En El Caribe

Mi novio se enojó y me trancé a un negro.

EN EL CARIBE Mi pareja y yo estuvimos varios meses peleados. Nos reconciliamos y para festejarlo decidimos irnos unos días de vacaciones. No lo pensamos mucho, a los dos nos gusta mucho el mar, así que decidimos ir al Caribe, un viaje que siempre quisimos hacer. Llegamos a un hotel muy lindo lleno de palmeras, piletas, plantas y gente muy servicial.

Los primeros días no pudimos conocer mucho ya que era playa un par de horas y encierro en nuestra habitación para recuperar el tiempo perdido. Pero una tarde, era evidente que todo no podía ser perfecto, discutimos, ya no me acuerdo por qué. Yo le había dicho: -Cuando discutimos no te vayas enojado porque soy capaz de cualquier cosa- Como de costumbre él no me dio bolilla y se fue. Yo me quedé muy enojada. Intenté calmarme saliendo a caminar un poco. Me senté en una reposeerá al lado de la pileta.

Estaba allí, en el sol, con los ojos cerrados, cuando de repente una sombra me hizo abrir los ojos. Ahí estaba él, un negro infernal, parado delante de mi, una espalda increíble, grandote, altísimo, unas manos que parecían el doble de lo normal... repentinamente deseé que esas manos recorrieran mi cuerpo y se detuvieran en esos lugares donde aumenta la excitación. Unas piernas musculosas fuertes, no podía ver pero se notaba que su cola era dura, redonda y musculosa. Tenía puesto solamente un short de jeans ajustado, por el cual podía notarse su bulto... no pude evitar la tentación de bajar mis ojos hasta allí.

-Buenas tardes, yo soy Mirko, estoy para servirla- El se estaba refiriendo a traerme algo para tomar o para comer, pero esas palabras sonaron en mi como algo erótico y muy insinuante. Me avergoncé por sentir eso y le contesté: -Gracias pero no quiero nada- El dio media vuelta y se fue. Yo no podía dejar de mirar semejante figura, qué perfección de físico!. Movida por una fuerza extraña me levanté, me fui a mi habitación tome el teléfono y llamé al conserje. –Por favor, me puede mandar una botella de champagne y, si está disponible que la traiga Mirko-, dije sin dudarlo un segundo. A los 5 minutos allí estaba ese hombre en mi habitación con la botella de champagne. –Pasá, déjala ahí, le dije desde la cama. Yo estaba ahí, recostada, con una bikini y una camisa blanca transparente, mirando muy insinuante a ese negro que me había calentado desde el primer momento.

El dejo la botella y me miró. –Necesita algo más?-. Muy insinuante le contesté: -Tenés algo más para ofrecerme?-. El me miró fijamente, recorrió con sus ojos todo mi cuerpo, entendió perfectamente a qué me refería. Sonrió y lentamente se acercó a la cama, se sentó. Yo lo miraba tímida pero terriblemente deseosa. El miró un rato mi cuerpo sin tocarlo. Después levantó su mano, esa mano grande inmensa, la pasó por encima de mi cuerpo sin tocarme. El deseo estaba a punto de estallar en mi. –Tócame-, le dije con voz temblorosa. Entonces el rozó con su mano mi pierna. Sentí como se me erizaba la piel. Me recosté boca arriba, cerré los ojos y le dije: -Haceme lo que quieras- Entonces comenzó a acariciarme suavemente todo el cuerpo, cada centímetro que tocaba era una nueva excitación, tenía sus manos grandes muy grandes, pero increíblemente suaves. Parecía que sabía muy bien lo que hacía. –Si, haceme gozar, le dije. Me recorrió todo el cuerpo con sus manos, centímetro a centímetro, yo gozaba inmóvil.

Rozó mis brazos, mi cuello, bajó apenas tocando mis pechos, la panza, esquivó mi entrepierna y recorrió todas mis piernas en un sensual masaje. Cuando volvía con sus manos hacia arriba por mis piernas, instintivamente las abrí, pero él pasó sus manos por el costado, siguió por mi cintura y antes de llegar a mis senos, sentí en ellos algo húmedo, me hizo estremecer, abrí los ojos y pude ver esa boca húmeda y gruesa rozando mis pechos.

