En el camping
Lo que me sucedió este verano con una chica y su perrito.
Voy a narrarles lo que me sucedió mientras veraneaba en el sur de España. Todo el calor de Andalucía acompañado por los cálidos vientos africanos. Había montado mi tienda de campaña bajo un pequeño bosque de pinos donde se apilaban sin orden ni concierto otro montón de tiendas más. Por las noches el insoportable calor hacía que conciliar el sueño fuera casi imposible así que no me quedaba más remedio que salir y pasear para refrescarme. Una de las noches pasé junto a una tienda pequeña tenuemente iluminada por una farola cercana.
En la parte de afuera estaba atado un perro precioso de tamaño mediano que permanecía tumbado y medio adormilado. Me llamó la atención los sonidos que salían de ella. Una voz femenina emitía unos suspiros amortiguados. Una de las cremalleras de la tienda no estaba cerrada del todo y mi curiosidad me impulso a asomarme un poco para ver en su interior. Apenas si se podían distinguir las formas de una chica que se agitaba mientras su mano acariciaba su entrepierna. Estaba sola. Me daba un poco de miedo que el animal se pusiera a ladrar pero vi que me miraba tranquilo sin moverse. Ver como la chica se masturbaba me estaba poniendo a mil. Por mi cabeza solo pasaba la idea de cambiar su mano por la mía y mi pene crecía dentro de mi pantalón.
El animal empezó a moverse un poco inquieto y me asusté un poco, pero vi que tan solo acercaba su boca a su pene y se lo lamía. Pensé con envidia en la suerte que tienen los perros que pueden llegar a chuparse a si mismos. Estaba seguro de que podía oler el rezumar de líquidos de su ama y que a él también le ponía cachondo. Entonces oí como la chica se incorporaba y rápidamente me oculté tras una tienda cercana. Oí abrir la cremallera de la puerta y lanzando miradas furtivas vi como, completamente desnuda se asomaba un poco y llamaba a su mascota. El perro se acercó dócil y ella lo abrazo efusivamente y le besó el hocico. Le hablaba tan bajito que no podía oír nada de lo que le decía, tan solo sabía que eran cosas dulces y cariñosas. Le desató el collar y lo hizo entrar en la tienda cerrando la cremallera tras de si, pero el otro lado por el que había estado mirando permanecía abierto.
La situación era un poco embarazosa, si alguien me encontraba espiando sería muy difícil de justificar mi actitud, pero el interés por lo que pudiera estar ocurriendo allí dentro pudo con todos mis temores y me asomé para seguir mirando. El animal movía la cola nervioso y soltaba pequeños aullidos. Su ama le instaba a callarse con su cara pegada a la del perro mientras que con la otra mano le acariciaba la parte baja del vientre. El animal le respondía lamiéndole la cara. Entonces ella cambió su cara por sus pechos. Eran unos pechos erguidos y perfectos, con unos pezones impresionantemente grandes. La lengua del perro pasaba por ellos poniéndolos duros y tiesos. Entonces ella se recostó bajo el animal como si quisiera que éste se la follase. Sin embargo le cogió del hocico y lo hizo bajar hasta la altura de su sexo. El animal olisqueó e inmediatamente pasó su lengua sobre aquel manjar que se le ofrecía y ella dio un respingo de placer mientras bajaba su mano para acariciarse el clítoris.
El perro debía sentir como le bajaban los flujos y seguía lamiendo con más ganas mientras que ella aceleraba el movimiento de su mano y gemía bajito por temor a ser descubierta. Vi como su cuerpo se convulsionaba y oí un gritito de placer que no pudo evitar soltar al llegar al orgasmo. Yo estaba ya más que caliente y me acariciaba el pene con mi mano. Ella se tumbó exhausta pero el animal se movía inquieto, sin lugar a dudas caliente y con ganas de recibir también algo de placer. Ella le hablaba en susurros y empezó a tocarle entre las piernas. Vi que entre ellas asomaba una cosa parecida a una zanahoria. Ella se la cogió y empezó a masturbarle, después aproximo su cabeza hasta él, se lo metió en la boca y empezó a chupárselo con deleite mientras bajó de nuevo una mano a su sexo y se introducía un dedo en su vagina. Entonces e giró y se puso a cuatro patas levantando su culo. Yo estaba a punto de explotar de caliente. Quería entrar y meter mi polla en aquel sexo que se ofrecía abierto y mojado.
