En el Rancho

Dos hermanas con tremendos cuerpos y sobre todo nalgas. Relato un poco largo pero lleno de detalles.

Hola soy yo nuevamente me llamo Edmond (46 años) y el siguiente relato fue una aventura fuera de serie. Todo pasa en un pueblo donde vive la abuela de una amiga de la facultad (Juanita de 24 años en ese entonces) y varios parientes de ella, como tíos, primos, sobrinos etc. y créanme fue real y sucedió hace 20 años.

En este lugar entre los estados de Hidalgo y Veracruz, solo se puede llegar en tren y a partir de la "estación" del mismo, es caminar como dos horas hasta encontrar una comunidad de casas dispersas, separadas una de otras de por lo menos 100 metros

Sus casas eran de material de la región (madera), no había tabiques ni concreto; los servicios básicos ni siquiera pensarlos, el agua era extraída de pozos, la luz era con velas o en el mejor de los casos había lámparas de petróleo que iluminaban bastante bien, las necesidades fisiológicas de los habitantes eran realizadas en lugares escondidos a la intemperie o en baños muy rudimentarios, eran como los baños utilizados por los asiáticos, a nivel de piso pero sin mueble de baño (retrete), en un hoyo conectado a una fosa y cubierta por una tabla para cubrir los olores, en fin una verdadera región de lo más rústica y natural que existía.

Llegamos Juanita, su hermana Lupita (21 años) y yo un martes de julio como a las 6 de la tarde, con una pertinaz lluvia que nos acompañó a través de toda nuestra caminata desde la estación de tren hasta la casa de la abuela de Juanita quien nos recibió con singular alegría y con unas toallas tibias para secarnos nuestros empapados cuerpos. La casa era de las mejores del lugar pues estaba hecha, en su totalidad, de troncos de árbol, con piso de tablones de madera y tenia tres recamaras 2 pequeñas y una más grande divididas por muros del mismo material y teniendo como puertas cortinas de tela de flores de colores

Juanita y Lupita, de familia muy estricta y religiosa, son muy parecidas físicamente a pesar de llevarse 3 años entre ellas, parecen gemelas ya que Lupita se desarrolló muy rápido, miden como 1.65, son de piel muy blanca, cabellera a los hombros muy negra, cara con ojos negros muy grandes, boca pequeña y nariz respingona. Sus cuerpos son muy bellos sus senos son de talla 34- D bastantes voluminosos con unos pezones apuntando hacia el cielo, cintura breve de unos 55 cm. y caderas de unos 100 cm. con unas nalgas de los más firmes y redondas que se fusionaban con unas piernas bien torneadas, en fin eran la envidia de más de 20 compañeros de la facultad. Yo soy un tipo de lo más común 1.70 de estatura, pelo lacio castaño claro, cuerpo firme, gracias al ejercicio que realizo, y lo que más llama la atención es mi pene con una longitud pequeña de 16 cm. y un grosor de 5 cm.

Me instalé en la habitación que me indicaron, al lado de la que ocuparían Juanita mí compañera y su hermana. Ya instalado me dispuse a quitarme la ropa mojada para ponerme seca y en el momento en que estaba totalmente desnudo y con los calzoncillos secos medio puestos, entra Lupita sin avisar. Se queda de una pieza y se voltea rápidamente pidiéndome disculpas no sin ante dar una mirada a mi pija.

Perdóname Edmond, debí avisar si podía pasar –me dijo- que vergüenza.

No te preocupes –respondí- solo dame un par de minutos.

Venia por la ropa mojada para ponerla a secar.

Si en un momento te la doy, nada más no vayas a voltear. Ya esta, aquí la tienes.

Lupita se volvió hacia mí y me extendió los brazos para recibir mi ropa, no sin antes dar otro vistazo a mí miembro, ahora oculto por los calzoncillos y unos jeans. Terminé de colocarme una playera y un suéter y salí para reunirme con la abuela, Lupita y Juanita en el comedor de la casa

Charlamos acerca de cómo me conocían Juanita y Lupita haciendo bromas, tomando café y pan recién hecho y de cómo me animé a pasar unos días en el llamado "rancho de la abuela". Nos fuimos a dormir ese día ya pasada de las dos de la madrugada.

