En el bazar de túnez iv

Estela se está desatando y actúa a mis espaldas. El mensajero del trabajo se la está tirando y no me ha contado nada. Antes su infidelidad consentida era un juego, ahora, parece ser su modus vivendi. Sólo que ahora, yo no sabía nada.

Aquel tipo, el tal Juan, era un tarugo musculado y tatuado que llevaba a la notaría en la cual trabajaba Estela la mensajería con los documentos de los clientes. Por lo visto, como me enteré después, pasaba por allí a diario y el tipo, al ver a Estela, sexy y elegante en la recepción de la notaría, le tiró la caña y pescó, ya lo puedo jurar. Pero de eso me enteré unas semanas después.

Ese mensaje que le envió el tipo y que yo pude leer, por encima, justo cuando se iluminó el teléfono, llegó el día después de que yo mismo permitiera a Estela follar con un desconocido en la discoteca ( ya lo conté en el anterior relato).

Me volví a tumbar a su lado. Estela estaba dormida, hermosa, cansada y desconocedora de mi inquietud . Nunca fue habitual que le escriberan mensajes a Estela. Llevábamos de pareja ya una década y ni tan siquiera se prodigaba mucho con el teléfono, ni con sus compañeras/os de trabajo. No quería ser desconfiado, pero algo me decía que aquello podía resultar peligroso para mí. Hasta entonces jamás había tenido celos ni dudas y nuestros juegos en Túnez y en la discoteca del día anterior, pensaba yo, no eran nada más que la búsqueda de nuevas sensaciones pero nada que pudiera resquebrajar nuestro amor y nuestra confianza. Así que ese mismo día, pasamos una jornada de domingo normal. Estela se levantó y yo la preparé el desayuno y se lo llevé a la cama. Mientras ella desayunaba, yo comencé a teletrabajar un poco desde casa y ella decidió darse una ducha. Era normal. La noche anterior había estado follando con un desconocido y al llegar habíamos follado. Sin duda, le apetecía eliminar el sudor del baile y del folleteo.

Cuando entró en la ducha, aproveché para pasarme por la habitación por si no se había metido el móvil en el baño y así era. Durante unos segundos me debatí entre respetar su intimidad o echar un vistazo y sí, hice mal, lo admito. Miré sus mensajes. Allí estaba el chat que tenía con el tal Juan. Llevaban varios meses hablando, por lo que pude ver. Ya tenían cierta complicidad. Además, pude ver la cara de aquel hijo de puta. Era moreno, tenía el pelo largo y recogido con una coleta, tenía pinta de haberse pasado parte de su vida adulta comiendo pavo, huevo y arroz y tenía un tatuaje tribal entre el bíceps y el hombro. Guapo no me pareció y tenía ese aire de "primo del pueblo un poco tosco". Mi corazón latía desvocado, por el temor de que me pillara Estela mirando su móvil y también por el temor de perderla. Tenía una mezcla de sensaciones, también estaba preocupado y rabioso por si ella me estaba siendo infiel. Quizás, con lo de Túnez y lo del día anterior en la discoteca, podría estar metiendo en la cabeza la idea de que "no pasaba nada" si follaba con alguien y menos si yo no me enteraba. Pero si estaba "ocultando" su complicidad con el tipo éste, del que ni tan siquiera me había hablado... no sé, yo empezaba a estar asustado. Dejé el teléfono tal y como me lo había encontrado y me fui al baño. Allí estaba ella, duchándose y aproveché para meterme sin pedir permiso

-¿Qué haces? ¿Dónde vas? Que ya estaba terminando.

-Dios mío, Estela, es que estoy loco por ti y te quiero y te deseo.

