En el encierro surgió el deseo, mi hermana Katya 1

El joven Carlos tiene que se pasar la cuarentena a solas con Katya, su hermana adolescente. Debido al encierro, el aburrimiento y la soledad, la empezará a ver con otros ojos.

Katya había aparecido en la vida de Carlos cuando él solo tenía tres años. Sus padres la adoptaron prácticamente recién nacida, querían una hermana para su pequeño hijo pero una repentina enfermedad surgida en la madre les había arrebato la posibilidad de hacerlo de forma biológica. La pequeña venía de Rusia. La infancia de los dos hermanos fue completamente normal, Katya se crio como una más aunque desde bien pequeña sabía que era adoptada. Aunque siempre estaban los típicos piques y roces entre hermanos, los dos se querían profundamente y confiaban el uno en el otro. No solo eran hermano y hermana, sino que también eran muy buenos amigos.

El tiempo fue pasando y los dos fueron creciendo. Katya, a sus dieciséis primaveras recién cumplidas, se había convertido en una pequeña mujer preciosa. Se notaban perfectamente sus genes eslavos. Tenía una larga melena rubia muy clara, a veces, según la luz que le diera, parecía hasta blanquecina. A sus ojos celestes le acompañaba aún una cara de niña buena. Sus pechos no eran extremadamente grandes, pero tampoco pequeños, así que eso junto a que era de complexión muy delgada, hacía que destacasen bastante. Tenía una cadera de infarto y un trasero firme. En resumen, Katya era deseada por todo su instituto.

Carlos, en cambio, no se podía decir que era feo, pero sin duda no había tenido la fortuna de su hermana. Con sus diecinueve años, tenía el pelo corto y moreno. Llevaba gafas desde hacía unos años y se había dejado un poco de barba en el rostro. No estaba gordo, pero tampoco se podía decir que estuviese en forma. Eso sí, era bastante alto. En otras palabras, Carlos era un chico de lo que se suele llamar del “montón” que muy de vez en cuando tenía suerte con alguna chica.

El chico no estaba ciego y podía ver perfectamente en la diosa que se había convertido su hermana. Y si no fuera así, ya estaban sus amigos para recordarle lo buena que estaba Katya, cosa que solía acabar con Carlos enfadado.

Al joven le daba vergüenza, incluso a sí mismo, admitirlo, pero, su hermana le excitaba. De hecho le excitaba mucho. Habían sido ya varias las ocasiones en las que, con un profundo remordimiento, se había masturbado observando las fotos que subía Katya a las redes sociales, aun cuando ella era bastante tímida en ese aspecto y no solía subir nada demasiado provocativo. Además, la educación que habían recibido no ayudaba. Siempre se les había dicho que no tuviesen vergüenza de su cuerpo entre la familia, que no había nada que esconder. No es que en casa fueran desnudos, como mucho alguna vez había visto desnuda a su hermana cuando salía de la ducha o cuando se cambiaba, pero sí que era totalmente normal que fuese muy ligera de ropa por casa. Ver a Katya pasearse por casa en bragas y sujetador no era algo a lo que Carlos se pudiese resistir.

Pese a todo eso, el chico no deseaba a su hermana. No fantaseaba con follarsela. Era más bien como un amor platónico, Katya era preciosa y le excitaba, pero seguía siendo su hermana y jamás haría nada con ella. Al menos eso se decía a sí mismo.

En medio de sus vidas, apareció la crisis del COVID-19 en España. Se decretó la cuarentena y los dos hermanos debían pasarla solos, pues sus padres se habían ido de viaje justamente tras celebrar el cumpleaños de Katya unos días antes y, ahora, les era imposible volver por el momento.

