En el despacho del Director

Me estaba encandilando el sentir aquel duro rabo frotándose en parte tan sensible. Durante minutos estuvo perreando entre mis piernas. Yo le agarré las nalgas y le ayudaba empujando contra mi cuerpo mientras se las estrujaba. Hasta que sentí como su rabo empezaba a convulsionar y noté su leche mojando mis muslos y escurriéndose por las zancas. El gusto de sentirle derramándose mientras me frotaba y el roce de mi polla contra su piel hizo que yo también me corriese contra su cuerpo.

Sigo con mis experiencias sexuales. Las anteriores las podéis leer en los relatos de mi perfil.

Tras la violación del baño público y la primera paja en el edificio en construcción con Guillermo el pelirrojo continúe con este como paja-colega. Casi todos los días nos la meneábamos mutuamente en la obra y cuando al fin acabaron de construir nos vimos obligados a buscar otro lugar para continuar con nuestra actividad masturbatoria.

Empezamos a estudiar juntos después de salir de clase, pero en nuestras casas era imposible, nuestras madres no trabajaban y no nos dejaban ni a sol ni a sombra. Un dia lo intentamos y la madre de Guillermo estuvo a punto de sorprendernos o tal vez nos sorprendió, porque a partir de aquel dia no se separaba de nosotros ni un instante. En mi casa mi madre nos obligaba a estudiar en la cocina con lo que cualquier intento de tocarnosla era una locura.

Pero un dia Guillermo encontró el sitio perfecto.

  • Ya se donde podemos ir a….- me dijo en un susurro mientras su madre se había ausentado unos instantes para ir al servicio.
  • ¿Donde? - le pregunté ansioso
  • Ya verás - me contestó guiñandome un ojo

Nada más que la madre regresó del baño le dijo

  • Mama ya hemos acabado los deberes. ¿Podemos ir a jugar un poco al parque?
  • Si ya acabaste las tareas si. Pero solo un rato.

Recogimos los libros y corrimos a la calle. O al menos eso pensaba yo.

Cuando entramos en el ascensor Guillermo pulsó el botón del último piso. Le miré extrañado.

  • Te has equivocado - le informé
  • No - me contestó lacónicamente.

Cuando llegamos antes de abrir la puerta me dijo.

  • Ahora sígueme y no hagas ruido

Tras salir empezó a subir de puntillas por unas escaleras que estaban al lado del elevador. Yo le seguí silencioso como un gato.

  • ¿A dónde vamos? - le pregunté lleno de curiosidad.
  • A los desvanes me dijo en un susurro- mientras con un dedo en los labios me indicaba que guardase silencio.

En la última planta había un largo pasillo iluminado por unos pequeños lucernarios en el techo. En él se veían un montón de puertas a ambos lados, todas tenían candado.

  • Mi madre me mandó ayer por un candado para el trastero, venía con tres llaves, cogí una y se lo entregué solo con dos - me informó Guillermo mientras me enseñaba una brillante llave.

Abrió una de las puertas y me empujó hacia el interior. Luego entró él, cerró la puerta y apoyó una vieja silla contra el pomo para impedir que la abrieran desde fuera.

  • ¿Qué te parece?

Me quedé mirando el pequeño recinto. La estancia estaba iluminada por una pequeña claraboya como en el pasillo. Contra sus paredes se amontonaban cajas y trastos de todo tipo. El suelo de obra estaba arenoso y un olor muy especial a polvo y cosas viejas inundaba el ambiente. Ese olor me quedó grabado en la mente y es el dia de hoy que cada vez que me meto en un trastero y olfateo el lugar me empalmo solo con ello.

  • Aquí nos podemos hacer todas la pajas que queramos sin que nos pillen - me dijo Guillermo con pícara sonrisa.
  • ¡Si, esta puta madre! - le dije eufórico
  • Además mira lo que tengo - me dijo emocionado

Tras meter la mano por un ladrillo roto extrajo un montón de revistas. Evidentemente el Guillermito había estado de caza por las obras y se había aprovisionado de un considerable número de pringosas publicaciones porno.

  • Joder tio ¿Cuantas tienes? - le dije sorprendido.
  • Un mogollón. Y hay de todo - me dijo abriendo mucho los ojos.
  • ¿Como que de todo?
  • Si mira esta.