Comenzamos a besarnos y ella se puso de rodillas y comenzó a hacerme una mamada. Con el agua cayéndole por la cara, no le estaba resultando cómodo, así que salimos de la ducha, nos secamos por encima y fuimos con prisa a la cama donde echamos un buen polvo. Ella siguó con su mamada y yo la correspondí con un buen rato con mi lengua en su clítoris y después follamos. Yo estaba excitado por un conjunto de sensaciones. La primera era recordar cómo se meneaba con el tipo del día anterior en la pista de baile de la discoteca y cómo, después, en la sala oscura de la sala de fiestas, se mostraba como una amazonas lasciva, experta y dominante. Al mismo tiempo, me venía a la mente la fotografía del tipo aquel en su whatsapp y las palabras que halago mútuo que se dedicaban el uno al otro. Yo estaba haciendo el amor con Estela, me la estaba follando y os puedo jurar que estaba intentando esforzarme al máximo para darla el máximo placer, no para intentar superar al desconocido del día anterior, sino también por la incertidumbre de si ella estaba pensando en Ibrahim, en el desconocido de ayer o en Juan. Esos tres hombres se proyectaban sobre mí y sobre mi erección y yo intentaba darla placer y no correrme, y allí estaba yo, detrás de Estela, follando en la posición del perrito, mientras esos tres hombres se proyectaban en el mismo cuarto, como sombras excitantes y preocupantes para mí. Supongo que estas cosas se entienden mejor sólo cuando se han vivido situaciones análogas, similares, parecidas. Soy consciente de que el lector que no lo haya vivido me estará condenando a mí como cornudo y a Estela como una zorra. Pero no lo hagáis porque,como todos sabéis, nadie está libre de caer presa de sus más bajos instintos. Lo saben los poderosos y los sabemos los humildes, los conocidos y los anónimos. Es la especie humana que vive en la contradicción y la sufre o disfruta, depende del caso.

Pasó una semana y tuvimos que quedar con una compañera de trabajo de Estela porque se terminaba de divorciar e iba a cumplir 50. En los últimos meses, Estela me había hablado de ella. Charo me cayó  bien. No estaba nada mal. Tenía un aire a doña Letizia, digo un aire, pero con era un poco infantil, una de esas mujeres que parece que no tienen mucha confianza en sí mismas, siempre alabando la intelgiencia y la belleza de Estela por la que parecía sentir mucho cariño y admiración, lo que a mí me parecía normal. Allí fue donde oí , por primera vez, que el tal Juan iba a ir a la cena de empresa de Navidad. Ahí ya mis alarmas se dispararon. Ya no iba a ser sólo el tipo que llevaba algún paquete de correos y que se marchaba rauda y veloz, sino que le habían invitado a la cena de una empresa que no era la suya. Además, me enteré de que la que le había invitado había sido Estela. Joder. Quedaban quince días para las navidades y no lo dudé. Quería saber. Estuve unos días buscando por internet alguna agencia de detectives privados. Hice un par de llamadas desde el trabajo y logré concentar una cita con un despacho de detectives del centro. No eran instalaciones muy lujosas, pero , en cualquier caso, tampoco respondían a lo que un lector de Raymond Chandler o Dashiel Hammet podría creer, no eran sucias ni destartaladas.  Esperé cinco minutos a que me atendieran y la verdad es que estaba muy nervioso.

Cuando entré en su despacho, le conté el caso. Omití nuestras experiencias con Ibrahim y con el desconocido discotequero y le conté un relato sesgado de todo, lo del mensaje y mis temores sobre la cena de Navidad. Me comentó que harían un seguimiento a mi mujer durante esa cena de Navidad. Hablamos de dinero y nos intercambiamos los teléfonos. También le di mi correo electrónico. El detective no quería que utilizáramos el móvil porque si mi mujer notaba algo raro en mí, podíamos echarlo todo a perder. Me dijo que, desde ese momento hasta que termináramos nuestro compromiso profesional, estuviera pendiente de mi correo. Por allí me informaría y quedamos en que lo mirara, al menos, entre tres y cinco veces al día.

Sí, ya sé. Es contradictorio dejar que se follen a tu mujer por morbo e investigarla y dejarme un buen dinero en que la hicieran el seguimiento. Quedamos en que empezarían a seguirla dos o tres días antes de la cena de Navidad. El detective me dijo que si quería acelerar el proceso, podría hacerle creer a mi mujer que yo iba a llegar tarde por alguna razón profesional, en mitad de la semana y empezarían el seguimiento. Sin embargo, no quise gastar más dinero del debido para que mi mujer no se percatara de la falta de dinero en nuestras cuentas. Así que, como un frío jugador, decidí no mover ficha hasta el momento preciso. La notaría en la que trabaja Estela, está en un edificio nuevo y tiene la recepción a la vista desde la calle. Por lo visto, cuando empezó el seguimiento, un par de días antes de la calle, el detective que estuve apostado en un coche, cerca de la notaría, pudo informar de que el mensajero estuvo más de quince minutos en recepción y que se podía apreciar desde la calle que el lenguaje corporal de Estela era el de complicidad. Por el correo me llegaron varias fotos de ellos dos, hablando, sonriendo.

