En el centro comercial (2)

La visión de aquella polla erecta me hacia babear. A mi mente venían las imágenes de los aseos, recordaba su orgasmo, sus convulsiones, su corrida, el sabor de su leche...

CENTRO COMERCIAL 2ª PARTE

Un tanto acelerado me dirigí a la cafetería. Allí estaba Luisa esperándome con cara de pocos amigos.

¿Donde has estado?. Llevo un rato esperando.

Perdona, pero al salir del baño me he encontrado con un antiguo compañero de trabajo, hemos estado charlando de nuestras cosas y se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta.

La excusa era bastante creíble y Luisa parece que lo aceptó de buen grado.

Por mi parte, la mamada que le había dado a Juan me había dejado con una calentura tremenda. Decidí pagarlo con mi mujer.

Como vi que aún estaba un poco enfadada le metí disimuladamente la mano por debajo de la falda y con la palma abierta acaricié su sexo por encima de las braguitas.

Estaba húmeda, se notaba que algo la había puesto cachonda y no era precisamente mi caricia debajo de su falda. Yo sabía que ese gesto mío en lugares concurridos le producía mucho morbo pero no tanto como para estar empapada tan pronto; su calentura venia de antes y se veía que estaba húmeda desde hacía rato.

Estas cachonda ¿Qué te ha pasado?

Nada, me contestó un poco turbada y con un manotazo un tanto débil exclamó:

¡Guarro!. Estate quieto.

¿No te gusta?

Sabes que si, pero estoy muy enfadada, Además no tengo ganas de juegos, dijo con voz mimosa

Entonces ¿por que estas tan caliente? y ¿por que te has puesto ese vestido tan sexy para venir a la compra?

Llevaba una falda bastante corta y amplia de vuelo que le permitía lucir sus torneadas piernas, una blusa blanca descuidadamente desabrochada dejaba transparentar un sujetador que le levantaba los pechos provocativamente amenazando con salirse por el escote, todo ello unido a su bronceada piel desprendía morbo por todos lados. Unas sandalias de tacón completaban su look.

Verdaderamente no era el atuendo mas apropiado para la ocasión y como además tenía un cuerpo casi perfecto y todavía lucia el bronceado de la playa estaba tan apetitosa que los pocos tíos que había en el centro comercial no le quitaban la vista de encima cosa que mí me ponía mas caliente aún de lo que me había dejado Juan, mi "amante" ocasional de los servicios.

Por ese motivo no le di mucha importancia a su calentura, conociéndola seguro que se había calentado con las insinuaciones de algún "pibón", como ella solía definir a los tíos que consideraba apetitosos.

Proseguí con mi trabajo debajo de su falda. Esta vez le acaricié las nalgas y conseguí arrancarle una sonrisa unida a un suspiro que delataba que el juego le estaba gustando.

No era la primera vez que este tipo de situaciones las practicábamos disimuladamente en lugares públicos. Me encantaba ponerla caliente, y el morbo que nos producía acababa llevándonos ha tener sexo en lugares comprometidos.

Ella me siguió el juego y entre sonrisas y coqueteos acercó su mano a mi entrepierna, por encima del pantalón, masajeó mi polla, que estaba a punto de reventar, y me dijo con cara de vicio: .

Huuummm…¿ y a ti que te ha pasado que estás como un burro?

La pregunta me cogió desprevenido y juraría que notó como me ruborizaba.

Nada, que me pone a cien ver tu calentura, dije balbuceando.

Para desviar la conversación y evitar que me pusiera en alguna situación comprometida volví a meter la mano por debajo de la falda, esta vez lo hice con todo el descaro, sin disimulos, no me importaba que nos vieran.

Estaba cada vez más empapada. Las braguitas las tenía tan mojadas que los jugos le comenzaban a chorrear por los muslos.

Hacía tiempo que no la veía tan excitada. Nuestra vida sexual se había convertido en la rutina a la que desembocan todas las parejas por aburrimiento.

Habían pasado aquellos tiempos de sexo a cualquier hora y en cualquier sitio, provocando situaciones límites, fantaseando con terceras personas, frecuentando lugares de morbo y ambiente.