Era una revista guarra, guarra. Se veían a tias follando con caballos, con perros y hasta una se lo hacía con un cerdo. Me sorprendió la verga del marrano, era larga y estrecha, y estaba retorcida como un sacacorchos.

  • Joder que tías tan cerdas - le dije impresionado por las imágenes
  • Y mira esta otra.

No me lo podía creer. Era una revista de porno gay. Un monton de tios buenisimos, con unos pollones descomunales se la chupaban o se daban por el culo en mil posturas.

Mi rabo como un resorte saltó dentro de mis pantalones y se puso duro como una piedra.

  • Viste que maricones, como se dan por el culo. !Que asco! Además eso debe de doler -  añadió
  • Me imagino - conteste mintiendo descaradamente. Yo ya sabía lo que era tener una polla clavada en el culo, pero no se lo pensaba decir a Guillermo ni loco.

Empezó a tirar las revistas al suelo para inspirarse. Gracias a dios la que tenia a dos tios follandose a un tercero quedo a la vista.

  • ¡Que! ¿Nos hacemos una paja? .- me dijo Guillermo agarrándose el paquete.
  • Vale - le contesté todo sofocado.

En un pis pas nuestros pantalones y calzoncillos estaba en el suelo.

  • ¡Joder tienes la polla a punto de reventar! - me dijo Guillermito.
  • Es que hace mucho tiempo que no me hago una paja. - y la primera vez que veo a una foto de tios dandose por el culo, pensé.

Le agarré la polla y comencé a meneársela mientras no apartaba los ojos de la foto de los sodomitas.

  • Joder Guillermo. Siempre lo mismo. Cascamela también tu.

La imagen del suelo y el largo periodo de abstinencia que habíamos tenido produjo que me corriese en seguida. Y que corridon.

  • Joder, Joder, Joder - empecé a exclamar mientras un potente orgasmo recorría todo mi cuerpo.

Los enormes goterones de mi lefa cayeron sobre el suelo formando unos manchas oscuras en el polvo del cemento que cubría el solado.

  • Pues si que estabas caliente. Te has corrido enseguida hoy.
  • Ya te dije que estaba con los huevos a reventar- me disculpé y segui dandole al manubrio de mi compañero.

Él tardó un poco más en eyacular pero cuando lo hizo también fue abundante la lechada.

Una vez los dos satisfechos nos subimos los pantalones.

  • Ostia me he quedado a gusto- me dijo sonriente.
  • Yo también - le confesé
  • Pues hala vamos. Mañana volvemos otra vez - me dijo retirando la silla de la puerta.

Silenciosos bajamos y fuimos al parque.

Durante los meses siguientes nos pajeamos casi a diario. Bañamos abundantemente con nuestra leche el suelo del trastero de manera que se formó una costra producto de nuestras corridas en contacto con el polvo del cemento.  Lo malo era los días de lluvia que no había disculpa para ir al “parque”.

No obstante yo no me quedaba satisfecho con tanta manuela. Quería ir un poco más allá.

Un dia mientras nos la estábamos meneando le dije.

  • Lo que debe de ser la ostia es follar. ¿No tienes gana de probarlo?
  • Si.¿Pero con quien? Las tías de nuestra edad son todas unas estrechas - me contestó el muy imbécil
  • Buenooo… Yo decía entre nosotros.
  • ¿Dándonos por el culo? ¡Pero tu estas loco! ¿No serás maricón? - me espetó mirándome despectivamente.
  • No tío, no. Por el culo no. Yo decía de otra forma.
  • ¿Como? .- me preguntó curioso.
  • Nos la metemos entre las piernas y hacemos como que follamos.
  • No se…..- dudo Guillermo.
  • ¿Quieres probar? - le dije aproximandole a mi arrastrandole por la polla
  • Mmmm. Vale pero yo primero.

Me apresuré a quitarme totalmente los pantalones, me pegué a él y le puse el rabo entre mis muslos. Empezó a culear mientras yo apretaba bien las piernas para sentir como me rozaba el perineo.

