En el cielo
Solo en ese lugar se puede amar así
Sus ojos se van cerrando con lentitud, mientras los recuerdos llegan a su mente, como en una simple película.
Esos instantes son en realidad, los momentos más sublimes de toda su existencia.
Comenzó como se inicia cualquier cosa.
Su apática monotonía, no deja ver, todos los nubarrones que se acercan y en lo que se convertirán, a partir de ese momento.
Sus Veinte años, para un joven con 1,85 cms de estatura, un cuerpo esbelto, con bastantes músculos, sin ser exagerados; con un torso bien marcado, un trasero que despierta deseos libidinosos en los ojos de la féminas; unos ojos color avellana, que debilita las defensas de las mujeres y un rostro con una gran simpatía, resultado de una sonrisa pícara y un encuadre en la forma de su cara, hacen de Luis, un verdadero bocado, para muchas que se derriten por tenerlo.
Es un día frio, con amenaza de lluvia.
Está arropado desde el cuello hasta los pies.
En su rostro se marcan los efectos de una virosis contagiosa.
Siente mucho malestar y también una debilidad casi extrema.
La tos es tan persistente, que no lo deja ni respirar.
Su nariz está muy roja por la infinidad de veces, que ha tenido que secársela.
El sonido que sale de su pecho suena como el retoque de un tambor.
Cada vez que tose, deja oír la congestión en sus vías respiratorias y lo hace durante largo rato.
Deduce que no hay nadie más en la casa, pues el silencio es de soledad.
Sus padres han salido y su hermana menor, debe estar en clase, pues es un día normal, para estar en el instituto.
Se levanta, arropado con la cobija, mientras debajo viste tan solo en bóxer.
Sale corriendo hacia el baño, pues su vejiga está casi a reventar y esta lo apura a que la desocupe.
Le duele todo el cuerpo.
La congestión casi le tapona los oídos, por eso no escucha, el ruido de la ducha.
La puerta del baño está entre abierta y la mampara está de la misma forma.
Las gotas que salpican, mojan las losetas, al rededor del inodoro.
Una voz cantarina se deja escuchar, por encima del ruido del agua cuando cae.
Luis empuja la puerta y queda petrificado.
La figura que se muestra antes sus ojos, es como de una diosa o de una aparición angelical.
Es una figura perfecta.
El cabello negro, ahora humedecido, se desparrama por la espalda, pegándose a la piel.
Este le llega hasta más debajo de la cintura.
Su color bruno, casi azabache, es una cascada iridiscente, por las chispitas que saltan, cuando las gotas que lo humedecen, se escurren, deslizándose por los glúteos.
Su rostro es de ángel, su piel es color canela, sus ojos son de cielo, sus cejas son pobladas, sus pestañas son largas y rizadas y su nariz es medio respingona,
Sus labios gordezuelos, provocativos e insinuantes, son un verdadero bocado.
Su mohín de picardía, en su sonrisa casi traviesa, adornada de un gesto soñador, arrebola su candorosa mirada, que hacen de Martha, una chica verdaderamente de fábula.
Su cuerpo tallado de diosa, senos proporcionales a sus 1,65 cms de estatura, su vientre plano, es como una llanura, sin límite de extensión.
Su sexo es pulcro, virginal, casto.
Sus muslos torneados, sus piernas kilométricas y sus nalgas respingonas, las adorna con un culito de ensueño.
Esta chica, es el sueño más mórbido, para cualquier ojo que la detalle.
Queda impávido.
Casi no es capaz de respira y tampoco de moverse.
Todo el malestar que agobiaba su cuerpo, desaparece casi como por encanto.
Sus ojos son dos viajeros, que se deleitan, por la estampa maravillosa, que se dibuja frente a su mirada.
Sus manos se engarfian, a la sábana que lo cubre.
Tiene la boca abierta, pues el escaso aire que le llega a los pulmones, casi no pasa, a través de sus congestionadas fosas nasales.
Tiembla, no por la enfermedad, sino porque la sensación que le producen, lo tiene casi hipnotizado.
Su corazón parece que se le estalla y su mente es una simple película, de imágenes totalmente lubricas.
Su alma se llena de un sentimiento desconocido, que lo desconcierta hasta el deliro.
De pronto, la ninfa se coloca de espalda y comienza a enjabonarse, la parte baja de su cuerpo.
Se va inclinado despacito, hasta cubrir con la espuma, primero los tobillos y luego los dedos de los pies.
Toda la magnificencia de su intimidad, se expone ante sus asombrados ojos.
El organismo alterado por la enfermedad, recibe una especie de calambre, que le hace agitarse perceptiblemente.
Una extraña sensación, desciende por su columna,
Esta se difunde, por toda la dilación de su virilidad, que la tiene enardecida.
Es lindo, impoluto, casto, virginal, pulcro, rosadito, casi sonriente por los labios que como pequeñas cortinitas, cubre el fondo glorioso, de toda la preciosa interioridad.
Está completamente depilado.
De pronto unos dedos atrevidos, se desplazan lentísimo, por todo el contorno sublime de su tesoro.
Lo destapan como se abre, la más bella de las rosas y toda la lujuria, que pueda caber en su cuerpo, restalla como una bomba, en toda la infinidad de su interior.
Se gira despacio, porque un mareo lo sacude y prácticamente lo tambalea.
Camina hasta su cuarto y lo hace con lentitud.
Entra, cierra la puerta y pasa el pestillo.
Se quita el bóxer, se pasa la mano por su hombría y se revienta en una explosión de fluidos, que casi lo desvanece.
La sensación le dobla las rodillas
Cae sobre el piso mojado por los efluvios, que brotan impulsivamente de su cuerpo y que se le hace, imposible de controlar.
Se queda absorto, inmóvil, totalmente enajenado.
Su mirada se pierde en la lejanía de sus pensamientos y un sentimiento sublime, se abre paso, en lo profundo de su corazón.
Lo comprende casi como en un estallido.
Al saberlo, lágrimas de tristeza y de dolor, se riegan por sus mejillas y se le hacen incontenibles.
El amor explosiona en su alma.
Es una sensación inconmensurable, que casi lo hace morir.
¿Porque a mí? se pregunta.