Al otro día me despertó el canto del gallo como a las 7 de la mañana, el olor a madera, hierba fresca húmeda era delicioso. Juanita y Lupita seguían durmiendo, la abuela ya estaba levantada y estaba fuera de la casa calentando agua en unos grandes botes de lámina apoyados en cuatro piedras y con leña prendida a modo de fogata. Me vió y me saludó:

Buenos días joven ¿Cómo durmió? me preguntó

Bastante bien.

¿Quiere darse un baño? el agua ya está caliente.

Si, ¿a donde hay que llevar el agua? Pregunté.

Atrás de la casa hay un cuartito, ahí se puede bañar.

Tome con un trapo el bote de agua caliente y lo llevé a donde la abuela me indicó. El cuarto de baño era como una cabina de baño público, con tres paredes y una puerta que no llegaban al rudimentario piso de tablones, dejando a la vista, por la parte de abajo, las pantorrillas y por encima la cabeza de quien lo utilizaba. Acto seguido entre a la casa por todo lo necesario para bañarme y salí para meterme al cuarto donde ya estaba el agua caliente y otro bote de agua fría que había llevado la abuela, para mediar la temperatura del agua. Me estaba bañando y al mismo tiempo mirando los alrededores. Se veía gente a lo lejos empezando su día, la mayoría eran mujeres que ya regresaban de algún lugar o tienda, pues llevaban cargando bolsas. Terminé de bañarme y regresé a la casa para ver si ya se habían levantado Lupita y Juanita, pero la abuela me dijo que ellas se levantaban muy tarde cuando estaban de vacaciones.

Salí a recorrer los alrededores del lugar, era un verdadero paraíso, lleno de vegetación, grandes árboles, un río con agua tan clara que se podía distinguir el fondo del mismo. Lo que más me llamó la atención fue la gente, muy amigable y despreocupada en todos los sentidos, inclusive las mujeres que en su mayoría no usaba sujetador y dejaban sus pechos sueltos por debajo de sus coloridas blusas y lo que más me llamó la atención eran las tremendas nalgas que tenían como nunca las había visto, eran exageradamente grandes y se notaban aun bajo sus faldas muy amplias, ahora sabia de donde heredaban sus fascinantes nalgas Lupita y Juanita. Hombres ví pocos y niños había bastantes corriendo y jugando a esa hora temprana.

Regresé a la casa de la abuela y Lupita y Juanita ya se habían levantado. Juanita ya se había bañado y Lupita estaba por hacerlo. Desayunamos todos y terminando me alisté con unos pantalones cortos y tenis, para que me llevaran a dar un paseo por los alrededores. Salimos los tres, Lupita y Juanita lucían faldas muy parecidas a las que vi que usaban las mujeres del lugar, con unas blusas blancas con escote generoso que permitía admirar la redondez de sus blancos senos. Después de 40 minutos de caminar llegamos a un sitio donde había una caída de agua espectacular coronada por una pequeña laguna, era fantástico el paisaje.

Nos sentamos en una roca y nos quitamos los zapatos para meterlos al agua estaba deliciosamente tibia, por el gran calor que hacia. Me encaminé un poco hacia adentro de la pequeña laguna hasta que el agua empezó a cubrir mis rodillas. Animé a Lupita y Juanita para que me siguieran, solo Juanita lo hizo. Al llegar a donde yo estaba me empezó arrojarme agua con las manos, acción que respondí de la misma manera, quedando completamente mojados ambos. Volteamos hacia Lupita e hicimos lo mismo, aunque ella quiso huir, no le dio tiempo y terminamos por empaparla toda. Con la ropa mojada pude apreciar los esplendidos cuerpos de las hermanas, su inocente ropa interior blanca no dejaba casi nada a la imaginación.

