En el coche

David y Ana son amantes desde hace algun tiempo, pero no acaban de disfrutar del todo si no hay tensión sexual de terceras personas...

La amenaza de lluvia se va disipando. En el cielo pedazos de azul y blanco dibujan patrones cambiantes.

Llevan días pensando en este momento. David y Ana conocen parte de sus deseos, han imaginado sus cuerpos, pero ahora mismo solo son virtuales e imaginarios.

Él espera en el coche, en silencio, aparcado en batería frente a un solar vacío flanqueado a la derecha por una nave industrial.

Ella viene de camino. Han quedado en el punto adecuado de Google Maps, después de una minuciosa selección. Sin gente, sin indiscretas cámaras de seguridad.

Mira de nuevo la pantalla. Una, dos, tres veces en menos de un minuto. Sabe que ella conduce y que no puede escribir. Nota la boca seca y una tensión agradable entre las piernas.

Mira por el retrovisor controlando los coches que pasan. En ese polígono industrial hay poca actividad a esa hora y además la calle conecta dos puntos totalmente prescindibles, con lo cual el tràfico es mínimo, pero de vez en cuando pasa algún vehículo a baja velocidad buscando alguna empresa.

Él comprueba con la mano su erección. Ahora es casi completa. Imagina por un momento que no es su mano la que aprieta esa dureza.

Ve de lejos un Renault Scenic blanco acercarse. Lo reconoce rápidamente. Un extraño pensamiento cruza su mente:  “Maldito Google Maps. Me ayuda a encontrar pero también sabe dónde estoy ahora…”.

Ella aparca ágilmente en batería dejando una plaza vacía entre los dos coches. Él la mira. Ella le devuelve una sonrisa nerviosa y baja la cabeza hacia su regazo tecleando algo.

Suena un mensaje de Skype. Él lo abre y lee “¿No estamos demasiado cerca de la entrada de esta empresa?”. Él teclea “Ok. Nos movemos más hacia izquierda. Al final de la calle está todo libre. ¿Subo?”. Ella teclea “Ok”.

Él baja del coche y se dirige al de ella. Ella lo mira de arriba a abajo y nota un hormigueo merodeando en torno a su sexo. De repente le vienen a la cabeza, las conversaciones mantenidas durante esos días, y ahora por fin podrá sentir sus labios. El bombeo de su corazón se acelera. No puede dejar de mirar su sexo, ese que tanto ha imaginado estos días. Él cierra la puerta.

  • “Hola Ana”.
  • “¿Hola. Llevas mucho tiempo esperando?”.
  • “No. Unos diez minutos. He llegado antes para controlar el lugar con calma”.
  • “Aquí mejor. Más discreto.”, dice ella en el silencio del habitáculo.

Ambos saben que la cháchara es necesaria para bajar la tensión y para observarse. Oler, escuchar, mirar, situarse, darse tiempo… Quieren disfrutar del momento y para esto hablan durante cinco minutos de banalidades, quitando importancia a sus deseos más internos, saben que este es el camino.

Ella lleva unos tejanos, unas Reebok claras y una blusa fina de botones escotada que deja entrever perfectamente sus pechos dentro de un sujetador oscuro. Él los mira sin disimular y ella lo nota. Ella tampoco puede evitar una mirada rápida al punto máximo de placer de él y una idea fugaz y caliente le viene a la cabeza: Bajar esos pantalones hasta abajo y meterse su polla en la boca sin mediar palabra. Ahogarse con ella mientras lo mira a los ojos. De inmediato nota como moja sus bragas.

Saben que no disponen de mucho tiempo. Saben muchas cosas y ahorran muchas más, por considerarlas superfluas.

Él no disimula su erección ni ella su excitación. No quieren dejar de vivirlo intensamente. Él, sin tocarla, se acerca a ella y le aparta el pelo con la mano. Aspira el olor de su de su piel, de su cuello. Lentamente, con deseo contenido, le susurra:

  • “Ana, me muero por enterrar mi boca entre tus piernas, por lamer esa humedad que anega tu coño, por morder esos pezones mientras entierro mis dedos dentro de ti. ¿Te gustaría que te lo hiciera ahora mismo?”
  • “Mmmmm.... Si. Y quiero que abras mis nalgas y que mires. Que te masturbes mientras lo haces y ver ese deseo animal en tus ojos. Me gusta cuando estás tan caliente.”

Saben que allí no pueden hacer todo lo que desean, pero por esa misma razón esa tensión les excita tanto. Rozar el límite. Son dos personas tranquilamente hablando dentro de un coche. Nadie sabe que sus manos están ya acariciándose.

