. Fijé mi mirada en ellos y se dio cuenta.
Esbozó una sonrisa y siguió su camino. Oí la puerta del servicio. Esperé un par de minutos y subí esas mismas escaleras con el tintineo de sus tetas en mi cabeza. Abrí la puerta del lavabo y se estaba lavando las manos. El agua, en esta clase de grifos, puede salir con más o menos fuerza según la presión que se ejerza con la mano, y ella debió darle con ahínco porque como por arte de magia, unas gotitas de agua fueron a parar a su camiseta. Y, como un acto reflejo, el contacto del agua fría con su piel, hizo que sus pezones se pusieran erectos. Y allí estaba yo viendo semejante espectáculo. Se giró hacia mí y me volvió a sonreir. Noté cómo la sangre subía dirección a mi cara, lo cual hizo que me sonrojara aún más. Se dirigió a la puerta y entonces fue cuando un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. En lugar de dejar caer su mano sobre el pomo lo hizo en el pestillo. Se me acercó y me acarició. La cara, la frente, la nariz, la mejilla, los labios y noté cómo uno de sus dedos se introducía en mi boca lentamente. Cuando lo sacó lo que encontré en mi boca fue su húmeda lengua.
Mientras me besaba me iba acariciando el cuello, luego el brazo, la espalda y con esa misma mano me desabrochó el sujetador. La otra mano reposaba sobre mi culo. Y entonces llegó el momento que tanto ansiaba. Se deshizo de su camiseta y oh, dios mío! lo que había debajo. Tenía delante de mí las tetas más bien hechas que jamás había visto. Debía utilizar una 95, bronceadas y firmes. Me cogió una mano y la colocó encima de su pecho. Jugueteé con su pezón, tocándolo y lamiéndolo. Me quitó el tanga y empezó a tocarme el clítoris. Su dedo se deslizaba suavemente mientras en mi boca tenía aquellos maravillosos montículos divinos. Estallé en un largo e intenso orgasmo. La cogí por la cintura y la coloqué encima del mármol para así poder quitarle esas mini braguitas que llevaba.
Metí mi boca entre sus labios húmedos, calientes y jugosos y me los comía como si fueran el mejor de los manjares, que lo eran. Ella se iba acariciando el pezón derecho mientras la música de sus gemidos nos acompañaba. Se corrió en mi boca y me invadió un inmenso placer. Yo seguía lamiendo sin desperdiciar nada. Nos pusimos las dos de pie, cara a cara, besándonos, acariciándonos las tetas, lamiéndonoslas, succionándonos los pezones, masturbándonos.. Fue entonces cuando se acercó a mi oído y me susurró que quería probar mi sabor.
Bajó su lengua desde mi boca hasta mi vagina y me empezó a lamer mientras ella se introducía el dedo. Subió a besarme otra vez saboreando las dos mi más íntimo sabor. Yo la masturbaba a ella y ella a mí. No podía dejar de chupar esas tremendas tetas que me hacían perder el sentido. Sentí su respiración entrecortada en mi oreja y nos corrimos a la vez. Nos vestimos y bajamos como si no hubiese pasado nada.
Cuando acabaron de cenar ella se acercó a mí a decirme que les había gustado mucho la cena y que pensaban volver. Les acompañé a la puerta y cuando volví a mi mesa encontré un papel en el que ponía: "Me masturbaré pensando en ti".