¿Porque tuve que ser yo? vuelve y se interroga.
¡No debe ser así!…. ¡no!.... ¡no!.... ¡no puede ser así!.... maldita sea…. ¡no puede ser!.... no puede ser.
Su llanto es arrasador.
Llorar es tal vez, lo único que medio lo consuela.
Ese sentir se le hace perverso.
Él no puede albergar algo tan pecaminoso, pero su corazón late y le grita con alaridos, algo que su mente se lo recalca.
¡Está enamorado!
No puede amarla.
No a ella.
Es prohibida.
Es pecado se lo dice en la mente, pero su corazón salta alborozado, porque su cuerpo comprende, que si logra tenerla, la dicha y la felicidad que va sentir, será infinitamente celestial.
Se enloquecerá de pasión y será glorificado, por todo lo que llegare a sentir, con tan solo tenerla y amarla, hasta que se le acaba la vida.
Se levanta, se limpia de sus fluidos, se arregla, ventila su cuarto, empleando su colonia, para borrar el olor de sus secreciones.
Se cubre con otra manta, espera un rato largo, hasta que escucha los pasos que se dirigen a la habitación, que está junto a la de él.
Sale del mismo, entra en el baño, desocupa la vejiga y se dirige hacia la sala.
Enciende el televisor, se recuesta en el mueble grande
Su mirada se pierde, en el confín de sus pensamientos.
Busca una razón que le haga comprender, todo lo que le está sucediendo.
Hace unos instantes, su vida transcurría en cosas intrascendentes.
Ahora se ha convertido en un verdadero infierno, por todo lo que acaba de descubrir.
¡Está enamorado!
Su mente vuelve le grita y tiembla al comprenderlo.
No por el sentimiento en sí, sino porque es inmoral, inalcanzable, casi pecaminoso.
Se queda callado.
Inclina la cabeza, mientras sus lágrimas, corren como ríos de aguas tranquilas, por todo el cauce de sus mejillas.
Es incomprensible.
No puede confesarlo.
No puede gritarlo, como cualquier otro hombre.
Se sobrecoge por todo lo que está sintiendo.
Lo juzgarán, lo condenarán, será un paría, será un monstruo, casi el peor de los demonios.
¿Por qué a mí? vuelve y se pregunta y su llanto casi lo hace convulsionarse.
-Sito.... ¿qué tienes? ahhh…. ¿qué te pasa?…. ¿estás malito?…. ¿quieres que te de algo para el malestar?…. por favor…. ¿qué tienes?… vamos, ¡dímelo!
La voz que le habla, a pesar de que suena cantarina, también tiene algo de tristeza y un poquito de alarma.
-¡Nada! Tica…. nada…. es solo el malestar de la gripe.
Ella lo mira fijamente, con la profundidad del cielo en su mirada y al hacerlo, comprende que le está mintiendo.
-Sito, ¿porque me mientes? ahhh…. ¿acaso ya no confías en mí?…. siempre no hemos dicho todo…. ¿dime porque lo haces?…. ¿es que ya no me quieres?
-Por favor, Tica…. por favor…. no me preguntes…. no ves que me estoy muriendo…. por favor no me tortures, Tica…. no puedo decirte nada…. me…. me….
Martha se agita y comprende toda la indisposición, que padece en todo su cuerpo.
Lo abraza y lo pega contra su pecho.
Piensa que se siente así, por los efectos de la enfermedad.
De pronto nota el alocado brinco en el pecho de Luis y su agite, se convierte en un infinito asombro.
El corazón de nadie, puede saltar de esa manera, como producto de un resfriado, se interroga sorprendida.
Le toma el rostro con las manos, lo mira y ve que los ojos están anegados de un llanto incontenible.
Un sentimiento extraño, se agita en su mente y en su alma.
Su corazón comienza a dar pequeños salticos.
Y entonces se alarma.
Lo empuja con ternura, se levanta despacio, sube las escaleras y camina alejándose en dirección a su habitación.
Entra en la misma, se acuesta bocarriba, apoya un brazo sobre su frente y su mirada se pierde, en esa zozobra, en lo que son ahora sus pensamientos.
Al fin comprende todo lo que siente, ese ser que ha dejado reclinado en el sofá de la sala.
No llora.
Está completamente espantada, por lo que su corazón le grita.
Solo tiene dieciocho años.
¡No a ella!.... ¡no!.... ¡no!.... ¡no a ella!…. ¡no, por Dios!.... ¡no!
Eso es perverso, se grita en su mente, pero ese que salta, casi baila para hacérselo comprender.
Al saberlo tiembla y se agita.
¿Será que Sito se aflige por eso?
Se alarma, porque acaba de comprender, que esa es la razón de su sufrimiento.
Ahora es ella la que se espanta, pues sabe que le corresponde.
¿Por qué sucedió? se pregunta.
¿Por la soledad, a que los han sometidos sus padres?
¿Por su gran cariño, que siempre se han profesado?
¿Por pasar tanto tiempo juntos?
Ambos son muy atractivos.
Tienen muchos admiradores.
Sito es muy asediado por las chicas, entre ellas todas sus amigas.
A ella también le pasa lo mismo, pero ningún chico se le puede acercar, sino quiere tener problemas con Sito.
Él la cuida como se vigila la caja fuerte, del banco más rico del mundo.
Es casi su guardaespaldas.
La protege como la más preciada de las alhajas.
Si ella fuera una perla, él sería casi un ogro, cuidándola y protegiéndola, contra cualquiera, que intente siquiera mirarla.
¿Lo ha hecho, conociendo sus sentimientos o solo por lo que ha representado para su vida?
Sus pensamientos le aterran, se dice para sí, pero su corazón es prácticamente una mariposa, que se deleita con su vuelo, por todo el firmamento de su sentir.
Es como la pequeña lucecita de una luciérnaga, que cada vez que se posa, en algún resquicio de su alma, le envía mensajes de su figura.
La estampa de ese ser, que se abate abajo en la sala, se le hace totalmente gloriosa.
Le produce un gran dolor al comprender, la razón de su sufrimiento que está sintiendo en su corazón.
Y lo hace solo porque descubre, una pasión increíblemente sublime.
