En el cybercafé
Entrega a un desconocido
Aquel día la reunión finalizó antes de lo esperado, mi viaje de trabajo había sido productivo y tenía toda la tarde a mi disposición ya que el vuelo no salía hasta el día siguiente. Comí y paseé por la ciudad, al no tener datos mi móvil entré en un Cyber para mirar mi cuenta de correo.
El local estaba bastante desordenado, regentado por un chico árabe de unos veinticinco años. Pedí cambio, accedí a uno de los ordenadores dejando mi maletín en el suelo. No tenía mensajes urgentes que responder, ojeé la prensa y entré en todorelatos, leí algunos y me excité.
Estaba tan absorto en lo mío que pegué un salto cuando una mano se posó sobre mi hombro. Era el dueño del establecimiento.
Es la hora de la comida y tengo que cerrar.
Lo siento no me he dado cuenta, discúlpeme, balbuceé, me levanté y salí.
Salí del local muy avergonzado, estaba seguro que el chaval se había percatado del tipo de web que estaba visitando así como de mi erección. Entré en una pizzería a comer y pasado un rato exclamé: mierda el maletín, en ese instante recordé que me lo había dejado en el Cyber, tenía que recuperarlo ya que había documentación vital del banco.
Volví pero estaba cerrado. Llamé a la puerta con insistencia hasta que el propietario abrió. ¿Qué ocurre? preguntó con cara de somnolencia y muy pocos amigos.
Disculpe, contesté, he estado antes y me he dejado mi maletín aquí, me gustaría recuperarlo. Entré, mi maletín estaba al lado del ordenador que hacía un rato había manejado, menos mal me dije a mí mismo.
El propietario del local se acercó y con un severo tono de voz comentó: no me gusta que la clientela deje los ordenadores encendidos, y menos que visiten páginas de contenidos eróticos, podrían infectarme con algún virus los aparatos.
No se de que me habla contesté sonrojándome. Lo sabe perfectamente contestó y acto seguido movió el ratón del ordenador, la figura del salvapantallas desapareció dejando a la vista la web de todorelatos.
Yo, yo no supe que responder totalmente avergonzado. Siéntese ordenó el árabe, siéntese y lea en voz alta para mí.
Me senté y comencé a leer. El chaval se sentó a mi lado. Ud. está casado, ¿verdad?, me preguntó poniendo una mano sobre mis rodillas, puedo ver su alianza. No pude contestar. ¿Cuántos años tienes?, 46 respondí, vaya, vaya un madurito esto se pone interesante. ¿En que trabajas?, en banca balbuceé.
Será mejor que cierre la puerta, estas no son joras de visitar un Cyber. El joven echó la llave y volvió a sentarse a mi lado. El árabe volvió a poner su mano sobre mi rodilla y continuó con su interrogatorio. ¿Y que hace un madurito trajeado leyendo relatos gays?, avergonzado bajé la cabeza sin poder contestar.
Su mano comenzó a subir por mi pierna alcanzando mis muslos. Instintivamente, cerré las piernas pero la mano del chico quedó atrapada entre mis muslos. Continúa leyendo para mí, ordenó.
Mientras proseguía con la lectura, el chaval se arrimaba cada vez más. Puso su boca al lado de mi oído y dijo: abre las piernas madurito. No pude evitarlo, las abrí y su mano empezó a sobarme la parte interna de mis muslos. Cerré los ojos y sentí como su otra mano desabrochaba un par de botones de mi camisa, echando a un lado la corbata introdujo las manos por dentro acariciando y tirando de mi pezón derecho que se puso duro como una piedra.
Un suspiro se escapó de mis labios mientras que la otra mano, posándose sobre mi bulto bajo la cremallera de mi pantalón introduciendo dos dedos hasta atrapar mi polla. En ese momento dí un respingo.
Estás mojado putito dijo el chaval, era cierto, mi líquido preseminal manchaba mi boxer, me excitan muchísimo los maduritos como tú os mojáis como unas buenas perritas.
Necesito ir al baño por favor supliqué levantándome. No te preocupes madurito que te acompaño contestó. Ahí lo tienes dijo dándome una palmadita pero no cierres la puerta.
