En el Metro
Unos pervertidos jovencitos le hacen de las suyas a una descarada madurita vestida muy provocativa. (Se trata de la misma protagonista del relato: "arduo trabajo de detective", aunque son independientes.)
Ya había finalizado mi contrato con el evidente cornudo, no mencionaré nada de las pruebas de adulterio por sigilo y secreto profesional. Un impulso interior me hacía seguir tras la adúltera, la excitación que me produjeron los seguimientos realizados me creo adicción, así sin ninguna
obligación contractual me levanté y salí al acecho, con la esperanza de encontrarme con otra andanza de macizorra Jamona.
Un día más esperé a la salida del edificio donde vivía, como cada día iba vestida elegante y a mi modo de ver provocativa, minifalda volada escandalosa, blusa ajustada impúdica, tacón excitante, melena al viento, gafas de sol, piernas desnudas apenas bronceadas e interminables, como para pasar desapercibida, casi de mi tamaño y soy alto. Si viene de frente, te echas al suelo.
Si a unas piernas las rematas con una minifalda que lo que parece decir es mira debajo, o espera que haya un escalón,
no te queda más remedio que seguirla, aunque sea con la vista mientras puedas. Ya sabía lo que hay debajo, había tenido la suerte de contemplarlo a distancia pero muy de cerca gracias a la óptica, en sus correrías por el bosque. Recordar cómo se masturbaba mientras parecía ofrecer su tremendo culo a las rapaces del bosque me ponía en situación incómoda, suerte al maletín que llevaba podía cubrir mi incomoda e inoportuna erección.
Como ya dije, dedique horas de mi tiempo ajenas al contrato que tenía con su marido, por eso lo relato,
hay veces que este “trabajo” totalmente desinteresado resultaba muy pero que muy interesante.
Se dirigió hacia una boca de metro, bastantes veces la seguí en recorridos subterráneos, recordé de inmediato los roces, apretones y manoseos descarados a que era sometida aprovechando las aglomeraciones en las horas punta.
Seguía el balanceo de su faldita acomodada sobres su culo, el vaivén era hipnótico, siempre con la ilusión de que alguna corriente de aire la levantase dejando ver lo que cubre, o unas escaleras pronunciadas hiciesen lo mismo, los pequeños tramos de escaleras que se encontraban en el trayecto no eran suficiente para permitirme contemplar el encanto oculto pero tangible más allá de sus muslos, en cada paso la faldita parecía estar a punto de levantarse sobre su culazo y dejarlo al aire, pero volvía a su posición como si estuviese jugando con los curiosos observadores.
Llegó a la estación de metro, se sentó en uno de los escasos huecos en los asientos de espera.
Esta vez seguro que sí, pensaba, la escueta faldita cubría lo justo para no mostrar. No había conseguido ver lo pretendido y mi situación personal empeoraba, mi maletín seguía siendo mi salvaguarda. Ver que la faldita apoyaba en el banco, dejaba claro que se había sentado directamente sobre su culo aplastando su sexo, el andén era estrecho como para permitirme colocarme delante y con ángulo para verla de frente, los que tenían una posición privilegiada eran pasajeros situados en el andén de enfrente, unos cuantos parecían mirar lo mismo que yo, incluso cuando subieron al metro, seguían mirando por la ventanilla mientras en su vagón abandonaban la estación, dejando tan erótico estímulo a la imaginación para otros usuarios que ocupasen su posición privilegiada.
Llego su metro, se levantó no sé cómo que no permitió alegrías a la vista, estas falditas deben estar diseñadas para hacernos sufrir… .
Accedió al vagón, tras dos paradas bajó, a la salida del andén divisé una larga escalera que podía dar lugar a una situación erótica, la Jamona evitó la escalera mecánica, que habría permitido observarla descaradamente, ya debía tener experiencia y sabia como actuar, sabia insinuar sin mostrar esta madurita.
Subí las
escaleras detrás de ella dejando distancia para poder verla desde abajo, aun cuando podía parecer descarado, no perdía mi blanco de vista, pero sin resultado, el corazón se me revolucionaba,
ya no sé si por la emoción o por que no estoy acostumbrado a subir escaleras con tanta excitación.
Apunto estaban aquellas piernas de subir los últimos peldaños de la prolongada escalera cuando pasó otro metro, produciendo una fuerte corriente de aire ascendente, esta vez su faldita no pudo cumplir su misión, se levantó totalmente dejando el descubierto un culazo grade, blanco, hermoso, prominente, sin nada más que cubriese sus partes impúdicas ya públicas,
la corriente duro unos segundos, como la exhibicionista involuntaria llevaba ocupados las manos con el bolso y bolsas, permitió que no fuese una visión fugaz, sino una recreación en toda regla de lo que sería una secuencia más que erótica. Esta vez me encontraba en una posición privilegiada, detrás y bajo ella, perfecta para poder su culazo en todo su esplendor, y las demás partes de su anatomía que vistas tan de cerca impresionaban, las había visto antes, pero así más de cerca sobresaltaban.
