En el bar de pepe los pircings

Continuan nuestras aventuras con nuestro Amo Pepe, ahora la situación también sube de nivel para mi. Debo dar las gracias a Monica por la orientacion que me ha dado para escribir este nuevo relato.

Estaba profundamente dormido cuando el ruido del móvil me despertó,  mire el despertador aturdido,  las tres de la mañana.

-¿Quién puede llamar a estas horas?  Me pregunte.

Descolgué y la voz de Pepe gritándome al oído me hizo despertar completamente.

-Mañana tenéis que estar a las diez horas en la dirección que te envío por wasap.

-Es que mañana trabajo.- Balbucee

-Ni trabajo ni coñas, mañana a las diez os espero.- Me gritó

Y colgó.

Abrí la luz de la mesita de noche y pude ver a mi esposa durmiendo plácidamente a mi lado, retire la sabana que la cubría y la contemple, completamente desnuda, como sin duda le había ordenado Pepe, igual que todo el día estaba en casa completamente desnuda. Le toque el coño y lo tenía como siempre,  completamente empapado y dilatado y otra vez rasurado, lo llevaba depilado o peludo según las indicaciones de Pepe,  al notar el contacto ella dio un pequeño suspiro, como siempre se puso de lado, dejándome inaccesible tan ansiado premio y como siempre me masturbe pensando en ella.

Me levante a las siete de la mañana y llame al trabajo, explique que me había surgido un imprevisto y tenía que llevar a mi mujer a un sitio, tampoco era ninguna mentira.

Cuando volví a la habitación mi mujer ya se estaba duchando, se vistió, un vestido camisero, tipo tejano, almorzamos como si fuéramos un matrimonio normal y nos fuimos para allí.

El GPS nos llevó hasta una calle del extrarradio de nuestra ciudad y al pasar por allí vi que la dirección correspondía con un centro de tatuajes, ya me imagine por donde iba lo que le tenía preparado Pepe a mi esposa, aparque y nos fuimos para allí.

Entramos en la tienda y ya estaba Pepe esperándonos,  como bienvenida le dio un profundo beso con lengua a mi mujer mientras la agarraba por el culo, a mí, como siempre,  me ignoro completamente.

Nunca había estado en una tienda de tatuajes, así que no sabía si aquella era mejor o peor,  lo que sí que era es un poco cutre, una sala pequeña, con un par de sillas, una mesilla repleta de revistas del sector, las paredes pintadas de verde y en ellas fotos de tatuajes y piercings,  una pequeña barra para recepción y al fondo una puerta, tapada por una cortilla que debía dar a otra sala.

Precisamente de esa sala salió un chico, sobre unos treinta años, normal, eso sí, lleno de tatuajes, lo presento como Pedro, el dueño de la tienda.

-Le he pedido a Pedro que te haga un trabajo especial.- Dijo Pepe dirigiéndose solo a Montse.

-Así que te dejo en sus manos, nosotros solo haremos de espectadores, no te preocupes que es todo un profesional.

El tal Pedro le dio un par de besos en las mejillas a Montse y la acompaño hacia la cortinilla, detrás de la cual, efectivamente,  había un pequeño estudio con un banco de tatuajes y una camilla.  Si la otra sala era cutre, el estudio ya era….,  las paredes pintadas del mismo verde, desconchadas, con alguna foto  en ellas sujetas con chinchetas,  la camilla tenía algún roto  en el colchón que la cubría,  un cuadro vamos.

Pepe y yo nos fuimos detrás de ellos, dejando la cortinilla abierta completamente.

-Total,  a estas horas no hay nadie en la tienda.- Dijo Pepe

Estábamos los cuatro en el pequeño estudio y Pepe le ordeno a mi esposa que se desnudara.

-En pelotas, puta.- Le dijo, sonó como un latigazo.

Creo que era la primera vez que él le ordenaba que se desnudara, siempre lo habían hecho los hombres a los que la entregaba y no de una manera suave precisamente.

Montse, como siempre, obedeció, se fue desabrochando los botones del vestido uno a uno, con lentitud, lo cual hacia todavía más morbosa la situación, con cada botón podíamos ver un trozo más de su blanco cuerpo, hasta que el ultimo botón perdió la batalla por mantenerse en su sitio. Mirando al suelo se quitó completamente el vestido,  solo llevaba unas braguitas blancas, normalitas.

