En el internado

Laura en una chica que ha vivido gran parte de su vida en internados y se aburre con facilidad. Eso hasta que llega de Polonia la nueva chica: Henrietta

Al ser la hija mediana de una familia adinerada y poco sensible te convierte fácilmente en la chica olvidada la cual casi nunca es punto de interés de nadie, especialmente cuando eres la única chica entre un doctor graduado y un tenista nacional. ¿Eso a que me remonta a mí, Laura Villaseñor? A vivir el resto de mi adolescencia entre internados e internados para que mis padres contorlen a su rebelde hija adolescente.

Patrañas.

Primero había sido por la cocaína, luego había sido por las calificaciones y la última había sido porque me había visto comiéndole el coño a la maestra de arte en el aula de clases. ¿Qué más necesitaba hacer para cambiar de aires? Para realmente divertirme…

Lo supe cuando la vi llegar. Henrietta era de Polonia pero hablaba perfectamente ingles, españo, francés y portugués. Había terminado en España debido a que su padre se había vuelto a casar y según corrían las malas lenguas su nueva madrastra no disfrutaba mucho de tener a Henri cerca.

Su rubio cabello, sus ojos azules y su cuerpo de muñeca de porcelana resultaron ser un reto para mí, a pesar de que la rubia aseguraba que tenía un novio esperándola fuera. Pronto me encontraba a mí misma masturbándome pensando en ella y fue cuestión de tiempo para ver que era mutuo. Primero la encontré espiando en mi baño y después estoy segura que la observé con los ojos puestos a mis pechos en educación física, así que finalmente decidí preguntárselo un día que nos encontrábamos haciendo tarea en mi habitación.

—¿Te puedo preguntar que me ves? —indagué un día que particular me atrapé a Henrietta, aquella diosa dorada, mirando mis piernas.

—Nada yo… ¿Te puedo preguntar algo?

Sonreí de forma pícara.

—Cualquier cosa, Henrietta  —Prometí y volvió a entrecerrar los ojos.

—¿Qué fue tan ofensivo para tus padres te enviaran aquí? Este internado apesta.

Reí amargamente.

—Tenemos dieciocho años y nos salimos de la norma, algo deben hacer con nosotras. —Subí tentativamente la corta falda azul del uniforme que usábamos con una playera de botones blanca. —Pero si realmente quieres saber…

Tomé aire sin saber lo que estaba a punto de hacer. Henrietta era energía pura, era descontrol y desobedencia, era lo que se supone debería estar tratando de evitar para poder volver a casa.

Pero también era fuego azul en los ojos y una sonrisa que me parecía provocarme temblores así que alejando el miedo a su reacción decidí tomarla de la cintura y hacer lo que llevaba noches enteras soñando.

—Fue por esto.

La besé de lleno. Mis labios se adueñaron de los suyos mientras su pequeño cuerpo cedía ante las curvas del mío. Por  más que quisiera negarlo, por más que mi tía insistiera que esa era la razón por la que iba a terminar en el infierno, había algo reconfortante en unir mis labios con los de otra mujer que podía hacer que mi mente usualmente agetreada terminase en blanco total.

Henrietta me tomó de los codos y me jaló hacia ella. El fervor en sus labios era evidente y decidí tomar esto como una buena señal. Llevé mis manos a aquel trasero con el cual había fantaseado tantas veces y lo alce como pude contra la pared. Pegué mis pechos a los suyos y comencé a restregar suavemente hasta que nuestros pezones apenas se estuvieran tocando. Ella gimió en todo lo alto y yo acallé aquel grito con un beso desesperado, metiendo mi lengua por cada rincón de sus labios y mordisqueando a mi antojo aquella carnosidad rosada que tanto había deseado tocar.

Las manos de Henrietta se metieron bajo mi blusa y tocaron mis pechos. Se notaba en su torpeza que era su primera vez con una mujer por lo que me quité la blusa de una, rompiendo todos los botones a su paso y tirándola a la esquina de la habitación.

Ella se deleitó con mis senos mientras yo bajaba mi mano por su falda y jugueteaba en su monte de venus intentando hacerla llegar a la desesperación porque estos se introdujeran de una vez en su vagina. Mordisqueó y lamió mis pezones con ahínco hasta que me hizo ladear y provocó que mi dedo se dirigiera directamente a masajear su clítoris.

De pronto los gemidos y gritos ahogados inhundaron la habitación mientras nuestros cuerpos se restregaban deliciosamente. Decidí que ya había esperado lo suficiente y desabotoné la falda de Henrietta deshaciéndome de ésta y de paso de su ropa interior, unas panties rosadas las cuales pase por mis senos de forma sensual.

—Por favor, sígueme tocando —Rugió Henrietta con angustia mientras ponía los ojos en blanco y apretaba mis senos en modo de castigo.

Llevé mi lengua a su abdomen y recorrí con ésta desde su ombligo hasta el nacimiento de sus pechos. Ella gritaba mientras mi dedo medio se introducía de forma frenética en su intimidad llenándose de los jugos de aquella hermosa rubia.