  • Joder que gusto. Es mejor que una paja - confesó el pelirrojo entre jadeos.
  • Y que lo digas - pensé yo

Me estaba encandilando el sentir aquel duro rabo frotándose en parte tan sensible. Durante minutos estuvo perreando entre mis piernas. Yo le agarré las nalgas y le ayudaba empujando contra mi cuerpo mientras se las estrujaba. Hasta que sentí como su rabo empezaba a convulsionar y noté su leche mojando mis muslos y escurriéndose por las zancas. El gusto de sentirle derramándose mientras me frotaba y el roce de mi polla contra su piel hizo que yo también me corriese contra su cuerpo.

Guillermo me apartó de un empujón.

  • Joder tio me has pringado toda la camiseta - me dijo mirando su ropa.

Efectivamente una enorme lechada empapaba la tela.

Desde aquel dia nos desnudabamos completamente para evitar semejantes accidentes. Unas veces yo se la metia entre las piernas y pero la mayoría  era él quien culeaba entre mis muslos. Yo prefería tener su rabo entre mis patas y disfrutar de como se frotaba tan cerca de mi ano. Me corría contra su cuerpo y me quedaba satisfecho. El en cambio era un empotrador y siempre quería acabar entre mis muslos.

Fue pasando el tiempo y nosotros creciendo, tonteabamos con las chicas, sobre todo Guillermo a mi no me iba tanto el rollo, pero no dejamos nuestros encuentros pajilleros. De hecho nos fuimos confiando y a veces nos la cascabamos en el cine cuando había poco aforo. Nos poniamos en la ultima fila y alli nos masturbamamos mutuamente. Para mi fue glorioso el dia que me hizo una paja mientras veíamos Brokeback Mountain.

Mas osados éramos cuando estábamos calientes en el instituto y nos escapabamos a los baños para hacernos una paja rapida. Era arriesgado pero esa misma sensación de peligro incrementaba el deseo. Aprovechabamos cualquier mandato del profe para voluntariosos salir del aula por cualquier material que necesitase para encerrarnos en un retrete y darnos gusto.

Un dia estabamos en una de esas cuando alguien entró pillandonos en plena faena. Asustados callamos como dos muertos. Oimos como alguien orinaba, hacía correr el agua del mingitorio y tras lavarse las manos se marchaba. Nos la machacamos con denuedo y en unos segundos nos deslechamos en el váter.

Primero salió Guillermo y luego lo hice yo. Cuando miré al fondo del pasillo me pareció ver una cabeza asomando por la esquina. No pude ver quien era, mas pensé que debía de ser algun profesor porque su pelo ralo denotaba una incipiente calvicie.

Días después me crucé con el Padre Pancracio por el pasillo.

  • Un momento Arraiz - me dijo mientras me detenía agarrándome por el brazo
  • Sí Padre. - le dije nervioso. Cuando el Director te paraba no era para nada bueno.
  • Después de clase pase por mi despacho. Tengo que hablar con Vd.
  • De acuerdo - le dije con un hilillo de voz.

Durante el resto del dia estuve alterado pensando en lo que el cura tenía que hablar conmigo. Tal vez fuese de las notas o algo parecido me dije para tranquilizarme. Cuando al fin sonó el último timbre me dirigí hacia su despacho. Me sudaban las manos y el corazón me latía desbocado.

Piqué con los nudillos en la puerta y abriendo despacio metí tímidamente la cabeza por el hueco.

  • ¿Se puede?
  • Pase Arraiz. Pase y cierre la puerta.

Las cortinas estaba bajadas y la estancia estaba tenuemente iluminada. El Director se encontraba sentado tras su mesa de despacho leyendo ensimismado. Sin levantar los ojos de los papeles me indico con una mano que tomase asiento en uno de los confidentes. Me senté esperando silencioso y hecho un manojo de nervios mientras acababa su lectura.

  • Bien ya estoy con Vd.- me dijo mientras cerraba la carpeta.
  • ¿Que quería hablar conmigo Padre? - le pregunté ansioso de librarme de aquella zozobra.

Me miró fijamente a los ojos. Yo incapaz de aguantar su escrutadora mirada bajé la vista.

  • El otro dia durante las clases vi como Guillermo y Vd. salían del servicio. ¿Que estaban haciendo allí a aquellas horas? Ya sabe que no se puede transitar por el centro en horario de clases.
  • Fuimos a por un proyector de diapositivas que nos mandó a buscar D. Luis.
  • ¿Y fueron por él a los baños? - me dijo con cara adusta.
  • Bueno no. Entramos a orinar antes de ir a por el proyector.
  • Ya. Mas no los vi en los mingitorios. Porque yo tambien entre a orinar.- una extraña sonrisa se dibujó en sus finos labios.
  • ¿No estarían haciendo otra cosa? ¿Verdad?