-Venga las bragas, que no tenemos todo el día.- Le ordeno Pepe.

Ella, solicita, se las bajo, poco a poco,  quitándoselas y dándoselas a Pepe, que las tiro a un rincón.

-Túmbate aquí.- Le dijo, palmeando la camilla.

Así lo hizo y quedo sobre la camilla, con las piernas ligeramente separadas, con el coño brillante por la excitación que sin duda sentía al sentirse entregada.

Pedro, el tatuador,  después de relamerse un rato con la desnudez de mi esposa, estaba en una mesilla preparando algo, yo solo pensaba en que zona le iban a hacer el tatuaje y esperaba que al menos no fuera una zona visible de su cuerpo,  aunque siendo idea de Pepe me podía esperar cualquier cosa, pero cuando Pedro se acercó con una bandeja lo que había en su interior eran piercings, no era un tatoo lo que quería Pepe, era anillarla como a un animal.

Pedro se sentó al lado de la camilla con la bandeja a su alcance,  empezó a palpar el coño de mi mujer, le metió un dedo en el coño  haciendo pinza con el otro dedo en uno de sus labios vaginales, estirando un poco de él.

-Aquí quieres uno, ¿correcto?.-Pregunto a Pepe.

-Sí, el primero ahí.-

Cogió de la bandeja una aguja, como una hipodérmica, pero bastante más grande de diámetro, la apunto al labio que mantenía estirado y de un solo golpe lo atravesó completamente,  mi mujer lanzo un alarido de dolor, pero Pedro debía estar acostumbrado,  no hizo  el menor gesto de duda o de consuelo hacia ella, al contrario, cogió otra aguja y repitió la operación en el otro labio, ahora mi esposa tenía el coño atravesado por dos agujas, era como un ovillo de lana con sus dos agujas de tricotar clavadas en él.

Pero Pepe no se iba a conformar con tan poco.

-¿Seguro que quieres otro ahí?.-Le pregunto

-Sí, coño, ya te lo dije, ¿Estabas de acuerdo, no?

Entonces Pedro cogió de la bandeja unas pinzas con unos orificios al final de sus patas y separando los labios vaginales de mi mujer, asió con ellas su clítoris estirando de él. Ella al notar donde iban a ponerle el siguiente piercing intento levantarse, pero Pepe la sujeto fuertemente contra la camilla.

-Sujétala tú.-Me dijo.-  que vea que tú también me obedeces en todo.

Me fui a la cabecera de la camilla y tome el relevo de Pepe, sujetándola fuertemente.

Pedro selecciono una aguja de la bandeja,  esta de un diámetro bastante inferior y mientras estiraba del clítoris de mi mujer, lo atravesó limpiamente de parte a parte, Montse lanzo un alarido mientras unas lágrimas resbalaban por sus mejillas, tenía el coño atravesado por tres agujas, dos en los labios, que formaban una equis y una en horizontal en su clítoris.

Deje a mi mujer y me coloque otra vez a los  pies de la camilla,  ella mantenía las piernas separadas y podía ver su coño atravesado por las agujas, parecía el coño de un faquir, pensé para mi sin poder reprimir una medio risilla.

Pedro estaba limpiando la zona con un desinfectante y Pepe le dio unos aros, parecían de oro, el hombre le quito una de las agujas y le puso el aro, haciendo la misma operación en el otro labio, para el clítoris Pepe le dio un piercing con  forma de U, con una bola en una de sus extremos,   se lo paso por el clítoris, quedando como unos pequeños cuernos en él, cerro el otro extremos con otra bolita.

Pensaba que habían acabado pero me equivocaba, Pedro acerco su silla hasta los pechos de ella y con la pinza con agujeros asió y estiro con  fuerza de uno de sus pezones,  que inmediatamente  traspaso con la aguja grande, mi mujer ya no decía nada, no sé si soportaba el dolor o simplemente ya no sentía nada, repitió la operación el hombre con el otro pezón y nuevamente Pepe le dio unas anillas,  estas parecían de plata, el hombre se la coloco en ambos pezones y coloco también una cadenilla entre cada uno.