Volví a cerrar los ojos. Lentamente comenzó a sacarme la ropa. La camisa, la bikini, yo lo dejaba hacer. Volví a quedar allí con los ojos cerrados, boca arriba, dispuesta a gozar. El continuó acariciándome. Volví a sentir algo húmedo, pero esta vez en uno de mis pezones, supe que era su boca. Abrí levemente los ojos y si, tenía su boca abierta sobre mi pecho y con su lengua jugaba con mi pezón, era tan excitante sentirlo como verlo. Tenía labios grandes, carnosos, me succionaba los pechos de una manera increíble. –Siiii, seguí, chupame asiiii-

Mientas tanto seguía recorriendo mi cuerpo con sus manos.

Deseaba profundamente sentir esas manos adentro mío. El parecía que lo hacía a propósito. Apenas me rozaba el cuerpo y en ningún momento detuvo su mano en mi entrepierna. El deseo estaba a punto de hacerme gritar. –Tocame- le dije. El entendió mi pedido, llevó entonces su mano a mi entrepierna. En ese momento quebré mi cintura en un gesto de placer. Comenzó a jugar con mi clítoris. Yo abrí las piernas.

El sabía muy bien lo que hacía. Mientras pasaba su mano suavemente por mi clítoris su lengua no dejaba de jugar con mis pezones. Yo seguía allí tirada con los ojos cerrados estremeciéndome segundo a segundo. El deseo se hizo más intenso y quise más. Entonces abrí los ojos, lo miré, le agarré la mano que tenía en mi entrepierna, me metí en la boca su dedo medio para mojarlo, abrí bien mis piernas y lo llevé hasta ahí. –Meteme el dedo ahora- le exigí. El no lo dudo, así lo hizo.

Lentamente comenzó a introducirlo en mi. Volvía a retorcer mi cuerpo de placer mientras sentía como entraba, abriéndose paso sin dudarlo. Mi cuerpo mostraba su excitación dejando salir un río desde adentro mío. Yo movía mis caderas de un lado a otro. El supo que estaba muy excitada y preparada para más. Entonces, lentamente empezó a introducir otro de sus dedos, pero por atrás. Abrí mis ojos, quise decirle: -no, por la cola no-, pero me callé, porque me gustó la sensación.

Seguí moviéndome, gozando. Con un dedo de él por delante, el otro por detrás y su boca en mis pechos. En ese momento pensé: acá estoy gozando como una perra del sexo con un negro desconocido... y eso me calentó mucho más, hizo acelerar mis movimientos. Con mis manos tomé su mano que tenía adentro mío y la apreté fuertemente para que entrara toda, me moví más y más aceleradamente. El movía a la vez sus dedos inmensos adentro mío y comenzó a morderme los pezones. –Siiii, no pares, no pares, no pareeeeessssss.

Mis gritos y mis movimientos le hicieron saber a él que estaba teniendo un orgasmo, mi primer orgasmo con un desconocido y en ese momento supe que no iba a ser el último. El también se calentó mucho. De golpe se paró y en un segundo se sacó el short. En ese momento saltó una pija inmensa, negra brillosa, grande. Me abalancé sobre ella y me la metí en la boca. El se tiró hacia atrás en un evidente gesto de placer. Estaba jugosa, dura. Se la chupé. A él le estaba gustando mucho. En eso, con una firmeza increíble, me hizo arrodillar en la cama, quedé en cuatro patas. -Qué me vas a hacer- le dije. Pero no me contestó, sin dudarlo abrió mi cola y metió su lengua. –mmmmm siiiiii, damela por atrás!.

El me mojó bien y cuando notó que estaba relajada y que mi cola se estaba abriendo sin temor, tomó su pija con sus manos y comenzó a meterla suavemente. En ese momento la puerta se abrió. Y así quedamos. Yo, totalmente desnuda en cuatro patas, con la pija del negro a medio entrar en mi culo y en la puerta mi pareja mirándonos estupefactos. No nos movimos, quedamos en esa posición un largo rato. El negro lo miró y en lugar de sacarla, sin dudarlo, comenzó a moverse en un suave vaivén, lentamente. Repentinamente pude notar, a pesar del short, que la pija de mi pareja se endurecía. –Vení, le dije insinuante, no sabes la pija que tiene este negro, disfrutémosla juntos...