En el bazar de Túnez ii

Después de unos días de sol y playa, volvimos a aquel bazar a que mi mujer recibiera su ración de sexo y morbo. No pudimos evitar entregarnos a aquel tipo.

Los días que pasamos en la playa, descansando, fueron un continuo recuerdo que mantuvo nuestra llama incandescente. Cuando volvíamos a la habitación del hotel, nos buscábamos y terminábamos en la cama, entre jadeos, hablando del regreso a la capital. En plena excitación, habíamos firmado, en cinco días, varias veces la intención de regresar a aquella tienda. Cuando terminábamos de follar, ni lo hablábamos, temerosos quizás de que se impusieran nuestros miedos, o los tabúes que nuestra educación o nuestros valores podían terminar por imponerse. Sin embargo, el tácito pacto de silencio cuando estábamos en la playa, en los comedores del buffet libre o bailando en la discoteca del hotel, no era nada más que el preludio para evitar no hacerlo.

Cuando por fin llegó el quinto día, los dos pensábamos en volver. Así que, a pesar del cansancio del viaje en autocar, llegamos al hotel, nos dimos una ducha rápida para despejarnos y Estela se vistió para la ocasión. Una falda de verano, corta, muy corta, un tanga ínfimo y un top que dejaba poco para la imaginación.

Durante el trayecto, fuimos hablando sobre qué iba a pasar e incluso sabiendo lo que iba a suceder, estábamos algo nerviosos, quizás impacientes. Observábamos el bullicio de las calles y el caminar de los transeúntes, el tráfico incesante pero, en realidad, íbamos absortos en nuestro mundo, deseosos de que las siguientes horas pudiéramos encontrar la realización de nuestros deseos más íntimos. A veces se produce un abismo particular cuando hablas a solas con tus deseos, con tus fantasías, con tus anhelos. Es como si no se quisiera reconocer lo que se ambiciona conseguir, como si negando lo evidente fuéramos a conseguir no hacer frente a la verdad. En ocasiones, es imposible luchar contra uno mismo y es, incluso, mejor no hacerlo. Así que allí estábamos los dos, como pareja y como personas individuales, dejándonos llevar para obtener una manera nueva de encontrar el placer.

Ya en el taxi, logré saber cuál sería mi papel

-¿Qué vamos a hacer ahora?

-Lo mismo que el otro día

-Pero yo el otro día no pude participar

-Ni lo vas a hacer hoy. No quiero que Ibrahim se desconcentre o se intimide por tu presencia. En estos países son más conservadores en cuanto a ideas y por su educación, tal vez no vea mal follarme a mí, pero sí hacerlo delante de ti, no lo sé, pero no voy a asumir el riesgo y quedarme sin el morbo, así que tú, me dejas allí, disimulas unos minutos y te largas un rato. Si quieres volver y entrar, más te vale que él no se entere.

-Me parece bien. Yo lo que quiero es que disfrutes. ¿ Sabes que te quiero?

  • Sí, lo sé.

-¿Me lo contarás todo después, si no puedo ver lo que hacéis?

-Sí, sabes que sí.

Cuando salimos del taxi, nos dirigimos sin demora a la tienda de Ibrahim. Había un par de parejas extranjeras, e Ibrahim estaba sentado tras el mostrador. En cuanto nos vio, se levantó como un resorte para recibirnos con un:

-¡Amigos!. Bienvenidos a la tienda de Ibrahim. Pensé que ya no venir más.

-Sí, nos vamos a última hora de la tarde.

-Ah, bien, ¿venir a hacer más compras?. Aquí barato, la tienda más barata de todo país, de todo Túnez.

-Lo sabemos, por eso hemos venido dijo Estela, aquí tienes el mejor material del país y como mi marido se aburre, se va a ir a tomar una coca cola. Pero me va a dar la cartera antes de irse,para que yo pueda negociar contigo.

