En el Madrid de los Austrias

Una extraña experiencia al entrar en los servicios de un bar...

Estuve paseando por la zona de los Austrias, en la capital de España, me perdí por las callejas cercanas a la Plaza Mayor e iba tomando fotografías de cualquier detalle: una estatua, un picaporte, cualquier pequeña cosa que me llamara la atención.

Llevaba ya varias horas caminando, cuando llegué a un bar de un aspecto que no podría describirse como moderno, ni antiguo, pero que al me que me dirigí, porque las necesidades de descargar eran tan evidentes, que no quise escoger. Nada más entrar, me dirigí al camarero que había en la barra y le pedí un café con leche, tendría tiempo de sobra para que no se enfriase, mientras me dirigía a los servicios, ya que el paseo había sido largo. Una vez en los servicios, que estaban vacíos, me dirigí a uno de los dos urinarios que habían allí.

Soy físicamente una persona normal, ni alto, ni bajo, ni grueso, ni delgado; me bajé la cremallera, comencé a trajinar en mi calzoncillo y acto seguido comencé a descargarme. De pronto me percaté que detrás mío, había aparecido un tipo que por su ángulo de situación, no se acercaba al urinario libre y lo que hacía era observar mi micción. Realmente, tenía necesidad de continuar, así que opté por ignorarle, pero cada vez lo notaba más cerca y súbitamente, utilizó su mano derecha para coger mi miembro y seguir con la meada, dirigiendo el chorro a una pastilla desinfectante de color azul.

No supe como reaccionar, la verdad es que era un tipo moreno, alto y con un cuerpo cultivado en el gimnasio, como dejaba entrever su camiseta ajustada. Estaba nervioso, por esa situación tan surrealista, yo seguía meando como un desesperado y mi miembro estaba en la mano de un fulano que hacía que mi chorro fuese hacia arriba y hacia abajo. Se acercó aún más por detrás, desde el costado sentí su pene erecto y pasó su mano izquierda sobre mi hombro, apretándome hacia él, mientras me besaba suavemente detrás de la oreja. La situación estaba llegando a un límite en el que no podía tomar el control si alguna vez lo había tenido. Estaba acabando de mear y sentí como aquella mano me la sacudía y que suavemente acarició lo que contenía y me colocó de nuevo el miembro en el calzoncillo y con la misma presión que seguía efectuando, me fue dirigiendo hacia la zona de los retretes. Abrió uno de ellos y me empujó hacia dentro, en la estrechez del mismo, quedé ubicado contra la pared, delante de la taza del water y lacerar la puerta, hizo que levantara las manos, para aguantarme contra la pared, mientras con una rapidez envidiable, me había soltado el cinturón, desabrochado el botón del pantalón y bajado la bragueta, con lo que los pantalones me quedaron a la altura de las rodillas.

Dios, era para verme, con los pantalones caídos, apoyado contra la pared y notando como me bajaba los calzoncillos y amasaba mi pene que un momento desapareció en su boca, caramba, aparte de haber conseguido excitarme se lo introdujo completamente en su boca, notaba su respiración por la nariz en mi vientre. Fue efectuando una felación, acabando con un lengüetazo por todo el pene, los testículos y en una maniobra sorprendente, empezó a lamerme el ano, poniendo una gran cantidad de saliva, dejándolo lubricado de tal manera, que empezó a introducirme uno o dos dedos, no podía controlarlo, mientras que continuaba su masaje a mi pene, a mis testículos, sus dedos se introducían cada vez más. Tenía una rara habilidad para introducir completamente su pene en su boca, continuó con su ir y venir, los dedos hasta el fondo, moviéndolos en un mete y saca brutal y separando los dedos, para ensancharlo, intentando ganar espacio para atacar con más elementos.

La situación era tan irreal, que llegó a ponerme excitado. Siguió con sus movimientos de dedos y con su boca, y a pesar de mi reticencia a esa situación, eyaculé en su boca y continuando con su felación, se tragó todo el semen. Cuando se detuvo, siguió acariciándome los testículos y se dedicó a lamerme el ano, introduciendo su lengua y moviéndola en mis entrañas. Se puso de pie, me plantó un beso en la boca y desapareció.

En el interior del retrete, me arreglé la ropa y al salir a la barra, el camarero añadió leche caliente al café que esperaba en la taza, supongo que para que no se notara tan frío. Lo tomé despacio, mirando alrededor y la única persona que había en el local era el camarero, ningún otro cliente.

El camarero siguió limpiando la barra y me he quedado con la duda.... ¿Realmente soy heterosexual? ¿Me gustaría repetir? Una duda existencial.....

A alguien le pasado algo similar?

Salí del local, sin mirar atrás, no recuerdo ni su nombre, ni su ubicación...

Agradecería comentarios a mi correo: alvaro-gp@hotmail.com

Álvaro García Pena