En el microbus
Soy deliciosamente manoseada por un extraño.
Hola lectores:
Soy su amiga Artemia, nuevamente con ustedes para platicarles lo que me ha sucedido el miércoles por la tarde en un microbús de la ciudad de México. Espero que este relato sea de su completo agrado, tanto como lo es para mi el contárselos.
El martes de la semana pasada hablé con una amiga por teléfono para ir al cine el día miércoles aprovechando el dos por uno, era una buena ocasión para saludarla y ver la película de Terminator III. Quedamos de vernos en la glorieta de Insurgentes (el centro de la ciudad de México) y de ahí ir a unos cines muy bonitos que están en la zona rosa.
Al termino de la película, me dijo que nos regresáramos juntas a San Ángel, pasaría su mamá por ella al paradero de microbuses que está en revolución y de ahí yo me regresaría a villa coapa. Tomamos el micro fuera de la glorieta rumbo a San Ángel, por cierto venía un poco lleno, pero afortunadamente una señora bajó dos cuadras adelante y ahí se sentó mi amiga. Por mi parte me tocaron dos asientos detrás de ella junto a un señor de unos 45 años aproximadamente, medio gordo.
Casi al llegar a la altura del World Trade Center México, se paro el microbús en el que íbamos, ya que están de moda las supervisiones a este tipo de transporte por tantos asaltos. Pasamos la revisión sin ningún problema, nos ubicamos en nuestros mismos lugares y seguimos adelante con nuestro recorrido.
Quiero decirles que ese día había hecho un poco de frío, así es que decidí vestir con una falda hasta debajo de la rodilla pero muy holgada, unas mallas de color blanco igual que la falda, un sweater de color rosa y unos zapatos tipo mocasín. Después de la revisión era mucha gente la que subía al micro y poca la que bajaba, como ya era un poco tarde se encendieron las luces del micro, pero solo la parte delantera, atrás se obscureció casi por completo. Quizás fue eso lo que le dio valor a mi acompañante para posar su mano en su rodilla, pero muy pegada a la mía, por supuesto que me di cuenta pero no hice absolutamente nada, ya que pensaba que era completamente normal la posición de su mano, tal vez para descansar su portafolios que traía sobre las piernas.
Lo que se me hacía raro es que cada movimiento del micro, por muy suave que este fuera acercaba más y más su mano hacía mi rodilla hasta llegar a recargar su mano sobre mi rodilla. Realmente no se que me pasó por la cabeza, pero esa sensación y ese jugueteo me comenzaba a gustar, y lo más raro, me comenzaba a excitar. Yo me hacía la disimulada viendo al lado contrario de mi acompañante y por momentos cerraba mis ojos haciéndome la dormida para no ver a la gente, ya que sin duda habría gente chismosa que seguramente no perdía de vista el espectáculo que ambos íbamos dando; no me preocupaba mi amiga, ya que ella venía prácticamente durmiendo en su asiento.
Así duramos un buen rato, hasta que comencé a sentir un movimiento más brusco en mi rodilla a tal grado que me hizo abrir un poco los ojos, lo suficiente para ver como mi falda ya se encontraba un poco arrugada del lado que el tipo llevaba la mano, eso me excito muchísimo y me impulso a acercarle ligeramente un poco más mi rodilla hacía su mano. De pronto dejé de sentir el roce de mi falda, sentía un poco de más calor en mi pierna, me había subido la falda lo suficiente para posar sus dedos sobre mi rodilla, pero debajo de la falda, me venía acariciando la rodilla sobre las mallas, sin darme cuenta en que momento comencé a mojarme, pero me sentía súper excitada, decidí abrir los ojos y voltearlo a ver, el muy cínico ni se inmutó, seguía haciendo de las suyas, pero también sabía que yo venía disfrutando de sus deliciosas caricias.
No pasaron ni 5 minutos cuando llegamos al paradero, el salió primero del micro, después me incorporé y fui en busca de mi amiga, quien se encontraba lista para salir juntas del microbús. Estuvimos casi como diez minutos platicando antes de que llegara su mamá, nos saludamos y al mismo tiempo nos despedimos. Ambas me acompañaron a tomar el microbús que me llevaría de regreso a mi casa. No se fueron de ahí hasta verme subir.
Tomé uno de los últimos asientos sentada junto a la ventana. ¡Oh sorpresa! Era él, nuevamente el señor, se sentó nuevamente conmigo y ahora me saludo, " Buenas noches ", contestándole exactamente lo mismo.
Hubo un momento en el que me quedé helada, pero poco a poco nuevamente sentí ese cosquilleo por dentro y solo traté de relajarme para disfrutar lo que viniera.