Me sonrojé hasta la punta de las orejas.

  • ¿Estaban fumando?

Vi mi tabla de de salvación y me agarré ella como un náufrago.

  • Sí Padre. Siento haberle mentido. Estábamos fumando.
  • Más Vd sabrá que está prohibido fumar en el centro.
  • Si, si. No lo volveremos a hacer - me apresuré a admitir.
  • No obstante…. No olia a tabaco.. Ni vi humo cuando estuve allí.

Dios aquel hijo de puta lo sabía todo, me dije. Menudo escándalo se iba a armar. Callé y metiendo mis manos entre las piernas empecé a balancearme mirando mis zapatos.

El cura se levantó y rodeando la mesa se acercó a mí. Poniéndome un mano en el hombro me dijo.

  • Venga, sentémonos en el sofá y hablemos de ello.

Mientras yo me dirigía al sofá él lo hizo hacia la puerta y dio media vuelta a la llave.

  • Así podremos hablar sin que nadie nos moleste - me dijo mientras se sentaba a mi lado

  • ¿Y bien que estaban haciendo Vds en realidad?

Dos goterones de sudor resbalaron por mis sienes.

  • ¿Se estaban masturbando?
  • Siiiii - le dije quedamente. La voz no me salía del cuerpo.
  • ¿Los dos juntos? En el mismo retrete.
  • Bueno si.
  • ¿Se tocaban el uno al otro?

Afirmé con la cabeza incapaz de pronunciar palabra.

  • ¿Y hubo algo más?
  • ¿El que? - le dije extrañado de tal pregunta.
  • ¿Fellatio? ¿Sodomía?
  • ¿Qué es eso?
  • Que si se la chupan el uno al otro o se la meten por el culo - me aclaró.
  • ¡No!. No Padre
  • ¿No lo han hecho nunca?
  • No se lo juro
  • No jures - me increpó.
  • Solo nos la meneamos.
  • ¿Y nunca hubo algo más?. No me mientas.
  • Bueno a veces nos la metemos entre las piernas del otro y hacemos como que follamos. - acabé confesando.
  • ¿Y nunca hubo más?.
  • Con Guillermo no - se me escapó
  • ¿Como que con Guillermo?¿Acaso ha habido más? - me dijo sorprendido
  • Una vez un hombre me violó - le dije al fin.

Y le conté mi primera experiencia en los baños públicos.

  • Esto que me has contado no parece una violación - me dijo con sonrisa sarcástica
  • Buuuueno yo…
  • ¿ Te gustan los hombres Enrique? - me dijo con suavidad.
  • Sí Padre.
  • ¿Y te gustó lo que te hizo ese hombre?
  • Sí Padre. Soy un pecador. - le conteste rompiendo a llorar
  • Bueno hijo, todos somos pecadores en alguna medida. Pero Dios es misericordioso y te perdonara tus pecados.

Mientras me decía con voz meliflua esas palabras, su mano se posó en mi muslo y comenzó a acariciarme. Le miré a los ojos y cuando bajé la mirada, pude ver un enorme bulto en la sotana.

¡Aquel cabrón estaba con el rabo tieso!

  • Bueno, bueno no llores. Ser marica no es nada malo. Pero tienes que ser precavido y no hacerlo con cualquiera. Y menos en los baños del colegio.
  • Sí padre seré cuidadoso.
  • ¿Y porque no lo has hecho todavía con Guillermo?
  • No quiere. Dice que le da asco.
  • Pero a ti no ¿Verdad?
  • No a mi no.
  • ¿Y te gustaría repetirlo?

Su mano fue desplazándose por mi muslo en busca de mi paquete. El cura quería meterme mano y a mi se me empezó a empinar. Cuando me agarró con fuerza el rabo a través de la ropa ya estaba como un hierro.