Le limpio las heridas y la hicieron poner en pie,  con las manos en la nuca,  la verdad es que se veía preciosa con el coño y los pezones anillados y la cadenilla entre ambos. Pepe le dio el vestido y le ordeno que se vistiera.

-No te doy las bragas.- le dijo.- tampoco lo ibas a soportar ahora mismo.

-La vas a curar cada día.- dirigiéndose a mí.-  y me la traes al bar de aquí a una semana.

Ni que fuera el médico, pensé, aunque sabía  que lo iba a hacer sin rechistar.

Mientras hablábamos Montse se había abotonado todo el vestido, al verla Pepe se fue hacia ella y fue abriéndole los botones hasta la altura del ombligo.

-Las señoras van tapadas,  las putas se exhiben.-Le dijo.

Se despidió del de la tienda y nos hizo salir a la calle, a poco que caminaba se le abría el vestido dejando a la vista de todo el que pasaba su coño, por las miradas más de uno se dio cuenta de ello, llegamos al parking y me pidió las llaves del coche, sentándose él al  volante, ella a su lado y detrás.

Le desabotono todo el vestido, abriéndoselo, dejándola con todo el cuerpo a la vista.

-Es para que no te roce el vestido.- Le dijo con sorna.

El parking era de esos que pagas en la cabina del vigilante y en cuanto paramos a su lado el hombre se dio perfecta cuenta de cómo iba ella vestida, bueno, más bien desnuda, no le quitaba ojo de encima y se demoró todo lo que pudo en darnos el cambio y Pepe en guardarlo con todo cuidado en su monedero, salimos a la calle hacia nuestro domicilio y en todo momento la mantuvo con el vestido abierto. Ya estábamos llegando a casa cuando a Pepe se le ocurrió una nueva maldad,  cerca tenemos un túnel de lavado en la que unos chicos lavan a mano las ventanas de los coches y a la salida del túnel los secan también a mano, me di cuenta de dónde íbamos cuando ya tenía el coche casi dentro del túnel, el chico que cobra se dio cuenta inmediatamente de cómo estaba mi mujer, y vimos cómo se lo comentaba a otro de ellos,  así, que esta vez fueron tres lo que nos estaban limpiando las ventanas,   las estaban dejando como los chorros del oro, vamos, nunca iba a tener un coche tan limpio, estuvieron limpiando el parabrisas delantero, sobre todo en la parte donde estaba ella y su ventana hasta que por fin el coche se puso en marcha por la cadena del túnel,  cuando el coche salió por el otro lado los chicos volvieron a secarlo a fondo no perdiendo detalle del cuerpo de mi mujer, además, Pepe bajo la ventana del lado de ella para darles la propina y que pudieran verla todavía mejor.

Después de eso seguimos camino a casa,  metimos el coche en el parking, al bajar del coche Montse hizo ademan de abotonarse el vestido, pero Pepe se lo volvió  a impedir,  afortunadamente tenemos ascensor en el parking y no coincidimos con ningún vecino. Entramos en casa, abrió él con su juego de llaves y sentado cómodamente en el sofá me repitió las instrucciones.

-La curas cada día como te han explicado y el próximo lunes, sobre las once de la mañana me la traes al bar.

Ya ni proteste por el trabajo perdido, ni por nada, total, de que me iba a servir. Durante todo ese tiempo cure cada día los piercings de mi mujer, disfrutando para tocar y acariciar, aunque fuera con un algodón, unas tetas y un coño que ya no me pertenecían.

Llego el día y volví a llamar al trabajo diciendo  otra vez que tenía que llevar a mí mujer a que le mirasen la herida,  volvía a no mentir, de alguna manera.

Llegamos al bar y solo estaba Pepe detrás de la barra, ningún cliente.

-Pasar a la sala.-  Ordeno, a la vez que me daba la llave.

Fuimos a la sala, esperándolo, otra vez como si fuera el médico, pensé. Cuando llego él me ordeno que la desnudase,  me extraño que me lo pidiera a mí, pero no lo dude,  mi esposa se había puesto para la ocasión una camisa y una falda tipo tubo, ceñida, justo por encima de las rodillas.  Mis manos temblaban cuando empecé a desabotonar su camisa, uno a uno, hasta que se la quite del todo, llevaba un sujetador negro transparente que permitía ver sus pezones anillados.