Mientras él le susurra todo lo que se le pasa por la mente en ese momento, sin filtros, ella ya desliza una mano sobre su pantalón corto. La tela de la bermuda es elástica y se adapta perfectamente a la forma de su hinchada polla. Ella la recorre con los dedos y desea tenerla metida dentro. Él disfruta de la presión de esos dedos mientras ya ha comenzado a lamer su cuello y morder su lóbulo. Totalmente acelerado introduce la lengua en su boca, lamiendo y bebiendo de su saliva. Ella ya es un mar derramado sobre el asiento del conductor. Nota como moja de forma descontrolada. Busca por debajo de la pernera el tacto directo de su polla mientras aprieta su boca contra la de él. David maniobra un poco para mejorar el acceso hasta que nota la presión de los dedos entorno a su dureza.

  • “Mmmmmm…. Ana, aprieta…, me encanta…, uffff…..”. Le susurra él durante un leve instante para coger aire mientras le come la boca.

Ella sigue disfrutando en silencio del tacto de esa erección largamente deseada. Él se detiene y mira rápidamente a los lados para asegurar que no hay miradas indiscretas y en un rápido movimiento se desabrocha y libera su polla. Ahora ella la puede ver sobresaliendo de su bragueta mientras la manosea con ansiedad. Él sigue besándola y probando su saliva.

Paran de besarse, agitados, tomando aire, pero ella sigue masturbándole con la mano derecha desde la posición de conducción, como si nada. Ana, no puede apartar la mirada de su objeto de deseo, le baja la piel hasta forzar su glande totalmente al descubierto mientras le mira a los ojos y pasa un dedo de la otra mano justo alrededor de la base del capullo. Se lleva los dedos a la nariz y aspira el olor mientras le dice:

  • “Me encanta el olor de tu polla, ¿te lo había dicho?”

Él nota un impacto directo al núcleo de su deseo. Se inclina y comienza a lamerla entre los pechos al mismo tiempo que desabrocha un par de botones más de su blusa.

Ella no puede más y mira hacia el asiento trasero del coche. Ve la sillita de una de sus dos hijas.

  • “David, quiero más.”

Él se aparta un momento con los labios todavía húmedos y la mira interrogativamente.

  • “Sabes que nos pueden ver, ¿verdad?”
  • “Eso me pone todavía más cachonda.”, sentencia ella.

Sin mediar palabra y mientras se abotona la blusa, sale del coche y abre la puerta trasera del mismo, extrae la sillita y la deja en el maletero. Quedan entonces los tres asientos de fila trasera totalmente despejados. Acto seguido, extrae del maletero dos parasoles de ventana, de esos que se fijan con ventosa, y los fija a los cristales laterales traseros. Luego, un parasol más amplio de ventosa para la luna trasera y otro de esos plateados enrollables que protegen del sol para la luna delantera.

Él espera, observando la operación, mientras la devora con la mirada. Se guarda apresuradamente la erección dentro de la bermuda y sale para reunirse con ella en el asiento trasero.

Mientras tanto ella ya ha comenzado a bajarse pantalones y bragas sin esperarlo. Tiene mucha urgencia y no es momento de preàmbulos. Va demasiado caliente. Lleva desde el día anterior pensando en el encuentro y su coño ya se ha convertido en una tortura pulsante de deseo. Hasta el roce con el asiento la hace disfrutar. Su cara enrojecida indica que està llegando al punto de ebullición.

David cierra la puerta tras de sí y le sugiere que se ponga a cuatro patas sobre el asiento,  con la cara casi pegada al parasol. Ana, no puede evitar sonrojarse imaginando lo que viene. Mientras ella lo hace, él acompaña sus nalgas con la mano haciendo el gesto de guiarla y añadiendo alguna ruidosa palmadita. Eso la pone más loca todavía.

David se desabrocha ràpidamente los pantalones y se los baja. Sus slips Boss blancos ajustados dibujan su erección dura y pulsante. Él no puede más y notando una calor por todo el cuerpo comienza a mordisquearle las nalgas a ella mientras patalea un poco para deslizar las bermudas hacia el suelo. La parte de atrás del coche no ayuda, pero la excitación es ya debsordante.  Ella con un “ufffff…” se apoya con una mano en el cristal mientras con la otra se desabrocha los botones de la blusa azul oscuro y se aprieta un pecho bajo el sujetador. “Méteme dedos, por favor, David…. “ y añade: “No puedo más. Quiero sentirte dentro de mí, pero ya!” le implora.