  • ¿Te gusta lo que te hago?
  • Siiiii - le dije entre jadeos.
  • ¿Y yo te gusto? - añadió mientras me frotaba la bragueta.
  • Si.
  • ¿Quieres que te masturbe?
  • Siii

Me desabotonó el pantalón y tras bajarme la bragueta me metió la mano en los calzoncillos. Su mano empezó a acariciar mi sexo con lentitud. Se veía que quería prolongar la cosa y evitar que me corriese pronto. Con el fin de bajar la tensión empezó a hablarme.

  • Así que solo se la has chupado a ese hombre de los baños. - me dijo
  • Si. Y solo una vez. Además fue ya hace mucho tiempo.- le contesté mientras disfrutaba de sus toques.
  • ¿Y él te la chupó a ti?
  • No. A mi nadie me la ha chupado nunca.
  • ¿Quieres que yo lo haga?

Mi cara lo debió de decir todo.

  • Anda levántate - me ordenó risueño.

Me colocó frente a su persona y me bajó pantalones y calzoncillos a una. Mi polla saltó como un resorte.

  • Tienes una polla muy bonita. Y bastante grande - me dijo mientras me la sobaba.
  • Y unas piernas preciosas - continuó acariciándolas con sus manos.

Luego empezó a besarme el pubis evitando mi sexo. Yo suspiraba gustoso. Cuando sacó la lengua y tras colocarla en mi escroto subió lamiéndome todo el tronco me estremecí. Con la mano me cogió el rabo, abrió la boca y mientras me miraba a los ojos absorbió mi capullo. ¡Joder que delicia! Un espasmo recorrió todo mi cuerpo y casi me corro. El dándose cuenta se la sacó raudo.

  • Tranquilo no te vayas a correr ya. Disfrutalo.

Comenzó entonces a mamarmela con parsimonia. Jugaba con su lengua en mi capullo y me acariciaba los huevos mientras tanto. Aquella boca era un portento y estaba haciendo de mi primera mamada algo para no olvidar. Me la lamia, me la chupaba o la estrujaba con sus carrillos. Con su lengua me acariciaba el frenillo y el sensible borde de mi glande.

  • Ay que gusto - no pude dejar de exclamar

Mis palabra lo enardecieron porque empezó a follarme literalmente con la boca. Inicio un mete y saca con tal brío que en pocos minutos noté como se hinchaba la verga y los primeros avisos de una inminente corrida se manifestaron. Intenté retirar mi polla pensando que tal vez no le gustase tragarse mi leche. Pero él me retuvo con firmeza y el primer trallazo salió disparado como un proyectil contra su garganta. Empecé a derramarme en su boca mientras el cura se afanaba en tragar toda mi lechada. Y siguió sorbiendo con gula hasta extraer la última gota de mi esencia.

Me quedé observandolo con las piernas temblonas mientras él se relamía goloso mirándome lascivo a los ojos.

  • ¿Has gozado? - dijo al fin
  • Si. Mucho. Ha sido increíble - le dije intentando recuperar la respiración.

Se levantó y me estrechó entre sus brazos para luego meter su lengua en mi boca. Tenía el regusto de mi semen.

  • ¿Quieres ahora chuparmela tu a mi? - me dijo

Ansioso me dispuse a desabotonar los botones de la sotana. Al mirar la larga fila de botoncillos me asusté.

  • No hijo no. No vas tener que desabotonar 33 botones. - me dijo risueño.

Oí el flis-flas del velcro y descubrió su pecho desnudo. Su piel era lampiña y blanca como un nazareno en la que resaltaban dos pezones rosados. Me afané entonces en desabrocharle el pantalón y bajarle la bragueta. Ansioso metí la mano en sus blancos calzones buscando mi tesoro. Solo con el tacto me hice una idea del tamaño del instrumento que tenía entre las manos. El mismo se desprendió de las prendas dejándolas caer a sus pies. Cuando su cipote, porque de un enorme cipote se trataba, quedó al descubierto, me quede asombrado por sus dimensiones. Era una tranca de exposición. En contraste con su alta y espigada figura el pollon que se elevaba deasafiante lucia largo y gordo como un salami. Dos cojones colganderos acrecentaban el efecto.

  • Joder que polla Padre.
  • ¿Nunca habías visto una igual?.
  • Ni en las revistas - le contesté ingenuamente

La rodeé con mis manos y la descapullé con lentitud. Un grueso balano se descubrió a medida que retiraba la piel de su prepucio y una gota diamantina surgió como furtiva lagrima.