-Ahora la falda.- Me dijo Pepe

Me arrodille ante ella y baje la cremallera, al ser una falda ajustada no cayó por su peso y tuve que bajársela yo hasta los tobillos,  no me hizo falta pedirle que levantaras las piernas para acabar de quitársela,  ella mismo lo hizo alternativamente, y yo mismo se la quite del todo.  Llevaba unas bragas tipo coulotte negras, transparentes, a juego con el sujetador.

-Venga el resto, ¿o es que te lo tengo que decir todo? Coño.- Me gritó

Me puse a su espalda y le desabroché el sujetador que deje caer al suelo, luego, poniéndome delante de ella, empecé a bajarle las bragas,  su coño perforado me quedaba a la altura de los ojos,  ella normalmente ya tiene los labios externos gruesos, pero ahora todavía los tenía más hinchados,   la verdad es que tenía un coño precioso con sus piercings, acabe de quitárselas y Pepe me hizo a un lado para poder verla mejor.

-Posición.- Le dijo a Montse  y ella sin dudar un momento separo las piernas ligeramente y puso sus manos tras la nuca, la tenía muy bien amaestrada. Se acercó entonces a ella tocando los piercings,  los estiraba un poco y retorció ligeramente el de su clítoris, haciendo un completo examen, comprobó las heridas, los piercings,…  hasta que se dio por satisfecho.

-Que se siente en el sillón.-Me dijo.

Lleve a mi esposa hasta el sofá de ginecólogo y sin necesidad de que Pepe me lo dijera sujete sus muslos con las cadenas, dejándola abierta de piernas, Pepe se había bajado los pantalones y mostraba su polla en plena erección,  se colocó entre sus piernas y lo que me dijo me dejo sin habla.

-Cógeme la polla y llévamela tú mismo hasta su coño.-

No sabía ni que hacer,  nunca había tocado una polla que no fuera la mía, pero la agarre y separando los labios de mi mujer empecé a frotar el capullo arriba y abajo entre ellos, Pepe me dejaba hacer, metía un poco el capullo pero lo volvía a retirar   y yo frotaba y frotaba aquella polla entre los mojados labios del coño de mi mujer, hasta que finalmente se la fue clavando hasta los cojones.

-Mantenle separados los labios, que veas como se la clavo.-

Yo cogí sus labios y estire de ellos, separándolos,  viendo como aquel cilindro de carne entraba poco a poco en ella.

-Así no –me grito- para que te piensas que le he puesto los pircings, del  coño, de los aros.

Obediente agarre los aros y tirando de ellos volví a separarle  los labios para ver como la polla de Pepe había desaparecido completamente dentro del coño de mi esposa. Se la metía y sacaba poco a poco, tomándose su tiempo, a veces parecía que le daba movimientos circulares con la cadera y mientras yo mantenía su coño abierto mirando como aquel embolo entraba y salía del empapado coño de Montse, estuvo así un buen rato, con suavidad, poco a poco, hasta que se la saco y me indico que la llevara al potro y la  pusiera de rodillas. Desate a mi mujer y la lleve al potro donde la hice arrodillar y apoyar el vientre contra el borde del mismo,  así le quedaba el culo expuesto a la penetración que sin duda iba a hacerle Pepe.

Pepe si coloco detrás de ella y apunto su grueso capullo al ano de mi esposa, yo le mantenía las nalgas separadas sin necesidad de que él me lo hubiera pedido y veía como el capullo se forzaba poco a poco esa entrada hasta que la saco del todo diciendo:

-         A esta la tendremos que lubricar bien para que entre bien.

Me decía mientras movía su polla a la altura de mi cara,  entendí lo que me quería decir y arrodillándome delante de él me la metí en la boca. Si nunca había tocado una polla que no fuera la mía, imaginar chupar una, pero lo hacía con ganas,  como había visto a mi mujer ¿cientos de veces?, me la metía y sacaba de la boca babeándola,   Pepe me tenía cogido por la nuca, así que era él el que llevaba el ritmo, le pasaba la lengua por el capullo, buscando su frenillo, me la metía todo lo que podía en la boca,  sorbiéndola, pensaba que se iba a correr en mi boca y la verdad, no creo que me hubiera importado, pero, cuando por sus gemidos parecía que lo iba a hacer me la saco y la volvió a apuntar al culo de mi mujer.