También porque piensa que jamás será correspondido.
Lo consideran pérfido, maligno, impuro, cuando lo que nace en el alma de cada uno de nosotros, solo viene de lo que vive, en el fondo de nuestro corazón.
¿Si nuestro interno es bueno, es sano, es bondadoso, es comprensivo, como es que este esplendido sentimiento, puede llegar a ser considerado, como una de las peores aberraciones?
Se lo pregunta y al no encontrar una respuesta viable, se agita y de nuevo tiembla.
No siente ningún dolor y eso es lo que más le aterra en este momento.
A pesar de la conmoción que la sobresalta, una especie de felicidad, se abre paso en su sentir y todo en su interior, se invade de una dicha casi inefable.
¡Soy feliz!.... ¡sí!.... ¡sí!.... ¡soy feliz!..... infinita, inconmensurable, ingente.
Su alma, su mente, su cuerpo, su corazón, cada partícula de su ser, se lo grita y ella simplemente se enaltece.
Sueña despierta.
Añora la primera caricia.
Desea sentirla.
Se le hace inaguantable, por el desenfreno que le arrebata.
Mira el reloj y considera que tiene más de tres horas, para seguir estando solos, sin la presencia de sus Papás.
Se levanta, se arregla el vestido, se alisa el cabello, se mira al espejo y sonríe pudorosa.
Se acicala como si fuera a la primera cita, con el chico que le roba hasta la vida, piensa con sorpresa.
Baja y lo busca y al no encontrarlo, va hasta la cocina, se sirve un vaso de agua y lo bebe con tranquilidad.
Quiere apagar ese fuego, que la enardece y la apasiona, casi hasta hacerla delirar.
Sube la escalera como contado los pasos y se para frente a la entrada de la habitación.
Abre despacio y casi como contándolos, se acerca hasta la cama.
Luis con la cobija arropado hasta el cuello, la mira con sus ojos miel, sorprendido con su presencia.
Está alarmado, pues el gesto emocionado, que ve en el rostro de Tica, lo enloquece casi hasta el extremo.
No hablan.
Sus gestos son el mejor dialecto, de sus cuerpos totalmente enfebrecidos.
Sus sentidos lo comprenden, casi como una revelación.
Levanta la cobija y se acuesta junto a él.
Le cruza un brazo sobre el vientre, apoya su rostro sobre el pecho, suspira muy quedo y se queda totalmente quieta.
No se mueve.
Solo escucha en los latidos, lo que el corazón de Luis, con sus pequeños salticos, le grita casi enmudecido.
Se siente amada hasta el infinito y siente que lo ama, hasta lo más lejano de su sentir.
Solo con el universo se puede medir, la grandeza del cariño que ambos se profesan.
¿Será pecado? se pregunta.
¡No!.... claro que no.
Ella misma se responde, henchida de la felicidad.
En algo tan sublime, no puede haber maldad, se dice para sí.
Él no habla, solo suspira.
Pero no deja de temblar.
Los latidos de su corazón, son voces acalladas, por el sentimiento que lo tienen delirando.
Rato más tarde.
Al fin el valiente es él.
Bueno…. soy él hombre ¿no?
Se dice con una sonrisa traviesamente tímida.
- Te…. amo….
Suspira, inflando las mejillas.
-Igual….yo….
Ella si tiembla, pues la emoción, la agita perceptiblemente.
-¿Podremos?
-Estoy asustada.
-Yo ni se diga.
-No sé qué hacer.
-Yo menos…. pero quiero por lo menos intentarlo.
Hablan sin mirarse.
Solo sus sentidos los emocionan.
El mira la inmensidad del techo; ella, la lejanía de la pared, que se extiende ante sus ojos.
Sus vidas pasan por el telón blanco de sus mentes.
Ella levanta la cabeza y él baja la suya, tan solo para mirarse.
Primero se enaltecen con su mirar y luego se fijan en los labios con impavidez.
Es un movimiento inconsciente.
Apenas se rozan.
Lo hacen con temor, con miedo, pero a pesar de todo, lo que sienten es inefable.
Vuelven y se rozan.
Ahora es una especie de calambre.
Se acercan despacito, como buscando mejor acomodo, para hacer más sublime la caricia.
Sus labios se unen, con una lentitud enervante y al fin se desbocan, en el infinito océano de sus sentidos.
El beso es casi voraz y la sensación es colosal.
Ambos tiemblan, por la pasión que lo sobrecogen.
Sin despegar los labios en ningún momento, ella se acaballa sobre las caderas.
Un bulto viril, le da la bienvenida, a su agitada intimidad.
En ella, su llanto interno es una lluvia emocionada.
En él, son lágrimas apasionadas, que ocultas por el bóxer, le brindan un saludo de agradecimiento, por todo el sentimiento que le profesa.
Sus cuerpos son dos altares, donde la ofrenda de su cariño, son loas a los corazones agitados, por el ardor que los enternece.
Ella apoya las manos al lado de los hombros y lo detalla con el cielo azul de sus pupilas.
Él se queda quieto, sosteniéndole la mirada.
Ella es mucho más efusiva.
Sonríe con un mohín de niña mimada, baja la cabeza y con la punta de la lengua, los humedece con su saliva
Él con la suya, se regodea saboreándola, entrecerrando sus ojos de miel.
-Eres tan lindo…. y te amo tanto…. pero estoy tan asustada…. todo esto que estoy sintiendo, es desconocido para mí…. es la primera vez, que me pasa algo como esto…. ¿de verdad quieres intentarlo?
-Nos lo merecemos…. ¿no te parece?.... ¿tú que quieres hacer?
-Lo que tú decidas…. soy tuya…. se dice así ¿cierto?
-Yo no sé cómo se dirá…. pero creo que también yo siento lo mismo.
-¿Cómo lo hacemos?
-No se…. estoy asustado…. déjame pensar…. lo haremos según vaya saliendo, ¡vale!…. así vamos aprendiendo.
-Y si nos descubren.
-Debemos tener mucho cuidado…. disimulemos…. salgamos con los amigos…. finjamos que no pasa nada entre los dos…. ¿te sientes con capacidad para hacerlo?