Me arrodillé entonces como comulgante ante la sagrada forma y con la punta de la lengua tomé la primera gota de su destilado, para luego lamer con mi lengua toda la extensión de tan esplendoroso ejemplar. Abrí la boca e intenté tragarme el capullo, pero era tan gordo quer tuve que conformarme con chuparle la punta temeroso de descoyuntar las mandíbulas. Así que succione y acaricie con la lengua el glande mientras el cura jadeaba y me acariciaba la cabeza.

  • Que bien lo haces mamoncete. Sigue sigue. - me dijo

Envalentonado por sus palabras abrí mis fauces y me tragué entero el capullo. Era tan grande que apenas cabía más en mi boca, pero intente hacer un mete y saca chupandola con denuedo. El sacerdote gozaba porque no paraba de gemir con mi mamada.

  • Que labios tan tiernos - me halagaba
  • Suaves como pétalos de rosa. - añadió extasiado

Durante interminables minutos estuve mamandole la polla mientras le acariciaba complacido los testículos que se movían en mis manos como con vida propia. Al lado del infierno que viví con el viejo que me había violado aquello era el paraíso. De vez en vez le miraba a los ojos y podía observar en su mirada  el placer que le estaba proporcionando.

Me dolían las rodillas y tenía la mandíbula a punto de descoyuntarse  de tragar semejante nabo. El Padre se percató de ello y tendiendome una mano para ayudarme me dijo

  • Levántate

Me icé y volví a coger su polla entre las manos incapaz de dejar libre mi presa. El las retiró con las suyas, cogió mi camiseta y me la quitó dejándome totalmente desnudo ante el.

  • Date la vuelta - me indico acompañando sus palabras con sus manos y obligandome a girarme
  • Que culito respingon- exclamó embelesado.

Sus manos se pusieron en mis hombros y acariciadoramente fueron descendiendo por mi espalda hasta llegar a mis gluteos que apretó con fuerza.

  • Y que prieto - exclamó admirado.

Una de sus manos se introdujo entre mis piernas y empezó a acariciar parte tan sensible. Recorría toda mi raja y apretaba mis testículos cuando los alcanzaba para luego desandar el camino. Cada vez que sus dedos pasaban por mi ojete este boqueaba dichoso.

Retiró su mano y volteé la cabeza desazonado por su abandono. Vi como se chupaba los dedos lascivo. Tras tornar mi cabeza al frente me mordio entre el hombro y el cuello a la vez que sus húmedos dedos se  centraban en jugar con mi esfínter. ¡Joder que gusto sentí!. Nadie antes me había tocado allí con semejante mimo. Poco a poco empezó a empujar la punta de uno de ellos que con suavidad se fue colando en mi interior. Cuando lo tuve todo dentro lo estrujé con fuerza mientras gemía como una perra en celo.

  • ¿Te gusta?
  • Siiiiiii
  • Quieres que te la meta por el culo.
  • Sí, sí - le contesté ansioso
  • Estas muy estrechito. Tendremos que trabajarte el agujero para  abrirte un poco.

Me cogió por una mano y me llevó hasta la mesa del despacho haciendo que recostase mi pecho sobre la madera. Abrió mis piernas y luego tras separar las cachas, sentí la humedad de su boca en mi entrada. Comenzó a  comerme el ojo del culo con afán. Su maestría unido a que era la primera vez que alguien me besaba en semejante sitio me transportaron al nirvana. Creí morir de gusto

Me dilataba con sus dedos arrancándome pequeños quejidos de dolor para luego introducir su húmeda lengua aliviando mis ardientes carnes. Cuando me metio tres dedos me quejé con fuerza.

  • ¿Te he hecho daño?
  • Si. Un poco- confesé entre jadeos.
  • ¿Quieres que lo deje? - me preguntó.
  • No.no. Siga, siga - le respondí temeroso de que dejara de tocarme.

Después de unos minutos el dolor desapareció y empecé a gemir de gusto. El Padre se dio cuenta.