Cuando vi el correo ya no podía concentrarme en el trabajo. Volvía a ver en mi mente las instantáneas y me parecía que la fiesta de Navidad de la notaría en la que trabajaba Estela podía ser mi consagración como cornudo pero, en este caso, no consentido.

Así que llegó el día de la fiesta y Estela estaba arrebatadora. Estaba impresionante. Un sencillo vestido negro, ajustado, que dibujaban sus curvas y que le marcaba un culo de infarto y que mostraba un escote tan sugerente que me provocó entre lujuria y celos. Yo sabía cosas que Estela desconocía. Yo tenía el poder de enterarme de lo que iba a pasar aquella noche. Si los minutos en Túnez pasaron lentos mientras Ibrahim hacía de las suyas con Estela, si los minutos observando en la discoteca cuan voyeur se me hiceron largos cuando ella montaba a aquel desconocido, esa noche se me hizo eterna. Tenía el ordenador encendido y a las dos de la mañana me llegó un mensaje con una fotografía en un garito. Estaba oscuro, pero se veía a Estela morreándose con Juan y a Charo bailando cerca. Uno de los detectives de la agencia, se hizo pasar por un cliente del antro y haciendo un selfie, logró que en segunda instancia se viera a Estela besando a Juan. Madre mía, mi intuición era cierta. Un rato después, me llegó otro mensaje en el que se me informaba de maner fría y profesional, que los tres se habían metido en un taxi y que a Charo la habían acompañado hasta el portal de su casa y que ese mismo taxi, con Juan y Estela dentro había ido a parar a un hotel de las afueras, barato y alejado de miradas indiscretas. Un hotel barato, de polvo rápido. Se les veía en la entrada del hotel, haciendo los trámites de recepción.

Era oficial. Era un cornudo. Cogí una botella de vino y me bebí varias copas. El cansancio, el disgusto y el sueño hicieron el resto. Cuando desperté eran las siete de la mañana y Estela seguía sin aparecer. Por fin llegó a las nueve y yo me hice el dormido.

-Joder, menuda noche habrás pasado para venir a estas horas, ¿Te lo has pasado bien?

  • Sí, muy bien, genial. Hemos cenado, hemos estado en varios garitos y luego hemos ido a desayunar el típico chocolate con churros.

-Muy bien, pues a dormir.

A los dos minutos estaba dormida.

Así pasaron varias semanas. Yo me pasé por la agencia de detectives para pagar el servicio y quise hablar con los detectives que siguieron a Estela. Había sido, en este caso, una mujer. Era joven y cuando la pregunté me contó que habían estado todos los de la oficina juntos y que la mayoría de ellos se volvieron a casa y que Juan, Estela y Charo fueron al garito donde les hicieron la foto y donde empezaron a besarse delante de Charo que, por lo que se ve, era la cómplice de Estela.

Como podéis imaginar, estuve unas semanas preocupado, despistado, taciturno. Me costaba dormir y observaba cada gesto de Estela, intentando leer en sus pensamientos si iba a volver a quedar con Juan. Cuando ya empezaba yo pensar que quizás fue sólo algo puntual, me dijo que iba a ir con Charo y con Juan al fútbol para ver una eliminatoria de la Champions porque Juan tenía a un amigo cuya famila tenía tres abonos que no podrían utilizar por un viaje y que se los habían prestado.

-¿No tiene amigos ese Juan que tiene que ir con vosotras?

-Yo creo que le gusta Charo y me ha invitado a mí para hacer bulto. Yo si veo que sobro, me pillo un taxi y a casa.

-Bueno, supongo que no se le puede decir que no a una eliminatoria de la Copa de Europa. ¿ Y cómo vais a ir?