Mi pene se empezó a poner duro bajo el agua ante tal espectáculo, tener a la vista tremendos culos y tetas era como estar en el paraíso. Acto seguido me sorprendieron las hermanas al deshacerse de sus ropas, para ponerlas a secar al sol, metiéndose nuevamente al agua, solo en ropa interior. Yo aun desconcertado, hice lo propio, pero me daba pena salir del agua pues se darían cuenta de que mi pija estaba bien parada, sin embargo Lupita se acerco y me pidió mi ropa y salió del agua para ponerla al sol. Entre tanto Juanita y yo nadamos hasta la parte de atrás de la cascada y llegamos a una roca lo bastante plana para salir del agua y sentarnos sobre de ella. Juanita se recogió el cabello y puso una cinta para sujetarlo, yo traté de tapar la enorme erección que tenía con mis manos, pero Lupita se dio cuenta, lo que la puso un poco nerviosa, pero en vez de alejarse, se fue acercando a mí y se acurruco en mí pecho. Era inútil decir algo, el ruido de la caída del agua ahogaba nuestras voces y solo nos dedicamos a sentir nuestros cuerpos. Poco a poco fui acariciando cada centímetro de su suave y blanca piel disfrutando el momento, ella solo cerró los ojos y suspiraba cada vez que rozaba su pubis o sus senos. Le bese el cuello y fue como un detonador de la situación, ella se volvió hacia mí y acerco su boca a la mía, nos fundimos en un beso que traspaso lo normal, nuestras lenguas luchaban una con otra, el intercambio de caricias se fue acelerando y nuestra temperatura se elevo a mas no poder. Poco a poco la fui recostando, metí mi mano por debajo de su pantaleta y pude palpar su esponjado y peludo pubis, parecía que a Juanita no le gustaba recortarse la mata. Poco a poco le fui quitando el sostén y la pantaleta hasta que quedo completamente desnuda, sus pezones estaban muy duros debido a la excitación, su vientre suave y plano hacía ver su pubis con largos vellos ensortijados y totalmente negros, era un gran cuerpo que estaba ante mí.

Estaba besando todo su cuerpo y de repente, salió del agua Lupita. Yo me aparté de su hermana y Juanita se sentó rápidamente y se puso la panty y su sostén. Lupita al principio se desconcertó e intentaba decirnos algo, pero no la escuchábamos. Yo me tire al agua nuevamente y detrás de mi salieron las hermanas, llegamos nuevamente al lugar en donde estaba secándose la ropa. Nos salimos y nos tumbamos al sol para secarnos, nadie comentó nada de lo sucedido, nos volvimos a vestir y emprendimos el camino de regreso. Yo rompí el silencio preguntándoles sobre sus parientes que vivían en el lugar y de esa forma parecía que todo regresaría a la normalidad.

Llegamos a la casa de la abuela comimos y después fuimos a visitar a los parientes, solo Juanita y yo. Pasamos a varias casas en donde los familiares de Juanita nos recibieron con gran alegría. Con casi todos los parientes, bebimos un licor bastante fuerte hecho de diferentes frutas y alcohol. Al regresar la abuela noto nuestro aliento alcohólico y solo se sonrió. Después saco ella misma otra botella de ese licor y nos dijo. "Ahora brindaran con nosotras (la abuela y Lupita)". Saco 4 copitas y las llenó por completo, empezando la propia abuela el brindis. Nos terminamos dos botellas de licor, todos estábamos mareados y la abuela fue la primera en irse a dormir. Lupita, Juanita y yo permanecimos en la sala de historias de la región. Como a la una de la madrugada nos fuimos a acostar. Yo me acosté en calzones, pero no podía conciliar el sueño por el intenso calor que se sentía, prendí una vela y me tape con una delgada sabana, tomando un libro para leer un poco. No había pasado media hora cuando entra a mi cuarto Lupita, vestida con un pequeño camisón rosa, que dejaba ver su par de bien formadas piernas. Le dije:

¿Pasa algo Lupita?

