En el día de mi boda con mi suegro

El día de mi boda conocí mi orientación gay con mi suegro.

Cuando me case fue el día más feliz de mi vida. Hasta ese momento mi novia Patricia y yo pensábamos que nuestras almas eran hechas el uno para el otro. Todo eso habría de cambiar el mismo día de nuestra boda.

Nunca por mi mente cruzó la idea de estar sexualmente con un hombre. Jamás sentí atracción alguna por nadie de mi mismo sexo. Debo decir que respeto la orientación sexual de cada quien, pero hasta ese día nunca intenté experimentar con alguien.

Todo comenzó así. Nuestro enlace matrimonial no tuvo nada de excepcional, pero fue planeada con mucho amor. Mi ahora esposa lucía radiante y yo era tan feliz que no me importó emborracharme junto con mi suegro hasta bien entrada la noche. Esa borrachera la tengo siempre en mi mente.

No hablamos más que de futbol y de los muchos problemas que como casado habría de afrontar, me dio consejos para un matrimonio estable, administración de mi sueldo, entre otras cosas.

Quizás fue el cansancio o lo mismo de lo alcoholizados que estábamos que el sueño comenzó a vencernos justo en medio de el emocionante tema de si los abuelos tenían o no derecho de criar a sus nietos. La sala de la casa de mis suegros no era el mejor lugar para dormir. Seguramente nuestro sueño fue pesado, pues cuando desperté gracias a los fuertes ronquidos de mi suegro, los invitados que aún quedaban hasta antes de caer rendidos ya se habían marchado . Solo nos encontrábamos mi suegro y yo en medio del cuarto oscuro. Con un enorme mareo y un incipiente dolor de cabeza me dirigí zigzagueando hasta el baño; al cual hubiera llegado de no ser porque mis torpes pies tropezaron con los del ahora mi segundo padre. Tal fue el tropiezo que casi caigo encima de él. Fue ahí cuando lo vi con mayor detenimiento. Es un hombre no mayor de los 55 años (yo tengo 39) alto, con una barba entrecana bastante cerrada, de cuerpo bastante fornido y con una pequeña barriga cervecera, de manos y pies grandes, todo él cubierto de un espeso vello gris en pecho y brazos.

El movimiento del tropiezo no fue lo suficientemente fuerte como para despertarlo. Debo decir que el aroma que despedía su cuerpo (mezcla de alcohol, sudor y colonia) produjo en mi tremenda erección. Esa fue la señal de que algo no estaba marchando del modo acostumbrado. Mi primera reacción fue miedo y un vacío frío en mi estómago que se hacía grande y pequeño, mientras mi corazón latía con furia como si quisiera salirse de la prisión de mi cuerpo.

Respiré con profundidad y tratando que la tensión disminuyera me encaminé torpemente al baño. Oriné largamente y mientras observaba mi rostro en el espejo traté de aclarar mis ideas. ¿Qué era todo esto que ocurría? ¿Por qué de repente un hombre como mi suegro provocaba en mi estas reacciones?

Eché agua en mi cara, pero las respuestas simplemente no llegaron. Regresé a la sala y sentándome al filo del sillón bajé la cabeza, cerré mis ojos como queriendo ahuyentar este escalofrío. Imposible. Mi cabeza giraba haciendo nacer en mi las ganas de volver el estómago. Hice mi cabeza hacia atrás y me detuve nuevamente a observar a ese hombre. Se encontraba durmiendo a pierna suelta, los brazos cruzados y cubierto con el saco de su traje que alguien humanamente puso sobre él. Podía observar claramente como su pecho y vientre subían al compás de su respiración. La tenue luz de la calle perfilaba su cuerpo. Se adivinaba que no estaba en este mundo por el volumen de sus ronquidos.

Intenté alejar estas emociones y traté de dormir nuevamente, pero su imagen se había anidado ya en mi mente y fue difícil conciliar el sueño. Traté nuevas posturas, pero nada. No lograba que el cansancio se apoderara de mi. La excitación del olor, su cuerpo y sus ronquidos era superior a mis tímidos intentos de dormir.

Así que me levanté. Caminé un poco e hice algo de ruido para ver si despertaba. Lo único que conseguí fue que mi suegra despertara. Encendió los focos y la luz acuchilló mis ojos.

-¿Te sientes bien? . Comentó estúpidamente y medio somnolienta.

  • Un poco mareado nada más.

-Es lo que siempre digo. Esa necedad de los hombres por emborracharse. Ya ves tu suegro. Perdido en alcohol. Bueno, trata de descansar un poco. Al rato nos espera todavía mucho trajín. Si necesitas algo solo toca la puerta ¿eh?.