-No sé si pueda…. me duele mucho cuando te miran con deseo…. sufro solo de imaginarlo.
-Igual yo…. pero….
Él se agita y una lágrima rebelde, se desliza lentamente, por las laderas de sus mejillas.
Ella la nota, se inclina y con los labios, le sorbe la humedad.
-Shiiiiffff…. te he dicho que soy tuya…. ¿porque temes?
Ella es mucho más valiente.
Parece que comprende a cabalidad, lo que el corazón de Luis, se lo quiere hacer saber.
-Me da miedo perderte.
-Ni muriendo me perderías…. ni muriendo…. si eso algún día llegare a pasar…. en el cielo, siempre te voy a esperar…. en el cielo, mi amor…. EN EL CIELO….
-Sera que iríamos a ese lugar…. si dicen que esto es pecado, creo que allí no podríamos ir…. seguro que no nos dejarían entrar….
-No creo…. este sentimiento, pareciera que viene de allá
Ella se inclina de nuevo y se apropia de sus labios.
Las manos corren irreverentes, por toda la sinuosidad agreste de sus formas.
Son verdaderos alpinistas, que escalan todas las cimas de su escultura.
Dos plumas se pasean por las globalidades de sus pechos, mientras dos pinzas tijeretean las puntas erectas de sus pezones.
Estos se endurecen por los mimos y el cuerpo se retuerce emocionado.
Arquea la espalda, lleva la cabeza hacia tras, dejando el rostro perdido a la miel que lo busca para glorificarse, por los gestos con los que le agradece las caricias.
Ella viste una camiseta que él le ha regalado y que siempre se pone para dormir.
Inconscientemente, ha deseado tener encima, el olor que mana de su organismo.
Es una necesidad casi hormonal.
Va comprendiendo poco a poco, que siempre lo ha llevado en su corazón.
No lo entendía, pues desconocía el sentimiento, pero ahora que lo comprende, casi salta de felicidad.
Lo ama desde siempre, se dice para sí y entonces una sonrisa, se expande por toda la ingente belleza de sus facciones.
Sentada sobre los muslos de Luis, levanta sus brazos y se despoja de la camiseta.
Como no lleva corpiño, toda la majestuosa perfección de sus senos, se materializa antes los exaltados ojos de miel, que casi la devoran.
Son infinitamente sublimes.
El avellana de su mirada se enturbia de la emoción, pues comprende, que ese ángel, solo vive y muere por él.
Entonces se decide.
Luchará hasta la muerte por tenerla.
Si tiene que morir por ella, lo hará hasta con el último suspiro de su existencia.
Hasta el último halito de vida, lo utilizara para conservarla junto a él.
Levanta los brazos y toma los dos globos con sus manos.
La sensación es apoteósica.
Toda la emoción de su sentir entra por sus dedos y esta corre rauda por sus venas y cuando llega a los pies, casi lo paraliza.
Un agarrotamiento sobrecoge todo su cuerpo.
Son como arañitas que corren por sus arterias y se distribuyen por toda la extensión de su organismo.
Cada célula de su cuerpo se complementa, con la sensación de la piel, que recorre con la palma de sus manos.
Los dos se convierten en un solo individuo.
Es como si al rozarse el uno, le transmitiera la misma sensación, al otro ser que recibe la caricia.
Es la misma satisfacción, la que sienten cuando se tocan y por eso es tan sublime, el placer que se suscitan.
Sus manos pasajeras se regodean, de todo el recorrido extenso, de la globalidad que tiene entre sus dedos.
Su encantadora redondez, exalta los sentidos de Sito, cuando mueve sus manos, como hojas agitadas por el viento y eso hace de la caricia, casi una reverencia angelical.
Le estira la punteada flecha que sobre sale de la curvatura, casi hasta el límite del dolor.
Con las yemas los envuelve y los mueve, girándolos hasta la totalidad de su extensión.
Ella se inclina acercándolos a su rostro, pero antes de posarlos sobre los labios, la lengua salta como el pez, que atrapa la carnada, atravesada por el anzuelo.
Los chupa goloso, los mama delicado, los muerde enternecido, los rae suavecito y ella solo gime.
Con su órgano bucal, le recorre toda la extensión integra de su redondez.
Se extasía con el sabor, con el aroma, con la textura, con la suavidad.
Le desliza las manos por los costados, le acaricia las caderas y le amasa las nalgas con devoción.
Ella levanta sus glúteos, como en una invitación, a que viaje por toda la extensión de sus posaderas.
Mete los dedos por el borde de la tanga y mientras él va bajando la prenda, ella va estirando las piernas, hasta que logra sacársela por los pies.
Ella está desnuda y él se envanece en su petulancia.
Vuelve y se inclina y ahora son sus labios, los encargados de las caricias.
Son lapas adheridas imposibles de separarse.
Se saborean largo rato, hasta cuando el aire escasea en sus pulmones.
-Quiero verte, Sito…. por fa…. ¿sí?
Hace el intento de levantarse y ella le apoya las manos sobre el pecho.
-¿Me dejas?
El mohín es tan tierno, que casi lo hace llorar.
-Por Dios, Tica…. por Dios…. no me hagas así…. uuuuffff….
-¿Cómo te hago?.... Sito.
La voz es un relamo de sensualidad.
-¿Por qué eres así conmigo? Tica.
-¿Cómo soy mi amor?.... a ver dime, ¿cómo soy?
Picara y traviesa.
-Me vas a matar, Tica…. seguro que sí.
-Te quiero vivito, nene…. muertito no me haces feliz.
Su sonrisa es de ángel, de cielo.
Se inclina sobre el pecho y lo va besando despacito, mientras ríe enternecida.
Solo utiliza sus labios y a veces sus mejillas, cuando se las restriega sobre la piel.
Le chupa las tetillas y a rato se las muerde.
La caricia es muy sublime por el gesto y por la falta de práctica al realizarla.
Recorre con sus labios, todo la planitud del tórax y llega al borde de la prenda.
Se detiene dubitativa y al final se decide.
Toma el bóxer por los bordes y lo desliza despacio, hasta sacársela por los pies.
Mira la largura enfebrecida y se ruboriza casi temblando.
No sabe si tomarlo, si mirarlo o si acariciarlo.