—¿Has estado con una mujer antes? —Pregunté lamiendo su oreja de forma sensual y dejando un pequeño camino de saliva hasta su cuello.

Ella negó sin poder articular palabra.

—Voy a hacer que te vengas tantas veces que vas a suplicarme que pare.

Aquello fue suficiente para hacer que su espalda se arqueara y tomara mi brazo para profundizar la cogida que estaba brindándole con mi dedo. Besé su cuello y deje mordiscos leves en su pecho hasta que la intensidad fue subiendo al llegar a sus pezones los cuales apreté ligeramente y mojé de forma más dedicada.

—No puede ser —Gimió entre gritos. —Sigue cabrona, es deliciosa tu lengua.

Poco a poco empecé a pellizcar los pezones con mis uñas y me dirigí nuevamente a sus labios. Besando, lamiendo, mordiendo y gimiendo en su boca lo mucho que disfrutaba follarla en el coño. Ella gemía y mientras más intensos eran sus ruidos más aceleraba el ritmo en mis dedos, los cuales con los jugos que segregaba ya se encontraban empapados.

—Te voy a enseñar lo que no puede hacer tu novio.

Henrietta terminó a chorros en mi mano pero aquello no fue suficiente para mí. estaba cachonda y mucho, además que desde la última vez que había follado ya pasaban los dos meses y me estaba volviendo loca en aquel internado donde las lesbianas eran cada vez más aburridas.

Me trepé sobre la rubia y comencé a lamer aquellos rosas pezones que me había hecho perder la razón hace un buen rato. Luego poco a poco fue susurrando en su oído las cosas más sensuales que se me ocurrieron para poder excitar a una heterosexual.

“Voy a follarte sin necesidad de ninguna verga”

“Quiero que te vengas en mi boca ahora”

“Tócame mi amor, toca a una chica por primera vez”

Aquella en especial comenzó a hacer que el brillo en sus ojos volviera y una nueva fiera pasional despertó en los ojos de la polaca. De pronto me miraba como si fuese una obra de arte en un famoso museo la cual podía observar por primera vez. Era increíble ver como una chica que jamás había sucumbido al lesbianismo por placer fuese descubriendo poco a poco las delicias de otras manos femeninas sobre ti. Me quitó lo que me quedaba del sostén y empezó a acariciar levemente mis pechos. Aquello me puso a cien y empecé  a gemir de forma lenta y pausada, disfrutando de sus largos dedos en mi piel.

Luego bajo por mi cintura haciendo pequeños círculos en mi abdomen lo que provocó que mi pelvis comenzara a moverse involuntariamente. Ella llevó sus labios hasta mi vientre y depositó cientos de besos alrededor de mi calzoncillo el cuello finalmente tomó con sus dientes y fue bajando con paciencia.

Encontrarse con mi vagina fue algo nuevo y se notó en sus ojos pero el miedo desapareció cuando comenzó a acercarse a ella. El aliento que salió de sus labios me hizo gemir más que cualquier otro juego sexual anterior. Ella dio un par de tímidos lengüetazos que me hicieron removerme víctima del placer.

Henrietta comenzó a lamenr y tocar mi vagina de forma torpe pero tierna y con mi guía de inmediato se dedicó a darme el mayor placer que jamás haya imaginado. Sus dedos jugueteaban con mis labios menores mientras de su lengua se movía en círculos suaves sobre el clítoris haciéndome perder la razón. Por su parte un dedo entraba y salía de mi vagina a gran velocidad haciendo inminente un gran orgasmo que nos hizo quedarnos exhaustas unos instantes.

Sin embargo tener a Henrietta a mi disposición, siendo mi compañera de cuarto me empezó a enloquecer y no fui capaz de dejarla ir. La abracé y la obligué a quedarse en la cama conmigo, ambas desnudas y besándonos por largos minutos mientras acariciábamos nuestras partes más intimas.

—Yo tengo novio, Laura.

—Yo te lo hago mejor que él.

—Pero no lo puedo dejar.

—Pero al menos puedes disfrutar si él no está.

La bese metiendo mi lengua en su boca y siendo correspondida al instante.

—Además sé que te gusto yo. Veo como me miras cuando me baño, veo como ves mis tetas. Te gusto pero te da miedo admitirlo.

Ella tomó el control de pronto. Me tomó de las muñecas y se subió sobre mi pelvis acercando su hermoso rostro al mío. Ella me beso el cuello dejando las marcas de su intensa succión sin temor alguno.

—Si tuviera miedo no estuviera a punto de darte el orgasmo de tu vida, Laura.

La deje moverse sobre mí, nuestras vaginas rozándose de manera sensual mientras los jugos se entremezclaban y facilitaban la fricción a la que nuestras partes eran sometidas. Yo grité primero al sentir mi clítoris duro rozar contra sus paredes y lego siguió exhalando fuertemente entre sollozos.

—Oh dios, estás riquísima, Lau.

—Vente amor, te voy a hacer venirte hasta morir.