Sin necesidad de que me dijera nada le cogí  la polla y la apunte al ano de ella,  mientras yo se la colocaba en el ano,  él se agarró a sus caderas, planto los pies con fuerza en el suelo y de un solo golpe de cadera se la clavo con fuerza hasta los cojones, se entretuvo un momento, quieto con ella dentro, se la saco hasta el capullo y se la volvió a clavar de un golpe hasta los cojones, volvió a quedarse quieto, pero esta vez hacia como movimientos de rotación con sus caderas, como si quisiera dilatarla todavía más,  se la saco y empezó un mete saca, lento, con ritmo, repitiendo la cadencia,  dentro fuera, dentro fuera.

Yo mantenía las nalgas separadas y no perdía detalle del pistón trabajando el culo de mi esposa.

-Te mereces un premio.- me dijo sin para el mete saca.

-Te dejo que te la chupe, pero solo hoy, como premio.

Sin dudarlo un momento me fui a la cabeza del potro, mi mujer se agarraba con fuerza al cojín, moviéndose al ritmo que le marcaba Pepe, los ojos cerrados,  la boca entreabierta, estaba magnifica.  Aproveche uno de sus jadeos e intente meterle la polla en la boca, pero ella giro la cabeza negándose,  al momento se escuchó una fuerte palmada sobre su culo.

-Tú vas a chuparle la polla a quien yo te diga, ¿me oyes, puta? Le gritaba Pepe.

Por toda respuesta ella abrió la boca y le metí  la polla hasta la garganta, lo hacía con rabia, con fuerza, con dolor,  la cogí por el pelo, estirándoselo mientras le follaba la boca.

-         ¿Le tenías ganas, eh, cornudin?  Me dijo él.

Ni le conteste, yo creo que ni le oí, enfrascado como estaba en abusar al máximo de mi propia esposa, no dure ni cinco minutos, empecé a correrme en su boca, ella intento sacarse la polla de la boca, pero la sujete fuertemente, mientras le decía que se lo iba a beber todo,  si lo hacía con los demás también se iba a beber mi lefa.

Escurrí todo lo que pude mi polla,  mi leche le caía por los labios al suelo, cuando ya no me quedaba nada, le frote el capullo por toda la cara acabándome de limpiar la polla y volví a su grupa, justo en el momento en que Pepe se corría,   el primer lechazo se lo metió dentro, en el culo,  pero después le saco la polla y se corrió sobre su grupa. Largos y espesos chorros de leches estaban sobre su culo.

-Espárcelo bien por el culo,   es muy hidratante, me han dicho.- Rio

Me arrodille tras su culo y como si fuera una crema la esparcí por todo su culo, hidratándolo como había dicho Pepe,  recogía la leche que salía de su ano y se lo untaba por el culo, hasta que quedo todo brillante de su lefa.

-Ya os podéis ir a casa.-Me dijo

-Estoy cansado.

Ayude a levantar a Montse del potro, abotonándose el vestido.

-¿Otra vez abotonándote el vestido?- Le dijo

-No vas a aprender nunca.

Fue a uno de los cajones, saco unas tijeras y uno a uno le corto todos los botones del vestido.

-Y que no te vea que te lo cruzas.- Le dijo.

-¿Sabes qué?  No me fio de vosotros, mejor os acompaño.

No llevo hasta la puerta del bar y nos hizo salir, íbamos por la calle, con Montse entre nosotros dos,  con el vestido completamente abierto,  a la vista de todo el que pasase,  nos cruzamos con un hombre que le hecho una mirada, que porque ya estaba desnuda, que si no la deja completamente en pelotas.

El camino a casa se me hizo eterno,  y eso que el bar está situado en la misma manzana,  pero al fin llegamos.

Pepe se despidió de nosotros en el portal con un largo beso a Montse mientras le mantenía completamente abierto el vestido. Se separado de ella y la hizo abrírselo completamente para contemplar los anillos que lucía.

-Fantástico.- Le dijo mientras estiraba de el del clítoris.

  • Descansar, tendréis noticias mias,.- Se despidió.

Lo vi alejarse calle abajo,  dejándome como siempre con ese sentimiento de ganas y tener en tener noticias suyas.