-¡Dios!.... ¡es muy grande!.... Sito….
El solo sonríe envanecido.
Conturbada, agacha la cabeza.
Luis lo comprende al instante.
Martha es una chica completamente ingenua y virgen en los actos del placer.
Tal vez algunos besos, pero nadie a mancillado, el cuerpo divino de su amor.
-Tica…. ¿te puedo preguntar algo?…. pero quiero que no si no te gusta, por favor no me responda nada…. ¡no!.... mejor no te pregunto nada… ¡no!…. mejor no.
-Ni siquiera me han besado, Sito…. soy totalmente tuya…. de nadie más, nene…. de nadie más.
-Te amo, Tica…. no te imaginas cuanto….uuuuffff….
-Soy tuya…. te lo he dicho, ¿no?
-Si pero…. uuuuffff….
-Porque suspiras…. ¿no me crees?….
-¡Sí! claro…. es que…. uuuuffff….
-Es que, qué, nene.
- De pronto yo no soy digno, de todo esto que tú me ofreces…. uuuuffff….
-¿Porque tienes miedo? Sito
-Ya te lo he dicho…. me da miedo perderte…. antes…. antes….
-¿Antes qué? Cariño
-Antes moriría, a tener que separarme de ti.
-¡Nunca digas, eso! Sito…. ¡nunca lo digas, por el amor de Dios!.... no me puede dejar, porque sin ti no se sería capaz de vivir.
-Vamos a sufrir mucho, Tica…. lo sabes, ¿cierto?
-No pensemos en eso ahora, mejor pensemos en esto.
Con sus manos temblorosas, lo toma entre los dedos.
Lo mira con inquietud, como si creyera, que de pronto la fuera a morder.
Lo mueve de un lado para otro y con un mohín de picardía y una sonrisa traviesa, recorre con la lengua, toda la largura viril.
Él gime rebotando en el colchón.
Ella sonríe entre nerviosa y emocionada, por todo el portento, que se agita entre sus manos.
Vuelve y lo lame en todo el recorrido.
La caricia no es muy sensual, pero sí muy placentera.
Llega hasta la cabeza y mira desconcertada, toda la humedad, que como lágrimas, se escurren y se esparcen entre sus dedos.
Toma el líquido, lo palpa con las yemas de los dedos y casi con temor, se los lleva a la boca, para chuparlos con recelo.
Primero lo prueba, después lo saborea glotonamente y luego sonríe divertida.
-¡Rico! nene…. ¡rico!…. ¡rico!…. ¡rico!…. ¡rico, como tú! Sito…. ¡rico como tú!
Luis se retuerce, más por las palabras, que por la caricia.
Lo besa varias veces y despacio lo va llevando dentro de su boca.
El gesto es enervante por la lentitud y por la suavidad de los labios que lo aprisionan.
Es tan gloriosa la sensación, que grita descontrolado.
Aprieta los labios y los ojos, agitando la cabeza y echándola hacia tras.
Sus gemidos retumban en la habitación, pues el vaivén es lento y provocador.
Solo mueve la cabeza, pues su boca es como una vaina que solo lo arropa, porque nunca, le da por mover la lengua.
-¡Enséñame!…. Sito…. yo quiero aprender…. para ti, nene…. para ti.
-Uuuuffff…. uuuuffff….
Luis está tan emocionado que no puede ni hablar.
Ella entiendo que el silencio significa que lo está haciendo bien y continua con la caricia, hasta que Sito la detiene, pues está en las puertas de la explosión.
-¿Por qué?.... Sito…. ¿no te gustó?
-Me estas matando, Tica…. tranquila…. tranquila…. ahora déjame a mí.
La hala por los brazos y la acuesta bocarriba, le abre las piernas si se mete en la mitad.
Coloca las manos al lado de los hombros y se extasía por la silueta.
Es tan bella y tan inocente, que casi prefiere venerarla, pero sus deseos son más fuertes que sus creencias y se inclina por lo que exalta sus instintos.
La mira sonriente, envanecido por la belleza y enaltecido por lo que le profesa.
Hay instantes que ni cree que esa maravilla de la naturaleza, lo adore como se lo demuestra.
Su mirada es una declaración total, de todo el sentimiento que la reboza.
Se inclina despacio y la besa en los parpados.
Ella solo sonríe, con agitado pudor.
Su sonrisa es tímida, pero la vez es muy sensual.
Le desliza los labios por todo el perfil de la nariz, le muerde la punta delicadamente y ella le coquetea, mordiéndolos con lascivia.
Su risa es un poema, entre la inocencia y la excitación.
Le chupa los labios con glotonería, luego se los muerde con delicadeza.
Ella solo gime.
El tono es un cantico.
Le mete la lengua en la boca y la recorre en toda la extensión, arrinconando a la de ella, que tímidamente se postra, ante el órgano invasor.
Le muerde la quijada y luego la sopla en el cuello.
Tica automáticamente se encoge y gime candorosamente.
Lo lame despacito y cada vez que lo roza, ella se retrae, gimiendo entre sonrisas.
Sigue con sus hombros, a los cuales solo los besa, pues la sensación que le causa, la hace carcajearse.
Y aterriza en sus senos.
Son un bocado apreciativo.
Los lame despacito, chupándolos, rayéndolos y mamándolos.
Ahora los gemidos, son totalmente lascivos.
Lo hace durante largo rato, mordiéndolos delicadamente, hasta cuando la siente, en las puertas del enardecimiento.
Espera hasta que se tranquiliza y sigue con su vientre.
Se dedica unos instantes largos, a horadar el ombligo, en toda su profundidad.
Lo hace lento y espaciado.
Continúa con su travesía y llega a la ingle, pero se desvía, pues quiere cumplir con su fetiche.
La toma por los tobillos y acerca los pies hasta sus labios.
Ella se agita sorprendida.
Jamás imaginó, que esa parte de su cuerpo fuera tan erótica.
Su ingenuidad se hace patente, pues en su mirada se demarca la sorpresa que le causa, el interés de Sito, por esa parte de su cuerpo.
Cuando siente los labios en su piel, se revuelca delirando y el viaje es incontenible.
Su llanto es ardoroso y totalmente enfebrecido.
