En el cine.
Convenzo a mi mujer para ver una película y la cosa se lía un poco
Aún no se como pero lo he conseguido, he convencido a mi mujer para ir al cine. Direis que no es algo tan complicado, pero el tema es que para lo que la he convencido es para ir a ver una porno. Y aquí estamos, sentados en la última fila. Ella está preciosa. Se ha puesto una minifalda negra a medio muslo que deja ver sus preciosas piernas enfundadas en unas medias negras caladas y unos tacones super sexys y arriba una blusa de escote generoso quedeja ver su tremendo escote, lo justo para ser incitante pero no vulgar. Maquillaje llamativo sin ser excesivo. O sea un pibón como una casa. La peli incluso está bien, tiene historia sin ser pesada y actores y actrices de los más conocidos, una producción importante. Al principio ella pone la típica cara de aburrimiento pero poco a poco se mete en ambiente. Entreabre los labios, su respiración se vuelve más profunda y poco a poco sus muslos se separan. La peli, la penumbra y el morbo de saber que hay más gente desconocida a nuestro alrededor deben estar haciendo efecto.
Despacio para no sobresaltarla coloco mi mano sobre su muslo. Voy acariciándola arriba y abajo y su respiración se ahonda aún más. Sigo ascendiendo y ella se reclina haciendo que, al mismo tiempo, mi mano tenga mejor acceso y su falda se remangue. Paso los dedos por la raja y noto como la tela de sus braguitas de encaje se empapa cada vez más. Entretanto con mi otra mano abro mi bragueta y me saco la poya. El morbo de la situación me la ha puesto más dura aún que de costumbre. Cojo entonces la mano de ella y la coloco sobre el tronco. No hace falta decir nada, comienza a masajearla arriba y abajo mientras yo acelero el ritmo centrándome en su clítoris.
Me mira mordiéndose el labio inferior, con la respiración entrecortada y me fijo en sus pezones endurecidos bajo la seda de su blusa. Una idea perversa cruza por mi mente y susurro:
-¿Te atreves a hacerlo?
-¿Aquí, ahora?- y gime suavemente mientras acelero con mis dedos.
-Con la boca. Por favor.
Me mira un momento, pero ya está desatada y se arrodilla. Lame el glande, el tronco y finalmente se la clava hasta la garganta. No puedo evitar dejar escapar un gemido yo también. En ese momento miro más allá y veo como un tipo que se sienta unas butacas a nuestra derecha ha dejado la peli y no pierde detalle. Me estiro como puedo y estiro las braguitas de mi mujer hasta convertirlas en una tira que se clava entre sus nalgas. El tipo se acaricia por encima del pantalón. Le hago una seña con la cabeza, el morbo deja paso a la perversión pura y dura. Nuestro vecino pilla la indirecta, se levanta en silencio y se arrodilla detrás de ella. Acaricia su culo redondo y enreda sus dedos en las braguitas tirando de ellas, bajando por los muslos hasta las rodillas. Mi mujer me mira sorprendida, a punto de sacar mi poya de entre sus labios.
-Sigue- le pido en un susurro.
Y así es, ella sigue, mientras el tipo amasa sus nalgas haciendo resbalar sus dedos por la raja haciéndola gemir y chupar aún más fuerte. Llega entonces la sorpresa. El tipo abre su bragueta con la izquierda mientras clava uno de sus dedos en el coño de ella y saca un impresionante poyón de más de 25 centímetros. Mira como pidiendo permiso y yo asiento. Entonces él se pone un condón (por suerte el tipo es prudente) y restriega el glande por toda la zona unas cuantas veces hasta clavarla de un solo golpe. Me sorprende pero entra de un sólo golpe aparentemente sin dolor. No puedo dejar de pensar que mi mujer tiene que estar absolutamente chorreando. Si no tuviera mi poya clavada hasta la garganta noto que mi mujer estaría chillando de gusto.
El tipo empieza un metesaca fuerte y profundo y mi pareja adapta el ritmo de la mamada al de sus embestidas. Miro a nuestro alrededor, pero estamos lo bastante atrás y hay poca gente, de modo que no llamamos la atención. Seguimos varios minutos. Nunca imaginé vivir algo así, es increíble. Mi mujer chupa como una posesa mientras sus gemidos ahogados se confunden con los de las actrices de la peli, estoy seguro de que se ha corrido ya un par de veces por lo menos. Nuestro nuevo amigo suda y resopla, está por correrse igual que yo. Como si estuvisemos de acuerdo sacamos nuestras poyas de sus húmedos y calientes huecos y nos ponemos de pie. Ella coge las dos poyas y las pajea con fuerza. Se detiene un momento y abre su blusa, saca sus tetas redondas, gloriosas y veo los pezones duros y tiesos, oscuros en la penumbra. No hae falta decir nada, está claro lo que quiere. Vuelve a asir los dos miembros y a pajearnos hasta que los dos nos corremos sobre sus pechos. Yo suelto cuatro o cinco chorros abundantes como nunca, pero el otro tipo suelta una cantidad prodigiosa que chorrea por los senos, resbalando por su vientre hasta perderse en la cinturilla de su falda.
Nos sentamos los tres casi sin resuello mientras volvemos a ponernos la ropa más o menos en condiciones. La seda de la blusa se empapa inmediatamente de semen, el olor a sudor y sexo nos envuelve. No puedo creer que nos hayamos atrevido a hacer algo así. A la peli aún le queda para terminar pero mi mujer me susurra:
-Vámonos, por favor. Necesito ducharme- y me guiña un ojo sonriente.
Nuestro vecino la ha escuchado y me tiende la mano. Se la estrecho, ¿por qué no? El tipo no ha hecho más que aprovechar una oportunidad. Mi mujer le da dos besos. Salimos a la calle y le dejo a mi mujer mi chaqueta para disimular las ostentosas manchas oscuras de su escote. Por suerte el coche no está lejos. Hacemos el camino a casa en silencio, supongo que ella le da vueltas a lo que acabamos de vivir igual que yo. Entramos en casa cogidos de la mano y vamos directos a la ducha. Lo más increíble es que mi mujer sigue caliente y en cuanto estamos bajo el agua me besa con violencia, con una necesidad ardiente:
-¡Fóllame, por lo que más quieras, fóllame!
La empujo contra la pared y la levanto en vilo. Ella misma se clava mi poya de un golpe. Su coño chorrea más que la misma ducha y también está más caliente que esta. Empujamos uno contra otro rápido, casi con desesperación, gemimos y por fin nos corremos los dos a la vez con un grito ahogado. Nos secamos y nos vamos directos a la cama, agotados y satisfechos. Antes de dormirme la miro. Duerme dulcmente con una gran sonrisa y una respiración suave. No se si repetiremos algo remotamente parecido pero ha sido increíble. Le beso la frente y me duermo yo también. Quien sabe, quizá mañana tengamos otra aventura.