En el pajar
Qué pasa en el pajar? qué son esos gritos?
Mi primera experiencia con el sexo fue a los 18 años. Mis padres y yo estábamos pasando unos días en el cortijo de unos amigos, era un verano muy caluroso, me acuerdo que las mediodias eran casi insoportables, durante esas horas toda la casa quedaba tranquila, mis padres y los dueños del lugar o bien estaban dormidos, o bien estaban viendo la tele o haciendo alguna otra tarea como dando de beber a los caballos. Recuerdo que una mediodia mi padre me llevó a dar de beber a los caballos. Rita vino con nosotros mientras su marido roncaba en el sillon del salon, mi madre también se habia ido a dormir.
Me encantaba dar de beber a los caballos, mi papá creía que me darían miedo, pero no fue asi. Asi que aquella tarde en que todos dormían y yo me aburría viendo un programa, decidí ir a los establos a ver a los caballos.
Una vez allí oí gritos, me paré y escuché para tratar de adivinar de donde venían, sin duda era Rita, tal vez se hubiera caído o algo peor, corrí hacia el pajar, la puerta estaba cerrada pero su voz seguía llegándome desde dentro, aunque ya no me parecía que estuviera sufriendo. Abrí un poco la puerta, empujando para crear una rendija y me asomé con cuidado.
Lo que vi me dejó asombrada: Rita estaba desnuda tirada de espaldas sobre la paja, tenía las piernas anormalmente abiertas y levantadas en alto, mi papá estaba igualmente desnudo encima de ella y le daba unos empujones tremendos, con cada uno de ellos sus nalgas se contraían por la tensión y la fuerza y Rita soltaba un chillido agudo.
Me tapé la boca con las manos porque al principio no entendía muy bien lo que estaba pasando entre ellos, pensé que mi padre le estaba haciendo daño de alguna manera pero luego entendí que era todo lo contrario.
No dije ni una sola palabra sobre aquello, pero después de aquella tarde, visité el pajar otras veces y los espié mientras se hacían toda clase de cosas sucias. Una tarde vi a papá cogerla por detrás mientras ella estaba a cuatro patas, y gritaba como una loca y le decia vas a partirme en dos y otros insultos que me parecieron horribles.
Una tarde tras otra empecé a notar que me gustaba mirar lo que hacían, a veces me tocaba mientras les espiaba detrás de la puerta de madera. Me tocaba casi sin darme cuenta y tomaba buena nota de lo que Rita le hacía a mi papá, a él sobretodo le gustaba que ella se metiera en la boca su miembro y lo lamiese hasta que el ya no podía más y lo sacaba lleno de una sustancia que me parecía asquerosa, como mocos blancos.
Una tarde los dejé en el pajar y me fui al salón, Enrique, el marido de rita dormía como siempre sin enterarse de nada, asi que me acerqué y toqué sus partes sobre la ropa aunque apenas rozándole, me paré y esperé pero no sucedió nada, asi que volví a tocarle, esta vez apretando un poco más y esta vez Enrique soltó y gemido y se revolvió sobre el sofá. Esperé un momento y, con mucho cuidado le desabotoné e introduje dos dedos entre la tela de los pantalones, con cuidado toqué su miembro y lo acaricié con cuidado. Enrique soltó un suspiro pero no se movió, asi que seguí y enseguida lo noté muy duro y muy grande, entonces volvió a moverse y me asusté, temí que se despertase y me pillase, asi que lo dejé estar y me fui a la cocina, poco después llegó mi padre y se subió a ver a mi madre sin decir nada.
A la tarde siguiente, ver a mi padre con Rita me hizo mojar mis braguitas, y de nuevo pensé en Enrique. Me fui al salón y lo encontré dormido asi que repetí la operación del día anterior hasta que noté su miembro duro, era agradable al tacto, la piel que lo recubría era suave. Supuse que mi padre o Rita no tardarían en llegar, asi que aparté la mano, pero justo en ese momento, Enrique me agarró. Me asusté, pero él abrió los ojos y me pidió silencio. Yo me relajé porque no estaba enfadado, Enrique me llevó otra vez la mano a su entrepierna y me pidió que siguiera, yo me negué.
-¿Quieres que tu papá sepa que has sido tan mala?- me dijo, no tuve mas remedio que acariciarle un poco más mientras el cerraba los ojos y se relamía encantado. Su sexo estaba durísimo y enorme. Entonces me dijo que metiese la mano por dentro y lo agarrase. Lo hice, metí la mano dentro de la bragueta y lo agarré, estaba caliente y latía.