Se contonea sobre el colchón y se va aquietando despacito, como se desliza una sierpe.
Luis espera enaltecido, orgulloso y totalmente seducido.
Su sonrisa es la expresión palpable, de todo lo que siente en estos momentos.
La ama casi hasta morir.
Es su vida y por Tica, dará la suya sin dudarlo en un solo instante.
Cuando ella se recupera, sonríe sinuosa y como en una venia de adoración, se inclina casi con respeto y le besa los muslos y luego en la ingle y entonces ella puja.
Desplaza sus labios con lentitud y la besa en el pubis.
Esta caricia, la lleva hasta las puertas de una nueva explosión.
Acerca sus labios al tesoro y le desliza las mejillas, por toda la extensión de su virginidad.
Lo hace repetidas veces y ella en un gesto de pasión, apoya las manos en la cabeza y le acaricia tiernamente los cabellos.
-Te amaré por siempre mientras vivía y también hasta después.
Su voz es un susurro cantarín y balbuceante.
Él se detiene un momento, analizando las palabras, agacha la cabeza y la besa en los labios de su intimidad.
Sus gemidos son sollozos contenidos.
Le desliza los labios despacito, mientras ella se contonea al ritmo del desplazamiento.
Solo besa el exterior sin intentar incursionar, en el infinito de su interioridad.
La roza solo con los labios, pues cree que si la toca con los dedos, tal vez la llegue a mancillar.
La besa en el pubis y muy lentamente, se inmersa en su interioridad, absorbiendo todos los efluvios, que brotan del fondo de su ser.
Es el primer majar, que golosea de su interior.
La polidipsia por los fluidos se le hace incontrolable y por eso bebe, como el sediento más aprensivo.
Por la intensidad de la caricia, el agite de Tica es casi incontrolable.
Se abisma en todo su interno y ella, automáticamente lo aprisiona, cerrando las piernas con bastante fuerza.
Él retira su lengua y ella afloja sus muslos, separándolos lentamente.
Vuelve y le lame, toda la feminidad y se va adentrando sin detenerse, hasta donde le alcanza la longitud de su órgano bucal.
Su sed es persistente y su pasión es incontrolable.
De pronto la desliza en toda la extensión y llega al capullito de su placer.
Lo absorbe con sus labios y ella se desgonza, en un alarido sollozante, que le agita el cuerpo y le inunda su mirar.
Sin dejarla terminar, se arrodilla frente a al tesoro, le apunta con su cañón y despacio como la vida, se hiende dentro del cuerpo, hasta que la pequeña murallita, tan fina como el viento, que le impide su trasegar.
Ella agitada medio lo siente.
Cuando se recupera, primero lo mira y luego lo envuelve con sus piernas, seguidamente le enreda los pies sobre la espalda y de un solo impulso, se lo incrusta hasta el fondo de su ser.
El grito es lastimero.
El dolor es muy agudo, pero intensísimamente pasional.
Le besa los labios intentando consolarla.
Se queda quieto casi sin respirar, pues piensa que si lo hace, podrá causarle algún sufrimiento.
La besa en la frente, en los ojos, en las mejillas, esperando a que se acostumbre.
-Lo siento, mi niña…. no pude evitarlo…. lo siento…. así debía de ser.
Le susurra en el oído, casi a punto de llorar.
-¡Ya soy tuya! Sito…. ¡toda tuya! mi vida…. ¡tuya, hasta el fin del fin!
No habla, solo la mira, mientras sonríe, con toda la ternura de su sentir.
Su rostro se muestra envanecido y se exalta de la dicha, por todo lo que le escucha.
Ella misma es la que se mueve, buscando hacer realidad, toda la intensidad de su placer.
Este llega en oleadas de lujuria, por los besos, por las caricias y por los vaivenes hasta el fondo de su interior.
Varios disparos de ambrosía, redundan desbordando todo el interno, que se convierte en un cáliz, que lo recibe casi como una oblación.
Cuando medio se tranquiliza, se baja del cuerpo de su amada y se recuesta bocarriba.
La atrae sobre su pecho, la abraza por los hombros y en esa posición, espera que ella vuelva a la realidad.
Ella solo suspira, enternecida de pasión.
Después de recuperarse, se levanta, la toma entre sus brazos y la lleva hasta la ducha.
Se bañan, se acarician, se aman, se desean, se complacen, se admiran, se veneran y vuelven y hacen el amor.
Cuando más tarde llegan sus padres, cada uno descansa acostados en su cuarto.
Así pasan los días y los meses.
Cada segundo, cada instante, es el tesoro más preciado, para demostrarse la intensidad de sus sentimientos.
La soledad de la casa es la testiga muda, de los gestos y demostraciones, que ambos se profesan, como loas de su sentir.
El fin del fin llega a su final.
Un viernes cualquiera, sus padres salen de viaje.
Casi como poseídos, corren hacia el cuarto, se desnudan y tan solo en un instante, Tica cabalga como la más experta amazona, en el más brioso corcel.
Sus gemidos son incontrolables y sus alaridos son melodiosos.
De pronto se escucha un golpe en la puerta, que casi la derriba.
La figura de sus padres, se materializa a la entrada de la habitación.
-¿Qué es esto?.... ¿qué están haciendo?.... ¡maldita sea!.... ¿qué están haciendo?.... ¡por Dios santo!…. ¿qué pecado es este?.... ¡por Dios del cielo!…. ¿qué pecado es este?…. ¿qué pecado es este?
Antonio vocifera y María con los ojos abiertos como dos lámparas, los mira totalmente horrorizada.
La madre se tapa la boca con las manos, en sus ojos deja ver el horror y en su rostro, hay un gesto de explicito desagrado.
Ambos están paralizados.
Pasado un instante, Antonio corre hacia la cama, hala a Martha del cabello y con un fuerte puñetazo, golpea a Luis en la cara, que lo hace rebotar en el colchón.
Este grita en un alarido desgarrador.
Le lanza la manta que está sobre la cama, mientras le grita enfurecido.
-¡Tápese!.... ¡muchacha desvergonzada!
Luego mira a su hijo.
-¡Y tú también!..... ¡maldito depravado!