Se fue a su cuarto dejándonos nuevamente en penumbras. La claridad me había permitido ver con detenimiento a ese hombre que ahora me parecía irresistible. No lo dudé más. Con miedo me acerqué vacilante hasta donde su cuerpo laxo descansaba. Titubeante acerqué mi mano a su hombro y lo moví como queriendo despertarlo. Al no obtener respuesta y sin saber por donde comenzar toqué suavemente el vello de su pecho. Desabroché con sumo cuidado dos botones de su camisa y por debajo de su playera mi mano tímida comenzó a explorar. ¡Por Dios¡ ¡Qué vello tan suave¡ Mi mano viajó un poco más y tocó sin querer un pezón el cual dormía como su dueño. Froté un poco. No demasiado para no despertar a mi suegro. Su tetilla comenzó a reaccionar y comenzó a crecer. El viaje de mis manos era acompañado por la música de sus ronquidos (lo que me tranquilizaba bastante). Su respiración comenzó a acelerarse –pero seguía sin despertarse- . Acerqué mi boca a su tetita y suavemente la rocé con mi lengua.

Supongo que fue demasiado, pues cambio de posición. ¡Me cagaba de miedo¡ Tan rápido como pude regresé a mi lugar y fingí dormir. ¡Juré nunca volver a intentarlo¡ Pero más tardé en pensarlo que en volver a sentir esa emoción embriagadora, Sobra decir que mi verga estaba dura. Podía sentir como se marcaba en mi pantalón. Una pequeña mancha podía imaginar coronaba mi pinga y marchaba mi trusa. Saqué mi pene y comencé a masturbarme. La visión de mi suegro con la camisa abierta mostrando su velludo pecho era una imagen de lo más cachonda. Ahora él se encontraba con los brazos sueltos y a sus costados, lo mismo que sus piernas. Esta nueva postura hacía que el pantalón de le ajustara más. Podía adivinarse un gran paquete. El ambiente en penunbras de la sala hacía a mi imaginación volar.

Yo seguía chaqueteándomela. Más rápido, más rápido, arriba abajo pero...No, aún no era tiempo de venirme. Me detuve un momento y con cautela me acerqué nuevamente. Con mis manos aún húmedas de mis propios jugos toqué su abultado vientre y pude sentir su ombligo. Acaricié levemente y armándome de valor nuevamente quise sentir su olor. Ahora su cuerpo no solo tenía su aroma sino además a el olor de mi verga. Eso me calentó aún más. Me senté a su lado. Lo observé un momento y con sumo cuidado me inqué encima del sillón y me acerqué lo más que pude. Como traía el miembro de fuera, rocé con él su panza. La sensación del toqué de sus vellos en la cabeza de mi verga provocó en mi verdaderos deseos de correrme encima de él. Sus ronquidos me daban la certeza de que su borrachera y sueño eran profundos. Al tener mi suegro la boca abierta se me ocurrió que quizás pudiera rozar mi miembro en sus labios, pero eso me implicaría malabarismos. Eso complicaría demasiado las cosas, así que deseché la idea por completo.

Quise saber por fin lo que tan celosamente guardaba su pantalón. Así que cambiando de posición comencé por acariciar levemente su miembro por encima de sus prendas. Pude sentir el enorme tamaño de sus huevos, el grosor y extensión de su chilote . Imaginé que si su vientre y pecho eran enormemente poblados de vellos su entrepierna no podía quedarse atrás.

Temeroso fui desajustando el cinturón. El prominente estómago hacía este asalto difícil. Cuando este estuvo suelto, continué con el broche del pantalón. Mis manos estaban sudorosas y temblaban de emoción y miedo. Lentamente inicié la tarea. El hoyo negro en mi estómago se acrecentaba y disminuía con rapidez. Mi corazón seguía sin querer dejar de correr. Mi sudor, el temor y mi excitación hicieron que en el ambiente se impregnara de un cierto olor a sexo. ¡Listo¡ el broche estaba libre.

Para este momento bajar el cierre debería ser algo de lo más sencillo, pero nada de eso. Sin mediar aviso alguno la luz del pasillo se encendió. Como pude cubrí rápidamente a mi suegro con su saco y fingí nuevamente dormir. Con mis manos cubrí también mi sexo. Mi cuñado cruzó la sala y se detuvo un momento.

-- ¡Qué pedote agarraron estos dos¡ - Exclamó-

Cruzó hacia la cocina, tomo algo de refresco y regresó a su habitación no sin antes comentar.-

¡Pinches briagos¡ ¡Hasta los pantalones traen abajo¡

En un descuido mío parte de la costura del cierre podía verse. La puerta de su cuarto se cerró detrás de él y mis temores se acrecentaron. Ciertamente esta debería ser la señal y dejar de hurgar en el cuerpo de mi segundo padre. Además –me decía- nunca me excitaron los hombres. Debería dejar todo como estaba e ir a donde mi flamante esposa esperaba. Mientras mis sentimientos de culpa nuevamente me invadían ocurrió algo que cambiaría mi decisión. Mauricio (que así se llamaba mi suegro) restregó con su mano derecha su verga para después meterla por debajo de su calzón blanco. Se rasco un poco los huevos, sacó la mano y plácidamente retomó su sueño. No pude más. Con paso lento, pero decidido me dirigí a ese hombre. Valían madres todas mis consideraciones morales. Así que primeramente introduje un dedo por la abertura frontal de su ropa interior. Sentí por vez primera el roce de su vello púbico y la suavidad de su miembro. Pude constatar que en verdad era grande y pude sentir aún por encima de la trusa el volumen de sus huevos que hacían que se colgaran de lado. Ya más confiado por sus ronquidos, Suavemente bajé el resorte. En verdad que esta no es una tarea fácil. Uno siente verdadero pavor de que en este jaleo el objeto de nuestros ardores finalmente se despierte.