Pasados bastantes segundos y estando ya arriba, consiguió cubrirse después de que un buen número de transeúntes disfrutaran del espectáculo, un grupo de turistas agradecido, aplaudió efusivamente dando ovaciones de Ole! Ole! Ole!, roja como un tomate sin mirar atrás continuó a paso ligero.
La seguí por el camino de enlace con otra estación, nada más llegar, casi a la vez, llegó el metro correspondiente, subimos, el vagón estaba saturado, alguno viajero aprovechaba para rozarse con la enrojecida todavía Jamona, algo que por sus gestos parecía no agradarle. Se acercó por detrás un muchacho con una bolsa de deporte de la que sobresalía el mango de una raqueta, intencionadamente la levantó por debajo de la faldita levantándosela por completo.
La macizorra dejando caer las bolsas y cubriéndose exclamó: Pero que haces!,
el muchacho ni se inmuto. Recogió las bolsas y se apartó, solo algún pasajero se dio cuenta.
El muchacho se movió hasta ella, colocado detrás le daba pequeños empujones en el culo con su abultada entrepierna, ella se volvió pidiendo tímidamente que parase, el al contrario de lo que pedía, agarro una de las nalgas del prominente culo de la Jamonorra, se incomodó, trato de apartarse a la vez que otro muchacho delante de ella hacía lo mismo en sus voluminosos pechos, con la manos ocupas con las bolsas intentó levantarlas hasta las manos de los chicos, apenas llegan a ellas, se notaba muy nerviosa, movía la cabeza agitada, se mordía los labios, no articulaba palabra alguna.
Los chicos progresaron, la fueron desplazando poco a poco entre los viajeros hasta un rincón del vagón, había otro más metiendo sus manos por cualquier resquicio que le dejaban sus carroñeros amigos, el sobe de sus tetas era descarado, estrujadas a dos manos sin miramientos ni vergüenza, mientras otras manos se movían bajo la faldita que ya nada podía impedir, le sobaban el culo, le agarraban la nalgas haciendo movimientos que la abrían y cerraban dejando ver su sexo,
Fueron a mas,
desde mi posición se veía con toda claridad cómo la estaban masturbando, follándosela literalmente con los dedos, tanto por delante como por el culo, de cuando en cuando la macizorra liberaba
gemidos de excitación, parecía acomodar su cuerpo y entregarse a la voluntad de sus perseverantes y
pervertidos verdugos, ligeramente inclinada se entregaba al manoseador de sus ubres, que bajo la blusa se las había sacado del sostén, mientras ofrecía su culo y habría las piernas para facilitarles la faena a los otros dos.
Una Señora indignada al percatarse del acto, espetó improperios contra la causante
de tal diversión: que poca vergüenza! Habrase visto que puta! Demasiado libertinaje, mano dura hace falta! estos insultos hicieron que se percatasen más viajeros de lo que estaba sucediendo.
Los muchachos lejos de molestarse, intensificaron el ritmo de la masturbación de la muy excitada y entregada zorra, hasta que la hicieron llegar al orgasmo, gemidos muy audibles acompañaron a un repentino y repetido salpicado hacia el suelo, se estaba corriendo, salpicando a chorro gimiendo como una puta cuando
finge orgasmos.
El metro aminoró la velocidad, paro en la estación, los pervertidos salieron
del vagón tranquilamente, no sin antes dejar a la puta con la faldita en los tobillos, dejando a la vista toda su abundante anatomía de cintura abajo, mientras trataba en vano de colocarse la faldita. El metro reanudo su marcha,
la señora exacerbada
continuó con los insultos hacia la que consideraba una puta sinvergüenza exhibicionista, la en estos momento puta para los presentes, aguantó miradas despectivas, otras lascivas,
además de insultos humillantes y obscenos,
mientras enseñaba sin remedio su culazo enrojecido mientras trataba de ponerse la minifalda de manera infructuosa,
hasta la siguiente estación en la que se apeó.
El suelo todavía salpicado evidenciaba el gozo que los descarados muchachos habían proporcionado desinteresadamente a la provocativa macizorra.
Este día acabo aquí mi seguimiento, pero seguro de
mas espectáculos parecidos, tenía claro que seguiría en mi empeño.