Así que eso hice, le di mi cartera y me quedé con unas pocas monedas para tomar un refresco que no me iba a tomar. Así que salí del negocio y me fui a recorrer unos metros por el bazar. Había turistas espectaculares, que llegaban en barcos o en grandes aviones, rubias altas y espigadas, con cuerpo de surfistas australianas, de jugadoras de Volley, que dejaban a los vendedores ojipláticos ( no era para menos). Pero yo no estaba para disfrutar ahora de esos detalles. Yo quería volver a aquella tienda, como quiere caer una moneda al aire, atraída por la fuerza de la gravedad. Oh, Dios, lo reconozco, estaba nervioso, pero profundamente excitado. No dejaba de mirar el reloj como si, por el mero hecho de hacerlo, el tiempo fuera a pasar más deprisa. Todo lo contrario. En realidad, lo que sucedía era que el minutero no avanzaba y cada movimiento del segundero era una eternidad. A los cinco minutos, pasé y había algunos clientes en la tienda, similares a los de antes, y allí estaban Estela e Ibrahim, juntos tras el mostrador, seguro que él ya estaba metiéndola mano con el brazo que no se veía desde el otro lado. Aproveché para entrar y decirle a Estela que:

-Bueno, me voy a dar un paseo por la avenida por la que hemos llegado, que me agobio aquí con tanta gente.

-Vale cariño, tú tranquilo. Cuando termine aquí, te llamo.

Así que volví a salir fuera y de los nervios y del calor que empezaba a hacer a medida que el sol ascendía, estaba un poco mareado. Tuve que sacar una lata de un refresco isotónico para mantener un poco el dominio de mí mismo y también para tener algo que hacer. Quizás centrarme en la lata me permitiera matar un poco unos minutos. Encontré una tienda que vendía prensa, también internacional y logré comprar un El país de dos días antes y me propuse leerlo. Pero era inútil, me resultaba muy difícil concentrarme. Decidí volver a la tienda y ya no había nadie en su interior. Me latía fuerte el corazón, supongo que espoleado por el morbo y los azúcares de la bebida isotónica y por mi jodida lujuria. Entre sigiloso como un Ninja y allí dentro no se oiá nada. A medida que me acercaba, asomé la cabeza muy lentamente por aquella cortina que , en realidad dejaba ver en su interior, una de esas que están para que no entren las moscas, más que para impedir la visión. Y en aquella trastienda cutre y apestosa, Ibrahim estaba sentado tras su escritorio y Estela debía de andar de rodillas, ante él, que sentado y con una mano en la cabeza de Estela, le marcaba el ritmo de la mamada mientras que la otra reposaba sobre el cuello de Ibrahim, que parecía exhalar una gran confianza en sí mismo porque se estaría sintiendo como el puto amo, con aquella extranjera haciéndole una buena mamada. Él empezaba a nublar la vista del placer y en un momento, se levantó de golpe, quizás ya no aguantara más placer y temía que aquello terminara ya. Cuando se levantó, ayudó a Estela a levantarse y la sentó encima del escritorio. Yo allí, agachado, excitado, mirando a mis espaldas de vez en cuando por si entraba alguien, estaba observando que Ibrahim había empezado a follarse a Estela. Con cada embestida, las cosas del escritorio, temblaban. Facturas, algún cubilete con lápices, empezaron a volcarse y ellos dos seguían concentrados. Estela le marcaba el ritmo agarrándole del culo y , de vez en cuando, se besaban. Dios mío, hasta el momento, yo no había vivido nada más morboso. Si os digo la verdad, me hubiera gustado participar en aquello, para poder darle aún más placer a Estela, pero ella no me quería allí y había sacado carácter en el taxi para darme órdenes y yo no supe negarme ni resistirme. Estaba viendo a mi esposa disfrutar con mi consentimiento y yo estaba a punto de correrme. Sentía en mis calzoncillos la humedad típica de la excitación máxima. En un momento, Ibrahim volvió a parar y le dio la vuelta a Estela y se la folló en la misma postura de la vez anterior. Así estuvieron unos minutos hasta que él se corrió. Yo me levanté con sigilo y salí de la misma manera en la que había entrado, con mucha calma y sin provocar ningún ruido.

Salí al zoco y entre excitadísimo y preocupado, deseaba vivir momentos morbosos pero también estaba preocupado por si esto afectaba a nuestra relación de alguna manera, por si Estela dejarme de quererme o algo. En esta ocasión, empecé a andar por la avenida de antes y mis pensamientos hicieron que pasaran unos cuantos minutos. Decidí volver a la tienda.

Allí estaban, como si no hubiera pasado nada. Ella mirando algún producto y él metiendo las compras en unas bolsas de plástico.

-Hola cariño ¿ qué tal las compras? ¿ Ha ido bien la cosa? ¿Llevas regalos para todos?.

-Sí, cariño, me ha cundido bastante. Ibrahim y yo ya negociamos bien y rápido y no tardamos tanto en regatear. Mira, me ha dado su tarjeta del negocio, con su móvil , porque dice que también puede mandarnos cualquier cosa a casa si compramos por internet, parace ser que su cuñado sabe informática y le ha hecho una página web y venden también al resto del mundo.

