En el probador pasan cosas
Siempre que entro en el probador de unos grandes almacenes tengo la sensación que algo va a suceder con la la mujer que he visto antes mirando vestidos en los colgadores. Alguna vez puede ocurrir que...
Aprovecho que a mediodía apenas hay clientes para ir a cambiar unas camisetas que compro mi pareja que no me van bien. Espero cerca del mostrador de caja a que venga la dependienta. Están en el cambio de turno y durante unos minutos no hay nadie. A unos metros hay una señora de aproximadamente unos cincuenta años pero que se la ve muy bien conservada resultando muy atractiva.
Viste de forma muy elegante, con toques seductores. No parece que compre su ropa en unos almacenes como el que estamos. Sin embargo, está revisando con mucho detenimiento todos los vestidos de un expositor. Parece que no se cansa de mirarlos y volverlos a mirar.
Se acerca un hombre con muy buena planta y bastante más joven que ella. Se saludan con un beso en la mejilla y empiezan a hablar. Parece que negocian algo y no logran alcanzar un acuerdo. Finalmente ella toma dos o tres prendas y se dirige hacia los probadores. Al pasar junto a mí me fijo mejor en ella y la encuentro muy atractiva a pesar de que ya no es una jovencita.
Tiene unos buenos pechos y un culito más bien pequeño pero muy bien contorneado. Desaparecen de mi vista en la zona de probadores y yo vuelvo la vista hacia la caja que sigue desierta. Me empiezo a impacientar, y paseo sin rumbo delante de la zona de probadores.
Sale el hombre de forma apresurada y casi me arrolla. Va mascullando algo entre dientes y se le ve contrariado. Sale de la tienda y se pierde por el pasillo de las galerías. Me quedo un poco intrigado pero no llego a comprender lo que pasa.
Unos minutos más tarde sale la señora con los vestidos en el brazo y el bolso en la otra mano. Se cae uno de los vestidos, nos agachamos los dos a cogerlo. Yo me adelanto y se lo doy.
Ella me da las gracias y a continuación me mira de arriba abajo como si me evaluara. Parece que le he gustado y me dedica una amplia sonrisa.
- “Hola, si no tienes mucha prisa ¿me podrías ayudar mientras me pruebo este vestido?. Es una propuesta un tanto sorprendente pero como no tengo nada mejor que hacer acepto y nos vamos a los probadores.
Ella entra, se vuelve, me dedica una sonrisa y corre la cortina en mis narices. Tras unos instantes abre un poquito la cortina y me pide opinión. Es un vestido muy vaporoso, es bonito pero le queda muy ajustado en el pecho. ¿Qué tal?¿cómo me ves?
Seguro que viendo mi cara ha comprendido que no era el adecuado.
- ¿Me puedes traer una talla más?
Abro la cortina unos centímetros para pasarle el nuevo vestido. Para cogerlo, abre un poco más la cortina con lo que puedo verla en ropa interior. Ella no se inmuta y creo que le gusta exhibirse delante de mi. No voy desperdiciar la ocasión y me quedo mirando mientras se prueba el vestido. Se mira una y otra vez en el espejo, se toca aquí y allá, culo, barriga, pecho…le queja ajustado como un guante resaltando mucho su hermoso cuerpo.
- Creo que me lo voy a quedar, ¿Qué tal me lo ves?, dice mientras se vuelve a mirar en el espejo.
Mientras me lo pienso, ella se lo quita, lo cuelga y se planta frente a mí en una postura seductora. Empieza a tocarse de forma muy provocativa sabiendo que a mí me está excitando mucho.
Se manosea los pechos y también se pasa el dedo por encima de la braga a la altura de su raja. Acompaña los movimientos con muchas muecas con la boca que no dejan lugar a dudas. He tenido la suerte de coincidir con una exhibicionista de las que corren por los grandes almacenes en búsqueda de una presa complaciente, en este caso yo.
En medio de esta situación tan poco habitual, se acerca la dependienta y me comunica que es hora del cambio de turno y que hasta que venga su compañera de relevo estará en la caja, y por tanto no puede atender los probadores. (Traducido: estaremos unos minutos solos en el probador mi dama desconocida y yo)
Abro un poco la cortina y miro al interior. Ella se está dando un buen frote en la raja. Se ha echado la braga a un lado y me frota con dos dedos con muchas ganas. Mientras la miro, ella resopla sin parar de masturbarse. Supongo que es lo que pretendía, darse un gustazo mientras alguien la mira con deseo.
Me meto dentro del probador, rápidamente me bajo el pantalón, la pongo de espaldas apoyada sobre la pared. Con una mano la sujeto por el hombro y con la otra me la cojo, separo la braga a un lado y busco su raja. En un momento la tengo toda dentro y bombeando aceleradamente.
Ella se tapa la boca para que sus gemidos no alerten a otros posibles clientes, y yo le doy todo lo fuerte que puedo. Seguro que alguien podría estar escuchando el chasquido que produce el impacto de mis muslos con sus nalgas, pero eso no me detienen en mis embestidas.
Los dos estamos gozando como locos del morbo de la situación, con prisas pero también con ganas de que dure lo más posible, acompasamos los movimientos hasta que llega la locura.
En un susurro le digo que ya me viene… ella se da la vuelta, se arrodilla y la engulle dentro de su ardiente boca. La corrida es explosiva y ella la disfruta como si fuera una recompensa y un trofeo.
Con sigilo recomponemos nuestra vestimenta y salimos en direcciones opuestas. Nos tiramos un beso y nos alejamos complacidos de haber ambos conseguido nuestra fantasía.
Semanas más tarde me enteré que en esos almacenes se daban cita parejas de desconocidos para tener relaciones sexuales mediante una App de citas. Yo puse cara de sorprendido e incrédulo para que nadie me pueda relacionar con cosas así.
Deverano.