En el parking y a dos bandas
Relato extracorto de sexo intergeneracional. Abstenerse amantes de historias interminables.
Se estaba haciendo de noche cuando llegué al parking de una conocida Facultad de la Ciudad Universitaria de mi ciudad en la que en verano era frecuente el ligoteo durante el día, aprovechando que la carretera terminaba allí para convertirse en una extensa zona de matorrales en las que poder perderse. Cuando aparqué ya no quedaba ningún coche por lo que pensé que no había nada que hacer, hasta que aparecieron dos tíos en un descapotable y aparcaron junto a mi 4x4. Yo no me había apeado del coche y tenía bajada la ventanilla, por lo que no me cabe duda de que se habían percatado de mi presencia. Al volante iba un tío que como poco hacía años que había cumplido los cincuenta, bajito, con el pelo canoso y pinta de nuevo rico, a su lado estaba un chavalín rubito de pelo corto de unos veinte años que bien podía ser su hijo o incluso su nieto, si no fuera porque el viejo le dijo algo al oído y el otro, sin cortarse un pelo, le abrió la bragueta y una vez que el señor mayor echó hacia atrás el asiento, le empezó a hacer una mamada.
Ni que decir tiene que ver a aquel chaval chupándosela al viejo sin ningún tipo de recato me puso a cien, sobre todo después de comprobar que el tío, que no paraba de empujar la cabeza del chico para metérsela bien a fondo, me hacía señas para que me acercara y disfrutara del espectáculo en primera fila. Salí del coche con mi polla tiesa ya en la mano y me acerqué al lado del piloto, que parecía disfrutar tanto de la mamada como de que yo lo presenciase, mientras el chico seguía concentrado en una polla que por cierto era de un tamaño más que considerable, a pesar de que ni siquiera estaba empalmado del todo. Yo me empecé a masturbar hasta que el piloto se agachó para decirle algo al oído al jovencito y salieron ambos del coche invitándome a seguirles al estrecho pasillo que quedaba entre su coche y el mío. Una vez allí, el chico se agachó y se metió mi polla en la boca mientras el viejo se ponía detrás de él y, sin muchos preliminares, enterraba su polla en aquel precioso culito joven para gran deleite de este que en ningún momento dejó de mamármela como un verdadero profesional.
Tras un buen rato en aquella posición, el viejo me propuso cambiar e instantes después, tras metérsela sin contemplación en aquel pequeño culo ya dilatado por los embites del otro, era yo el que me follaba frenéticamente al chavalín mientras este se volvía a meter en la boca la polla otra vez semiflácida al tiempo que se empezaba a pajear. No pasó mucho tiempo para notar cómo se intensificaban los movimientos del chico mientras se empezaba a correr y el señor mayor le ordenaba que se tragase toda su leche. Mientras el chico vaciaba la polla del viejo en el interior de su boca, yo empecé a correrme también dentro de él hasta que, exhaustos por el esfuerzo, nos limpiamos y luego se largaron los dos por donde habían venido.