Espera a que se cubran y les grita desaforadamente.
-¡Malditos!.... ¡son unos malditos degenerados!.... ¡son unos pervertidos!.... ¡tú Luis!…. ¡tú!… ¡tú que eres el mayor!.... ¡eres es un engendro del demonio!…. ¡maldito!... ¡y tú maldita mujerzuela!…
Sus ojos son dos carbones encendidos, de una furia casi visceral.
Primero golpea a Luis
Lo hace con su puño cerrado, luego abofetea a Martha con la palma de la mano, mientras la sujeta por los cabellos.
La agresión dura varios segundos
La sangre baña el rostro del muchacho, pues tiene partida la ceja izquierda y de su boca mana sangre a borbotones.
Ambos lloran por los golpes y por el miedo a las consecuencias.
Antonio intenta golpear de nuevo a Tica, pero en un gesto de valor, Luis le agarra con firmeza la muñeca y lo mira con tristeza.
En su rostro hay un gesto de dolor, mientras cubre con su presencia, el cuerpo maravilloso de su amada.
-Papá…. por favor…. por los que más quiera…. a ella no…. a ella no…. yo soy el culpable de todo…. ella al principio no quiso…. yo la seduje…. es más, la obligue… yo…. yo…. yo lo siento…. no lo pude evitar…. perdónenme los dos…. pero no lo pude evitar de verdad …. lo siento…. lo siento…. lo siento.
Llora amargamente, temblando y gimiendo, pidiendo disculpas y asumiendo toda la culpa.
-¡Eres un degenerado Luis!…. ¡un maldito corrompido!…. ¡tenía que ser precisamente ella!…. ¡no podías buscar una mujerzuela de la calle!…. ¡de esas que hay tantas para escoger!…. ¡tenías que elegir, a la única que no podías tocar!…. ¡maldito!…. ¡maldito!…. ¡mil veces maldito!….
-Papá…. lo siento…. lo siento…. pero es que…. pero es que…. es que yo la amo…. la amo…. que puedo hacer…. es lo que siento…. yo no lo busque…. solo me enamoré…. como hacía para evitarlo…. lo único que sé, es que la amo…. la amo, Papá…. la amo y sin ella no se vivir.
-¡Pero que estás diciendo, desventurado!.... ¡es que no piensas para hablar!
-¡Pero qué puedo hacer!.... ¡qué puedo hacer si me enamoré!
Es un grito que brota del fondo de su alma.
-¡Me enamoré!.... ¡sí!.... ¡me enamore!.... ¡me enamoré!.... ¡crees que yo busque eso!.... ¡dime como se hace para evitarlo!
Ahora si manotea y grita desaforadamente.
-¡Cómo se hace!.... ¡a ver, como se hace!…. ¡explícamelo!....!como se hace para evitarlo!....
Respira profundamente, como si necesitara de mucho aire para respirar.
-¡Creen acaso, que si me arranco el corazón, dejaré de quererla!.... ¡ahhh!.... ¡creen eso!.... ¡aún si me arranca todo lo que llevo por dentro, la seguiré amando hasta con el último suspiro, que me quede de vida!…. ¡ella lo es todo! Papá…. ¡ella lo es todo!....!todo!... ¡todo!.... hasta mi vida misma…. hasta mi vida misma.
Cae de rodillas sollozando.
Inclina la cabeza, la apoya en el piso sobre sus manos y llora amargamente, como si fuera lo único que le quedara por hacer.
-¡Mañana te vas de mi casa!.... ¡mañana!….
-¡No! Papá…. ¡no!.... ¡el no solo es el culpable!.... yo….
Salta Martha casi enloquecida.
-¡No! Tica…. ¡no!.... ¡por Dios no!.... ¡por Dios no!... calla mi amor, calla…. calla, mi amor… calla…. déjame solo a mí…. déjame solo a mi…. por favor, mi amor…. por favor.
Suplica Sito casi desesperado.
Piensa que si solo él carga con el pecado, sus padres lleguen por los menos a comprenderlos.
-¡No Sito!.... ¡no!....
Se arrodilla frente a él, lo toma entre sus brazos, lo pega contra su cuerpo, levanta el rostro y en gesto de valentía inusitada, deja salir todo el sentimiento que la sobrecoge.
Le toma la cara entre sus manos y lo besa en los labios, cerrando los ojos y envaneciéndose con la caricia.
El gesto es tan sublime, que desconcierta a los dos mayores.
-¡Pero qué haces, maldita muchacha!…. ¡es que no ves que eso es pecado!… ¡por Dios santo!..... ¡tú, Luis!.... ¡te me vas mañana de la casa!…. ¡te me vas!…. ¡de eso puedes estar seguro!..... ¡en mi casa no puedes seguir viviendo!
-¡No!.... Papá…. ¡no!.... ¡si él se va yo también me voy!
-¡Tú no hables, desagradecida!.... ¡el único que se va de aquí, es este maldito degenerado!
-¡Yo lo amo! Papá…. ¡yo lo amo!…. ¡yo lo amo!.... ¡yo lo amo! Papá…. yo lo amo… si él se va, yo también me voy…. ¡él es mi vida! Papá…. ¡él es mi vida!…. ¡mi vida! Papá…. yo sé que si él me deja, yo no soy capaz de seguir viviendo…. si tú lo echas de la casa y él se marcha, ¡yo me muero! Papá…. ¡seguro que yo me muero!
Ella sigue abrazada al cuerpo de Luis, mientras sus lágrimas corren casi libertinas, por las delicadas laderas de sus mejillas.
Su llanto es tan convulsivo, que hace temblar todo su cuerpo.
-¡Por Dios del cielo!.... ¡pero que pecado he cometido, para merecerme esto, señor!
Los mira con furia incontenible.
Intenta golpearlos de nuevo, pero cuando ve el gesto decidido de su hijo, envalentonándose para defenderla y pensando que va a causar una catástrofe peor, se contiene en su accionar.
Se alisa los cabellos, camina en círculos, manotea y respira como si le faltara el aire, luego se pasa la mano por el rostro, los mira y vuelve y se enfurece, casi hasta el extremo.
-¡Vayan cada uno a su cuarto!…. espero que por lo menos, ahora si tengan un poquito de pudor.