Mi pollita estaba tiesa, dura como una piedra, oriné como nunca lo había hecho. El árabe entró sin percatarme y de un fuerte tirón bajo mi pantalón y el boxer hasta la altura de los tobillos. No puede o quise decir nada ya que el morbo me invadía.
El árabe se puso detrás mió, nos reflejábamos en el espejo, Pasó sus manos por debajo de mis axilas y desabrochó mi corbata tirándola a un lado. Como me pongo cuando lleváis corbata dijo mientras punteaba mis nalgas con su poderosa verga.
Sus manos desabotonaron mi camisa, le ayudé a quitármela y también cayó al suelo. Sus manos se apoderaron de mis tetillas, acariciándolas y sobándolas a su antojo, mientras su lengua me lamía las mejillas. Giré mi cabeza y entreabrí la boca ofreciéndome por entero a ese macho
Me besó de una forma sucia, metiendo su lengua en mi boca para jugar con la mía, mezclando nuestra saliva. Su mano descendió por mi torso, el estómago hasta alcanzar mi pollita, bajo el prepucio acariciándome el frenillo por su parte más sensible y me masturbó.
La mano de Don Carlos subió por mi muslo, me separó las piernas y comenzó a magrear mis testículos. Un suspiro y fuerte gemido salieron de mi boca. Su otra mano agarró mi rabo, bajó mi glande y con la yema de sus dedos empezó a acariciarme el frenillo. Mis gemidos y jadeos aumentaron.
¿Te gusta madurito de mierda, soy tu señor verdad? dijo el árabe. Me gusta señor, contesté entre jadeo y jadeo.
Mastúrbate para mí madurito, quiero ver como te corres sobre el lavabo dijo mientras su mano dejaba de acariciar mi polla. Empecé a meneármela como un verdadero pajillero mientras el chico comenzó a darme una serie de fuertes nalgadas en mi culo.
Antes de la quinta nalgada me corrí entre espasmos de placer sobre el lavabo, cuatro lechadas lo mancharon. El chico acarició mis testículos para que me quedase bien ordeñado y ordenó: cómete tu propia leche puto maduro. Me puse en pompa, enseñando mis nalgas y mis testículos a ese macho, y empecé a lamer mi leche esparcida por el lavabo.
El árabe aprovechó mi postura para pasar el canto de la palma de su mano entre los cachetes de mis nalgas. Su otra mano cogió parte de mi leche esparcida sobre el lavabo. De un fuerte tirón de pelo me levantó la cabeza.
Abre la boca y saca la lengua cabrón, ordenó.
Sumisamente saqué la lengua, dos de sus dedos mojados se posaron sobre mi lengua, los chupe golosamente comiéndome mi propia corrida. A la sala madurito quiero follarte dijo, nunca pensé que fuese tan fácil follarse a un madurito en este país dijo riéndose..
Salimos del cuarto, el árabe sacó algo del cajón y me lo lanzó a la cara. Era un juego de medias a medio muslo y un tanga de color rojo trasparente. Póntelo muy despacito, ordenó mientras se sentaba en su sofá.
Cogí una silla y levanté una pierna, mi pollita y mis testículos quedaron colgando a la vista del macho, me puse las medias, luego repetí la operación con la otra. Eran muy suaves aunque me apretaban los muslos. Me puse el tanga, me estaba pequeño, mi polla se salía por uno de los laterales, y el hilo se introducía en mi culo, me sentí muy sexy muy hembra.
El árabe muy lentamente, con verdadero deleite, se masturbaba viendo como me vestía de mujer para él. Su verga era enorme, unos dieciocho centímetro, de color muy oscuro, gruesa, muy gruesa con unos testículo enormemente grandes, todo un verdadero macho.
Ahora eres mi puto gritó el chaval. Sus palabras tuvieron un efecto inmediato en mí, mi excitación se incrementó hasta límites desconocidos, ese chaval cuyo nombre desconocía me estaba tratando como a una zorra, como a una puta, como a su puta, y me gustaba ese rol.
Fóllame, quiero ser tu puto, quiero que me folles como un perro folla a su perra, quiero que me des por el culo, que me lo partas y me llenes, quiero que te corras dentro de mi quiero tu leche en mi culo.