Últimamente solo practicábamos el "sábado sabadete". Atrás quedaron mis fantasías de intercambios con otras parejeas y las suyas de verme follar con otro tío mientras ella se masturbaba. ¡Si me hubiera visto diez minutos antes....!

Alex, que así se llama nuestro hijo, se encontraba estudiando en Irlanda. Solo hacia seis días que estábamos solos y parece ser que Luisa quería volver a los viejos tiempos.

Como siguas tocándome me vas a tener que follar aquí mismo, dijo con cara de vicio.

La cogí por el brazo y empujando el carrito con la compra nos fuimos directamente al aparcamiento.

Ni que decir tiene que por el camino las caricias fueron aumentando y alimentando el clímax.

Llegamos al lugar donde teníamos el coche. El aparcamiento ya estaba repleto de vehículos y nos dispusimos a guardar las compras realizadas. Mientras yo sacaba las bolsas del carrito ella las iba introduciendo dentro del maletero de tal forma que al inclinarse para colocarlas me ofrecía la mejor vista de su culo rematado por unas minibraguitas blancas que invitaban lujuria y vicio.

En aquella postura empezó a juguetear adoptando posiciones cada vez mas provocativas y obscenas.

Con una sonrisa picara y llana de lascivia me dijo empleando un juego de palabras:

¿A que esperas?...... ¿no piensas ayudarme a "meter las cosas dentro"?

Deslicé las manos por entre sus piernas suavemente, fui subiendo despacio... recorriendo sus nalgas....acariciando los muslos, las ingles... toqué sus braguitas, pude comprobar que seguían mojadas. Mis dedos se entretuvieron jugando con los rizados pelos del pubis, ella apretaba los muslos tratando de apresar mi mano, aparté los bordes de las braguitas y mis dedos comenzaron a jugar con los labios de su coño, se los introducía levemente para luego volver a sacarlos y seguir masajeándole el clítoris. , le volví a introducir los dedos que salían mojados con sus jugos

Sus jadeos iban en aumento. En un momento abandonó su tarea, se colgó de mi cuello, y comenzó a besarme desenfrenadamente. Su lengua recorría impaciente mis labios exploraba mi boca y chupaba de una forma como nunca lo había hecho. Intenté apartarme de sus besos por temor a que descubriera el sabor a macho y semen que todavía debía tener pero me tenía cogido por el cuello de tal forma que no pude evitar que saboreara todos los jugos de mi inesperado amante.

¡Me gusta el sabor de tu boca!, me dijo con lascivia.

Me asusté, pensé que había descubierto mi secreto. La cosa no pasó a mayores, llevó su mano a mi entrepierna y apretándome el paquete con fuerza me dijo:

¡No puedo más.... fóllame ya cabrón... me tienes caliente como a una perra!.

Y terminando de decir esa frase se apoyo de espalda contra el coche, se abrió de piernas y levantándose la falda hasta la cintura puso ante mi vista sus pequeñas braguitas blancas totalmente empapadas.

Me agaché y se las fui bajando suavemente con la boca casi sin rozarla, luego las tome con las manos y arrancándoselas de un tirón las dejé caer en el suelo. Su coño quedó totalmente expuesto. Ella abrió aún más las piernas, se arqueo todo lo que pudo y aplastó el coño contra mi boca:

Cómemelo, cacho cabrón.

Comencé a comérselo despacio, pasando la lengua por el clítoris mientras le metía dos dedos en el coño arqueándolos para tratar de tocarle el famoso punto G. Ella se retorcía de placer y tuvo su primer orgasmo.

Me levanté, le abrí la blusa y le quité el sujetador. Las tetas saltaron fuera como un resorte con los pezones de punta. Tengo que decir que los pezones de Luisa son la sensación de la playa cuando hace top-less.

Me deshice de los pantalones y con la polla le fui punteando los labios del coño, le metía la punta y se la volvía a sacar mientras seguía frotándole el clítoris y metiéndole los dedos en la vagina. Así una y otra vez.

¡Fóllame, cabrón, fóllame!

