En el paraíso de Eva
Ahora entiendo por que para Dios somos unos pecadores... Gracias Eva.
Acaba de abrir la puerta de casa, avance dos pasos y oí los gemidos de Eva, me quede paralizado, en blanco, por un momento dudé en seguir hacía donde provenían o quedarme donde estaba, por mi cabeza pasaron miles de cosas, pero al final decidí seguir, aunque mientras andaba hacía la habitación, lo cual se me hizo eterno, iba pensando, en como después de 6 años de una relación tan buena, mi novia podía ponerme los cuernos y gemir de esa forma tan sensual con otro tío.
Un sudor frío recorría todo mi cuerpo, la puerta estaba entre abierta, no encendí las luces del pasillo, quería ver como se lo estaba montando aquel hijo de puta con mi novia, ja, bueno con lo que había sido mi novia. Avance otro paso y pude ver las piernas de Eva, y de golpe una imagen de su perfecto cuerpo, me vino a la mente.
Eva era una chica espectacular, llamativa, morena de pelo largo, liso y sedoso, con unos ojos enormes, negros, provocadores, unos labios carnosos, sensuales, un pecho normal pero pecaminoso, con unos pequeños pezones de color marrón que incitaban a cualquiera, un vientre plano, unas piernas vertiginosas que surgían de un culo perfecto, prieto, firme.
¿Realmente quería ver a mi preciosa "novia" sobada y follada por otro tío?, ¿ Quizás era mejor volver a salir de casa y volver más tarde? o ¿ qué tal esperar en la sala hasta que acabaran? Dios mío que duro, me sentía un cabrón y para colmo pensando esas cosas, ¿ por qué no mejor entraba y saluda? ¡Dios! Parecía un gilipollas pensando esas preguntas, pero al final miré y mi quedé helado, me dieron ganas de pegarme a mí mismo, aunque por otro lado me quedé flipado.
Eva estaba estira en la cama, desnuda, su cabello cubría parte de su rostro, tenía la boca entre abierta y gemía, pero estaba sola, baje mi vista hacía sus pechos, estaba excitada, tenia los pezones fuera de sí, pero que era eso Madre mía, no estaba sola, bueno sí, pero no, enlazada a sus piernas y subiendo hacía su sexo húmedo, ¡mi serpiente!, subía por sus vertiginosas piernas, rozándolas, acariciándolas de una forma casi enloquecedora, parecía estar bailando con ellas, se perdió entre su sexo, lo rozo con todo lo larga y gruesa que es, sacándole a Eva otro de sus gemidos, ella instintivamente movía sus caderas, a la vez que habría sus piernas dejando ver su gran excitación, su deseo, como provocando a la Shelia a perderse en su monte de Venus, mi mente no daba crédito, pero me alegre de que fuera está a algún capullo.
Mi mano se poso en el pomo, abriendo un poco más la puerta, Sheila, que es el nombre de mi pitón, subía por el cuerpo de Eva e iba en busca de sus pechos, los rozo, se paseo por encima de ellos, cubriéndolos con su cuerpo y bajo de nuevo hacía su sexo, se les veía preciosas, me vino a la cabeza una imagen de Eva en el paraíso provocada por la serpiente, y pense que así debió de ser, por que aquella imagen era super erótica, cálida, sensual
Una de las manos de Eva bajo hacía su sexo y separo sus labios más, para poder sentir mejor el roce de la piel de Sheila, que se rozaba contra esté para enroscarse firmemente en sus muslos, Eva se volteó, arqueando su cuerpo, casi adoptando la posición de cuatro patas, mientras que Shelia instintivamente subía por su muslo interior hacía sus nalgas y acariciándolas, subiendo por su espalda, moviéndose lentamente, provocando en Eva otro gemido, para perderse entre su cuello, y bajar hacía sus pechos.
Shelia, estaba haciendo el trabajo de seis manos en el cuerpo de mi novia, y verla a ella tan entregada, tan excitada, me excito mucho, no sabía hasta donde iba a llegar aquello, pero ahora más que nunca deseaba acabar yo la faena, estaba muy caliente, aquella escena, me estaba matando, así que decidí entrar, pero antes me quite la ropa en la puerta, al entrar Eva se quedo algo paralizada, pero de pronto me miro con esa mirada que me pierde, me acerque hasta ellas, me estiré, y Eva, dejando a Sheila en su cuerpo, se subió encima de mi, para cabalgarme, sentí el calor que desprendía su sexo, estaba ardiendo, cogió mi sexo erecto y duro lo paso por su entrada, estaba más mojada de lo que creí, la cogí de las caderas y la fui bajando, hasta sentirla plenamente mía.
La poseí hasta lo mas profundo, mientras que Shelia se perdía entre sus pechos, y yo en su boca, la besé sus carnosos labios con pasión, mientras que sus gemidos se perdían entre los míos y sus uñas se clavan en mi espalda, tensando su cuerpo y mostrándome así su orgasmo, tras un gran grito de placer.
Desde aquella noche más de una vez somos tres en la cama, y he de reconocer que Eva es una diosa haciendo el amor, pero como las caricias de Shelia no hay nada, ahora entiendo la importancia, es algo que te llena más que él mismo acto, aunque al final necesites de él.