-Ah, pues vale, pero vamos no creo yo que desde casa vayamos a pedirle nada.

-Bueno hombre, me ha dado la tarjeta y se la he cogido por educación.

-Claro, es normal.

-¿ Cuánto dinero te has gastado?

-El que me ha parecido necesario

-Ya, si lo digo porque ya sabes que siempre que se sale, se gasta mucha pasta.

-Tranquilo, sobreviviremos.

Unos minutos después, ya en el taxi, Estela estaba tranquila y hermosa, serena y radiante. Estaba jodidamente sexy, con el colorcito del calor tunecino y del polvo que terminaba de echar. Y yo allí, como un gilipollas, observando su belleza y totalmente encantado con esa imagen cautivadora. El taxista que nos llevó de vuelta, no paraba de mirarla por el retrovisor. Se lo comenté a Estela que me dijo que ya se había percatado y que le gustaba aquel país porque le iba a subir la autoestima física a niveles cósmicos.

Cuando llegamos al hotel, intenté tumbarla y follar con ella, pero me dijo que me olvidara. Que se iba a volver a duchar y a lavar los dientes y que no tuviera tanta prisa. Mientras se quitaba la ropa y se acercaba al baño me dijo que es tarde, antes de volver a España, lo que íbamos a  hacer era llamar a Ibrahim y pedirle que viniera al hotel

-¿ Pero cómo vamos a hacer eso?

-¿No dijiste que no pasaba nada porque aquí no nos conocía nadie? . Pues eso. Además, volveremos a Madrid y esto se terminó. Pero antes de volver, me voy a dar otra fiesta o tienes algún problema.

-Eh, bueno, no, pero yo quiero participar. Tú has disfrutado, pero yo aún no. Que es un tío, y no vas a querer participar.

-Joder, ya lo sé, pero sí quiero intentar darte el doble de placer, no sé, joder,poder verlo sin tener que esconderme.

-Mira, me voy a duchar y cuando salga te voy a decir lo que vas a hacer y deja que me lo piense.

Estela que siempre había sido tranquila y calmada, me hablaba ahora en imperativo. Así que allí me quedé , en la cama, esperando que terminara de ducharse. Cuando salió con el albornoz y con una toalla envuelta en la cabeza, me dio órdenes precisas

-Mira, lo que vamos a hacer es lo siguiente. Vamos a comer algo en el hotel o por aquí cerca, vas a llamar a Ibrahim, le vas a decir cuál es nuestro hotel y vas a lograr que venga. En cuanto llegue, te piras con cualquier excusa y me dejas a solas con él. Cuando estemos follando, le diré que vas a venir, y si no para y se va es que le da igual. Si entras y no se inmuta, entonces podrás ver cómo follamos ¿ te parece?

-Sí, gracias, cariño, muchas gracias.

Así que después de después de comer, llamé a Ibrahim para pedirle que viniera al hotel. Y el mero hecho de hacerlo ya me pareció excitante y morboso. No tardó en estar allí ni veinte minutos el cabrón. Llevaba algunas bolsas con ropa y calzado, no sé si para disimular ante mí o para seguir ganando unos euros. El caso es que daba igual. Salí de aquella habitación y me bajé al hall del hotel. Me senté allí unos minutos sintiendo como mis cuernos consentidos crecían. Aún hoy no sé si dolía o si daba me daba más placer. Lo que sí volvía a constatar es que el tiempo, en determinadas ocasiones, pasa muy, muy lento. A los diez minutos, cogí el ascensor que me llevaba a la habitación. No habían pasado ni quince minutos pero yo ya no podía aguantar más. Metí la tarjeta del hotel en la puerta, con mucha lentitud y giré el pomo para intentar entrar con mucho sigilo. Afortunadamente, cuando entré, encontré a Ibrahim lamiendo el coño de Estela. Los dos estaban desnudos y ella le agarraba la cabeza para impedir que parara. Estela me miró e hizo un gesto de asentimiento y de que me acercara. Me arrodillé en el suelo, a su lado e Ibrahim me vio pero no paró, concentrado como estaba en hacer que Estela disfrutara. Yo sabia muy bien la felicidad y el placer que supone estar allí metido, lamiendo a Estela. Me acerqué a Estela y la besé y su boca tenía un sabor que no me era familiar. Me di cuenta tarde debido a la excitación, pero seguro que ya se la había chupado a Ibrahim. Aguanté la sensación de asco momentáneo porque podía más el morbo que cualquier otra cosa. Después, bajé a lamer sus pezones, para aumentar la dicha que Ibrahim le estaba proporcionando. De pronto, Ibrahim se levantó, se acercó a Estela y sin ponerse condón empezó a follarse. Se lo dijo a Estela que me mandó callar. Allí estaba aquel tipo, follándose a mi mujer sin preservativo y ella disfrutando como una loca.

