En el pajar II, la prueba

Continúa la historia que comenzó En el pajar, qué pasará entre la niña y Felipe? Hasta donde llegará él con ella?

Durante el resto del tiempo Felipe no reparaba en mi presencia. Yo desde aquella tarde en que tuvimos nuestro primer contacto, no podía evitar mirarle todo el tiempo, pensar en él, imaginar lo que haríamos en nuestro siguiente encuentro... Él sin embargo se mostraba totalmente esquivo, yo me hacía la encontradiza siempre que podia pero el ni siquiera me echaba un vistazo ni me dirigía la palabra. De vez en cuando me plantaba delante de él con una gran sonrisa y Felipe se limitaba a revolverme el pelo o a agarrarme los mofletes como si yo no fuera más que una cría a la que no había que prestar demasiada atención.

Aquella actitud me dolía y me enfadaba. Aunque fue bastante peor cuando a la mediodía siguiente Felipe no me aceptó a su lado. Me acerqué al sillón y sonreí, él me dirigió una mirada desinteresada y dijo:

  • Belén, creo que es mejor que dejemos esto, no está bien.

Sus palabras me hirieron como puñales, sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas y pensé que para él yo no era nada, solo una niña que no sabía satisfacer sus necesidades de hombre. Dos lágrimas rodaron por mis mejillas y entonces él me las limpió con la mano.

  • Te llevaré a un sitio mañana, habrá otros hombre, ¿querrás venir?- dijo.

Me horroricé, ¿Otros hombres? ¿qué me estaba pidiendo?

  • ¿A qué te refieres? – pregunté asustada.- ¿Dónde iremos?

  • Ya te lo he dicho, es una reunión con amigos, tú no tendrás que hacer nada, no te haremos daño, lo prometo...¿ aceptas?

  • Haré lo que tú me pidas.

Felipe sonrió encantado y me atrajo hacia él, me dio un abrazo y luego me besó suavemente en los labios, creí tocar el cielo con aquel beso.

  • Buena chica, verás como te gusta.

Eran las 4 cuando subió a buscarme a mi habitación, yo me había puesto mi vestido blanco de tela, me cogió de la mano y sin decir nada bajamos y salimos del chalet.

El coche estaba aparcado en la puerta, arrancó y nos fuimos.

Durante el trayecto no dije nada, no me atreví, aunque estaba muerta de miedo. Me llevó hasta una gran nave en medio de un polígono industrial y allí nos detuvimos.

-Es aquí- dijo y me abrió la puerta para que bajase. Una vez fuera, volvió a cogerme de la mano y me condujo al interior de la nave.

Dentro había 5 hombres más esperando. Todos de entre 35 y 40 años, según me dijo Felipe, amigos suyos. Me los presentó por su nombre: Gabriel era rubio, atractivo, Luis que no era nada guapo, Juan gordo y sudoroso, Javier, no estaba mal y Antonio que era nada menos que el hermanastro de Felipe.

Todos me miraban como si yo fuera algo que nunca habían visto, las miradas de algunos de ellos me hicieron ruborizarme y tuve que bajar la vista.

  • Ella es Belén, os gusta?- preguntó Felipe como si me estuviera vendiendo al mejor postor.

  • Preciosa- dijo uno de ellos, no supe bien cuál ni me importó.

  • ¿Qué edad tienes princesa?- dijo otro.

-Casi 12.

-Perfecta.

Felipe entonces se acercó a mí y se arrodilló, dentro de la nave el sol entraba indirectamente y la iluminación resultaba tenue, lo cual agradecí. Le miré a los ojos y él me cogió la cara entre las manos.

  • Ahora tendrás que quitarte la ropa y quedarte sin nada, lo único que harás será quedarte quieta y responder si se te pregunta, vale?

Asentí con la cabeza y empecé a desprenderme del vestido, cerca de mi los hombres comenzaron también a desnudarse y en poco tiempo todos formaban un círculo a mi alrededor.

Aún no sabía muy bien qué iba a ocurrir, aquello era como una especie de ceremonia de iniciación, entonces Felipe comenzó a masturbarse y los demás le imitaron. Yo no entendía nada, pero me limité a quedarme allí parada y quieta, observando como Felipe comenzaba a estimularse con gran placer. Unos gemidos roncos comenzaron a brotar de sus gargantas, los miembros de todos aquellos hombres estaban erectos y se alzaban en la semiiluminación de la nave, se acariciaban despacio y se dejaban llevar. Al principio aquel espectáculo me causó repulsión pero luego no pude evitar sentirme excitada al verlos y querer tocarme yo también. Miré a Felipe y enseguida mi sexo comenzó a latir y lo sentí húmedo. Él estaba masturbándose justo en frente de mí, agarraba su sexo con fuerza y movía la mano arriba y abajo con deliciosa cadencia. Mientras le observaba maravillada, deslicé una mano hacia mi pubis e introduje un dedo entre mis labios para provocarme placer.

De pronto Felipe dio dos pasos hacia mí y me miró sin dejar de masturbarse. Me apuntó con su miembro erecto y yo supe lo que tenía que hacer. Lo supe de pronto, sin necesidad de explicaciones ni palabras.

Me puse de rodillas ante él, separé los labios para recibir lo que él me ofrecía y en segundos sentí y vi como su semen se estrellaba contra mi boca y mi cara. Parte del líquido fue a parar a mi pelo pero no me importó. Una vez hubo terminado, le miré y él me miró, encantado y sonriente.

-Buena chica.- dijo, se agachó y sus labios rozaron apenas los míos. Luego le hizo un gesto a su hermanastro y éste se acercó a mí. Le miré, tenía la polla completamente roja y enorme, como la de un animal. Se masturbaba furiosamente gimiendo con fuerza.

-Voy a echártelo en las tetas...- Anunció con la voz entrecortada un segundo antes de regarme el pecho con una cantidad increíble de semen caliente. Me sorprendió sobretodo eso, lo caliente que lo tenía. Más que Felipe.

Aún no me había recuperado de "la ducha" a la que me había sometido Antonio, cuando el tercer hombre eyaculó sin previo aviso en mi espalda lanzando un grito de placer. Sentí como su semen resbalaba hacia mi trasero y de allí goteaba al suelo.

El cuarto no tardó en llegar hasta mí y me pidió que le ofreciese mi sexo, así lo hice, nos arrodillamos ambos y él se corrió sobre mi vientre y mi vagina.

A esas alturas me sentía sucia, pegajosa y un poco humillada, pero francamente me daba igual, lo estaba pasando bien después de todo, aquello parecía hacer muy feliz a Felipe y si a él le gustaba, a mí me gustaba, apuesto a que su mujercita no se prestaba a hacer nada de aquello, claro que no.

-Ponte a cuatro patas- Me pidió el último, Javier. La última corrida fue sobre mi trasero y esta también estaba bastante caliente, pero no tanto como la de Antonio.

Una vez todos estuvieron servidos, me volví hacia Felipe para ver qué debía hacer acontinuación, él sonrió y miró a los demás.

-¿Qué decis? – preguntó - ¿Ha pasado la prueba?

Por supuesto todos asintieron. Me sentó bien que todos opinasen que lo había hecho tan bien. Me halabaron mucho, me dijeron que era preciosa y que Felipe tenía mucha suerte por poder gozar de una niña tan linda y con un cuerpo que pronto sería el de toda una mujer.

Sonreí, Felipe me llevó ha un cuarto donde había una pequeña ducha y un lavabo. Allí pude asearme y limpiarme antes de volver a vestirme.

Pronto tendríamos que volver a casa si no queríamos que nos echasen de menos.