Pude bajar la prenda hasta descubrir su verga . Los huevos para mi pesar continuaban prisioneros por la tela blanca. Con cuidado, casi con cariño rocé su falo. Era un miembro, pese a no estar erecto. ¡Ya me imaginaba como se pondría en estado de excitación¡ Subí y bajé su pellejito, aquel que cubre su cabecita. La descubrí y (siempre con cuidado) mi dedo índice frotó su rajita. Un suspiro salió de la respiración de este buen hombre que por el momento nada sabía de mis lujuriosas caricias. Suspendí un poco la caricia hasta que nuevamente sus ronquidos invadieron nuevamente el lugar.

¿Cuál sería el olor de este macho? ¿Cuál su sabor? No lo dudé más. Había ya desperdiciado demasiado tiempo. Acerqué mi rostro y fue ahora mi nariz la que acarició su miembro aún dormido. La cerveza, su sudor y cierto olor a jabón podían olerse mezclados con aroma a orines (ya saben lo diurética que resulta la cerveza). Mi calentura era tanta que ya no me importó si despertaba al meterme su miembro en la boca. Y así un AAAHH salió de su boca y un.-

¡Ora vieja¡¡Pérate¡ -que dijo entre sueños.

Quizás lo más sorprendente es que pensaba que ¡yo era mi suegra¡. Borracho como estaba no pudo distinguir quien era el que mamaba. Debo reconocer que mi pericia en estos menesteres es nula, pero sin lugar a dudas tantas películas porno vistas por mi me dieron alguna idea de cómo iniciar.

Caricias más, caricias menos más o menos estuvo así.- Con su miembro ya en mi boca comencé a girar mi lengua en su cabeza a la vez que yo me movía de arriba abajo. Su pene aumentó su tamaño. Para no tener ociosas mis manos me empecé a masturbar. Mi misma lubricación hacia esta tarea más sencilla y un sonido (del todo conocido por todos) salía de mis manos y genitales. Saque su pito de boca y me dirigí a sus huevos. Por encima de la truza restregué mi cara tratando de apropiarme todo su olor. Nuevamente metiéndomela en mi boca me dediqué a darle lengua a su cabecita, mientras con una mano estimulaba la parte de pene que se encontraba fuera. ¡Uta qué rico¡ . La respiración de mi suegro solo se agitaba y yo seguía masturbándome. Supongo que al estar más conciente que mi suegro hizo que me viniera rápido. Un chisguete salió de mi miembro y fue a parar a su pierna manchando con mi esperma su pantalón. Toda esa leche guardada para mi esposa la recibía ahora su padre.

La verdad me asusté un poco al ver esto. Seguro esto dejaría una visible mancha en la prenda. Con el filo de mi camisa traté de quitar el exceso de semen. Mojé con mi saliva y froté. Quité lo más que pude y nuevamente guardé el miembro en su trusa.. Medio subí el cierre de su pantalón y dejé broche y cinturón sin cerrar.

A la mañana siguiente la cruda (por tanto vino) y moral fueron tremendas. No podía ver a la cara a mi suegro, pero miraba entre asustado y divertido como él se comportaba de lo más cariñoso con mi suegra. Ni cuenta se dio de la mancha en el pantalón. Su trato hacia mi siguió siendo amable y jamás mostró indicios de que sospechara algo.

Yo aún me masturbo pensando en él. En alguna ocasión le robé una trusa sucia y cuando me masturbo su trusa está en mi cara, la huelo, la beso y me acaricio el cuerpo con ella. A veces me la pongo y ando todo el día con ella. Hemos tenido otras borracheras juntos, pero no he vuelto a intentar nada con él. Creo que corrí con demasiada suerte. A veces, cuando estoy con mi mujer me pongo a imaginar como sería estar en la intimidad con él. Yo nunca podría expresarle mis deseos. Es de esos machos que no toleran a los maricones (como él los llama). Yo no sé si esto que experimento esté mal. Nunca he estado con otros hombres. Solo puedo imaginarme como será estar con otro igual a mi. No sé tampoco como acercarme a otros.

Quizás algún día lo vuelva a intentar. Si tienen alguna sugerencia, les agradecería me las hicieran llegar.

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