No pasó mucho tiempo cuando se puso nuevamente el portafolios en las piernas y su mano en la misma posición que la llevaba en el transcurso de la glorieta de insurgentes a san ángel, solo que ahora fue directo a mi rodilla, pero todavía sobre la falda. Cuando llegamos a la altura de la rectoría de la UNAM, casi de forma descarada con un par de dedos tomó mi falda y la subió ligeramente hasta que sus otros dedos, seguramente los estiro totalmente hasta tocar mis mallas y comenzó a acariciarme la rodilla. Solo atiné a cerrar los ojos, y no se porque razón comencé a temblar, quizás fue miedo, quizás excitación, quizás ambas cosas.
No se en que momento él se percato de que yo había cerrado los ojos, pero no tardó mucho en poner toda su mano arriba de mi rodilla, sobre mis mallas y me comenzó a masajear mi pierna, era una sensación grandiosa, en ese momento mis pensamientos habían ido ya muy lejos y añoraba que mi esposo estuviera cerca de mi para que viera la manoseada que me estaba propinando el tipo aquel.
En más de dos ocasiones intentó meter su mano entre mis piernas, ya que cuando me senté, las junte para no verme mal y aunque llevaba mi falda larga, regularmente no me gusta abrir las piernas (siento que si las abrimos, las mujeres nos vemos mal). Solo se dedicó a acariciarme en la misma posición en la que llevaba la mano puesta, me jalaba las mallas, casi como queriéndomelas quitar (aunque técnicamente era imposible que me las quitara, lo único que hacía era que se me aflojaran más de lo que ya me las había aflojado el muy cabrón).
Intempestivamente abrí los ojos para ver a que altura del camino íbamos y también para ver que tanta gente iba en el microbús. No iba totalmente lleno, eso permitía que el tipo hiciera de las suyas a placer; por cierto ya estábamos en la zona de hospitales y yo tenía que bajarme en Villa Coapa, eso me daba unos minutos más de placer, y a él el suficiente tiempo para saciar sus más bajos instintos.
Volví a cerrar los ojos, lo cual notó con placer. Casi al momento de cerrar mis ojos, quizás no pasaron ni cinco segundos cuando subió descaradamente su mano a media pierna y en ese momento creo haber tenido un orgasmo. Acepté todo, no dije absolutamente nada. Intentó nuevamente meter a esa altura de mis piernas su mano, lo hizo con un poco de más fuerza y lo logró. Por supuesto, ya estaba yo muy caliente y al momento de intentar meter su mano, aflojé un poco la presión que mis piernas ejercían entre sí, y con toda la palma de su mano acarició todo mi muslo, primero el de una pierna, después de la otra.
Lo hacía de una manera muy profesional, como si a cada rato lo hiciera con cualquier chica que se sentara a su lado, tenía mucha habilidad. Sus manos eran grandes y cada vez que estrujaba mis muslos me hacía sentir mariposas en la entrada de mi panocha. Sentía como mi clítoris respondía a cada apretón de sus manos a mis piernas. Fue un momento muy singular. Y finalmente llegó hasta arriba hasta tratar de acariciar mi clítoris. En ese momento cerré las piernas y su mano quedo atrapada entre ellas. Yo trataba de mover mi entrepierna lo más ligeramente posible hasta que tuve uno o dos orgasmos más. Creo que él sintió lo húmedo de mi sexo, quizás por eso no se movía.
Nuevamente abrí intempestiva y completamente mis ojos, ya estábamos frente a Gigante. Primeramente y en un movimiento muy rápido voltee a ver mis piernas hacia abajo, traía la falda hasta arriba, lo voltee a ver a él y traía los ojos cerrados. De igual forma que yo se había hecho el dormido. Nadie se había dado cuenta de nuestro show (o por lo menos eso creo), había como dos o tres parejas en el micro. Traté de acomodarme la falda y retirarle su mano de mis piernas de tal forma de no verme tan grosera, ya que quiérase o no, me había hecho pasar un momento agradable. Él también lo entendió así. Le pedí permiso para pasar hacia la puerta de salida, no se levantó de su asiento, solo giró sobre su mismo eje.
Al incorporarme y esperar a que abrieran la puerta posterior del micro, apoyé mi cuerpo sobre un asiento adelante del que iba yo sentada, el muy sinvergüenza apoyó con toda confianza su mano derecha sobre mi pantorrilla y la subió hasta media pierna, por supuesto, no me quite de ese lugar, y en cuanto abrieron la puerta baje con mucho cuidado y al bajar completamente, lo voltee a verlo, me despedí de él con un adios en la mano y una sonrisa coqueta. Ya estaba ahí mi esposo esperándome. Le platiqué todo lo sucedido, con detalle de todo lo que me había pasado, eso nos hizo disfrutar una noche de mucho sexo hasta muy entrada la madrugada.
Espero que mi relato les haya gustado y si algún día me sucediera alguna otra cosa, no duden en que, ustedes serán mis más allegados y seguros confidentes. Besitos a todos. Adios.