En el parqueadero de la escuela...

Encuentro furtivo entre dos amantes en el parqueadero de la escuela...

El la esperaba en el parqueadero de su escuela, ella estaba tomando sus clases vocacionales pensando en una nueva carrera, masajista. Siempre le había gustado, y más ahora que a su amante le encantan los masajes, ella quería ser perfecta para el.

El tenía varios minutos esperándola en su camioneta. Hasta que al fin la vió salir, en su uniforme de escuela de masajes, con unos pantalones y camisa azules. Se veía hermosa bajo esa ropa, su pelo negro liso cayéndole mas abajo de los hombros, sus ojos brillantes reflejando la alegría de verlo.

Cuando se montó en el carro se lanzaron en un abrazo fuerte, varios días sin verse, el problema de ser casados y tener otras familias, los fines de semanas eran eternos.

Del abrazo partió el primer beso, suave, amoroso, delicado, labios rozando labios. Pero poco a poco fue aumentando la intensidad, los labios se abrieron y las lenguas salieron a danzar, su baile erótico y abrumador. Las manos no se quedaron quietas y comenzaron a recorrer los cuerpos sobre la ropa.

Ella se detuvo un momento y sólo le dijo, “mueve el carro, tengo sólo 15 minutos de break”

Sin pensarlo dos veces llevó la camioneta a el punto mas alejado del parqueo, bajo la sombra de un árbol enorme. Allí amparados por los vidrios polarizados siguieron dando rienda suelta a la pasión contenida.

Las manos buscaron la ropa del otro, su camisa del uniforme y pantalón cayeron al piso de la camioneta, y pronto los jeans y el polo de el le hicieron compañía.

Allí la tenía, frente a el, en su ropa interior, desbordando sensualidad. Se fueron para la parte de atrás de la camioneta.

Al ponerla sobre la ultima linea de asientos, aprovechó  para bajarle los panties por esas piernas torneadas que lo enloquecían.

La acomodó con sus piernas a los lados y se ubicó  entre ellas, su vagina se abrió con esa posición y los labios salieron a recibirlo con muchas ganas, sin esperar una sola palabra el se lanzó sobre ellos y los beso profundamente. Un beso largo, húmedo, mezcla de su saliva y la humedad de ella.

Su vagina ya estaba empapada, rebozando jugos deliciosos que el se encargaba de recibir en su lengua. Mientras con sus manos abría más el espacio entre esos labios vaginales. Siempre prestándole más atención a ese labio más alargado que lo enloquecía. Ese labio que sobresalía y siempre se llevaba la mayor cantidad de besos, caricias y mordiscos.

El seguía devorándola  a plenitud. Comiéndose esa vagina con un gusto y unas ganas que sólo salían con ella.

Ella le sujetaba la cabeza y la empujaba más adentro de su sexo. Sus gemidos llenaban todo la camioneta. Sus palabras de aliento para que esas caricias no se detuvieran salían de su boca sin parar, “así, rico, no pares, no pares”

El seguía lamiendo sus labios, su clitoris era blanco de esa lengua devoradora, el alternaba las lamidas entre los labios, el clitoris y las paredes internas.

Ella seguía allí, con las piernas totalmente abiertas, entregada a el, a su amante, al hombre que había descubierto su ser sexual. Sus caderas no paraban de moverse, las elevaba buscando que esas caricias la penetraran más.

El seguía lamiendo, chupando, recogiendo todos esos jugos que no paraban de salir, sus manos presionando fuerte en los muslos para que ella no los cerrara, iban a quedar marcados pero no le importaba. Esas marcas a ella le fascinaban, eran la firma de cada sesión de sexo entre dos amantes hambrientos.

Ella siguió girando sus caderas, sintiendo su orgasmo aproximarse, comenzó a girarlas mas fuerte y mas rápido mientras suspiros y gemidos llenaban el lugar.

En ese momento que el sintió que ella estaba cerca de su orgasmo, aprovechó para meterle dos dedos en la vagina, fuerte, duro, como a ella le encanta. Ella gritó de placer al sentir esos dedos, dentro de ella al mismo tiempo que la lengua sobre el clitoris, eso la empujó más rápido hacia su explosión.

El orgasmo se acercaba a pasos agigantados, los dedos de el habían girado hacia arriba buscando ese punto exacto que a ella la enloquecía, ese punto de piel mas corrugada y abultado que el había encontrado y solo el sabía usar.

Al llegar a ese punto, ella gritó mas fuerte, “pero, que me hacessss???” Que estoooo? Que deliciaaaa”. El sabía que era el momento exacto y aceleró todo. Dedos, lengua, caricias, mordidas, lamidas, chupadas.

Ella seguía revolcándose en la silla de la camioneta, empujando con su movimiento las caricias de el, mas profundas dentro de ella.

Su orgasmo llegó majestuoso, su vagina se abrió completamente, sus temblores aceleraron. Ella temblaba y temblaba mientras la lengua de el no alcanzaba a recoger tanto liquido, se desbordaba por todas las paredes de su sexo y le mojaba las piernas y llegaban hasta la silla de la camioneta.

Los dedos de el seguían entrando y saliendo, sintiendo las contracciones del orgasmo que ella estaba disfrutando. Su lengua seguía subiendo y bajando por toda la longitud de esa vagina hermosa.

Hasta que en ese momento, ella elevó al máximo sus caderas, se mantuvo crispada por varios segundos y luego simplemente se desplomó, vencida pero encantada con el placer que seguía recorriendo su cuerpo.

Alli, casi desmayada, en la camioneta de su amante, en un parqueadero público, en plena luz del día, ella recordó por qué este hombre era lo mejor que había llegado a su vida, quizás tarde, pero llegó.