Los primeros días se hicieron amenos. Los dos hermanos trataban de entretenerse juntos, jugaban a videojuegos y juegos de mesa, cocinaban juntos y demás. Pero con el paso del tiempo y la monotonía las cosas fueron cambiando. Ahora se pasaban prácticamente todo el día cada uno encerrado en su habitación. Por otra parte Carlos estaba de mal humor, justo antes de empezar el encierro estaba empezando a conocer a una chica, Paula, que era compañera de su universidad. El chico estaba contento de que por fin estaba teniendo sexo de forma regular, pero el confinamiento le había jodido del todo.

Cuando no estaba hablando por video llamada con Paula, estaba pajeandose con las fotos y videos que le mandaba. El problema era que eso también se estaba haciendo pesado y las pajas poco a poco le dejaron de dar verdadero placer. Necesitaba algo más. No lo quería admitir, pero llevaba pensando en Katya hacía muchos días. Muchas veces cuando se masturbaba con Paula, se encontraba a sí mismo fantaseando con Katya. Ahora, con esta situación tan particular, quizá era posible intentar algo. Y por suerte estaban completamente solos.

Carlos salió de su habitación. Llevaba únicamente un pantalón corto de deporte con el que se le marcaba ligeramente la polla, cosa que el chico no había advertido. Se dirigió a la puerta de su hermana y dio dos pequeños golpecitos.

-      ¿Se puede, hermanita? – Preguntó el chico.

La dulce voz de Katya resonó tras la puerta:

-      ¡Claro, pasa!

El joven entró en el cuarto de su hermana y la vio. Estaba tumbada en su cama boca abajo mientras miraba el móvil. Llevaba unas braguitas que no eran un tanga pero tampoco una braga completa, podía ver un poco de los cachetes de su culazo, y una camiseta de tirantes. Era una imagen sumamente erótica. El chico se acercaba mientras ella le miraba sonriendo.

-      ¿Qué haces? – Cuestionó Carlos mientras se sentaba en la cama de Katya y aprovechaba para darle un buen vistazo a su culito. – Es que me aburro muchísimo…

-      Pues nada… aquí aburrida también… mirando un poquito el móvil.

-      ¿Hablando con algún “amigo” o qué? Jejeje. – Bromeó Carlos.

Katya se enrojeció muchísimo. Se incorporó en su cama y le dio un puñetazo de broma a su hermano en el brazo. Con ese movimiento Carlos pudo observar cómo se le movían las tetas a su hermana y que no llevaba sujetador, ya que se le marcaban un poco los pezones.

-      ¡¿Pero qué dices?! Ya sabes que yo no tengo “amigos”, al contrario que otros de esta casa… - Reprochó Katya.

Carlos no lo sabía, pero durante estos días Katya había cogido muchos celos sobre Paula, aquella chica que le apartaba tanto de su querido hermano. El chico empezó a reír.

-      Mmm… tienes razón hermanita… la verdad es que ojalá Paula me pudiese venir a visitar… lo necesito…jeje…

-      Yo creo que ya la ves lo suficiente. – Aseveró Katya. – Que te crees, ¿Qué no sé lo que haces cuando te encierras en tu habitación? Ya no soy una niña…

El chico sonrió. Miró de arriba a abajo a Katya y no puedo evitar soltar:

-      Eso está claro Katya…ya no eres una para nada una niña… Pero volviendo al tema, mientes con los que no tienes “amigos”…

Su hermana le miró confusa.

-      Bueno…jeje… es que a veces… te escucho… cuando… eh… ¿te das amor propio? Jajaja… - Confesó Carlos algo nervioso.

Katya se ruborizó como nunca en la vida. No solo porqué su hermano le hubiese escuchado mientras se tocaba, sino que precisamente le había escuchado la persona en quien pensaba cuando se masturbaba.

-      Para eso no hace falta tener… “amigos”… ¿Sabes? – Comentó con la voz entrecortada Katya.

-      Ya bueno, pero imagino que una chica como tú, pues tendrá alguno, ¿No?

Katya miró sorprendida a su hermano.

-      ¿Una chica como yo?

Carlos sonrió. Estaba nervioso. No sabía si era correcto lo que iba a decir ahora, pero era lo que necesitaba decir.