Si, si pasa algo. Quiero acostarme contigo.

¿Pero por que. Que quieres? –le pregunte-

Sentir ese pene que tienes o le diré a mi abuela lo que estabas haciendo con mí

hermana en la laguna.

Cuando le iba a contestar, Lupita se despojó de su camisón quedando sus grandes y suaves senos al aire y con solo en un discreto bikini negro que apenas tapaba su enorme cadera, dejando escapar algunos pelos de su pubis y dejando fuera una de sus hermosas nalgas. Se quedo hincada a un lado de la cama e hizo a un lado la delgada sabana que me cubría. Inmediatamente noto, por debajo de mis calzones, la gran erección que ya tenía e inmediatamente me los quitó, tomando mi dura verga con ambas manos. Me empezó a masturbar, mientras yo le acariciaba con una mano sus suaves senos y con la otra sus nalgas por debajo de su bikini, me ofreció su boca y le correspondí con un beso, ella no dejaba de mover mi pija de arriba a bajo jugando con mi prepucio una y otra vez. La detuve y me puse de pie, ella entendió y sin decir más abrió su boca para chuparme mi pene. Estaba a punto de venirme, pero una vez mas la detuve y la acosté sobre su espalda en la cama, le quite su bikini y empecé a besar cada parte de su blanca piel de su cuerpo, su cuello, su pequeños pero erectos pezones, fui bajando hasta su plano vientre, hasta llegar a su peludo pubis, que al igual que Juanita, no lo recortaban. Fui separando ese bosque de pelos con los dedos para poder acariciar, con mí lengua, su vulva con un delicioso olor a sexo. Entre las sombras provocadas por la luz de la vela, pude ver un par de labios mayores muy redonditos, su clítoris, al principio se veía un poco grande, pero nada fuera de lo normal, sin embargo conforme lo empecé a besar fue creciendo hasta alcanzar unos tres centímetros de longitud, cosa que me sorprendió, pues no conocía ese tipo de clítoris. Me dedique a ese pequeño "pene" de Lupita dándole todo tipo de caricias con mí boca, hasta que alcanzó un orgasmo que hizo temblar todo su cuerpo, sus manos tomaron mi cabeza y la empujó hacia su sexo como si quisiera introducirme dentro de ella. En cuanto aflojo un poco sus manos pude respirar un poco y separarme de su selva de pelos, mojados de una gran cantidad de líquido lubricante y saliva. Luego me puso sobre mí espalda y ella monto haciendo el clásico 69, ella tomo mi pene y lo empezó a chupar nuevamente, mientras yo luchaba por acomodarme entre sus torneadas piernas para poder llegar a nuevamente a su gran clítoris y aunque me costó trabajo, logre nuevamente tenerlo por completo en mi boca, provocándole otro orgasmo, más intenso que el primero, acompañado de un grito, que ahogó con su camisón de dormir y de una gran cantidad de liquido que expulsó de su vagina y que me dejo toda la cara mojada.

Con la media luz de la vela no pude distinguir si aun era virgen. Al acostarla sobre su espalda nuevamente, me atreví a preguntarle sobre mi duda y ella contestó:

No, ya no soy virgen. ¿Pero eso importa ahora?

No, solo era curiosidad.

Saque un condón de mi mochila de viaje. Lupita me lo pidió para ponerlo, lo colocó y sin decir más monto una vez más sobre mí, poniendo su peluda concha, sobre la punta de mí verga, dejándose caer sobre ella y desapareciendo de golpe mi pene. Ambos sentimos como llegó mi pene hasta el fondo de su caliente vagina y su crecido clítoris topo con mí pubis. Empezó un movimiento de atrás hacia delante tallando prácticamente la cabeza de su clítoris contra mi hueso púbico con un ritmo que aceleró poco a poco y que hacia que sus grandes tetas se movieran sin control alguno, mientras mis manos acariciaban sus enormes nalgas separándoselas para que entrara aun más mi pito y ella disfrutara más. Tuvo su tercer orgasmo, dejándose caer sobre mi pecho, abrazándose de mi cuello quedándose quieta unos instantes. Sentía cada contracción de su vagina, que era acompañada con la expulsión de líquido lubricante que mojo todo mi pubis escurriendo hasta mis huevos y nalgas. Reanudó su movimiento, pero ahora era de sube y baja, dejando caer su pelvis con una gran fuerza al grado de provocarme un poco de dolor en la punta de mi pene, pues sentía como golpeaba el fondo de su cuevita.