Habla desesperado.
-¡Voy a ponerme a buscar, para donde te mando, Luis!.... ¡te aseguro que mañana, te embarco en el primer vuelo que salga!.... ¡te vas a estudiar a otra ciudad!…. ¡no vuelves hasta que no termine tu carrera!.... ¡es más!.... ¡voy hacer hasta lo imposible, para que nunca más regreses!.... ¡te lo juro! Luis…. ¡las puertas de mi casa nunca más, las vuelves a pisar!
-¡No! Papá… ¡no!.... ¡por favor, no!.... por favor, no…. por favor, no…. por favor, no Papá… ¡no!
Es Martha la que ahora llora, totalmente desconsolada.
-Déjame ir con él, Papá…. déjame ir con él…. te lo ruego…. te lo suplico…. te lo pido de rodillas…. déjame…. ir…. con…. él.
Se agacha y se arrodilla, une sus manos en el pecho, como haciendo un acto de adoración.
Inclina la cabeza, mientras sus lágrimas se escurren, en un gesto de una sumisión casi total.
-¡Pero estas escuchando lo que me estás pidiendo!.... ¡es que estas loca o qué!.... ¡ahhh!
-¡Y tú crees que porque nos vas a separar, ¿yo voy a dejar de quererlo?! Papá…. ¡ahhh!.... ¡ni muriendo!…. ¡óyelo bien! Papá…. ¡óyelo bien!.... ¡ni muriendo vas a evitar que yo lo ame!…. ¡yo adoro a Sito, con toda mi alma! Papá… ¡con toda mi alma! Papá…. ¡con toda mi alma!…. ¡entre más intente separarnos, más lo voy a querer!…. ¡lo querré, así el mundo se escandalice!
Se yergue en toda la magnificencia de su belleza y en un acto de valentía extrema, se enfrenta a sus padres, en forma casi desafiante.
-¡Si tú me separas de él!.... ¡te lo juró! Papá, que me escapo de la casa y nunca más me vuelves a ver…. ¡te lo juro por este amor que siento por Sito!…. ¡te lo juro! Papá…. ¡te lo juro!.... ¡te lo juro por Sito!.... ¡te lo juro!
-¡A su cuarto cada uno!.... ¡que esperan!…. ¡a su cuarto!
Se levantan y se abrazan y comienzan a caminar rumbo a la escalara.
-¡Sepárense!.... ¡es que no entiende que uds no puede, tener nada!
-¡¿Por qué?!.... ¡no comprendes que estamos enamorados y que nos amamos!…. ¡que nos amamos! Papá…. ¡nos amamos!.... ¡ni tú, ni nadie va poder evitar eso!
-¡Eso lo veremos! Luis…. ¡eso lo veremos!
-¡Pues lo veremos! Papa…. ¡lo veremos!
Desafiante.
Ahora ya no hay cariño paternal.
Hay rebeldía, por el sentimiento que lo fortalece.
Es un hombre enamorado, defendiendo a su pareja.
Se separan, suben la escalera y cuando llegan al pasillo, en un gesto intempestivo, se abrazan y se besan.
El gesto es apasionado y lo hacen por largo rato.
-Lo siento…. cariño…. lo siento.
-No, Sito, no…. no digas eso…. nunca digas eso…. nunca lo digas, mi amor…. nunca lo digas.
La mira fijamente, mientras sus ojos se inundan de lágrimas.
La abraza impulsivamente.
Martha lo mira y comprende.
Con ojos anegados, lo abraza, lo detalla con el cielo de su mirar y lo enamora hasta el infinito.
-Lo siento, Tica…. lo siento….. snifffff…. lo siento…. mi vida…. lo siento…
La apretuja contra su pecho y le dice las palabras, que jamás soñó, que algún día llegaría a pronunciar.
-Te…. espero…. EN EL CIELO…. vida de mi vida…. en ese sitio te esperare…. tal vez allá, si podrán permitir que nos amemos.
-No me esperes, nene…. yo me voy contigo, Sito…. contigo…. sabes que sin ti no se vivir…. te amaré hasta el fin del fin, mi vida…. hasta el fin del fin, mi amor.
Entran en sus respectivos cuartos, cierran la puerta y un silencio sepulcral invade toda la residencia.
Al otro día, pasadas las ocho de la mañana, María toca la puerta del cuarto de Tica y Antonio la de Luis.
Esperan un largo rato, pensando que tal vez, aún no se han despertado, pero como no escuchan ningún ruido, las abren y cada uno ingresa en la habitación.
Antonio mira con detenimiento el cuerpo de su hijo.
Esta vestido muy elegante, con saco, corbata y calzado con sus zapatos brillantes.
Duerme profundamente.
En su mano, sostiene una hoja de papel, que se escurre entre sus dedos y tiene escita tan solo cinco palabras.
Antes de leerlas, se escucha un grito desgarrador, que retumba por toda la vecindad.
-¡No!....!no!.... ¡no!.... ¡por Dios del cielo, no!.... ¡no!
Antonio corre con el papel en la mano, entra en el cuarto de su hija y encuentra a su mujer, enloquecida de dolor.
En su mano, hay una hoja casi en blanco, que tiene escitas cinco palabras.
Martha esta rígida,
Viste un traje blanco y calza zapatillas de tacón.
Antonio temblando, lee el papel, que recibe de su esposa
Los esperamos…. EN EL CIELO.
Luego extiende la hoja que lleva en la mano.
Lee lo escrito, estremecido y muy despacio apoya sus rodillas en el piso y llora amargamente, cuando termina de leer.
Allá estaremos juntos…. EN EL CIELO….
--o--
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Nota de la administración: el autor envió un comentario previo que, por considerarlo de interés, se publica aquí en lugar de la sección de comentarios:
Comentario del Autor:
Se supone que el amor, es el sentimiento que mantiene la perfección del universo, entonces como se puede pensar que amar es un pecado. Este sentimiento no sabe de ni vínculos, ni de orígenes, ni de creencias religiosas, ni clase sociales. Solo se siente y ya. Admiramos más a los pecadores, que a los que se enaltecen, con este sentir tan sublime, que nos diviniza a todos.