A él le gusta especialmente cuando ella se pone tan sumamente caliente. Es cuando su mente trabaja a más revoluciones, acelerando su deseo, su osadía… Mientras piensa en todo eso ya tiene dos dedos, el índice y corazón, retorciéndose en el coño de Ana y el pulgar estimulando su ano. Escupe en él para lubricar. Sabe que tarde o temprano ella le pedirá sexo anal y la expectativa lo pone a mil. Palpa rápidamente su erección como para asegurarse de que todavía sigue allí.

El ruido de un motor acercàndose los sorprende. La silueta difuminada a través del parasol negro de un todoterreno aparcando justo al lado de ellos les hace desacelerar un instante, pero no se detienen del todo. El vehículo es un todo terreno marrón plateado de ruedas tipo pick-up con un rótulo lateral de un taller de instalación de accesorios tuning. El conductor, un chico de unos treinta y pocos años, apaga el motor y se dispone a desayunar aprovechando las vistas frontales al solar sin edificar.

  • “uffff… ¿Vaya cortada de rollo, no?”, dice David con cierta intención mientras mueve los dedos dentro de ella.
  • “¿Seguro? Yo creo que no se ha dado cuenta… Sigue y a ver qué hace...”. Ella no disimula una sonrisa pícara mientras se muerde el labio inferior.

Él sabe que a ella le pone todavía más si alguien la mira. A él le gusta sobretodo la excitación de ella y también las situaciones donde se palpa la tensión sexual.

  • “¿Quieres que la libere un poco? Sièntate aquí”
  • “Perfecto! El slip ya no aguanta más presión.”

Ella se sienta de un saltito y le aparta el slip a un lado dejando que la polla salte como un resorte. La mira un momento para disfrutar de esa maravillosa visión y sin mediar palabra se inclina y se la introduce en la boca. Primero un par de tientos rápidos para coger la medida y ràpidamente la engulle hasta que la nota ocupando toda la boca hasta tocar la entrada de la garganta. Con una mano se apoya en la pierna de él y con la otra le aprieta los testículos. Sabe que le gusta, él se lo había dicho muchas veces por el chat.

  • “Ufffff… Aprieta más…”, le anima David.

El conductor del todoterreno, mientras mastica su desayuno, nota cierto movimiento en el coche de al lado. No le sorprende. Hoy, igual que todos los martes desde hace varias semanas, Toni va a comerse su bocadillo viendo a una parejita como folla desde una posición de altura privilegiada. De inmediato se empalma mientras ve a través del parasol del Renault Scenic una silueta femenina inclinada sobre el regazo de un hombre. Qué más puedo pedir, piensa.

David no puede evitar mirar cómo Ana está lamiendo su polla, aunque sabe que esto le excitará más. Observa como Ana, minuciosamente recorre todo su polla, buscando los rincones donde sabe que le producen más placer. La manos de David no pueden estar quietas y aprovecha que Ana está incorporada sobre de él, para recorrer su espalda, poco a poco dirección a los glúteos. En un momento él ya le acaricia el ano bajo el pantalón mientras la cabeza de Ana no para y mientras goza de la polla de su amante, decide mover la mano que tiene en los testículos, a su fuente principal de placer, para notar la presencia de humedad con los dedos. A él le gusta acariciar con el dedo esa zona tan sensible y a ella le gusta y se retuerce para encontrar la posición idónea. Al final él siempre acaba introduciéndole un dedo dentro del culo mientras ella acelera ruidosamente los chupetones en su polla. Muchas veces él se ha corrido de esta manera en la boca de ella, notando el calor de su esfínter en su dedo corazón.

Toni ya ha bajado sus pantalones hasta media pantorrilla y se masturba con una mano mientras con la otra sostiene un botellín de agua del que bebe traguitos cortos y nerviosos.

Los mira descaradamente con la ventanilla bajada y a escasamente dos metros de distancia. Ana y David intensifican su ritmo, conscientes de que son observados y tranquilos por su anonimato ya que el cristal semi-tintado de su Scenic no permite distinguir claramente rostros ni detalles.

Ahora ella sabe por el ligero movimiento rítmico de Toni que ya està a lo suyo. Lo mira de reojo y le dedica un alarde de morbo restregando la polla de David por su cara, como si de una brocha de pintura se tratara. Toni sabe que es el detalle dedicado a él. No falla. Ella siempre le dedica uno cuando se ven a la misma hora, en el mismo lugar, desde hace semanas.

(continuará…)