Solo bastaron unos cuantos segundos y tuvo un cuarto orgasmo, que la dejó esta vez totalmente paralizada, sin moverse, solo cerró los ojos y suspiró dejándose caer a mi lado, totalmente exhausta. Yo aproveche para descansar un poco, pero no dejé pasar ni dos minutos, cuando le separé ambas piernas y me las eché a los hombros metiendo mi pija hasta el fondo y sacándola por completo para una vez más dejársela ir hasta el fondo. Así lo hice por varios minutos hasta que ambos nos venimos. Lupita tomo mí verga y de un solo movimiento le quitó el condón y parte de mi leche fue a parar a sus grandes senos y a su vientre untándosela con una mano y con la otra manipulando mi pene para extraerle la última gota de semen.

Caímos realmente cansados, a pesar de que solo transcurrieron 25 minutos, los cuales para mí fueron grandiosos. Lupita se puso sus pantaletas y pijama y sin decir más salió de mí cuarto. Yo me quedé secándome el sudor con una toalla, me puse unos calzoncillos y me volví a la cama dispuesto a dormir, pero me invadió la necesidad de orinar y tuve que salir fuera de la casa al rústico sanitario. Evitando hacer ruido me puse solo una larga playera y salí. Todo era silencio solo se escuchaban los diferentes sonidos de insectos nocturnos y el ruidos de las hojas de los árboles movidas por el ligero viento. Llegué a la puerta del baño, que estaba cerrada, toque pero nadie contestó, traté de abrirla pero no pude y no me quedó más remedio que ir a la parte posterior de aquel cuartito para descargar mí vejiga. En eso estaba, cuando escuche pisadas aproximándose al baño, así que me apresuré a terminar y me quedé quieto en el lugar pensando en la situación vergonzosa de no poder abrir la puerta. Escuche como con esfuerzo abrieron la puerta del rústico sanitario y enseguida un golpe seco al cerrarlo. Entre las rendijas de los tablones se filtraba una luz y mi morbo era muy grande, así que decidí echar un vistazo por la abertura más grande que había. Me tuve que arrodillar para ver mejor y pude observar que era Juanita con una lampara de combustible que puso a un lado del retrete, se dio vuelta, dándome la espalda y se arremangó sobre su cintura el camisón de dormir dejando a la vista una pequeña pantaleta blanca semitransparente, la cual bajó hasta sus rodillas; separo un poco sus piernas y se inclinó hacia delante. En es posición pude ver en todo su esplendor el enorme trasero de Juanita, así como su peludos labios vaginales, muy parecidos a los de su hermana, con la diferencia de que a Lupita lo que le sobresalía era el clítoris y a Juanita le colgaban unos rosados y largos labios vaginales, de entre los cuales empezó a fluir un gran chorro de orina emitiendo un ligero silbido y mojando parte de sus largos pelos, aquel espectáculo me provocó otra gran erección. Terminó de orinar, tomó papel sanitario, se limpió y se volvió a subir los calzones y dejo caer su camisón nuevamente y salió de cuarto de baño encaminándose a la casa nuevamente. Yo me esperé unos minutos y luego regrese a mi cuarto y sin hacer ruido me acosté sin poder conciliar el sueño, pensando los tremendos labios de Juanita y que se sentiría cojermela.

Quien me iba a decir que conocería los tremendos culos de dos hermanas y mejor aun cogerme a Lupita y espiar en un acto muy privado a Juanita. Nos leeremos más adelante pues queda algo pendiente. Adios.