En el calor de la noche
Nunca creí que terminar con vos iba a ser tan placentero...
Voy caminando por una calle oscura, de vuelta a casa después de un largo día de trabajo.
Es una noche muy calurosa, agobiante, y la camisa de seda está desabotonada hasta revelar parte de mis lolas libres de sujetador. El roce de la tela suave me pone los pezones muy duros. La falda se me pega a las piernas y se me sube poco a poco mientras camino. La bajo constantemente cuando noto que quedan a la vista mis medias con ligas.
Tengo que cruzar un parque para llegar a casa y eso siempre me inquieta. Tomo coraje y comienzo a adentrarme en él a paso rápido, mientras mis zapatos de tacos altos se entierran cuando piso la tierra y el césped húmedos.
De repente siento un brazo fuerte que me agarra desde atrás por la cintura y una mano que me tapa la boca ahogando mi grito de miedo y sorpresa. Trato de luchar para liberarme pero es inútil, es un hombre más fuerte que yo, que me arrastra hacia una zona de árboles muy oscura.
No me habla, sólo me arroja sobre la tierra áspera, se monta sobre mí y no logro reaccionar para pedir ayuda antes que me coloque una cinta sobre la boca. No logro verle la cara. Me agarra las muñecas con fuerza, me levanta del piso y me lleva hacia uno de los árboles que nos rodean. De cara contra el árbol, ata mis manos del otro lado y ya no puedo moverme. Ni siquiera puedo volver mi cabeza para mirarlo.
"Sé quién sos", pienso mientras trato de pensar qué me parece tan familiar.
Siento que se pone a mis espaldas y acaricia mi pelo, primero suavemente, después tira fuerte de él y lleva mi cabeza hacia atrás. Me muerde el cuello, las orejas y escucho un susurro al oído: "Te vas a arrepentir de haberme dejado, zorrita".
No puedo creer que seas vos, después de tantos meses Y a la vez, sé que hablás en serio y tiemblo, entre el miedo y la excitación.
Sin espera, me arrancás la blusa desde atrás y queda colgando de mis brazos. Ahora mis lolas rozan la dura corteza del árbol y mis pezones se paran más. Tus manos recorren mis piernas desde las pantorrillas y suben por debajo de mi falda. Abrís la cremallera y la desgarrás en dos con fuerza. La tela cae y deja a la vista mi tanga negra de encaje. Empezás a tirar de ella, hacia arriba y hacia atrás, haciendo que se me hunda en la conchita y la cola. Repetís ese movimiento hasta que notás que empiezo a mojarme.
Entonces, la arrancás con violencia, me separás las piernas y me apretás contra el árbol. Ahora también mis pendejos mojados rozan el árbol. Y me gusta
Te movés. Vas de nuevo hacia los árboles pero no logro ver qué hacés. Escucho el ruido de una rama quebrándose. Caminás de nuevo hacia mí. Un silbido en el aire y el dolor en mi culito.
Estás azotándome el culo sin piedad, con una rama fina y áspera. Trato de moverme, de pedirte por favor que pares, pero no logro que salga nada de mi boca, sólo algo que se parece a gritos ahogados. No te importa, seguís azotando y el ardor es insoportable. Uno y otro, y otro más fuerte sin pausa
Lloro de dolor y, cuando creo que ya no te vas a detener, parás.
"¿Te gustó el castigo?", me preguntás ronco al oído mientras manoseas mi culito marcado.
Cortás las ataduras que me mantenían abrazada al árbol, pero no atino a escapar. Sólo me quedo sollozando, casi sin fuerzas caigo contra el árbol. Me das vuelta, me levantás y llevás mis brazos hacia arriba. Mientras me sostenés así con tus manos, tu boca me chupa y muerde las lolas hasta hacerme gemir. Contra mi voluntad, mi espalda se arquea hacia vos.
"Puta", me decís, y una de tus manos va hacia mi concha chorreante, agarra mis pendejos con fuerza y tira de ellos. El dolor es intenso, pero vos seguís tirando y aflojando, pasando de ellos a mi clítoris que sabés que te necesita.
Ahora sí puedo mirarte y veo en tu cara que disfrutás lo que me estás haciendo y también puedo ver que te excita saber que me mojo por vos y con tu perverso plan.
Sonreís y me decís que voy a ser la más sucia, la más baja de las putas cuando termines conmigo y mientras lo decís dos de tus dedos se meten en mi. Me cogés así, con dos, con tres los sacás y me torturás el clítoris y yo me retuerzo de placer por vos. Seguís cogiéndome con tus dedos, llevándome al borde y dejándome sin acabar una y otra vez sin piedad
"¿Querés más, zorrita?", preguntás y yo me abro más para que veas que espero más
Tu resistencia cede, puedo sentirlo