-Me viene a recoger Charo en coche e iremos un rato antes para tomar unas cervezas antes del partido.

En cuando me enteré, volví a hablar con la agencia de detectives y volví a contratar un seguimiento. De nuevo, quería saber. Había visto las fotos de la cena de Navidad doscientas veces y quería saber qué pasaría ese día de fútbol europeo. Bueno, lo que iba a suceder, ya lo sabía. Sólo quería comprobarlo. Me iba a salir por otro pico el seguimiento, pero algo me empujó a hacerlo. No sé si morbo, curiosidad o la necesidad de tener una certidumbre.

Así que cuando salieron para el campo de fútbol, abrí el ordenador y esperé. Pronto me llegaron varias fotos de un grupo de amigos bebiendo cerveza en una barra y a Juan besándose con Estela. Parecía que Charo hacía buenas migas con un amigo del mensajero. Allí estaba mi mujer, besándose en un bar al lado del estadio con un tipo con el que coincidía todos los días en el trabajo. Seguro que él le contaba a sus colegas sus hazañas con Estela.

Al rato, me llegó otro mensaje diciendo que Charo se había ido con un chico en su coche y que Estela y Juan habían cogido un taxi para pasar una noche en otro hotel de la periferia. Esta vez, no llegó tan tarde a casa. Eran las tres de la mañana y sólo pudo dormir cuatro horas porque al día siguiente tenía que ir a trabajar.

Cuando coincidimos en casa y cenamos, antes de acostarnos, la pregunté,como el que no quiere la cosa que qué tal había ido el partido. Me habló de las ocasiones de gol, de los errores del árbitro y de las reacciones de la gente.

-¿No querrá Juan ligar contigo? ¿ Me tengo que poner celoso?

-No, sabe que estoy casada. A Charo le pone, pero yo le veo un poco brutote.

-Seguro que quiere follar contigo

-¿ Pero qué dices?

  • Es que estás muy buena.

-Eso lo dices porque eres mi marido.

-No, te lo digo porque es la verdad. ¿ No recuerdas cómo ponías de cachondo a Ibrahim y cómo te ligaste al de la discoteca?

  • Bueno, pero eso es por la situación.

  • ¿ Os hicisteis alguna foto ayer? ¿ De grupo? ¿Quiero ver cómo es ese tipo? Por si le invitamos a casa para follar contigo

-¿ Pero qué dices? ¿ Estás loco?

  • No, ¿ por qué?. ¿ Es que no lo hemos hecho ya otras veces? ¿ Por qué no ahora?

-Joder, pues porque me ve todos los días en el trabajo

  • O sea, que te excita el tío y que si no fuera porque te conoce del trabajo...

  • Anda, calla, no digas chorradas.

-No son chorradas. Sé que te excita. Pones a Charo como excusa, pero a la que te gusta es a ti, que te conozco.

Hablando de él, comenzamos a acercarnos, a besarnos, a excitarnos. Cuando estábamos follando la pregunté:

-¿Quieres follártelo?.

-Sí, quiero follármelo.

-Pues lo harás, pero esta vez, no en hoteles baratos, sino conmigo delante.

  • Ella me miró sorprendida, agarrándome, como invitándome a no parar con mis embestidas

  • Yo no he hecho eso, cariño.

-Sí, lo has hecho, lo sé, pero te quiero. Paré mis embestidas y la miré a la cara. La próxima vez que quedes con él, lo harás en un sitio público, en un restaurante o algo así y yo estaré de testigo ¿ Lo has entendido? No soy gilipollas, Estela. Ni me voy a gastar más dinero en detectives. Si quieres follar con ese tipo, me lo dices y lo arreglamos,pero si me vuelves a mentir, lo nuestro se ha terminado y coges tus cosas y te largas de mi casa

  • Sí.

  • Y no le vas a contar nada de esto ¿ está claro?

-Sí.

  • Muy bien. Ahora vamos a terminar, vas a dejar que disfrute de tu cuerpo y me vas a contar lo que habéis hecho en esas dos ocasiones.

  • ¿ Dos?

  • Sí. ¿ Han sido más?

  • Sí.

Y ahí ya no pude contenerme más y me corrí.

Lo que Estela me contó, os lo comparto otro día.