"Ahora muévela arriba y abajo" me pidió, y empecé a hacerlo, él dejó escapar un "uuf" y entonces vi llegar a mi padre y me aparté disimulando.
El resto del día lo pasé preocupada por lo que había sucedido con Enrique, sobretodo porque me había sentido muy mal pero no podía convencerme a mi misma de que no me hubiera gustado. Enrique era un hombre de 37 años, de complexión agradable y ojos verdes. Era atractivo, aunque de eso me acababa de dar cuenta, ¿qué me estaba pasando?
Enrique me trató con total normalidad todo el tiempo, a veces incluso me ignoraba, como si no existiera y se mostraba más cariñoso con su esposa. Pensé que si supiera lo que ella y mi padre hacían en el pajar mientras él dormía la siesta tal vez no la mimaría tanto...
Al día siguiente la situación volvió a repetirse, mi papá y Rita en el pajar sudorosos y desesperados cambiando de posturas, uno arriba y luego el otro, de rodillas, de pie... Cuando no pude soportarlo más fui al salón, Enrique estaba en el sillón pero yo sabia que no estaba dormido, sino que me esperaba, no quise verle, no estaba dispuesta asi que me dirigí hacia las escaleras para subir a mi habitación, pero a medio camino me detuve y me giré. Minutos después estaba arrodillada ante él con mi mano metida por sus pantalones, tocándole sin ninguna vergüenza.
De pronto él me detuvo y abrió los ojos, me miró y sonrió.
- Eres una niña muy buena, Belén.- Me dijo y yo me estremecí, quise tocarle pero me lo impidió- No- me dijo- Hoy te toca a ti.
Me quedé paralizada, no entendí a qué se refería, pero entonces Enrique deslizó una mano bajo mi vestido de tela y supe inmediatamente lo que buscaba.
-Mi papá...- comencé a decir alarmada al adivinar sus intenciones.
-Tu papá está muy ocupado en el pajar- me insinuó dejándome aun más sorprendida, ¡Lo sabia!
Sus dedos se posaron entonces sobre mi sexo y di un respingo, él sonrió.
-¿Me va a doler mucho?- Pregunté asustada.
-Si te duele, me lo dices y paro, ¿quieres?- asentí mordiéndome el labio inferior, yo estaba de pie y el tumbado en el sofá acariciándome el interior de los muslos con mucho cuidado, arriba y abajo, lentamente, era tan agradable que consiguió relajarme. Desde mi posición veía el pasillo y la puerta de entrada de modo que si mi papá volvía oiría la puerta y podría apartarme a tiempo de ser descubierta.
Las manos de Enrique me despojaron de mis braguitas de algodón y las guardó bajo el cojín del sillón, con un gesto me indicó que abriese un poquito las piernas y yo lo hice sin rechistar.
De nuevo su mano acarició el interior de mi muslo, al llegar cerca de mi sexo se detuvo y sentí su dedo índice explorar curioso sobre mi pubis. Me hacia cosquillas.
-Ya tienes pelo- recuerdo que dijo, yo no contesté, estaba mirando la puerta, por si mi papá volvía. Entonces aquel dedo ejerció un poco de presión sobre mí y se sumergió más en mi sexo. Una vez allí comenzó a moverse despacio, una caricia que me hizo sentir escalofríos.
Miré a Enrique y en su expresión adiviné un gran deseo, como si tuviera mucha hambre y yo fuese un delicioso manjar que alguien le había servido en bandeja. Me dio miedo aquella expresión pero ya era tarde para echarse atrás, además aquello me gustaba, no podia negarlo, me gustaba y quería llegar hasta donde el me llevase.
De pronto Enrique sacó la mano de debajo de mi vestido y se lamió los dedos, luego enseguida volvió a sumergirse bajo la tela y los metió en mi sexo, la humedad de su saliva suavizó el contacto y lo hizo más agradable.
-¿Te gusta?- preguntó con un tono extraño.
-Sí.
-¿Qué sientes?
-Como cosquillas... Pero mejor.- Su sonrisa se hizo más ancha y me recordó a la de un tiburón.
Sus dedos se movieron un poco más deprisa y me miró.
-Dime que te gusta.
-Me gusta.
-¿Mañana querrás más?