-      Joder Katya, eres mi hermana… pero… tengo ojos y…bufff…estás muy buena. No te deben faltar chicos.

Se hizo un silencio que pareció durar siglos. Los dos hermanos se miraban sin saber muy bien que decir. Los dos estaban muy nerviosos. Los dos habían enrojecido. Los dos estaban excitados. Por fin, Katya habló:

-      Eh… ¿de verdad… piensas eso?

Carlos no pudo evitar reírse con aquella pregunta.

-      Pues claro, hermanita. Joder, si lo piensan mis amigos, lo piensan tus compañeros de clase, lo piensan los tíos que te cruzas por la calle… ¡Hasta tus profesores deben pensarlo! Eres una diosa. Por eso me sorprende que no tengas amigos con los que…eh… relajarte… jeje..

-      Quizá ninguno de los muchos chicos que se interesan por mí es el chico que a mí me interesa. – Dijo rápidamente Katya mirando fijamente a su hermano.

Ahora era el chico quien miraba confuso a su hermana. ¿Lo estaba entendiendo mal o Katya estaba insinuando que era él quien le interesaba? No estaba seguro, pero probablemente esta iba a ser la mejor oportunidad de intentar algo con ella. Perdidos al rio, iba a proponerle lo que llevaba planeando desde que había entrado en el cuarto.

-      Hermanita… eh… esto… me gustaría proponerte una cosa… jeje… pero antes, me tienes que prometer que no te vas a enfadar. – Dijo el chico angustiado.

-      Ya sabes que yo nunca me enfado contigo, Carlos. – Afirmó Katya

Los dos estaban demasiado nerviosos para darse cuenta, pero la polla de Carlos ya no se marcaba ligeramente en el pantalón, ahora era un bulto más que notable. Por su parte, los pezones de Katya trataban con todas sus fuerzas de atravesar la fina tela de la camiseta. El chico suspiró para tratar de relajarse lo máximo posible.

-      Está bien…pues eh… lo quiero decir es que…esto… ya que estamos los dos solos y parece que va para largo…podríamos…si tú quieres…eh… como decirlo… “ayudarnos” mutuamente… ya sabes…jejeje…darnos cariño...

Katya se paralizó. ¿Su hermano le estaba proponiendo masturbarse mutuamente? Era cierto que lo deseaba, pero seguía siendo su hermano. ¿Cómo sería su relación después de eso? No quería que cambiase.

-      Pero…Carlos… por favor… que soy tu hermana pequeña… - La chica habló mecánicamente. Como si estuviera obligada a decir aquello.

-      Claro, claro, lo sé. – Se apresuró a contestar Carlos, muy nervioso. – Pero estamos en una situación especial… además estamos solos… nadie lo sabría… y creo que los dos lo necesitamos… jeje… así estaremos más relajados… Por supuesto, piensa en otra persona mientras lo haces… yo pensaré en Paula (mintió descaradamente Carlos)… y tu pues…eh… puedes pensar en el chico que te gusta.

Incluso cuando estaba a punto de cumplir su fantasía, debía aparecer la zorra de Paula, pensó Katya. Ahora la que suspiró fue la chica. No estaba segura de si quería hacerlo o no.

-      Seamos claros, - Empezó Katya. – Quieres que te haga una paja, ¿No?

-      Sí. – Se limitó a contestar Carlos. También mentía, quería ir mucho más lejos.

¿Qué haría Katya? ¿Sucumbiría a su fantasía? ¿Decidiría no querer fastidiar la bonita relación de amistad que tenía con su hermano? ¿Hasta dónde quería llegar Carlos? ¿Tras por fin tener pareja, lo tiraría todo por la borda incluso solo por una paja de la diosa de su hermana?

CONTINUARÁ


Trataré de traer la segunda parte lo antes posible. Este es mi primer relato, por lo que cualquier crítica constructiva, cosas a mejorar y comentarios, son bien recibidos. Espero que lo disfrutéis. Un saludo!