  • Ahora te doy placer¿Verdad?
  • Siiii, Siiiiiiiii
  • ¿Quieres que te la meta?
  • Si

Oi como escupía repetidas veces y luego restregó su mano por todo mi agujero dejándolo bien húmedo. Noté la tersa piel de su balano en mi ano y empezó a empujar. Mi esfínter se dilataba de tal manera que bien pensé me iba a rasgar la piel con tan descomunal cipote. Incapaz de aguantar semejante tormento grité.

  • AYYYYYYYYYY.

El cura me tapó la boca con la mano y de un empellón me clavó el glande que traspasó mi esfínter y se enterró en mi interior. Yo bufaba como una bestia malherida desgarrado por semejante puntazo.

  • Calmate. Espera a que te acostumbres a mi. Y no grites que nos vas a descubrir.

Dos lagrimones se desprendieron de mis ojos.

Mi ano palpitaba espasmódicamente y sentía como su rabo latía en mis entrañas. El cura me empezó a acariciar la espalda y cuando vio que me calmaba retiró la mano que tapaba mi boca

  • ¿Ya pasó?
  • Si. Un poco - le contesté jadeando quedamente.
  • Ahora voy a encularte. Aguanta verás como acabarás gozando.

Y empezó poco a poco a introducirse en mi para a continuación retirarse un poco y volver a la carga. Con estas sutiles idas y venidas fue penetrandome hasta que dio un fuerte caderazo y sentí sus huevos pegados a mi piel. ¡ Me había clavado el cipote hasta el fondo!

  • Ahora ya la tienes toda dentro - me informó.

Joder me sentía como un pavo relleno con aquel salchichon enterrado en el culo. Empezó  a follarme entonces con ganas. El ardor y el dolor de mis entrañas se fue transformando en un fuego apasionante  y un placer excelso nunca antes experimentado. Aquello sí que era un macho empotrador y no el cabrón de los baños.

Le oía bufar como un toro bravo mientras me enculaba con maestría. Yo no podía dejar de gemir de gozo sintiendo su ardiente daga inflamar mi interior. Mi rabo que se había desinflado debido al tormento de la penetración fue empinándose hasta ponerse tieso como una vara y noté como con sus arremetidas le hacían babear abundantemente.

  • Ahora disfrutas¿ Verdad? - me dijo mientras su mano tanteba mi rabo rezumante.
  • Sii - le contesté entre jadeos.
  • Te gusta tener una buena polla en el culo ¿A que si?
  • Si
  • Que un macho te posea. Que te monten como a una hembra. Que te hagan suyo
  • Si, follememe. Folleme. Partame el culo con ese cipote fabuloso- le espeté transportado por el vicio y el placer.

Empecé a mover el culo caracoleando mientras su verga entraba y salía volviendome loco por la lujuria. La monta se hizo tan intensa que aplastaba mi pubis contra el borde de la mesa. Intente apartarme de el agudo canto y el cura al darse cuenta se salió de mi.

Fue como si me hubiese abandonado en el desierto. Me incorporé y dando la vuelta le miré decepcionado mientras me palpaba el ojete que boqueaba clamando por su polla.

  • Vamos al sofá estaremos más cómodos

De la mano me arrastró y me obligó a tumbarme sobre la espalda. Se quitó la sotana y quedo totalmente desnudo ante mi. Al fin pude deleitarme viendo su cuerpo. Era alto y delgado, pura fibra. Todo en él era grande y alargado: sus manos, sus piernas, sus brazos...su polla. En su cuerpo lampiño solo se observaba una negra mata de pelos rizados entorno a su sexo. No era guapo pero era tan varonil, tan hombre, un real macho sin florituras. Pero lo que más me encandilaba eran sus penetrantes ojos, negros como el azabache, y su nariz aguileña que le asemejaban a un ave de presa, un Aguila Real.

Se colocó entre mis piernas y besó todo mi cuerpo antes de recostarse sobre mi. El sentir su cálida piel en contacto con la mía hizo que me estremeciera. Alcé las piernas, elevé el trasero y cogiendole el rabo con la mano lo coloque en mi entrada. Fue penetrandome mientras nos mirabamos intensamente a los ojos. Era la primera vez que veía los ojos del macho mientras me montaba y eso produjo que me inflamase con un placer añadido, ver su cara mientras me poseía, mientras me hacía suyo con el deseo reflejado en su rostro. Entró con tal facilidad y causandome tal placer que puse los ojos en blanco cuando lo tuve todo dentro.