No había terminando de decir aquella frase cuando le enterré de un golpe toda la polla. Su coño estaba tan caliente que sentía que me quemaba. Luisa pareció enloquecer, se movía y gemía como una loca. Recordé que estábamos en el aparcamiento y que solo nos protegían de la vista de los posibles voyeurs los coches allí aparcados.

De pronto ocurrió algo inesperado: detrás del coche que estaba aparcado junto al nuestro pude ver la silueta de un hombre que no se perdía ningún detalle.

Me quedé paralizado: era Juan, el tipo de los servicios. Estaba de pié con aquella gran tranca entre sus manos y estaba observándonos con una mirada que destilaba morbo. Tenía los pantalones caídos hasta los tobillos y, mientras con una mano se levantaba la camiseta pellizcándose las tetillas y mostrando todo su torso, con la otra se masturbaba despacio.

En los aseos lo había tenido tan cerca de mi cara que no pude alcanzar a ver bien su cuerpo, pero ahora estaba a unos dos metros escasos, a esa distancia pude apreciar mejor sus bien formadas piernas, su vientre plano y musculado y su entrepierna con aquellos atributos varoniles emergiendo de una mata de vello que se extendía hacia el ombligo.

La visión de aquella polla erecta me hacia babear. A mi mente venían las imágenes de los aseos, recordaba su orgasmo, sus convulsiones, su corrida, el sabor de su leche...

La sorpresa hizo que el ritmo de mis embestidas decreciera y casi me olvidé de Luisa que excitada como nunca me gritaba:

¡No pares, cabrón, no pares ahora!

Ella, de espaldas, no podía ver la escena.

Continué follándola mientras miraba con lujuria a Juan, su coño estaba cada vez más caliente, se retorcía de gusto y no paraba de gritar

La escena no podía ser más morbosa: yo penetrando a mi mujer, que con las tetas al aire no dejaba de gemir, mientras mi mente estaba más pendiente de Juan al que miraba con cara de vicio mordiéndome el labio inferior y haciendo gestos de chuparle la polla.

De pronto los gemidos de Luisa se fueron convirtiendo en gritos que seguro que se escucharon en todo el aparcamiento. Juan aceleró el ritmo de su mano y yo sentía que iba a estallar. Fue todo sincronizado: Luisa explotó en un orgasmo bestial, al mismo tiempo que de la polla de Juan comenzaron a salir chorros de leche como si fuera un surtidor. La visión de Juan arqueándose con aquellos espasmos, su cara de gozo, su polla disparando leche a discrección y los gritos de Luisa hicieron que el clímax llegara a su máximo estado.

¡Cabrón no pares, así, así, no pares!

¡Aaaaaaaaaah! Me corro cabrón, me corro!

Luisa gemía y gritaba, me pedía mas y mas....Yo aceleré el ritmo de mis embestidas y sin poder aguantar más le vacié toda la leche en el coño. Estallé en una corrida bestial, notaba como si me estuviera succionando la polla con su coño para sacarme toda la leche. Casi me hizo perder el conocimiento

Cuando me pude recuperar vi a Luisa desmanejada sobre el coche con las piernas abiertas dejando ver como le goteaba mi leche por los labios del coño y le corría por los muslos.

Juan había desaparecido, solo quedaba de él unos goterones de semen sobre el capó del coche.

Poco a poco fuimos recuperando la normalidad. Terminamos de guardar las compras en el maletero, recompusimos nuestra indumentaria y sin decirnos ni una sola palabra nos montamos en el coche y salimos del aparcamiento. En el lugar de los hechos solo quedaba el rastro de la leche que había escapado del coño de Luisa y el sujetador y las braguitas tiradas por el suelo.

El camino de vuelta a casa sirvió para que pusiera un poco en orden mis pensamientos.

Luisa se acomodó en el asiento colocó la cabeza en respaldo y cerró los ojos.

He dicho "se acomodó" pero en realidad lo que hizo fue "desparramarse". Tenía la falda subida y las piernas separadas en un ademán de abandono, la blusa abierta con los pechos casi al descubierto y los pezones aún duros clavándose en la tela. La visión era sencillamente celestial. Su carne y su piel bronceada lucían generosamente.