-Que se corra fuera, Estela, que se corra fuera

-Cállate joder

A los pocos minutos, abandonaron el misionero y la volvió a dar la vuelta. Se vé que a él le gustaba marcar el ritmo y después de unos minutos en esa postura, sacó su rabo y se corrió sobre su culo.

-Vete al baño y trae algo para limpiarme

-¿Yo?

-No, mi abuela. Claro joder, tú.

Ibrahim, se tumbó en la cama, todavía con el rabo enhiesto y jadeando de placer y esfuerzo.

Y allí estaba yo, con el papel higiénico, limpiando el culo de Estela de la lefa de Ibrahim.

Cuando terminé, le dije a Estela que había llegado mi turno, que quería follárme la yo también y me dijo que no, ahora no.

-¿Por qué no?. Porque ahora no me apetece. Túmbate me dijo y se puso a horcajadas sobre mí, con su coño cerca de mi boca. Se dio la vuelta y se puso en la postura del 69. Pensé que me la iba a chupar pero no lo hizo. Me estaba haciendo una paja. Sin embargo, sí que puso su coño en mi boca y yo le dije que no, pero ella insistió y me rodeó con sus piernas y se acercó a mi boca y yo empecé a chupar. Se la terminaba de follar Ibrahim y aquello era una mezcolanza de fluidos,sabores y olores que me puso a mil. Perdí los escrúpulos iniciales y buscaba su clítoris y su coñito y los saboreaba. Estela, sin embargo, no se dignó a hacerme una mamada. Parecía cansada, exhausta, satisfecha y estaba haciendo esto como por inercia. De pronto, Ibrahim se movió en el colchón, yo no veía qué estaba haciendo, sólo el movimiento del colchón. Cuando abrí los ojos(estaba concentrado en el coñito de Estela) vi que Ibrahim, aún con su cola "morcillona" se acercaba a Estela. Su intención era clara. Follársela conmigo ahí. El tipo quería aprovechar al máximo aquello antes de que nos fuéramos y eso hacía. Intenté salir de allí pero Estela me dijo que no me moviera. Así que allí estaba, atrapado, debajo de ella, con el rabo de Ibrahim a escasos centímetros de mí y con sus huevos chocando contra ella y contra mis cuernos. Como se había corrido sólo hace unos minutos, estaba claro que aquello iría para largo, así que busqué con mi mano mi rabo para intentar obtener algún placer, porque desde que Ibrahim volvió a entrar en escena, Estela me abandonó y se militaba a jadear. A los pocos minutos, Estela incrementó sus jadeos y no dejaba de decir, Dios mío, Dios mío y mi cara y mi cuello se llenaron del placer que ella estaba disfrutando. Cuando por fin terminó Ibrahim, esta vez, no se corrió fuera, sino dentro y eso me hizo preocuparme y al mismo tiempo, excitarme como jamás lo había estado nunca. Ibrahim se echó a un lado y se tumbó y Estela, en lugar de quitarse de encima de mi, incorporó el torso y  me obligó a lamerle el clítoris. Unos momentos después, se movía sobre mi cabeza como una amazona salida y lujuriosa y de nuevo, sus líquidos impregnaron mi cara. Ibrahim estaba en el servicio y cuando Estela se movió, se tumbó a mi lado y me dijo:

-Gracias, ha sido el mejor polvo de mi vida.

Estábamos cansados, exhaustos, con esa sensación de felicidad que te alcanza cuando has follado bien. Bueno, al menos ella, porque yo aún no me había corrido.

Cuando se lo recordé me dijo:

-Ya, cuando volvamos a casa. Ahora hay que despedir a Ibrahim, dale algo de pasta pasta para que se vaya contento y tenemos que ducharnos rápidamente, cerrar las maletas y salir al aeropuerto.

Yo no tenía ni tiempo ni ganas para pensar cómo nos podían influir esto que había pasado allí. Eso ya os lo contaré más adelante porque hay más tela que cortar.