  • Ahh, ahh - empecé a jadear obnubilado con el placer que me producía el roce de su polla en mis entrañas
  • Me encanta tu culo.. Estrechito y caliente. Muevelo para darme placer - me rogó mientras resoplaba

Como una odalisca comencé a deleitarle con una danza del vientre que a él lo volvía loco de placer  y a mi loca de pasión. Por primera vez experimenté el goce que tantos años estuve aguardando. El tener una macho entre las patas, un semental que me follase con fuerza y ardor.

Le rodeé el cuello con mis brazos y le besé apasionadamente mientras me fornicaba sin freno. Cuando a veces la sacaba  me desesperaba por no tenerlo dentro pero cuando me la volvía a enterrar de un puntazo gritaba como una zorra de gusto. Cimbreaba su polla en mi culo con tal maestria que me llevo a un estado preorgasmico que se prolongaba mientras mi polla destilaba líquido sin cesar embadurnando nuestros vientres. A veces llevaba una mano a mi agujero y me deleitaba notando en mis dedos como entraba y salía de mi.

Sus bufidos se incrementaron y la monta se aceleró. Me cubría como un animal salvaje a su hembra. Me di cuenta que estaba a punto de alcanzar el clímax cuando sentí aquel cipote hincharse y palpitar desbocado. Empecé a estrujarle el rabo con mi esfínter para conseguir que fuese mi culo el que lo llevase al orgasmo.

  • Me voy a correr - me comunicó mientras me follaba frenético.
  • Hágalo dentro Padre. Preñeme . No se salga ahora.

Sentí como un primer disparo llegaba a lo más profundo y, como si hubiese apretado un resorte, mi desbocado esfínter me provocó un orgasmo que tras recorrer todo mi cuerpo alcanzó mi polla que empezó a descargar entre nuestros cuerpos. Mi culo con contracciones espasmódicas ordeñaba aquel portentoso rabo que no cesaba de eyacular en mi interior llenándome con su caliente nectar. Los dos temblabamos mientras jadeabamos, bufabamos y gemiamos transportados por un orgasmo inenarrable. Le estuve estrujando la polla hasta que dejó de manar su elixir. Luego agotados nos relajamos unidos en un abrazo. Su verga empezó a desfallecer y lentamente se fue escapando de mi culo hasta abandonarlo por completo.

  • Ha sido fantástico Enrique- me dijo tomando mi cara entre sus manos
  • Si Padre, lo ha sido.

Y me besó tiernamente.

Tras unos minutos se levantó y comenzó a vestir la sotana. Pero yo queria mas.

Me lancé a sus pies y cogiendo aquel rabo morcillón me lo metí ansioso en la boca. Tenía un sabor acre pero cautivador y morboso.

  • ¿Pero todavía no has tenido suficiente hijo?
  • No. Quiero más. Quiero saborear su leche.

Le empecé a mamar como un loco. Y con esfuerzo casi conseguí meter medio cipote en la boca. Quería ordeñar aquel rabo que se derramara en mi boca para llevar su sabor en ella. Lo debí de hacer pero que muy bien porque a los pocos minutos sentí como se hinchaba su verga y mientras palpitaba contra mi lengua se derramó al fin. A pesar del corridon que se había tragado mi culo aquellas bolas tenían abundante reserva porque en incontables trallazo inundo mi boca con la caliente leche de su polla. Y por primera vez pude catar la esencia de un macho. Paladeé aquella sustancia untuosa como el más exquisito de los manjares y succioné y succioné hasta extraer hasta la última gota de su néctar.

  • No puedo más Arraiz. Tiene que irse - me dijo exhausto.

Recogí mis ropas y me vestí rápidamente para luego dirigirme a la puerta. Cuando estaba a punto de salir le oí

  • Un momento Arraiz. Le espero el viernes después de clase. No falte - me dijo con una sonrisa de medio lado.

Y le eche la última mirada, estaba allí de pie con la sotana abierta y aquel cipote maravilloso colgando entre sus piernas que aún brillaba con la humedad de mis labios.

Mientras caminaba por el pasillo hacia la salida del centro me sentía pletórico. Ufano, con la leche que escurriendose de mi culo empapaba mis calzoncillos y con el sabor de su polla en mi boca.