El perro, como movido por un resorte, se le montó encima y movía su culo intentando meter su pene, pero no atinaba con el agujero así que ella lo tomó con su mano y lo condujo hasta la entrada de su sexo. El chucho al ver que estaba en el camino correcto dio un empujón con su culo y se lo metió de una sola estocada. Ella no pudo evitar soltar un aullido. Ahí no pude aguantar más, abrí la cremallera de la tienda y entré dentro tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar. Ella me miró asustada.
La había pillado in fraganti, pero rápidamente puse el dedo índice entre mis labios sugiriéndole silencio mientras con la otra mano liberaba mi polla dura de su encierro y se la acercaba a su rostro. Para entonces ella había hecho salir al perro de su agujero y el animal se movía inquieto por la tienda intentando volver a subírsele encima. Me miró dubitativa unos instantes y por fin bajo su mirada hacía mi pene. El verme tan duro y caliente la tranquilizó. Se dio cuenta de que no estaba allí para delatarla sino para proporcionarle más placer. Me aproximé a ella y suavemente la volví a colocar a cuatro patas, ella se dejaba hacer y el perro inmediatamente se le subió encima.
Cogí el miembro del perro y le ayudé a introducirlo de nuevo en su vagina. Ella me miraba caliente y sorprendida mientras soltaba un gemido al sentirse de nuevo penetrada, entonces acerqué mi pene a su boca y ella se lo metió gustosa. Me lamía con deleite mientras recibía los embates salvajes del animal. Ella iba parando los movimientos del perro para evitar que se corriera demasiado deprisa y yo me deleitaba viendo a esa hermosa mujer con mi polla en la boca y siendo follada por una bestia con los ojos extraviados en un universo de placer. Al perro le colgaba su larga lengua por el lado de la boca mientras intentaba moverse más y más rápido, ella emitía soniditos de placer y de deseo con la boca llena de mi verga y yo estaba a punto de explotar. Ahí ella dejó al perro moverse a sus anchas y fue como una señal para que los tres nos corriéramos al unísono. Oí los aullidos del perro mientras veía como ella era incapaz de tragarse toda la leche que salía de mi polla y como ésta corría por la comisura de sus labios.
El perro se giró y quedó como enganchado a ella. Ella se volteó y abriendo las piernas sacó de su sexo un enorme pene que no tenía nada que ver con el que había entrado. Tenía una especie de bulto en la punta que lo hacía enorme. Por su destreza vi que no era ni mucho menos la primera vez que se dejaba montar por su perro. El chucho empezó a lamer los restos de semen que quedaban en su pene mientras ella hacía lo propio con el mío. Satisfechos nos tumbamos un rato sin decirnos nada. Pasados unos minutos el perro se acerco al sexo de ella y empezó a lamer los restos de su corrida. A los tres nos gustó la situación y nos volvimos a poner calientes. La volví a poner a cuatro patas pero esta vez con la cara junto a la polla del animal. Lo hizo sin objetar y se metió esa verga rojiza en la boca y empezó a hacerle una mamada fantástica.
Me coloqué por detrás de ella y le metí mi polla dura hasta el fondo de su sexo. Era enorme, estaba caliente y mojado y entré sin ninguna complicación. Empecé a follarla cogiéndola por la cintura y trayéndola fuertemente hacía mi en cada embestida. Podía notar sus glúteos golpear en mis muslos y ver como mi polla la atravesaba una y otra vez.
También podía ver el agujero de su culo abierto y mojado y le metí por el mi dedo pulgar. Ella se cogía fuertemente a la polla del animal y lo chupaba con más placer. Saqué mi dedo y coloqué la punta de mi pene en ese otro agujero. Deje caer de mi boca un poco de saliva para lubrificarlo mejor y empecé a apretar suavemente. Podía notar como se relajaba y como mi polla la iba abriendo por detrás. Logré introducir toda la cabeza de mi polla y entonces, sintiendo flanqueada toda resistencia de un embate se la metí hasta el fondo con un brusco movimiento de cadera.
Ella gritó, está vez fuertemente pero mi calentura no me permitía parar y continué follándomela mientras. Ella se estremecía de placer, arqueaba sus caderas y se metía el pene del animal hasta lo más profundo de su boca. Vi entonces como el animal se corría de nuevo, esta vez entre sus labios y fue la señal para dejar ir mi semen. Las contracciones de mi polla consiguieron que ella también llegara al orgasmo. Ahí caímos exhaustos y nos quedamos dormidos. Lo que paso al día siguiente se lo contaré otro día. No duden en escribirme si les gustó mi historia. xxmasx@hotmail.com