La verdad es que fue ella la primera en darme otro orgasmo cuando empezó a acelerar el ritmo de sus movimientos y me tomó del cabello con fuerza hundiendo su lengua por mis labios y mi boca. La mordí antes de gritar al placer extremo que me sacudió de pies a cabeza.

—Que bien te mueves, eres una delicia.

Me asomé a mi comoda y saqué mi juguete favorito. Aun no lo estrenaba así que después de abrirlo y lavarlo rápidamente lo mostre a Henriett quien ya estaba tenida en la cama rozando sus dedos por su clítoris.

Ella sonrió enormemente y se lanzó a besar mis labios sin moderación. Yo recorrí mis manos por aquella estrecha cintura hasta llegar a aquellas nalgas que me enloqueían. Sabía que Henrietta tenía un cuerpo estilizado y que yo era más bien la curvilínea, pero aquellos pequeños senos, esos rosados pezones dulces y esas largas y sensuales piernas la volvían extremadamente atractiva.

La toque por cada rincón d su cuerpo haciéndola temblar hasta que finalmente cedía  sus suplicas y empecé a introducir nuevamente mis dedos en su vagina.

—Eso quiero, sí, penetrame —Rugió excitada.

Pronto cuando se acostumbro al frenesín fue momento de introducir el largo consolador en su angosta vagina lo que la hizo comenzar a moverse rítmicamente mientras el juguete entraba y salía de ella.

—Puta madre, que rico Laura.

Yo sonreía y poco a poco me fui acomodando el otro extremo del juguete en la entrada de mi vagina lo cual la hizo ponerse al cien y acelerar sus movimientos de forma violenta. Finalmente ambas estábamos siendo penetradas por el mismo consolador y nos movíamos a la par sincronizando de forma deshinibida nuestros gemidos de placer.

—Laura voy a llegar, joder, cógeme más.

—¿Así te gusta mi amor?

—Sí, dame más, Lau.

Nuestros movimientos eran prácticamente imparables y nuestros gritos y el descontrol de nuestro cuerpo nos estaba convirtiendo en animales, follando como si la vida se nos fuera en ello. La tomé del pelo y propicié una penetrada especialmente potente lo que hizo que Henrietta pusiera sus ojos azules en blanco y comenzara a vibrar de pies a cabeza.

—Me vengo, Lau. Me vengo fuerte. ¡Ohhh!

—Yo también me vengo, mi amor, que rica estás, Henri. ¡Sï!

Henrietta terminó a grandes chorros, con las piernas vibrando y yo con ella me vine de manera espectacular, pero antes de que pudiese acercarse a poner se la ropa la interrumpí.

—Espera, aún no acabo contigo.

La obligué a tirarse sobre la cama y me acerqué a su hermosa vagina. Sabía que estaba sensible por lo que comencé a acariciarla de forma lenta y suave mientras Henrietta comenzaba a suspirar profundamente a cada segundo que pasaba. Poco a poco pude sentir a Henrietta tensarse y supe que era el momento de aumentar las caricias y arrastras mi dedo por toda su rajita cosquilleando ligeramente su ano. Ella se sobresaltó pero no dijo nada así que proseguí acariciando con deleite. Pronto mi lengua se sumó a la ocasión y empezó a lamer los labios menores de Henrietta a lo que empezó a gemir. Mis dedos jugueteaban en a entrada de su vagina y ésta se humedecía conforme los minutos pasaban y pasaba.

—Te dije que te iba a hacer venirte toda la noche.

—Hazlo, ahora —Pidió.

Mi lengua se encontró con su clítoris y los acaricio de forma dulce y tierna mientras mis dedos se introducían uno a uno en su vagina la cual se encontraba aún cálida. La lengua empezó a aumentar la velocidad y el clítoris se retorcía bajo ella mientras que los dedos entraban y salían de manera sensual. De pronto mis dientes le dieron un pequeño mordisco al clítoris y Henrietta se estremeció y soltó un grito, el cual aproveché para llevar mi dedo anular a dar un pequeño jugueteo cerca de su ano.

—Laura, yo…

—Deja que lo pruebes siquiera.

Ella no se quejó más por lo que seguí mi frenesí en el cual mi lengua torturaba a su hinchado clítoris, mis dedos se introducían en su vagina provocándole arcadas de placer y otro de mis dedos se introducía lentamente por el ano de la rubia haciéndola tensar cada musculo de su cuerpo.

La rapidez aumento y así lo hicieron sus gritos.

—Cabrona, no pares. ¡Jamás había sentido tanto placer!

Llevé mis labios de su clítoris a su lengua y le di a probar sus propios jugos.

—Termina en mi boca.

Lamí su vagina de arriba abajo y con mi dedo manipule su botón de placer hasta que finalmente pude verla arqueando su espalda y soltando un grito de placer extraño. En mi boca cayeron los jugos de su más profunda intimidad el cual resultó ser un sabor que disfruté en exceso. Me beso toda la noche mientras tocaba mis senos y mis nalgas y desde aquella noche hasta su vuelta a Polonia nos dedicamos cogernos la una a la otra sin falta alguna.