Yo iba rememorando todo lo ocurrido aquella mañana: le había mamado la polla por primera vez en mi vida a un desconocido, bebiéndome toda su leche, mientras mi mujer, a escasos metros de allí, me estaba esperando. Después, en la cafetería, había estado toqueteándola a la vista de todo el mundo y por último me la había follado delante de mi nuevo amante mientras este se masturbaba viendo el espectáculo.

Al cabo de unos minutos y ya casi recuperada del todo Luisa me dijo:

Me gusta como me has follado.¡Ha sido un polvo salvaje! Un polvo de los de antes.

La verdad es que con el paso del tiempo nuestra vida sexual se había ido convirtiendo en algo monótono y aburrido. Habíamos perdido la chispa de los primeros años.

Se hizo un corto silencio, nos miramos sin hablar y de pronto me dijo:

¿Te acuerdas de nuestros juegos cuando salíamos de marcha?.

Era cierto. Solíamos salir a cenar ya de por si bastante calientes. Los restaurantes eran el escenario ideal para el principio de nuestros juegos más morbosos. Le gustaba vestirse con la ropa que yo le regalaba para esos momentos y que normalmente eran de lo más sexy. Yo le pedía: "ve al baño y quítate las bragas", pero ella se las quitaba allí mismo delante de todo el mundo. Le excitaba pensar que alguien se pudiera dar cuenta. Luego me las daba sin disimulo de ningún tipo por encima de la mesa para que las guardara.

Mientras cenábamos, intercambiaba miradas cargadas de sensualidad y morbo con los hombres de las otras mesas sin importarle que estuvieran acompañados de sus mujeres.

Recordamos que después de cenar solíamos ir a alguna discoteca donde ella se exhibía bailando provocativamente, después, como habitualmente no llevaba ropa interior, procuraba sentarse de forma que todo el mundo pudiera ver sus encantos, tanto por arriba como por abajo

A veces frecuentábamos una disco de "ambiente". Era el lugar que más le gustaba. Le ponía muy caliente ver como se besaban unos tíos con otros. Luego se separaba de mí y dejaba que alguno se me acercara con la esperanza de que yo ligara. A veces me solía preguntar cosas como:

¿Te gusta aquel rubito? No hace más que mirarte.

¿A que no eres capaz de ligarte a aquel cachas? Me gusta para ti.

Le recordé la noche que ligó con uno que dijo ser bisex y flipaba con la idea de meterlo en nuestra cama.

Al recordarle esto último me sonrío con malicia y me miró morbosa diciendo:

Es que ver a dos tíos follando me pone a mil, por eso siempre fantaseé con la idea de que tuvieras relaciones sexuales con otro hombre.

Pues esa fantasía nunca la conseguirás, dije casi en voz baja y sin mucha energía.

Me miró muy seria y me contestó irónicamente dejando caer las palabras:

¿Si?... ¿Tú crees?... ¡Pues yo no pierdo la esperanza!

Me preguntó si no me gustaba la idea y le contesté que sería una buena experiencia pero tendría que estar demasiado caliente para hacerlo

La conversación me estaba poniendo tan caliente que por un momento pensé en contarle lo sucedido en los aseos. Menos mal que me contuve a tiempo y me guardé el secreto, porque una cosa son las fantasías y otra muy distinta la realidad y nunca se sabe cual puede ser la reacción al enfrentarte a ella.

Después de ver por los derroteros que tomaba la conversación, llegué a pensar que luisa sospechaba algo. Era imposible

Lo que si era cierto es que Luisa estaba cambiando y eso me gustaba, a sus 38 años todavía estaba viva

A medida que avanzaba la conversación Luisa se estaba poniendo mas caliente. De pronto me dijo

Me gustaría volver a emprender aquellos juegos. Tenemos que salir del aburrimiento, volver a disfrutar de nuestras fantasías como antes, hacer algo diferente a la rutina en la que estamos instalados. Además ya es hora de que hagamos realidad todas nuestras fantasías

En realidad habíamos tenido muchas fantasías pero nunca la habíamos llevado a cabo,

pero lo que yo había experimentado aquella mañana fue muchísimo mejor.

La imagen de Juan volvía una y otra vez a mi cabeza, y mi mente fantaseaba con volver a comerme de nuevo aquella tranca.

CONTINUARA.