El árabe me hizo desfilar delante de él mientras se masturbaba, cada vez que me acercaba aprovechaba para apretar mi verga por encima del tanga, para darme pellizcos en el culo y darme nalgadas hasta que mis cachetes quedaron doloridos, mientras que profería todo tipo de insultos y obscenidades: puto, cabrón, cerdo. Ahora de rodillas y empieza a comer el dulce que tengo para tí.
Me arrodillé ante ese desconocido, su enorme miembro chorreaba líquido precoital. Traga perra, ordenó mientras me daba pollazos en la cara. Con una de mis manos agarré la verga de aquel chaval, abrí mi boca y sacando la lengua procedía a besar el glande de aquel macho, lamiendo todo su líquido preseminal. Lamí todo el tronco, mientras lo masturbaba me introduje sus huevos en la boca para besarlos y chuparlo golosamente.
Que bien la comes puto, ahora a comer polla madurito, y agarrando con fuerza mi cabeza empezó a follarme la boca. Me llegaron las arcadas y lagrimones, el macho me la introducía de golpe, esperaba unos segundos y cuando estaba a punto de quedarme sin aire la sacaba para introducirla otra vez de golpe. Sus manos no estaban ociosas, inclinándose para magrear mis nalgas dándoles pellizcos y azotes o tirando de mis pezones hasta hacerme daño.
El árabe abriéndose puso una de sus piernas encima de mis hombros en señal de victoria y total dominio sobre mí. Para puto, no quiero correrme todavía dijo jadeando de gusto, quiero tenerla así de dura para follarte como el cabrón madurito que eres. Cómeme el culo marica de mierda, ordenó.
Mi boca abandonó el tremendo pollón de ese macho, dí un piquito a su glande, bese el tronco de su miembro, lamí sus testículos y entrepierna hasta finalmente llegar a la raja de su culo. Separé con mis manos las dos nalgas, e introduje mi lengua a lo largo de su raja, hasta meter mi lengua dentro del ano de ese desconocido. Que bien lo haces cabrón que gusto me das, continúa puto, dijo el árabe entre jadeos y gemidos de placer.
Transcurridos unos minutos, el chaval al borde del éxtasis me tiró sobre el sofá y ordenó: Abre el culo para tu hombre, cerdo.
Con mis dos manos separé mis nalgas quedando el agujero de mi intimidad a disposición de mi señor. Escupió en sus manos y en mi ano, uno de sus dedos entró sin miramientos en mi cueva y empezó a moverse muy rápidamente, me haces daño grité, al instante otro dedo poderoso volvió a perforarme.
Te voy a dilatar el culo maduro de mierda, te voy a dar bien por detrás puto. Si por favor, necesito tu verga, acerté a decir entre jadeo y jadeo.
Pasados unos instantes, el árabe se sentó con su estaca empalmada y ordenó: siéntate encima de mi verga puto, tu mismo vas a ser quien te folles. Me puse encima de la verga del macho, separé el hilo dental del tanga, abrí mis nalgas y lentamente me fui dejando caer. El glande del árabe se introdujo en mi esfínter mientras yo daba un alarido de dolor.
Quieto puto, deja que tu culo se amolde a mi polla dijo el árabe. La verga entraba poco a poco en mi ano, me hacía un poco de daño pero el placer era infinito, hasta que el chico agarrando de mis hombros tiró hacia abajo de mí y de un fuerte empujón me la metió hasta el fondo, siendo ensartado y montado como una vulgar perra.
Sus manos cogieron mis testículos y mi polla comenzando una paja brutal, mientras yo por mi parte con golpes de cadera me ensartaba cada vez más y más, hasta lo mas íntimo y profundo de mí, el enorme pollón del árabe. Me corrí por segunda vez como un animal entre jadeos y gemidos de placer, por su parte el árabe continuó bombeando cada vez con más fuerza. Me ensarto hasta lo más hondo de mi intimidad, se arqueó y borbotones de leche inundaron mi intimidad, mientras me gritaba obscenidades: toma madurito toda la leche de tu macho, eres una puto de primera, te he follado bien follado, mientras yo ordeñaba sus testículos para sacarle toda la leche.
Pasado un rato, el árabe me dió un fuerte empujón y de desacopló saliendo su verga de mi culo. Tuve que limpiarle la verga, no me dejó duchar, se quedó con mi boxer como trofeo por haberse follado a un madurito y con todo el dinero en metálico que llevaba, unos 200 euros.