-Sí
La puerta sonó y di un paso atrás a la vez que la mano de mi amante abandonaba mi sexo y salía de debajo del vestido. Por un momento maldije a mi padre, pero pronto se me ocurrió que al día siguiente no perdería el tiempo siguiéndole hasta el pajar, sino que iria a ver a Enrique y así pasaríamos más tiempo juntos.
Mi mamá parecía que no se enteraba de nada, ella siempre tan alegre y tan ingenua, me dio algo de lástima pero pensar en Enrique me alivió, el juego con él era excitante y atrayente.
Deseando que llegase el momento de estar con él y sentir de nuevo su caricia, le imaginé colándose de noche en mi habitación y subiéndose sobre mi para montarme como mi papá montaba a Rita. Anhelaba sentir aquellas sensaciones que debían ser tan placenteras, y por todo esto a penas pude dormir.
La mañana del día siguiente pasó lenta, más que ninguna, Enrique parecía no prestarme ninguna atención y eso me enfadaba, pero por fin llegó la mediodia y mamá se perdió escaleras arriba, al igual que papá y Rita. Enrique se tumbó en el sillón y yo esperé un par de minutos antes de acercarme a él. Recordé entonces que mis braguitas seguían bajo el cojín desde la tarde anterior y eso me excitó mucho.
- Hoy la meterás en tu boca- Me dijo sacando su miembro del pantalón. Al ver mi expresión de sorpresa dijo- Tal vez seas aún demasiado joven para esto.
No- me apresuré a decir y enseguida me lancé hacia su miembro metiéndolo en mi boca sin saber muy bien qué hacer a continuación. Lo que ocurrio fue que él entonces metió la mano bajo mi falda y me tocó, di un respingo ante el contacto de sus dedos fríos.
No llevas bragas- susurró encantado y un dedo me recorrió arrancándome un gemido.- ¿Te gusta?
Sí
-¿ Mas que ayer?
- Mucho más.
-Voy a darte placer Belén, pero tú tendrás que darme placer a mí, ¿entiendes?
-Entiendo- Dije, me metí su pene en la boca y comencé a chuparlo como mejor pude. Le oí gemir y eso me encantó, asi que le puse todas mis ganas a pesar que de tan grande casi no me cabia en la boca.
Estaba inclinada sobre él, lo que le permitia tocarme por detrás, abri las piernas como él me indicó para permitirle llegar mejor a mi sexo, sus dedos comenzaron a explorarlo con cuidado y noté que el placer me inundaba.
-No pares- Me ordenó de pronto, entonces me di cuenta de que había cerrado los ojos y había olvidado por completo el miembro de Enrique, en lugar de chuparlo como me habia pedido estaba gimiendo de gusto.- Si tu paras, yo paro.- dijo
Asi que me puse de nuevo a la tarea y el pronto empezó a gemir y sus dedos a moverse más rápido en todas direcciones hasta casi conseguir que gritara, aquello era increíble, nunca habia sentido nada parecido, aun asi no me detuve, seguí metiendo y sacando la gran verga de Enrique de mi boca y no paré ni cuando él me lo pidió. De pronto la polla que tenía entre las manos se convulsionó y un torrente de un líquido viscoso y caliente me llenó la boca.
Con asco empecé a escupirlo en el suelo mientras él se acariciaba para terminar de correrse. Luego, de pronto me cogió por la cintura y me alzó en volandas hasta colocarme sobre su pecho a horcajadas, antes de que pudiera preguntar qué pasaba, volvió a agarrarme y me sentó sobre su cara, solté un grito al notar su boca sobre mi sexo y su lengua contra él.
Traté de apartarme, pero Enrique me lo impidió, me mordía, me chupaba, me lamía, su lengua se restregaba contra todos mis rincones y yo tenía que taparme la boca para no chillar de dolor y placer a un tiempo.
De pronto aquella lengua se introdujo en mi vagina y la exploró curiosa.
-¡Eso no!-alcancé a decir antes de que una explosión de placer me inundase, esta vez tuve que soltar un gemido porque si no lo hacía iba a reventar. Gemí gemí y gemí mientras la boca y la lengua de Enrique me llevaban al Cielo.
Cuando el placer desapareció, me bajó con la misma facilidad con la que me había alzado momentos antes. Tenía el rostro impregnado de mí. Yo estaba avergonzada pero exhausta, él me obligó a mirarle cogiéndome de la barbilla.
-Estas riquísima Belén- Me dijo- Mucho más que mi mujer.
Cuando mi padre entró en la casa aquella tarde Enrique y yo no pudimos disimular miradas cómplices y una amplia sonrisa.