En el metro de Barcelona
No es muy buena idea subirse al metro en un caluroso día de verano en la ciudad condal.
Una de las peores cosas que puedes hacer en verano es coger el metro en hora punta, no solo por la masificación de gente y la ausencia de aire acondicionado, sino por los pervertidos que parecen salir de su sopor invernal.
Aquel día, cuando puse el primer pie en el vagón, me arrepentí al momento de lo que llevaba puesto. Normalmente soy una chica de vaqueros y ropa cómoda en general, pero al despertarme había decidido meterme en una minifalda negra y una camiseta rosa de tirantes, quería ir a matar, y todo ello acompañado del pelo recogido para que se vieran bien mis hombros y mi cuello.
Decidí que lo mejor era quedarme cerca de la puerta para librarme de los pervertidos, estaba segura que tenía la marca de una mano en el culo de antes de hacer el transbordo. Íbamos tan apretados que ni siquiera me di cuenta cuando se acercó y se quedó bien pegado a mí, sólo vi una mano agarrar la barra del metro por encima de la mía y noté una leve presión en mi culo, pero habiendo tanta gente no le di mayor importancia.
Entonces noté que una mano me tocaba el muslo de forma disimulada, intenté apartarme todo lo que pude y girarme para cantarle las cuarenta pero, de nuevo, la marea humana que nos aprisionaba convirtió ese simple gesto en un imposible. Él aprovechó la oportunidad para seguir acariciándome y yo empezaba a tener más calor del normal, miraba a los lados en busca de alguien que estuviera mirando y pudiera echarme un cable, en ese momento su mano subió lentamente por mi muslo y se metió bajo mi falda agarrando con fuerza una de mis nalgas. La impresión y el calentón que me dio entonces hicieron que quisiera alejarme, aunque fuera a codazos, pero me agarró más fuerte y tiró de mí cogiendo una de mis manos y poniéndola sobre su tranca.
Fue en aquel preciso instante en el que me perdí, aparté la mano y pude verle la cara de refilón. No estaba nada mal el chico y quedaba claro que estaba muy cachondo con toda la situación, así que decidí seguirle el juego a ver hasta donde llegaba. Agarré su polla con ganas.
Tras un momento su mano empezó a guiarme sobre su nabo, quería que le pajeara en medio del vagón de metro, y yo empezaba a estar tan cachonda que estaba segura de que mi tanguita estaba mojadísimo. Pareció leer mis pensamientos ya que su mano libre se coló entre mis piernas para frotarme el coño por encima de la tela.
Ya no había vuelta atrás y yo quería notar más de esa dura polla, poco a poco fui desabrochando los botones de su pantalón para poder meter la mano. Primero fue el tacto de unos boxers, su tranca parecía estar ardiendo y yo quería mucho más. Después, fue mi mano directamente sobre su piel notando el calor y la humedad que desprendía, creo que mi cuerpo tembló levemente y dejé escapar un suspiro de puro placer.
Ni corto ni perezoso apartó la tela del tanga metiendo sus dedos de lleno en mi coño, podría haberme corrido ahí mismo pero no quería que aquello terminase. Sabía que tendría la mano chorrenando porque me tenía súper caliente y a su merced, yo lo pajeaba comopodía con la mano izquierda apoyando mi espalda contra su pecho. Pero no era suficiente ni para mí ni para él.
Apartando mi mano de su rabo se posicionó entre mis nalgas y empezó a frotarse, no podía creer lo que estaba haciendo en medio de aquel vagón lleno de gente y menos aún lo excitada que me ponía así. Su mano comenzó a subir por mi vientre, notaba sus yemas contra mi piel que se erizaba con el tacto, me importaba bien poco si alguien nos estaba viendo, se abrió paso a través de mi sujetador agarrando con fuerza una de mis tetas.
Creía estar temblando de deseo, entre sus manos y el lugar en el que estábamos, pero seguía sin ser suficiente, hasta que note su polla rozando mis muslos y mi culo. Quería morir de placer cuando su polla empezó a follarme lentamente y lo odié con toda mi alma cuando se quedó quieto y tuve que moverme para follármelo, jugando con sus cojones mientras lo hacía. Cuando estaba a punto de correrse cambió su polla por sus dedos y yo me corrí con ellos dentro mordiéndome el dedo con fuerza para no gemir en medio de aquel vagón de metro.
Me apoyé contra él sudorosa y temblorosa, recuperándome de uno de los mejores orgasmos de mi vida. Me sujetó con la mano izquierda y supe que se estaba pajeando contra mi culo. Su leche caliente salpicó mi coño y mis nalgas, una vez hubo terminado sobre mi subió mi tanga dejándome toda su corrida dentro de la fina tela.
Cuando pensé que se iría me giró de improviso y metió su lengua en mi boca. Peleé con la mía un rato y, cuando se anunció la próxima parada, me susurró contra los labios “ espero que nos volvamos a ver ”.
Se alejó sin mediar palabra y me dejó allí, con su corrida resbalando por mis muslos mezclada con mis propios jugos. Ahora puedo decir que me encanta el metro en hora punta.